El brote de coronavirus que comenzó en diciembre pasado en Wuhan, China, se ha convertido en una pandemia mundial que requiere una respuesta internacional coordinada para evitar la catástrofe. Un despliegue planificado y racional de los recursos médicos e industriales mundiales es esencial para evitar que la enfermedad se cobre posiblemente millones de vidas.
El peligro de que un brote de virus infeccioso, intratable y potencialmente mortal cause neumonía se conoce desde hace decenios. Dos coronavirus diferentes causaron brotes regionales, el SARS en 2002-2004 principalmente en China, y el MERS en 2012-2014 principalmente en Arabia Saudita. Sin embargo, mientras que el SARS se cobró 774 vidas después de infectar a 8.000 personas, y el MERS mató a 886 después de infectar a 2.519 en dos años, el coronavirus de Wuhan, que es altamente contagioso (SARS-CoV-2), se está extendiendo por todo el mundo. Ha infectado a 81.296 personas y matado a 2.770 en apenas dos meses.
Los principales brotes no solo están surgiendo en Asia Oriental, sino también en Europa y Oriente Próximo, con 383 casos en Italia y al menos 139 en Irán. China ha logrado frenar considerablemente la propagación de la enfermedad, limitando el número de casos a 78.073, con medidas draconianas para encerrar a cientos de millones de personas y cerrar gran parte de su economía. Sin embargo, es evidente que solo estamos en las etapas iniciales de una epidemia mundial.
Inicialmente, los funcionarios de los Estados Unidos e internacionales trataron de restarle importancia al nuevo virus. Incluso ayer, el presidente Donald Trump, hablando en nombre de los amplios sectores de la aristocracia financiera que no miran más allá de sus carteras de acciones, recurrió a Twitter para regañar ignorantemente a los medios de comunicación por tratar de "hacer que el Caronavirus [ sic ] se vea lo peor posible, incluyendo el pánico en los mercados, si es posible". Del mismo modo, sus incompetentes camaradas demócratas que no sirven para nada son pura palabra y nada de acción. ¡EE. UU. en gran forma!".
El miércoles por la noche, Trump dio una conferencia de prensa incoherente en la que alternativamente minimizó la gravedad de la enfermedad, se elogió a sí mismo y a su Gobierno por su respuesta, y denunció a sus oponentes políticos.
A pesar de estos comentarios ignorantes e irresponsables, este coronavirus es una enfermedad altamente peligrosa y mortal. El ocho por ciento (2.770) de los 33.129 casos detectados que ya no están bajo tratamiento han terminado en muerte. De los 48.167 casos detectados que aún luchan contra la enfermedad, 8.867 (18 por ciento) se encuentran en estado grave o crítico, es decir que se mantienen con vida por medio de cuidados intensivos y acceso a ventilación y oxigenación artificiales que requieren la atención de múltiples médicos dedicados a cada paciente.
Además, el asesor de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y profesor de la Universidad de Florida, Ira Longini, dijo a Bloomberg News que los modelos epidemiológicos muestran que, sin medidas agresivas para contener el virus, hasta "un tercio del mundo" podría contraer la enfermedad. Esto podría abrumar a los hospitales de todo el mundo –incluso en los países capitalistas avanzados— con millones de pacientes desesperadamente enfermos y altamente contagiosos.
Este peligro crece conforme la enfermedad se extiende a los países de Oriente Próximo y África, cuyos hospitales carecen de alta tecnología o han sido devastados por décadas de ocupaciones imperialistas, guerras civiles o, en el caso de Irán, por las sanciones vengativas de Estados Unidos y Europa.
Una respuesta coordinada a nivel internacional es esencial para evitar que la pandemia devaste a la humanidad. Es fundamental que el sistema de salud mundial sea capaz de aislar a los pacientes, limitar la velocidad de propagación de la enfermedad y dedicar los recursos necesarios para proporcionar cuidados intensivos a los pacientes que desarrollen neumonía a partir de la infección. La producción y el uso de los tratamientos y el equipo médico necesarios no pueden subordinarse al dictado de los mercados financieros y al afán de lucro, ni a las políticas de guerra imperialistas.
La ciencia moderna proporciona a la medicina herramientas sumamente poderosas para combatir la enfermedad. El contraste con las pandemias mundiales anteriores, como la epidemia de gripe de 1918, no podría ser más marcado. Sólo dos meses después de la pandemia, tenemos un vasto conocimiento del virus: su código genético interno de ARN, la forma de su cubierta externa, y cuáles células y receptores ataca en el cuerpo humano. Múltiples equipos a nivel internacional, incluyendo en los Estados Unidos, China y Europa, están compitiendo para producir vacunas, con la esperanza de probarlas clínicamente ya el próximo año.
