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Perspectiva

En medio de juicio político, Pelosi honra a Trump con invitación del Estado de la Unión

Menos de 48 horas después de votar a favor del juicio político contra el presidente Donald Trump, la presidenta demócrata de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, lo invitó a dar el discurso anual del Estado de la Unión ante el Congreso.

Se podía esperar que se descartara dicha invitación a un presidente acusado de “delitos y faltas graves” y que teóricamente podría ser destituido en cuestión de semanas.

El año pasado, Pelosi canceló su invitación para que Trump pronunciara el discurso del Estado de la Unión hasta después de que se llegara a un acuerdo que acabara la paralización del Gobierno Incluso sugirió que Trump no realizara el discurso del todo y solo enviara un mensaje escrito, como lo había hecho todo presidente antes de Woodrow Wilson.

La decisión subraya el elemento de indecisión y engaño que ha caracterizado el juicio político. Ante todo acontecimiento, los demócratas evitaron cualquier acción que movilizara la oposición pública a Trump, quien mantiene las tasas más bajas de aprobación de un presidente desde la Segunda Guerra Mundial. Además, es ampliamente odiado por sus abusos a los derechos humanos de los inmigrantes y lazos con grupos fascistas.

La invitación de Trump socava las afirmaciones de los legisladores demócratas de que presuntamente “solicitó la interferencia de un Gobierno extranjero”, presentando un “peligro claro y presente” a la democracia de tal manera que era necesario agilizar los procedimientos del juicio político.

¿Cómo será el Estado de la Unión de Trump?

Si el juicio político continúa en el Senado, podría utilizar el discurso para realizar un llamamiento público en oposición a sus acusadores para influenciar el juicio político y movilizar la oposición a este.

Si ocurre después de una absolución, permitiéndole cantar victoria, fortalecerá su posición y denunciará a los demócratas de manera acertada.

La Casa Blanca realizó una breve declaración indicando que el presidente había “aceptado la invitación de la presidenta”. Pero la verdadera respuesta de Trump vino el día siguiente, cuando dio el que se podría describir como su discurso más fascistizante y autoritario de su Presidencia.

Ante la organización estudiantil ultraderechista Turning Point, Trump rugió con palabras apocalípticas, “Los siguientes meses decidirán si nuestro país estará gobernado por una clase corrupta, fallida y ultraizquierdista o si nosotros gobernaremos nuestro país”.

Cunado lo interrumpieron cánticos de “cuatro años más” después de referirse a los “extremistas de izquierda”, Trump declaró, si quieren que se enojen, canten “16 años más”. En medio de aplausos, la multitud respondió cantando “16 años más”.

Incitando a la multitud a nombrar quiénes van “más allá que los socialistas”, la multitud gritó en dos ocasiones “¡comunistas!”. Utilizando su audiencia fascistizante, Trump condenó a la “izquierda” política 20 veces más.

En otras palabras, la respuesta de Trump a lo que es visto cada vez más como un juicio político fracasado ha sido intensificar su demagogia fascistizante. Él sabe que los demócratas no se opondrán a nada de lo diga, mientras que la prensa ignorará sus incitaciones abiertas a la violencia y desdeño total hacia los límites constitucionales de la Presidencia.

De hecho, la invitación de Pelosi de parte del Congreso tan solo pone a fin a la “semana más importante” de la Presidencia de Trump, según sus aliados, llena de victorias “históricas” para su agenda.

El viernes, Trump firmó la Ley de Autorización Nacional de la Defensa, que incluye el mayor gasto militar en la historia de EE. UU., después de que los demócratas efectivamente eliminaran todos los límites a despliegues militares, incluyendo contra Irak y Yemen, así como todas las prohibiciones sobre el uso de fondos del Pentágono para su muro fronterizo.

En su discurso del día siguiente, Trump presumió, “cuando se trata del ejército, no hay ningún [déficit] presupuestario”, dado que los demócratas le han dado efectivamente un cheque en blanco para financiera el ejército.

Luego presumió que sus oponentes demócratas han abandonado totalmente la oposición a su construcción de campos de concentración para detener a familias inmigrantes, su política de separación de niños y su malversación de dinero para construir su muro fronterizo.

Se regodeó, “Da gracia. Logre que se aprobara eso, como parte del proyecto de ley de defensa, pero ¿saben qué? A los demócratas ya no les gusta el problema… más o menos lo dejaron pasar. Se cansaron de esa batalla del muro”.

El jueves, los legisladores demócratas votaron a favor del Tratado Comercial México, Estados Unidos Canadá (T-MEC) de Trump, cuyo propósito fue descrito por su exestratega Steve Bannon como crear “una base de manufactura geoestratégica en América del Norte” para contrarrestar a China.

La serie de victorias políticas regaladas a Trump, culminando con la invitación demócrata a pronunciar el Estado de la Unión, subraya varias realidades básicas.

Más allá de las declaraciones retóricas de que “la visión de la república de nuestros fundadores está bajo la amenaza de las acciones de la Casa Blanca”, como lo manifestó Pelosi, las diferencias entre ambos partidos no son fundamentales.

El conflicto entre Trump y los demócratas es, como lo planteó el expresidente Barack Obama, un “juego amistoso interno”, un término que se refiere a dos lados de un mismo equipo.

Los demócratas han concentrado su oposición a Trump en la acusación de que no ha sido lo suficientemente agresivo contra Rusia, declarando en los artículos de juicio político que “abusó los poderes de la Presidencia ignorando y dañando la seguridad nacional” al atrasar el envío de armas para Ucrania.

En otras palabras, sus diferencias con Trump son meramente tácticas, girando en torno a desacuerdos sobre política exterior. En cuanto a las cuestiones fundamentales de clases que enfrenta la élite gobernante, recortando impuestos para las corporaciones, financiando la Gestapo fronteriza y rellenando los cofres del Pentágono, están cohesionados.

Todo esto deja en claro que una lucha seria contra Trump solo puede desarrollarse por medio de un movimiento totalmente opuesto al Partido Demócrata. La batalla para deponer a Trump exige la construcción de un movimiento socialista de las masas obreras, luchando por destruir el poder de la oligarquía financiera representada tanto por Trump como por los demócratas.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 23 de diciembre de 2019)

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