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Perspectiva

La crisis del juicio político

La peste para ambos partidos

La Cámara de Representantes de EE. UU. votó el miércoles por la noche a favor de iniciar un juicio político contra el presidente Donald Trump. Los discursos antes del voto invocaron un sinfín de veces el significado histórico de la decisión. Pero, la historia de los juicios políticos previos tan solo expone el carácter derechista y militarista de la campaña demócrata de juicio político.

Donald Trump con Nancy Pelosi [Crédito: WikiMedia]

El primer juicio político de un presidente estadounidense fue contra Andrew Johnson en 1868 tras la guerra civil. Johnson, un demócrata antisecesionista pero virulentamente racista, fue el sucesor de Abraham Lincoln después de su asesinato. Los legisladores republicanos percibían a Johnson como un aliado de los antiguos dueños de esclavos y lo procesaron por despedir al secretario de guerra, un fuerte partidario de una Reconstrucción Radical del Sur. Johnson fue absuelto por el Senado por un voto, dando la señal del giro que se avecinaba de la clase capitalista norteña lejos de la lucha revolucionaria democrática de la guerra civil, en preparación para combatir un nuevo enemigo, la clase obrera estadounidense.

El segundo juicio político de un presidente estadounidense fue prevenido por la renuncia forzada del presidente Richard Nixon en 1974, después de que la comisión de asuntos judiciales de la Cámara de Representantes votara a favor de los artículos de juicio político por obstrucción de justicia, abuso del poder y desacato ante el Congreso. Estos cargos estuvieron vinculados con la exposición de un programa masivo de represión ilegal política empleado por el Gobierno de Nixon para suprimir los derechos civiles y los movimientos antiguerra de los años sesenta. Nixon creó una unidad de exagentes de la CIA, apodados “los plomeros”, para espiar a Daniel Ellsberg, quien filtró los Papeles del Pentágono a la prensa. Cuando “los plomeros” fueron atrapados irrumpiendo las oficinas del Comité Nacional Demócrata en el edificio Watergate en julio de 1972, la cadena de eventos iniciada llevó a la salida de Nixon del poder dos años después.

No faltan razones legítimas para deponer a Trump. Ha separado a miles de niños inmigrantes de sus familias en una política calificada como tortura por las Naciones Unidas. Ha creado campos de concentración en suelo estadounidense. Ha asignado fondos militares desafiando ilegalmente el Congreso para desarrollar su Estado militar a lo largo de la frontera sur. Ha declarado que desafiaría los límites constitucionales de términos presidenciales y rechazaría el resultado de las elecciones si pierde. Ha buscado crear un movimiento fascista en suelo estadounidense.

Pero todas estas cuestiones democráticas fundamentales han sido excluidas de la campaña de juicio político de los demócratas, la cual está centrada en acusaciones de que Trump no ha combatido con suficiente agresividad la guerra indirecta con Rusia en Ucrania.

“Al final, este juicio político es el primero sobre si el presidente está vendiendo la seguridad nacional estadounidense”, escribió David Sanger en el New York Times. “Mientras Ucrania es el evento directo, el tema subyacente es cómo el presidente ha tratado al Sr. Putin”.

Sanger concluye, “el argumento sobre Ucrania, la supuesta razón por el juicio político contra el presidente, no se trata realmente del todo de Ucrania. Es sobre Rusia”.

Pero fue el presidente de la comisión de inteligencia de la Cámara de Representantes, Adam Schiff—la figura principal de la campaña de juicio político—el que no dejó duda alguna sobre el hecho de que la demanda central del Partido Demócrata es intensificar el conflicto estadounidense con Rusia.

“Ucrania está combatiendo nuestra lucha contra los rusos, contra su expansionismo. Esa es nuestra lucha también”, dijo Schiff. “Antes nos enfrentábamos a Putin y Rusia. Sé que el partido de Ronald Reagan lo hacía”.

