Fanthom Events, TCM y Universal Pictures exhiben To Kill a Mockingbird (Matar a un ruiseñor, 1962) en cines estadounidenses esta semana. Robert Mulligan la dirigió y Alan J. Pakula produjo la película. Horton Foote escribió el guión, en base a la novela de Harper Lee, con el mismo título, que recibió el Premio Pulitzer en 1960.
El libro y la cinta ocurren durante el colapso económico de los 1930. Los personajes principales son el abogado Atticus Finch y su hija Scout. Atticus rechaza el montaje legal, en un pequeño pueblo de Alabama, de un hombre afroamericano, acusado de violar una mujer blanca durante los tiempos del aparato discriminatorio, denominado Jim Crow, en EUA.
Las enormes y masivas luchas del movimiento de derechos civiles, hicieron posibles la creación de To Kill a Mockingbird, obra que también alentó esas luchas. El caso de los Muchachos de Scottsboro (Scottsboro Boys) en 1931 y el proceso de 1934 en Monroeville, contra Walter Lett, un expresidiario acusado de violar a una mujer blanca de pocos recursos, afectó grandemente a Lee, quien había nacido en Alabama en 1926, también en Monroeville. A Lett se lo condenó a muerte, pero su condena eventualmente se redujo a cadena perpetua y murió en prisión. El salvaje asesinato en 1955 de Emmet Till, un joven negro de catorce años de edad, todavía era una herida abierta.
Se han vendido más de treinta millones de copias de la obra de Lee y ha sido traducida en cuarenta idiomas; en verdad merece ser apreciada. No cabe duda que sus temas de tolerancia y compasión, en un entorno de sensibilidad a la vida emocional de los niños, han influenciado a generaciones de personas, especialmente a gente joven.
Por varias razones es buena hora exhibirse To Kill a Mockingbird, que incluyen su llamado de atención a la luchan contra el tenaz racismo del Sur de EUA.
La cinta es aun más importante en el contexto de la tóxica argumentación de los partidarios contemporáneos de la política de identidades. Primero, insisten ellos, a pesar de la evidencia social y demográfica es su contra, que las etnias no pueden llevarse entre ellas, y la población blanca es irremediablemente racista. Segundo, estos elementos atacan el proceso debido y la presunción de inocencia, insistiendo que en casos de mal comportamiento sexual “es obligatorio creer” a los que acusan.
Desde que la obra fue publicada, To Kill a Mockingbirdha encarado muchos intentos de prohibirla —primero por fuerzas derechistas declaradas— por parte de autoridades escolares. Una de los primeros fue en el condado de Hanover, estado de Virginia en 1966, alegando que era “literatura inmoral”. Ante la inquina popular, y luego una carta abierta de Harper Lee, las autoridades desistieron.
Hace tan solo un año, las escuelas de Duluth, estado de Minnesota, decidieron vedar del currículo la novela de Lee junto con “Las aventuras de Huckleberry Finn” , esa clásica obra de Marc Twain. En el 2017, las escuelas públicas de Biloxi, estado de Mississippi quitaron To Kill a Mockingbird del plan de enseñanza de inglés de octavo grado durante la novena semana del curso escolar.
En el clima racial y antidemocrático de #MeToo (#Amítambién), cuando se atacan violentamente cintas como Green Book, la obra de Lee, sesenta años después de su publicación, se topa con una nueva jauría de críticos derechistas, con máscaras “izquierdistas”. De ellos hablaremos más abajo.
“[R]e cuerden que es un pecado matar un ruiseñor … Los ruiseñores no hacen más que música para nuestro regocijo”. —Atticus Finch
Durante primera mitad de la versión cinematográfica de To Kill a Mockingbird llegamos a conocer la vida y las actividades de tres niños blancos, Scout (Mary Badham), Jem (Phillip Alford) —hijos de Atticus Finch (Gregory Peck), abogado viudo de Maycomb, Alabama, un pueblo rural imaginario— y el amigo de ellos, Dill (John Megna). Completamos nuestro conocimiento de Atticus a través de sus interacciones con los niños. Es un hombre de integro y firme, con valores humanitarios (“uno nunca llega a conocer de verdad a una persona hasta que considera las cosas desde su punto de vista, hasta que se mete en su piel y camina dentro de ella”.) Él y sus hijos están muy apegados a Calpurnia (Estelle Evans), su empleada doméstica negra.
La segunda mitad pone a prueba la humanidad de Atticus, al tener él que combatir las autoridades racistas, y una porción de los habitantes blancos del pueblo, en defensa de Tom Robinson (Brock Peters), un hombre negro acusado de violación por Mayella Ewell (Collin Wilcox), una mujer blanca.