Los ensayos clínicos en China también muestran que los medicamentos preexistentes como la cloroquina, utilizada para tratar el paludismo, o el fapilavir, utilizado para tratar la gripe, también pueden bloquear el coronavirus y acelerar la recuperación.
Sin embargo, al mismo tiempo, la pandemia está poniendo de manifiesto la irracionalidad destructiva del capitalismo: ha desperdiciado los recursos y la riqueza creados por la clase obrera internacional durante décadas, dejando a la humanidad sin preparación para el coronavirus.
El riesgo de que uno de los coronavirus causara una neumonía altamente contagiosa, intratable y potencialmente mortal se conoce desde hace casi 20 años. Después de las epidemias de SARS y MERS, la investigación realizada en 2017 por la EcoHealth Alliance demostró que los murciélagos asiáticos albergaban cientos de cepas de coronavirus que podrían infectar a los humanos. Sin embargo, debido a que la producción de vacunas, medicinas antivirales y los equipos de protección está subordinada a los intereses de lucro de los grandes inversionistas privados, no hubo ninguna preparación para el riesgo de una pandemia importante.
Cuando se necesitaban recursos masivos para invertir en la infraestructura médica e industrial, se desperdiciaron billones de dólares en los rescates bancarios de 2008-2009 para los superricos de EE. UU. y Europa, así como en las guerras de los Estados Unidos y la OTAN, como las ocupaciones de Irak y Afganistán. Mientras que en ciudades de todo EE. UU. se cerraron hospitales, la Unión Europea impuso una austeridad que recortó los salarios de los trabajadores sanitarios y los niveles de personal hasta los huesos.
Esas políticas no sólo han impedido el uso racional de la tecnología disponible en preparación para una pandemia mundial, sino que ahora afectan a las medidas que se necesitan urgentemente para tratar la pandemia.
Irán, el epicentro de la pandemia del coronavirus en Oriente Próximo, es quizás el ejemplo más claro de ello. Cientos de iraníes se han enfermado y la enfermedad se está extendiendo rápidamente, en condiciones en las que las sanciones impuestas por los Estados Unidos y Europa, primero en 2012 y luego nuevamente después de la retirada de los Estados Unidos del tratado nuclear con Irán en 2018, han reducido drásticamente el acceso de Irán a medicinas cruciales.
El año pasado, un médico iraní le dijo a ABC News de EE. UU. que "de cada 20 personas, tenemos que decirles al menos a diez que se han quedado sin los medicamentos que necesitan". Hay escasez de medicamentos para muchas condiciones críticas, incluyendo el asma, la diabetes y el cáncer, que a menudo conducen a complicaciones y a la muerte en pacientes con coronavirus. Esto se debe en parte a que el Departamento del Tesoro de los EE.UU. impuso sanciones vengativamente a las empresas internacionales que exporten suministros médicos a Irán.
El año pasado, el grupo de expertos del Atlantic Council señaló que en Irán en "2012-2013, el precio de los medicamentos aumentó entre un 50 y un 75 por ciento. Junto con la recesión económica y el aumento del desempleo, las medicinas se volvieron menos asequibles para los pacientes iraníes. Según una investigación de campo realizada en Irán durante 2013, los pacientes de asma, cáncer y esclerosis múltiple sufrieron dificultades con la escasez de medicamentos o contra el aumento de los precios. Esta investigación descubrió además que muchos pacientes de cáncer habían dejado el tratamiento debido al aumento de los precios de los medicamentos".
Hoy en día, Irán se está sumergiendo en una epidemia de coronavirus que se está extendiendo rápidamente no sólo a los Estados del golfo Pérsico, sino también a países vecinos como Irak y Afganistán, cuya infraestructura sanitaria ha sido devastada por décadas de sanciones, bombardeos y ocupaciones militares de EE.UU. y la OTAN.
Con las vidas de millones de personas en juego, las decisiones en la crítica batalla contra el coronavirus no pueden dejarse en manos de las potencias imperialistas y la aristocracia financiera. Deben levantarse las sanciones contra Irán, se deben asignar cientos de miles de millones de dólares en todo el mundo para luchar contra la amenaza de la pandemia y se deben movilizar plenamente los recursos científicos e industriales de la humanidad bajo el control democrático de los trabajadores.
(Publicado originalmente en inglés el 27 de febrero de 2020)