Este rechazo del marxismo revolucionario en su nivel más fundamental encontró su expresión más infame en la campaña de 1979 llamada “¡Thatcher tiene que hablar con la OLP!”. Se distribuyeron miles de peticiones a los miembros del partido y estos tuvieron que hacerlas circular por todo el movimiento obrero. Esa campaña se prolongó varios meses en el News Line. Hay que decir varias cosas sobre esa campaña.
Primero, reveló el carácter oportunista de las relaciones del WRP con la OLP. Lo que inicialmente se presentaba como una alianza revolucionaria entre las masas palestinas y el proletariado de un país capitalista avanzado era, en realidad, una unión conveniente en la que el WRP aceptaba servir de intermediario entre la OLP y el gobierno británico, usando la influencia del WRP en el movimiento obrero para presionar al gobierno de Thatcher. Segundo, demostró que Healy, conduciendo personalmente las actividades en Oriente Próximo, no actuaba como el portavoz del movimiento revolucionario británico, sino como “personaje influyente” y cliente útil. En vez de alertar a los dirigentes de la OLP sobre los peligros y la futilidad de orientarse hacia la burguesía británica, Healy puso a su partido a disposición de las ilusiones de estos líderes. Así, fortaleció la confusión de la OLP y desorientó a los cuadros del WRP y a todo un sector de la clase trabajadora.
El 9 de noviembre de 1979, el Comité Político del WRP publicó una declaración que fue reimpresa como volante para su distribución masiva. Decía: “El gobierno debe iniciar negociaciones con la OLP para asegurar un acuerdo justo sobre el derecho del pueblo palestino a establecer un Estado independiente en su territorio”.
Involucrar al WRP en una campaña como esa equivalía a traicionar completamente el derecho de los palestinos a la autodeterminación. ¿Qué “acuerdo justo” se podría lograr bajo los auspicios del imperialismo británico? Lo que Healy tenía en mente se resume en la frase “un Estado independiente en su patria”. Tanto en la diplomacia imperialista como en los medios revolucionarios cada palabra tiene significado, y el contenido político de esa fórmula es reconocido mundialmente como la Resolución 336 de la ONU. Ese lenguaje implica un acuerdo político con el sionismo que acepta la división histórica de Palestina, les niega a los palestinos el derecho a regresar y a ejercer soberanía sobre todas las partes de su territorio y los restringe a los límites de un Estado-gueto bajo el fusil imperialista.
La declaración también estaba de acuerdo con Arafat en que el Reino Unido “tiene una gran responsabilidad moral e histórica de rectificar sus errores pasados”. La declaración del WRP entonces enumeró los crímenes del imperialismo británico desde el tratado Sykes-Picot de 1915, a la vez que sugería que esa crónica podía ser corregida apelando a la consciencia de Thatcher y emplazándola a que hablara con Arafat.
Como colaboradores de clases que buscan negociar un tratado, el Comité Político del WRP dijo:
Es una realidad absoluta que no hay paz en Oriente Próximo sin Palestina, y que no hay Palestina sin la OLP. Hoy en día más países del mundo reconocen a la OLP que a Israel. Es reconocida por la ONU, la Liga Árabe, la Organización de Unidad Africana y el Movimiento No Alineado.
Es de presumir que el Comité Político del WRP quería unirse a esa compañía y asegurarles a todos que ahora creía que se podía lograr la “paz” negociando con imperialistas.
Toda esa campaña tenía las connotaciones más reaccionarias. Al servir de emisarios extranjeros de los nacionalistas palestinos, la dirección del WRP también preparaba el camino para su colaboración de clases en el propio Reino Unido. Si es correcto exigir que Arafat se reúna con Thatcher sobre el futuro palestino, ¿por qué no tendría que reunirse el TUC con Thatcher sobre el futuro de los sindicatos? Esa es la consecuencia lógica contrarrevolucionaria del abandono por parte del WRP del legado trotskista. El Programa de Transición rechazó específicamente tal política de peticiones del WRP:
Los trabajadores de un país imperialista no pueden ayudar a un país antiimperialista por intermedio de su gobierno, cualesquiera que sean, en un momento dado, las relaciones diplomáticas entre ambos países. Si los gobiernos se encuentran en una alianza temporal, que por su propia naturaleza no es de fiar, el proletariado del país imperialista debe permanecer en su posición de clase frente a su gobierno y aportar el apoyo a su “aliado” no imperialista por sus propios métodos, es decir, por los métodos de la lucha de clases internacional (agitación en favor del Estado obrero y del país colonial, no solamente contra sus enemigos, sino también contra sus aliados pérfidos; boicot y huelga en ciertos casos, renuncia al boicot y huelga en otros, etc.) (pág. 35).
La importancia y significado prácticos de esa política no tienen nada que ver con que la OLP no sea un gobierno. Opera el mismo principio en el caso de un movimiento de liberación nacional, y el WRP, ya sin una brújula clasista, lo había traicionado totalmente.