A finales de diciembre, el gabinete del primer ministro japonés Shigeru Ishiba aprobó un nuevo presupuesto militar récord para 2025. Es el decimotercer año consecutivo en que Japón aumenta el gasto militar y es parte de la remilitarización en curso de Japón, mientras Tokio, junto con Estados Unidos, se prepara para librar una guerra contra China y ampliar su participación en la guerra contra Rusia.
El gabinete de Ishiba aprobó el presupuesto de 8,7 billones de yenes (55.300 millones de dólares estadounidenses) el 27 de diciembre, que requiere la aprobación parlamentaria antes de marzo. Es un aumento del 9,43 por ciento con respecto al presupuesto del año pasado. No incluye gastos adicionales en obras públicas o investigación y desarrollo con fines militares que podrían aumentar el gasto militar real en más de un billón de yenes, como fue el caso en 2024. El presupuesto militar de 2025 es parte de un proyecto de ley de gasto nacional más grande de 115 billones de yenes (US$731 mil millones).
Este año es el tercero en el plan de desarrollo militar de cinco años, por un total de 43 billones de yenes (US$273 mil millones), presentado en diciembre de 2022 como parte de la Estrategia de Seguridad Nacional revisada de Japón, así como de su Estrategia de Defensa Nacional y Programa de Desarrollo de la Defensa. Tokio está duplicando el gasto militar a aproximadamente el dos por ciento del PIB, en línea con el objetivo establecido por la OTAN. Convertiría a Japón en el tercer mayor en gasto miliitar del mundo después de Estados Unidos y China respectivamente.
Ishiba, un halcón de guerra de extrema derecha y ex ministro de Defensa, se convirtió en primer ministro en octubre del año pasado. Al igual que sus predecesores Fumio Kishida y Yoshihide Suga, continúa la agenda de remilitarización que se aceleró marcadamente bajo Shinzo Abe durante la década de 2010. Tokio prácticamente ha desechado el Artículo 9 de la Constitución, que prohíbe a Japón adquirir armamento militar y hacer la guerra en el extranjero.
El gobierno japonés nunca se ha adherido plenamente al Artículo 9, y lo fue socavando casi tan pronto como la Constitución entró en vigor en 1947. Sin embargo, la clase dominante le prestó un apoyo verbal, consciente del sentimiento antibélico generalizado en la clase trabajadora y entre los jóvenes. Ahora, sin embargo, Tokio está adquiriendo abiertamente armamento ofensivo que sería capaz de atacar objetivos en China, Rusia o Corea del Norte.
Esto incluye 940 mil millones de yenes (US$5.9 mil millones) para desarrollar misiles de largo alcance, una constelación de satélites y el despliegue de misiles de crucero Tomahawk. Tokio firmó un acuerdo para comprar 400 Tomahawks a los Estados Unidos en enero pasado. Se gastarán 1.800 millones de yenes (11,4 millones de dólares) adicionales en equipos para lanzar misiles Tomahawk desde los destructores navales Aegis de Japón.
Se gastarán otros 533.000 millones de yenes (3.400 millones de dólares) en iniciadores de misiles y radares móviles de reconocimiento en Okinawa, donde se encuentra aproximadamente la mitad de los 54.000 soldados estadounidenses estacionados en Japón. El objetivo es preparar la región para una guerra instigada por Estados Unidos contra China por Taiwán, un conflicto en el que Tokio planea asumir un papel activo.
Las islas Ryukyu (o Nansei), que conforman la prefectura de Okinawa, se han militarizado cada vez más en los últimos años con el despliegue de baterías de misiles y unidades militares. Desde estas islas, Japón canalizaría armas hacia Taiwán mientras Estados Unidos empantana a China en una guerra similar a la estrategia empleada contra Rusia en Ucrania. Sin duda, una guerra se expandiría a China continental y a todo el Indo-Pacífico, ya que Estados Unidos y Japón intentarían repartirse a China en pos de sus intereses imperialistas.