“Por eso es que apoyamos a Ucrania con la ayuda militar que tenemos”, continuó Schiff. “Al presidente puede que no le importe, pero a nosotros sí. Nos importa nuestra defensa, nos importa la defensa de nuestros aliados y definitivamente nos importa nuestra Constitución”.

Nadie ha explicado en ninguna parte por qué la guerra de Ucrania con Rusia tiene que ser “nuestra lucha también” ni por qué la negativa de combatir esta guerra de acuerdo a las preferencias de los demócratas constituye una ofensa propia de un juicio político.

El intento de los demócratas de destituir a Trump tiene como objetivo legitimar una escalada intensa del conflicto estadounidense con Rusia, una política para la cual no existe apoyo en las masas.

El Partido Demócrata está al tanto del amplio odio popular hacia el Gobierno de Trump. Pero lo que este partido de los ricos y acaudalados teme más que la reelección de Trump es una movilización masiva para deponerlo, la cual inevitablemente desafiaría su propia riqueza y el propio sistema capitalista.

En los términos definidos por los demócratas, el juicio político no tiene ningún contenido democrático ni legítimo. Su lejanía e indiferencia respecto a los sentimientos o demandas populares le otorga el carácter de un golpe palaciego. Las innumerables afirmaciones de varios demócratas de que el juicio político constituye una defensa de la democracia no convencen ni son verdaderas.

Incluso ahora que iniciaron el juicio político en sí, los demócratas están colaborando con Trump para expandir el ejército, eviscerar las restricciones legislativas sobre el uso de la fuerza militar y expandir su ofensiva antiinmigrante. El martes, aprobaron el mayor presupuesto militar en la historia estadounidense y el jueves, un día después del juicio político, planean aprobar el Tratado México, Estados Unidos Canadá, una medida de guerra económica contra China

Mientras se emitían los votos del juicio político, Trump estaba en Battle Creek, Michigan, realizando un llamamiento violento, demagógico y fascistizante hacia sus simpatizantes. Hizo eco de la carta que le había enviado a la Cámara de Representantes en que acusó a su presidenta de “declararle una guerra abierta a la democracia estadounidense”.

Pero, al excluir todos los temas democráticos que podrían movilizar a la población en oposición a Trump, los demócratas han caído en el juego del mandatario, quien ha buscado movilizar a su base de apoyo fascistizante alegando que él es víctima de un complot del “Estado profundo”.

La mentira central avanzada por Trump es equiparar los esfuerzos demócratas para deponerlo, junto con los de las agencias de inteligencia y la prensa, con el socialismo. Esta es su etiqueta para toda forma de oposición popular a su Gobierno. En las tradiciones del fascismo, Trump se presenta falsamente como la víctima de una conspiración de las élites, los socialistas y comunistas.

Independientemente del resultado de la crisis de juicio político, será testigo de un peligroso giro de la política estadounidense más hacia la derecha. Si los demócratas fracasan en deponer a Trump, algo que parece probable, lo fortalecerán. Si logran de alguna manera orquestar su expulsión del poder, sería visto como ilegítimo por amplias capas de la población y prácticamente garantizaría una escalada del conflicto militar con Rusia.

Más allá del resultado, el juicio político debe ser visto dentro del contexto de la mayor crisis del capitalismo desde la guerra civil. En su manera, ambos partidos representan las imperativas gemelas del imperialismo estadounidense bajo condiciones de crisis social y la pérdida de su hegemonía global.

Los demócratas encarnan la marcha hacia la guerra; los republicanos, en forma de Trump, encarnan el giro hacia las formas fascistizantes y autoritarias de gobierno.

El combate contra Trump solo pude desarrollarse con base en una lucha social y política enraizada en la clase obrera. El requisito esencial para la aparición de dicho movimiento es romper total e inequívocamente con el Partido Demócrata y el Partido Republicano. La actitud de la clase obrera a este juicio político debe ser, partiendo de Shakespeare, “La peste para ambos partidos”.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 19 de diciembre de 2019)

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