90. El comienzo de la guerra puso la vida de Trotsky en peor peligro que nunca. Las consecuencias revolucionarias de la Primera Guerra Mundial todavía vivían frescas en las memorias de las potencias imperialistas y de la burocracia estalinista. Trotsky era el líder del gobierno revolucionario en exilio mientras permanecía vivo. ¿No era posible y hasta probable, según temía Stalin, que las convulsiones creadas por la guerra podrían producir un movimiento revolucionario que restauraría a Trotsky al poder? Para completar la destrucción de la dirigencia de la Revolución Rusa y prevenir que la Cuarta Internacional, se desarrollara, agentes estalinistas se infiltraron en el movimiento trotskista. Su objetivo principal: el asesinato de León Trotsky. Entre aquellos que trabajaban para el GPU dentro del movimiento trotskista se encontraban Mark Zborowski (secretario del hijo de Trotsky, Lev Sedov), Silvia Callen (secretaria de James Cannon) y Joseph Hansen (secretario y guardia de Trotsky luego del 1937 y futuro líder del SWP). Zborowski, a quien se le conocía como “Etienne” en el movimiento trotskista, asistió al GPU en la preparación de los asesinatos de Erwin Wolf, uno de los secretarios de Trotsky, en julio de 1937; Ignace Reiss, tránsfuga del GPU que se había declarado trotskista, en septiembre de 1937; Lev Sedov, hijo de Trotsky, en febrero 1938; y Rudolf Klement, secretario de la Cuarta Internacional, en julio de 1938. El 24 de mayo de 1940, Trotsky escapó un atentado contra su vida, facilitado por Robert Sheldon Harte, agente del GPU asignado como guardia. El 20 de agosto de 1940, Ramón Mercader, agente del GPU, atacó violentamente a Trotsky en su casa en Coyoacán, México. Trotsky murió al otro día.
91. El asesinato de Trotsky fue un golpe devastador para la causa del socialismo internacional. Trotsky no sólo fue uno de los dos dirigentes principales de la Revolución de Octubre; también fue adversario implacable del estalinismo y el fundador de la Cuarta Internacional. Fue el último y mayor representante de las tradiciones políticas, intelectuales, culturales y morales del marxismo clásico que había inspirado el movimiento de las masas revolucionarias trabajadoras durante la última década del Siglo XIX y las primeras décadas del Siglo XX. Desarrolló un concepto de la teoría revolucionaria, arraigado filosóficamente en el materialismo y con sus miras al frente, cuyo propósito era comprender la realidad objetiva. Se orientaba en la educación y movilización política de la clase trabajadora, y su estrategia era la lucha revolucionaria contra el capitalismo. Trotsky se había comprometido totalmente con cumplir las tareas históricas de la nueva época revolucionaria, y consideraba con desprecio a los que intentaban evadir sus responsabilidades políticas con excusas de “la libertad personal”. “¡Dejad a los filisteos que busquen su propia individualidad en el vacío del espacio!” declaró él. Y tampoco ofreció la menor concesión a los que proclamaban que las derrotas de la clase trabajadora mostraban el fracaso del marxismo. Para Trotsky esos argumentos estaban basados en la desmoralización política, no en la comprensión teórica. Aquellos que más chillaban acerca de la “crisis del marxismo” eran precisamente los que habían capitulado intelectualmente ante la expansión de la reacción política. Según escribió él, transformaban sus temores personales “en el lenguaje de la crítica irrelevante y universal”. Pero la única alternativa que los incontables críticos del marxismo podían ofrecerle a la clase trabajadora era la desmoralización resignada. Los adversarios del marxismo, observó Trotsky, “se rinden ante la reacción, reniegan el razonamiento social científico, abandonan no solo sus creencias fundamentales, sino también morales. Y se privan a sí mismos de exigir la venganza revolucionaria en el futuro”. [65]
“Once Again on the ‘Crisis of Marxism,’“ in: Writings of Leon Trotsky 1938-39 (New York: Pathfinder, 2002) pp. 238-39.