Parte del presupuesto también incluye un enfoque en inteligencia artificial (IA) y armamento no tripulado. Tokio planea construir tres destructores compactos multipropósito de 4.800 toneladas, conocidos como New FFM (o Future Multi-Mission Frigate), por un total de 314.800 millones de yenes (2.000 millones de dólares estadounidenses). Los barcos requieren solo 90 miembros de tripulación mediante el uso de IA y sistemas automatizados, o menos de la mitad de lo que se necesita en buques más antiguos. Estos barcos son versiones mejoradas del destructor de clase Mogami que llevan misiles de largo alcance, además de tener capacidades de sigilo, antisubmarinos y de guerra de minas. El Ministerio de Defensa planea adquirir 12 en total.
Mitsubishi Heavy Industries, que produce el buque de guerra, compite con la empresa alemana Thyssenkrupp Marine Systems para ser seleccionada por Australia para proporcionar el Mogami mejorado la marina australiana. En este sentido, Tokio está trabajando para ampliar su participación como parte de la alianza anti-China AUKUS que incluye a Australia, el Reino Unido y los EE.UU. Si bien no es un miembro de pleno derecho, Japón está cooperando bajo AUKUS Tier 2, que implica compartir tecnología militar avanzada.
Este es solo un aspecto de la cooperación militar entre Tokio y Canberra como parte de los preparativos de guerra contra China. En 2023, las dos partes acordaron implementar un Acuerdo de Acceso Recíproco que permite que las tropas de un país ingresen más fácilmente al otro. Japón está desplegando aviones de combate y marines en el norte de Australia de manera rotatoria.
La carga de este gasto militar récord recae sobre la clase trabajadora y los pobres japoneses a medida que las condiciones económicas empeoran. En octubre, el Fondo Monetario Internacional estimó que la economía creció solo un 0,3 por ciento para 2024 y crecerá solo un 1,1 por ciento este año. Los salarios reales han caído casi todos los meses durante los últimos dos años y medio, incluyendo una caída del 0,4 por ciento en octubre.
Para financiar su agenda militarista, el gobierno planea imponer un impuesto adicional del 4 por ciento a los impuestos corporativos, un aumento que las grandes empresas no tendrán problemas para evitar a través de lagunas fiscales. El gobierno también aumentará los impuestos sobre los productos de tabaco calentados y los cigarrillos. El gobierno pretende aumentar los impuestos sobre la renta al menos un 1 por ciento, pero no se ha llegado a un acuerdo final dada la amplia oposición pública.
Al hablar sobre esta oposición, un ex gerente de la alianza entre Estados Unidos y Japón dijo al Japan Times: “En un momento en que la economía fue un factor importante en la derrota del Partido Liberal Democrático en la elección más reciente, será difícil para Ishiba justificar por qué Japón necesita invertir dinero, digamos, en un arsenal de misiles de crucero Tomahawk o en un avión de combate de próxima generación”.
También existe una amplia oposición a la guerra en sí. El objetivo del presupuesto es abordar el hecho de que el ejército japonés, formalmente conocido como Fuerzas de Autodefensa (FDS), ha tenido dificultades para reclutar nuevas tropas. En 2023, las FDS apenas alcanzaron la mitad de su objetivo de reclutamiento, incorporando 9.959 nuevas tropas en las FDS terrestres, marítimas y aéreas. El Ministerio de Defensa había fijado una meta de 19.598. Esta tendencia no es nueva, sino que se viene produciendo desde hace años.
La clase dirigente japonesa atribuye esto a la disminución de la población del país y a la baja tasa de natalidad, que ha caído de forma constante desde la década de 1970. Esto se debe en gran medida al deterioro de las condiciones económicas, que hacen que casarse, tener hijos y formar una familia sea cada vez más difícil. Sin embargo, los trabajadores tampoco tienen ningún interés en enviar a sus hijos a la guerra.
(Artículo publicado originalmente en inglés el 5 de enero de 2025)