Las tensas escenas en el tribunal son inolvidables para todos los que han visto esta película. Están segregados los observadores, los negros en el balcón, donde también están Scout y los otros niños.
La interrogación de Finch a la desesperada y miserable Mayella, sugiere fuertemente que el que la golpeó no fue Robinson sino el padre de ella. El negro tiene un brazo mal formado que no le permitiría llevar acabo lo que se le acusa. Niega haber atacado a Mayella, pero confiesa que ella lo besó. Explica que ayudó a la joven, porque sintió lástima por ella. El fiscal (William Windom) se aferra a ese sentimiento: “¿Sentiste lástima por ella?; ¿tuviste lástima de una mujer blanca?”
El argumento final de la defensa fundamenta To Kill a Mockingbird. Merece que lo citemos casi por entero:
Para comenzar, este proceso nunca debería haberse iniciado. El estado no ha producido ni una pizca de evidencia médica que el crimen del que se acusa a Tom Robinson siquiera ocurrió. En cambio, se basó en las palabras de dos testigos cuya evidencia además de haberse puesto en duda durante el interrogatorio, ha sido contradicho absolutamente por el acusado. Existe evidencia circunstancial que indica que Mayella Ewell sufrió salvajes golpes a mano de alguien que usaba su brazo izquierdo casi exclusivamente.
Tom Robinson ahora está ante ustedes; ha jurado con su única mano buena: la derecha. Siento en mi corazón solo lástima por la testigo principal del Estado. Es una víctima de la cruel pobreza y de la ignorancia. Sin embargo, mi sentimiento de lástima no incluye poner en jaque la vida de un hombre , cosa que ella ha hecho para librarse de su propio sentimiento de culpa. Digo culpa, señores, porque la culpa fue su motivo. Ella no ha cometido ningún crimen.
Simplemente ha roto un antiguo y rígido código de nuestra sociedad, un código tan severo que quien quiera lo rompe es expulsado por carecer de la capacidad de existir entre los nuestros. Necesita borrar la evidencia de sus actos; pero ¿cuál es la evidencia de su culpa?; es un ser humano llamado Tom Robinson. Debe sacar de su entorno a Tom Robinson. Tom Robinson era un recuerdo diario de lo que había hecho ella. ¿Qué fue lo que hizo? Tentó a un negro. Cometió algo que en nuestra sociedad es imperdonable. Besó a un hombre negro. No a un viejo tío, sino a un hombre negro, fuerte y joven . No le importó ese código antes de romperlo , aunque luego éste caería encima de ella, aplastantemente.
Los testigos del Estado, exceptuando el sheriff del condado de Maycomb, se han puesto delante de ustedes, señores, en este tribunal con la confianza cínica de que nadie dudaría sus declaraciones. Confiaban en que ustedes, caballeros, lo aceptarían, en base a ese fundamento —fundamento malvado— de que todos los negros mienten , que todos los negros en el fondo son seres inmorales , que ningún hombre negro es de confiar cerca nuestras mujeres . Ese supuesto que uno asocia con el calibre de sus mentes, es, en sí un embuste , señores , cosa que no necesito señalarles. Un negro tan silencioso, humilde, respetable que se atrevió a sentir pena por una mujer blanca, cuyas palabras rechazan las de dos personas blancas.
El acusado no es culpable. Alguien en este tribunal s í lo es. En este país, caballeros, nuestros tribunales son los grandes niveladores. En nuestros tribunales todos los hombres son creados iguales. No soy idealista al creer firmemente en la integridad de nuestros tribunales y de nuestro sistema de jurados. Para mí eso no es una idea. ¡Es una realidad viviente y operante!
Muy a pesar de la falta de pruebas, Robinson es condenado; luego es muerto a balazos, supuestamente por intento de fuga.
La cinta tiene sus límites, es un producto de su época, de Hollywood y del liberalismo yanqui. Ciertos personajes son idealizados, ciertos acontecimientos no son fáciles de creer. La película no revela un importante detalle del libro, que el cuerpo del victimizado hombre negro tenía diez y siete balazos.
No obstante, To Kill a Mockingbird surge de un medio social e intelectual liberal, que todavía tenía cierta integridad, aun luego del asalto macartista. El discurso de Peck-Atticus sigue siendo un punto culmine en la historia de cine estadounidense (no cabe duda que fue el punto culmine de la larga carrera de Gregory Peck). El odio de esta cinta hacia las fuerzas fascistas y racistas, y la manera en que las presenta, es totalmente legítimo y duradero, aun cuando no explica el proceso que dio luz a esos elementos tan reaccionarios.
