El 16 de junio la empresa Amazon anunció que iniciaba negociaciones para comprar Whole Foods, una cadena gigante de supermercados; ofreció 13,7 mil millones de dólares. Esa compra, que se completaría en unos meses, hizo que trepara el precio de las acciones de Amazon en la bolsa, añadiendo 2,88 mil millones de dólares a la fortuna del Jeff Bezos —el director general de Amazon— ¡en un solo día!
Si se apodera de Whole Foods, Amazon plantaría su bandera en una industria de ochocientos mil millones de dólares con más de cuatrocientos sesenta mercados en Estados Unidos, Canadá y Gran Bretaña. Esa expansión es una expresión de la concentración sin precedente del poder económico de unas pocas empresas que imperan sobre la economía capitalista mundial.
El periódico de las casas financieras de Nueva York, el Wall Street Journal, informó el 17 de junio que la compra por Amazon “es el ejemplo extremo de un fenómeno más amplio y con mayores consecuencias” —que muchas empresas en muchas industrias “serán absorbidas o eliminadas; y que el poder y la riqueza se concentrarán en sólo unas pocas manos; cosa que no había ocurrido desde la ‘edad empolvada en oro’ [conocida en Estados Unidos como Gilded Age (1870-1890), frase de Mark Twain] … Vamos a tener que preguntarnos, como país y como civilización, ¿Qué tan cómodos estamos cuando el poder se concentra en manos de tan pocas compañías”.
La propuesta de Amazon anticipa una cruel guerra contra los empleos, sueldos y condiciones de vida de los trabajadores de Whole Foods; esto de seguro iniciará una nueva etapa de ataques contra todos los empleados de comercio minorista. El periódico financiero Bloomberg News señala que Amazon “quiere menos empleados en cada tienda [de Whole Foods], y que los que se queden den conocimientos de los productos, en vez de cumplir con tareas corrientes”. Las horrorosas historias de sobreexplotación que cuentan los trabajadores de Amazon ilustran el futuro que les espera a los empleados de Whole Foods.
Además de ser el más grande mercado en línea, Amazon se adueña más y más de la infraestructura de ese mercado, extrayendo uno de cada dos dólares que se gastan en Internet. Sus algoritmos conducen el flujo de mil millones de dólares de productos que circunvalan el planeta todos los días. Con base en su dominio del mercado cibernético, Amazon ha logrado invadir otras ramas industriales; utiliza su enorme peso económico para barrer con empresas menos poderosas, artificialmente bajando sus precios para lograr cada vez mayores tajadas de los diferentes mercados.
En el 2017, Kina Khah, especialista en la monopolización de poder político y económico, escribió sobre el creciente monopolio de Amazon en un artículo en la publicación legal de la Universidad de Yale, Yale Law Journal: “Además de ser una empresa minorista, es un aparato mercantil, una red de entrega y logística, un servicio de pagos, un prestamista, una casa de remates, una editorial de envergadura, una productora de televisión y películas, una diseñadora de modas, un fabricante de sistemas materiales y un principal proveedor de espacio en la nube y de capacidad de procesamiento. En la mayoría de esos casos, Amazon se ha establecido en estas ramas comprando compañías que ya existían”.
El servicio de almacenamiento de información de Amazon nube (cloud data storage), por ejemplo, controla el treinta y tres por ciento de todo el mercado, más que Microsoft, IBM y Google juntos. Entre sus clientes están grandes empresas, los servicios de espionaje (la CIA, la NSA), y el Departamento de Defensa de Estados Unidos.
La empresa maneja importantes vínculos de distribución internacional, conectando unos cuatrocientos mil trabajadores de almacén de cientos de centros se abastecimiento en cinco continentes. Controla una enormidad de camiones, buques de carga, aviones y aviones drones, junto con un pequeño ejército de chóferes tercerizados, tipo Uber, que mueven mercancía en más de cien países.
El creciente imperio de Amazon es parte de una concentración más amplia de poder en todas las industrias. La tajada de ingreso nacional correspondiente al ingreso de las cien más grandes empresas de Estados Unidos dio un salto entre 1994 y el 2013, del treinta y tres por ciento al cuarenta y seis por ciento. Los cinco bancos más grandes estadounidenses ahora controlan el cuarenta y cinco por ciento de todo el capital bancario, comparado con el veinticinco por ciento en el 2000.
Cada industria —aerolíneas, comunicaciones, salud, computación, farmacéutica, etcétera— es controlada por un número cada vez menor de empresas; como consecuencia de medidas deliberadas de los partidos Demócrata y Republicano para eliminar las normas de control, debilitando las ya débiles reglas antimonopolios de principios y mediados del siglo XX.
Por lo tanto, las megacorporaciones están vinculadas en una red común de dueños que se concentran en las casas de finanzas. Un pequeño número de ellas son dueñas de casi todo Amazon y Whole Foods. Respectivamente el sesenta y dos y el noventa y tres por ciento de las acciones de esas dos empresas están en manos de instituciones financieras. Entre las más grandes, tres de estas —BlackRock, Vanguard y State Street— poseen una enorme montaña de acciones de Amazon y de Whole Foods.
