A continuación el texto del discurso pronunciado por Nick Beams, secretario nacional del Partido Socialista por la Igualdad de Australia, al Mitin Internacional Online celebrando el Primero de Mayo organizado por el Comité Internacional de la Cuarta Internacional y el World Socialist Web Site, el domingo 4 de mayo.
Seis años después del estallido de la crisis financiera mundial, los trabajadores de todo el mundo se enfrentan a un hecho indiscutible: todos los peligros de la guerra y el ataque a sus puestos de trabajo y sus condiciones sociales surgen de la descomposición del sistema capitalista global que comenzó en septiembre de 2008.
Desde el principio, el Comité Internacional de la Cuarta Internacional (CICI) insistió en que la crisis emergía de las contradicciones enraizadas en los cimientos mismos del sistema capitalista. Las contradicciones que estallaron con el inicio de la Primera Guerra Mundial en agosto de 1914 y que condujo a todos los horrores que siguieron han salido a la superficie una vez más.
Al caracterizar esta crisis como una ruptura, de ninguna manera implica que el sistema capitalista simplemente deje de funcionar. Por el contrario, la crisis daría lugar a la actividad más frenética por parte de las clases dominantes, asumiendo dos formas: el impulso hacia nuevas guerras imperialistas, con cada una de las grandes potencias tratando de mejorar su posición a expensas de sus rivales, y la reestructuración violenta de las relaciones de clase en todos los países, con el fin de imponer a la clase trabajadora las horrendas condiciones de la década de 1930 y aún peor.
Insistimos en que la burguesía y sus decenas de miles de economistas, analistas y expertos de un tipo u otro, contando con una amplia gama de potentes computadoras, no tenían políticas para volver a lo que alguna vez fueron consideradas como las condiciones de una economía capitalista "normal".
¿Acaso nuestro análisis soportó la prueba de la historia? Este hecho ha sido comprobado totalmente. En general, la frase "estancamiento secular" se utiliza para caracterizar la situación en las principales economías capitalistas.
Estados Unidos, aún la mayor economía nacional en el mundo, está a punto de entrar en su sexto año de supuesta "recuperación". Pero esta es una "recuperación" como ninguna otra. El producto interno bruto (PIB) ha crecido en promedio un 1.8 por ciento anual desde el fin de la recesión, la mitad del ritmo de las tres expansiones anteriores.
Esta semana, las cifras oficiales mostraron que el crecimiento de EE.UU. en el primer trimestre de este año ascendió a un 0.1 por ciento. Como para celebrar el carácter demencial de la economía después de 2008, Wall Street recibió esta noticia alcanzando un máximo histórico del índice Dow-Jones.
La situación en Europa no es mejor. El desempleo está cerca del 12 por ciento, y el desempleo juvenil en algunos países al 60 por ciento. El PIB esta casi 10 por ciento por debajo de donde debería estar de haber continuado la tendencia anterior. El PIB ni siquiera ha vuelto a los niveles alcanzados en la víspera de la crisis financiera. La inversión se ha reducido hasta en un 25 por ciento y la producción industrial está un 16 por ciento por debajo de la tendencia anterior a la crisis. Al menos ocho países de la zona euro están experimentando una deflación, una señal segura de estancamiento.
¿Y qué proponen los políticos de las élites gobernantes europeas, los autores del llamado modelo social de mercado, que se supone debía proporcionar una forma más humana del capitalismo? Ellos están presionando cada vez más ferozmente para profundizar la austeridad de la clase trabajadora.
Después que explotara la crisis de 2008, los comentaristas muy bien pagados, lacayos académicos y expertos económicos que sirven al sistema capitalista, aseguraron que los llamados "mercados emergentes", con China a la cabeza, proporcionarían una nueva base para la expansión global capitalista. A pesar de la catástrofe en los principales centros capitalistas, estas economías podrían "desacoplarse", y así, después de un periodo de ajuste, se restauraría el crecimiento económico.
¡Vaya broma cruel! China está al borde de un desastre financiero. La pregunta no es si habrá una crisis, sino cuán pronto entrará en erupción, cuán grande será, y cuales serán sus alcances para el sistema capitalista en su conjunto.
Una de las conclusiones centrales reveladas por el fundador del socialismo científico, Karl Marx, es que la acumulación capitalista implica necesariamente acumulación de gran riqueza en un polo de la sociedad y la acumulación de la pobreza y la miseria en el otro. La conclusión de Marx fue atacada por décadas, ya que demuestra que la polarización social no es producto de las medidas de políticos "iluminados" que de alguna manera podrían revertirse, sino que estaba enraizada en la lógica objetiva del sistema de ganancias capitalista en sí, y por lo tanto sólo podría ser terminado a través del derrocamiento de las relaciones de propiedad capitalistas.
Hechos y cifras han demostrado que Marx estaba correcto. Cada gran crisis de la economía capitalista tiene este efecto: se despoja de lo efímero, el fenómeno históricamente transitorio y temporal, y pone al descubierto las fuerzas subyacentes y fundamentales que impulsan el sistema de ganancias capitalista. La crisis de 2008 ha demostrado no ser una excepción. En los últimos seis años, la polarización social se ha incrementado a un ritmo acelerado, con el resultado de que el mundo está ahora en las garras de un puñado de plutócratas.