No nace de la nada la película de Mulligan. Comenzando con el fin del Black List [la veda de cineastas y actores acusados de ser comunistas] de fines de los 1950 y pasando por mediados de los 1960, Hollywood produce muchas cintas contra el racismo y el antisemitismo. Entre estas están “Imitación a la vida” (Imitation of Life, 1959), “El capitán búfalo” (Sergeant Rutledge, 1960), “El sol brilla para todos” (A Raisin in the Sun, 1961), “Amor sin barreras” (West Side Story, 1961), “Juicio en Nuremberg”(Judgment at Nuremberg, 1961), “Punto de presión” (Pressure Point, 1962) y “El prestamista” (The Pawnbroker, 1964). Otras se fundamentan en la crítica social. Entre esas están “Espartaco” (Spartacus, 1960), “Heredarás el viento” (Inherit the Wind, 1960), “El fuego y la palabra” (Elmer Gantry, 1960), “La mentira infame” (The Children’s Hour, 1961), “Ciudad sin compasión” (Town Without Pity, 1961), “Juventud salvaje” (The Young Savages, 1961), [El de afuera] ( The Outsider, 1961), “El embajador del miedo” (The Manchurian Candidate, 1962), “La maestra milagrosa” (The Miracle Worker, 1962), “Tormenta sobre Washington” (Advise & Consent, 1962), “David y Lisa” (David & Lisa, 1962), Réquiem por un campeón” (Requiem for a Heavyweight, 1962), “Un niño espera” (A Child is Waiting, 1963), “Siete días de mayo” (Seven Days in May, 1964), “Punto límite” (Fail-Safe, 1964) y “El mejor hombre” (The Best Man,1964).
Aunque esas cintas varían en calidad, generalmente la sinceridad de sus cineastas es incuestionable.
Con todo, To Kill a Mockingbird fue una de las primeras películas de envergadura que encaró frente a frente la opresión racista. Hubo numerosas cintas contra los linchamientos, como “Furia” (Fury, 1936), “Ellos no olvidarán” (They Won’t Forget, 1937, un relato ficticio sobre el caso de Leo Frank), “El joven Lincoln (Young Mr. Lincoln, 1939), “El incidente Ox-Bow” (The Ox-Bow Incident, 1943), “Intruso en el polvo” (Intruder in the Dust, 1949), The Sound of Fury, ([El ruido de la furia], 1950) y “Conspiración de silencio” (Bad Day at Black Rock, 1955), también cintas relativamente menos importantes como Outcast ([el marginado social], 1937) y “La mujer que casi linchan” (Woman They Almost Lynched, 1953). Las víctimas en todas esas películas son blancas o asiáticas. Crear To Kill a Mockingbird requirió valor e integridad.
Eso lo reconoce Martin Luther King Jr., el líder de los derechos civiles en su libro Why We Can’t Wait (Porqué no podemos esperar) publicado en 1964. Su comentario es un reflejo de las contradicciones de esos tiempos y de las ideas políticas detrás de To Kill a Mockingbird. King aplaude la actitud no violenta de Lee, “no devolver golpes requiere más voluntad y bravura que las reacciones automáticas de autodefensa,” congruentes con la perspectiva pacifista y reformista de King. Al mismo tiempo, King hace un comentario perceptivo y sensitivo, una verdadera bofetada a nuestros contemporáneos que insisten en supuestas diferencias étnicas.
Luego de criticar la “tradición fronteriza” de “reacción violenta”, King declara que “sin embargo existe entre los valores estadounidenses algo que responde al poder de la fuerza moral. Me recuerda a las muy populares y respetadas novela y cinta To Kill a Mockingbird. Atticus Finch, un abogado blanco del sur choca contra un grupo de sus vecinos que se ha convertido en una pandilla loca por linchar y que exige acabar con la vida de su cliente negro. Finch, sin nada más amenazante que un libro de leyes, utiliza la fuerza de su valentía moral, auxiliado por su pequeña hija, quien inocentemente llama a los que pretenden linchar con sus nombres propios, recordándoles que eran individuos, no una jauría de bestias”.
Participó en To Kill a Mockingbird un grupo de artistas con gran talento. Robert Mulligan (1925-2008) es un director digno de mayor aprecio. Nació en un hogar pobre en el Bronx, uno de los barrios de la ciudad de Nueva York y se hizo famoso durante los primeros tiempos de los dramas de televisión en los años 1950, junto con John Frankenheimer y Sidney Lumet, dos de sus contemporáneos.