Estas tres, cuando se combina el capital que controlan, también controlan el paquete accionista principal de 1.662 de las 3.900 corporaciones que cotizan en bolsa en los Estados Unidos. Se trata de compañías que emplean a veintitrés millones de personas, con un monto de capital equivalente al ingreso anual de Estados Unidos.
Al estar bajo el control de bancos y otros monopolios, las empresas sienten que no les queda otra alternativa sino intensificar la extracción de plusvalía (valor que producen los obreros por encima del valor de su fuerza de trabajo) de sus obreros, empeorando cada vez más la creciente desigualdad social.
Una investigación de Ignacio González y Pedro Trivín, dos profesores de la Universidad de Columbia, en Nueva York, y de la Universidad de Barcelona, intitulada “La finanza y el declive mundial de la parte destinada al trabajador” (Finance and the Global Decline of the Labour Share) determinó que el cincuenta y siete por ciento de la disminución de la tajada que les corresponde a los obreros se debe al creciente imperio del capital financiero sobre la economía mundial; cosa que enriquece más a la oligarquía financiera. Los economistas Saez, Picketty y Zucman, con base en estudios estadísticos de Estados Unidos de 2016, señalan que el 89 por ciento de todas las acciones corporativas pertenecen al diez por ciento más rico de la población.
La vasta operación internacional del pulpo Amazon devela otro fenómeno subterráneo en la economía mundial: Las relaciones sociales están siendo transformadas por la reorganización de las vías de suministro, azuzada por nuevos métodos de comunicación, transporte e ingeniería. El proletariado mundial en las diferentes ramas industriales se está unificando a través de las fronteras más que nunca antes.
Ya existen las condiciones para armonizar la economía mundial con las necesidades de la raza humana. Pero, bajo el capitalismo, esas tendencias progresivas se vuelvan en contra de la clase obrera y de toda la sociedad. Los avances en la tecnología y la integración global de la producción se convierten en armas en las manos de la clase capitalista para destruir empleos y rebajar las condiciones de vida para la gran mayoría de la población; mientras el conflicto entre el carácter global de la vida económica y el sistema de Estados-nación del capitalismo estalla en las formas del belicismo y la guerra.
Es necesario la transformación socialista de la economía mundial, expropiar la riqueza de empresas como Amazon; convertirlas de gigantas explotadores en busca de lucre en servicios públicos internacionales, que los obreros organizan y dirigen democráticamente.
La red logística internacional de Amazon es un perfecto ejemplo. La precisión y racionalidad de las líneas de suministro de Amazon deberían usarse para organizar racionalmente la distribución de bienes por todo el mundo, de cada región de acuerdo a sus capacidades, a cada región de acuerdo con sus necesidades, con mínimas demoras, en vez de enriquecer a los accionistas de Amazon y hacer más fácil la sobreexplotación del proletariado.
Las vastas reservas de datos que posee Amazon, en combinación con su nuevo dispositivo Echo, conectado a la nube, podrían utilizarse para detectar emergencias, desastres, o zonas de necesidad social. Con un solo clic, los trabajadores podrían coordinar la distribución de equipos médicos, materiales de construcción, agua potable y alimentación desde todas partes del mundo. Sería posible construir miles de escuelas, bibliotecas, museos, hospitales, teatros, plantas de agua y parques. La geografía ya no limitaría el suministro de recursos o el nivel cultural de las gentes del mundo.
En mayo del 2017, el Comité Internacional de la Cuarta Internacional inició la “Voz Internacional de Trabajadores de Amazon” (International Amazon Workers Voice, la Voz), una publicación en línea con el propósito de distribuir información sobre las luchas de los cientos de miles de trabajadores de Amazon y presentar una estrategia política fundamentada en el entendimiento de que la lucha contra este coloso mundial requiere una respuesta internacional unificada. La Voz ha provocado gran entusiasmo en una docena de países; miles de ellos la están siguiendo a través Facebook.
El creciente repudio de los obreros de Amazon contra esta empresa dictatorial refleja el rechazo de la clase obrera a la desigualdad social y a la concentración de riquezas y poder en manos de unos pocos bancos y empresas.
Para defender sus derechos, es necesario que los trabajadores construyan sus propios comités de fábrica, fundamentados en la lucha de clase, libres de la influencia de la empresa, de los sindicatos nacionalistas pro-capitalistas y de los partidos de la clase de poder. Esos comités tendrán el propósito de crear vínculos entre los hermanos y hermanas de clase en todo el mundo por una lucha internacional unificada. Esa lucha debe estar ligada a una batalla política de todo el proletariado para acabar con la dictadura de los grandes bancos y empresas para construir una sociedad en base a las necesidades sociales, y no a las ganancias privadas.
Si quieres estar más enterado, ¡haz clic en la Voz y únete a la lucha por el socialismo!