Se ha calculado que las 85 personas más ricas del mundo - sólo 85 - controlan más riqueza que el 50 por ciento inferior de la población mundial, es decir, 3.5 mil millones de personas.
La riqueza del 1 por ciento superior es de $ 110 trillones de dólares. Esto es 65 veces la riqueza total del 50 por ciento inferior de la población del mundo. Al mismo tiempo, unos 3 mil millones de personas subsisten con menos de $ 2.50 por día. No hay precedentes en la historia de esta inmensa concentración de la riqueza.
Los aspirantes a ser críticos de Marx insisten en que mientras que sus conclusiones podrían, tal vez, tenido una validez limitada hace 150 años, ahora han sido dejadas de lado por la historia. De hecho, Marx ha demostrado ser el analista más profético de las tendencias económicas y sociales básicas, no del siglo 19, sino del siglo 21.
La clase dominante y sus apologistas no tienen una explicación para la crisis de su propio sistema. Algunos de ellos sostienen que ha sido causada por la insuficiente regulación y supervisión de las finanzas, otros que es el resultado de políticas equivocadas. Algunos, de un tinte más "izquierdista", toman una visión a largo plazo y sostienen que la crisis ha surgido debido al abandono de las políticas keynesianas del boom de la posguerra y su reemplazo con la política del libre-mercado iniciada por Reagan y Thatcher. Como si un actor de cine B y la hija del dueño de una tienda de comestibles que ascendió socialmente fueran figuras históricas a nivel mundial.
Todas estas afirmaciones se apoyan en la visión de que las crisis son de alguna manera el resultado de factores externos al sistema capitalista, en los cuales éste último simplemente cae como víctima. Este enfoque se deriva de una orientación de clase y perspectiva histórica definida. Cualesquiera que sean las diferencias entre ellos, todos las ex "liberales" y ex "izquierdistas" sostienen que el capitalismo no es un sistema históricamente desarrollado y, por lo tanto, históricamente limitado en su modo de producción, destinado a pasar a la historia junto con la esclavitud y el feudalismo, pero la única forma viable de organización socio-económica.
Los marxistas tienen una perspectiva fundamentalmente opuesta: las crisis y colapsos económicos no se desarrollan afuera del sistema capitalista, éstas están enraizadas en sus esenciales contradicciones internas.
Los apologistas y defensores del lucro niegan la existencia de estas contradicciones fundamentales. Pero, como explicó Marx: "Las crisis existen porque existen estas contradicciones... El deseo de convencerse a sí mismo de la no existencia de contradicciones es a la vez la expresión de un deseo piadoso que las contradicciones, que están realmente presentes, no deberían existir."
Las contradicciones del capitalismo asumen dos formas principales: la que existe entre el carácter mundial de la producción y el sistema de Estado-nación, el cual divide el mundo; y aquella entre el desarrollo de la productividad del trabajo y producción socializada y la propiedad privada de los medios de producción, que constituye la base de la apropiación privada de la riqueza a través del sistema de ganancias.
La primera se manifiesta en la lucha entre las naciones-estado rivales y las grandes potencias por el dominio de la economía mundial, lo que conduce en última instancia a la guerra; la segunda, en la desintegración de la vida económica caracterizada, sobre todo, por el crecimiento del desempleo y la miseria social en medio de la producción de una gran riqueza.
Por períodos considerables de tiempo - por lo menos según medido por el tiempo de una vida útil del individuo - puede parecer que estas contradicciones son capaces de ser suprimidas o incluso superadas. Pero la actual crisis económica y geopolítica mundial demuestra claramente que han emergido nuevamente a la superficie.
Hace cien años, en 1914, la ruptura del capitalismo tomó la forma de una guerra mundial. Hoy en día, su expresión inicial ha asumido la forma de una crisis del sistema financiero global.
Los indicadores económicos de Wall Street están en un máximo histórico, mientras que los EE.UU. y la economía mundial se estancan. ¿Qué otra cifra podría indicar más claramente la creciente podredumbre y decadencia? Y las consecuencias de esta ruptura serán las mismas que las de la guerra mundial de 1914, la depresión, el fascismo y las formas autoritarias de gobierno.
Como Marx lo expresó tan bien: "La creciente incompatibilidad entre el desarrollo productivo de la sociedad y sus relaciones hasta ahora existentes de producción se expresa en las contradicciones amargas, las crisis, los espasmos. La destrucción violenta del capital y no por las relaciones externas a la misma, sino más bien como una condición de su propia conservación, en su forma más llamativa auguran que se les debería aconsejar a éstas que se vayan y dejen lugar a un estado superior de producción social".
Pero el capitalismo no pasará en paz a la noche de la historia. Intentará arrastrar a toda la humanidad con él e imponer nuevas formas de barbarie. No podemos permitir que las clases dominantes tengan éxito. El "consejo" del que hablaba Marx, en realidad debe ser llevado a cabo por una poderosa fuerza -la lucha unificada de la clase trabajadora internacional, la portadora de "un estado más alto de la producción social" - a través de la conquista del poder político y el establecimiento del socialismo internacional.
Esta mitin internacional online del Primero de Mayo organizado por el Comité Internacional de la Cuarta Internacional, el partido mundial de la revolución socialista, es un paso importante en esa dirección.