Mulligan trabajó con Alan J. Pakula, también del Bronx, en su primera película de largometraje “Prisioneros del miedo” (Fear Strikes Out, 1957), sobre Jimmy Piersall, un jugador de béisbol emocionalmente atormentado. Esa cinta fue muy alabada por el cineasta y crítico francés François Truffaut. Es una cinta “amarga y desilusionada”, declaraba Truffaut, “que te hace no querer vivir en Estados Unidos. Aunque si existieran directores tan lúcidos y con tanto talento como Mulligan…la imagen de nuestro propio país [Francia] sería menos simplista.”
Mulligan dirigió muchas películas interesantes, aunque de variable calidad, con Tony Curtis, Steve McQueen y Natalie Wood a principio de la década de 1960. Su éxito comercial más grande es “Verano del 42” (Summer of ’42, 1971). En su última película “Amor de Verano” (The Man in the Moon) aparece por primera vez la actriz Reese Witherspoon.
Jonathan Rosenbaum, el crítico de cine, considera que Mulligan ha sido “mal apreciado e ignorado”. Sugiere que ese cineasta “quizás sea en único director estadounidense que queda, que ha logrado un estilo que común, aunque erróneamente, es considerado clásico. En verdad domina el arte de construir espacios dramáticos con fluidos movimientos de cámara y ángulos precisos; domina a la vez una sensibilidad especial con actores adolescentes”.
Entrevistado en 1978, Mulligan reveló que “nadie en mi familia había sido parte de la industria de entretenimiento. En vez de ir al cine, escuchaban radio, mi padre nunca llegó más allá de la escuela primaria, mi madre terminó la secundaria. Yo leía mucho, cuando niño … mi tía tenía una colección (que de seguro había resultado de algún club de libros de regalo), porque nadie en mi familia jamás leía. Se trataba de una colección de las obras completas de Dickens. La leí toda, incontables veces”. En 1958, Mulligan dirigió una versión televisada, con grandes estrellas, de “Historia de Dos Ciudades”.
Mary Badham, la hermana menor del director John Badham, quien, cuando tenía diez años de edad, representó el papel de Scout, aunque nunca hizo carrera de actriz, sólo tiene buenas cosas que decir de Mulligan durante la producción de To Kill a Mockingbird, “Era muy paciente” dijo en una entrevista. “Nos miraba a nivel de nuestros ojos, sentándose en cuclillas para conversar con nosotros. No nos trataba como niños; básicamente construía la escena y nosotros la representábamos. Si había que modificarla, la modificaba. Hacía que para nosotros fuera un juego. Hacía que todo fuera realmente divertido”. Badham también habló de su cariño hacia Brock Peters y Gregory Peck. Con este último su amistad duró hasta el 2003, año en que fallece Peck.
Pakula también tuvo una carrera significativa de director. Dirigió “El cuco estéril” (The Sterile Cuckoo, 1969), “Mi pasado me condena” (Klute, 1971), “El ultimo testigo” (The Parallax View, 1974), “Todos los hombres del presidente” (All the President’s Men, 1976), “La decisión de Sofie” (Sophie’s Choice, 1982), “Se presume inocente” (Presumed Innocent, 1990) y “El informe pelícano” (The Pelican Brief,1993).
Tambien merecen reconocimiento Horton Foote, guionista, Elmer Bernstein, compositor musical, Russel Harlan (Gun Crazy, The Thing, The Big Sky, Witness for the Prosecution, Rio Bravo, etcetera) y Henry Bumstead, director artístico.
A los “sabe lo todos” de hoy de la política de identidad para nada les importan el esfuerzo, el arte, y el coraje cuya combinación resultó en To Kill a Mockinbird; no quedan satisfechos. La película de Mulligan ahora provoca inquina en los medios de difusión, especialmente en el diario New York Times, principal pregón de #MeToo. De haber salido en la actualidad, ¡qué mordientes críticas se publicarían en el Times si esa cinta apareciera hoy!
El Times escribió en julio 2015, “Ahora por fin podemos despedirnos del mito del rescatador blanco que representa Atticus”, escrito por Osamudia R. James, profesora de leyes de la Universidad de Miami. Ella escribe: “Atticus Finch presenta un modelo perenne, al que se aferran muchos liberales blancos. Sea como sea, además de ser un personaje ficticio, Atticus Finch es un mito”.
Aunque sean exageradas las virtudes de Finch, ¿qué significa la frase de que Finch representa el “mito del salvador blanco”? Ese argumento sugiera que ninguna persona blanca jamás combatió el racismo por principios morales. Cientos de miles de soldados blancos murieron en la Guerra Civil para acabar con la esclavitud. Líderes obreros socialistas como Big Bill Haywood y Daniel De Leon se opusieron con ferocidad contra los prejuicios raciales y la ignorancia. En los años treinta miembros del partido comunista arriesgaron sus vidas en el Sur contra el sistema de Jim Crow. Viola Liuzzo, Michael Schwerner y Andrew Goodman pagaron con sus vidas. El comentario de James es ignorante y en sí viene empapado con racismo.
Un artículo del New York Times Book Review escrito en junio 2018 por Roxane Gay, columnista del Times y también promotora de la política de género sexual y las razas, dice: “La ‘palabra [despectiva contra los negros] n’ aparece a lo largo del libro y también asombrosas instancias de racismo, tanto casual como deliberado. El libro es un ‘producto de su época’, claro está; déjenme decir simplemente que esa época y las personas de esa época era terribles. En cuanto a la historia en sí, puedo aceptarla o rechazarla. Posiblemente soy ambivalente porque soy negra. Yo no pertenezco al público para él que se escribió esa obra. No necesito leer sobre como una niña blanca aprende sobre el agarre pernicioso del racismo para comprender el agarre pernicioso del racismo. Lo sé por carne propia”.
¡Que ceguera y egoísmo! Este rechazo casual y cínico de la novela de Lee y de la película de Mulligan nos dice todo lo que necesitamos saber sobre Gay y sus compinches en el Times.
“El agarre pernicioso del racismo” no es el tema principal de To Kill a Mockinbird. Lee y Mulligan no creyeron necesario demostrar esa realidad. El tema central es la lucha por principios éticos en oposición a la opinión pública existente, el demostrar lo que Martin Luther King llamaba “fuerza moral”.
Gay y compañía son cobardes, conformistas y autocomplacientes, que nunca lucharon por nada en sus vidas, a no ser para avanzar sus carreras y generar mayores ganancias. Gay puede “aceptar o rechazar”; léase “rechazar la lucha contra la violencia racista en To Kill a Mockinbird. También puede “aceptar o rechazar”, léase “rechazar” el repudio a las guerras catastróficas de Estados Unidos en el Medio Oriente y Asia Central, o la defensa de Chelsea Manning, Julian Assange o Edward Snowden.
En verdad hay otro tema que concierne toda discusión sobre To Kill a Mockingbird, la insistencia, que es parte de las campañas de #MeToo, de que hay que confiar en la veracidad de las acusaciones de mujeres, sobre abuso sexual. La novela de Lee gira en torno la mentira egoísta de Mayella Ewell. Gay no lo menciona, pero ese aspecto de la novela también la pone triste y la incomoda, al igual que al resto de todos los cazadores de brujas en la campaña de acusaciones sexuales.
Nick Pemberton, en un comentario “desde la izquierda” especialmente vil que apareció en el periódico CounterPunch (Killing a Mockinbird, 11 de marzo del 2019) declara que la novela de Lee simplemente ejemplifica un “cuento de hadas del bien y el mal” sobre “hombres blancos ricos, aun cuando tales personajes nunca han existido en la historia”. En esta versión descabellada, la obra les enseña a sus lectores que “la justicia viene desde arriba. Ocurre que ahora el poder ya no corrompe, ya no oprime. El poder, en buenas manos, rescata. Los poderosos consideran que el poder siempre está en buenas manos”. ¿De qué habla? El poder, en las genuinamente buenas manos del proletariado, absolutamente “rescata”. Nos topamos en este comentario con estupideces medio anarquistas.
Continúa el escritor de CounterPunch: “Desde ahora en adelante, no se debería permitir que ningún niño esté en contacto con To Kill A Mockingbird porque, fuera de reproducir sus propios mitos, no significa nada. La verdad no existe ni los libros que los ricos obligan a leer a niños, ni en los veredictos de abogados adinerados que deciden lo que es bueno y lo que es malo”. Todo eso es un “radicalismo” vacío que no tiene nada que ver ni con las obras ni con el verdadero lugar de estas en la sociedad estadounidense.
Las reaccionarias fantasías de James, Gay, Pemberton y de muchísimos otros ignoran la historia verdadera, implícita en el comentario de King. To Kill a Mockinbird, tanto como libro y como la cinta, despertaron la ira popular y alentaron manifestaciones de protesta en EUA y a través de todo el mundo. Mucha gente joven, muy impresionados por esas obras, fueron más allá de su mensaje político y cultural, adoptando ideas de rechazo a todo el orden social capitalista. Aun teniendo en cuenta los cambios que han ocurrido de entonces, uno de nuestros grandes problemas culturales de la actualidad es que no existan obras como esas.
(Publicado originalmente en inglés el 28 de marzo de 2019)