El mercado de valores ha mantenido una racha alcista desde la elección de Donald Trump como presidente de EE.UU., dado que la oligarquía financiera que él representa se regodea ante la posibilidad de aumentar sus niveles ya estratosféricos de riqueza bajo su Gobierno.
Mientras hubo una leve caída de Wall Street ayer debido a cifras elevadas de inflación, el índice bursátil se ha mantenido por encima de los 44.000 puntos en los últimos 10 días, mientras que el índice del S&P 500 alcanzó un récord y superó en un momento los 6.000 puntos.
En otra muestra del frenesí especulativo, el precio del bitcoin, la principal criptomoneda, superó los $90.000 y se espera que alcance los $100.000.
En su análisis del resultado de las elecciones estadounidenses el World Socialist Web Site ha explicado que, si bien su victoria fue facilitada por los demócratas a cada paso, en su nivel más fundamental, el regreso de Trump al poder significa un reajuste violento de la superestructura política para corresponder con la realidad de las relaciones sociales, en las que una diminuta oligarquía financiera domina todas las relaciones económicas y sociales.
Los nombramientos del gabinete realizados hasta la fecha por Trump han confirmado rápidamente ese análisis. Estará conformado por los representantes más virulentos de la agenda MAGA [Hacer Estados Unidos Grande Otra Vez, sigla en inglés], que busca establecer formas dictatoriales de gobierno. Esto se ejemplifica con la nominación del congresista de Florida, Matt Gaetz, para el cargo de fiscal general, así como de miembros de la propia oligarquía financiera.
El carácter esencial del nuevo régimen como una dictadura abierta del capital financiero se resume en el nombramiento del jefe de Tesla, Elon Musk, el hombre más rico del mundo, y del magnate de la biotecnología y las finanzas, Vivek Ramaswamy, que se estima que tiene un patrimonio neto de mil millones de dólares, para dirigir un Departamento de Eficiencia Gubernamental.
Musk ha establecido el objetivo de un recorte de 2 billones de dólares en el gasto público, dirigido contra los servicios sociales vitales, que según él causará “dolor”. Trump ha declarado que la nueva agencia botará el “desperdicio masivo” que existe en el gasto anual del Gobierno de $6.5 billones.
Esta es una expresión de la perspectiva del capital financiero, que considera que todo el gasto público, excepto el de los militares para buscar la dominación global, es un “desperdicio” porque desvía recursos de la sociedad, creados por el trabajo de la clase trabajadora, que de otro modo serían apropiados como ganancias.
Hay otro aspecto igualmente significativo de esta agenda. Es el desguace de lo que queda de las regulaciones ya evisceradas sobre las operaciones del capital financiero, en particular, los grandes bancos. Durante mucho tiempo ha criticado la regulación gubernamental y ahora está celebrando la posibilidad de cumplir sus sueños de operar sin restricciones.
Trump ha dicho que el nuevo departamento “impulsará una reforma estructural a gran escala y creará un enfoque empresarial del Gobierno nunca antes visto”. Para subrayar lo que está en juego, llamó a la iniciativa “el Proyecto Manhattan” de nuestro tiempo, similar al desarrollo de la bomba atómica durante la Segunda Guerra Mundial. Anunciando que estará listo en julio de 2026, dijo que sería “el regalo perfecto para Estados Unidos” en el 250 aniversario de la Declaración de Independencia.
De hecho, será exactamente lo contrario, al dedicarse a aumentar la ya vasta desigualdad social y no el principio fundamental de que “todos los hombres son creados iguales”.
Si bien los sueños más salvajes de la oligarquía financiera parecen hacerse realidad, existe una realidad económica subyacente que es más poderosa que cualquier dictador en potencia y su equipo.
El alza del mercado de valores a alturas récord no refleja la salud de la economía estadounidense y sus perspectivas de crecimiento futuro bajo Trump, sino de su carácter profundamente enfermo.
El crecimiento acelerado de estos factores malignos se expresa en el aumento del precio del bitcoin. El precio de un llamado “activo” financiero que no se puede utilizar para transacciones, excepto las de naturaleza criminal, está alcanzando máximos históricos. No tiene un valor intrínseco, sino que es de carácter especulativo. Tiene “valor” porque se ansía tenerlo con entusiasmo, y se busca con entusiasmo porque se considera que tiene “valor”.
Lo mismo puede decirse de las acciones que ahora alcanzan máximos históricos. En marzo de 2009, tras la crisis financiera mundial de 2008, el índice S&P 500 se situó en el 666. Desde entonces, ha aumentado a alrededor de 6.000, un aumento de más de nueve veces.
El PIB, o producto interno bruto, que proporciona cierta medida de actividad en la economía real, fue de alrededor de 14,5 billones de dólares en 2009. Hoy en día, se sitúa en alrededor de 29,4 billones de dólares, un aumento del doble.
Estas cifras ilustran la creciente divergencia entre el sistema financiero, impulsado por el parasitismo y la especulación, y la economía real subyacente en la que se basa.
No importa cuántas ganancias se generen a través de las transacciones financieras, como la compra y venta de acciones, la especulación en los mercados de divisas y materias primas, la refinanciación de la deuda y una miríada de otras actividades. No se crea ni una sola unidad de valor adicional.
Pero en última instancia, por mucho que los activos financieros parezcan existir en un mundo propio, representan un reclamo sobre el valor creado por la clase trabajadora y la plusvalía extraída de ella en el proceso de producción.
Es por eso que, a medida que la montaña financiera se eleva cada vez más, se intensifican las demandas de aumentar la explotación y eliminar todas las políticas, como los servicios sociales, que restan incluso de la manera más limitada de la riqueza disponible para el capital financiero.
Las medidas que presentará Trump no surgieron simplemente de su cerebro febril. Son el producto de un proceso histórico que consiste en intervenciones del Estado capitalista y sus instituciones que se remontan a décadas atrás.
La historia reciente ha visto rescates gubernamentales masivos de corporaciones y bancos después de la crisis financiera de 2008, que a su vez fue el resultado de la especulación que se remonta al menos a la década de 1980.
Luego, la Reserva Federal intervino para reducir las tasas de interés a casi cero y proporcionó dinero esencialmente gratis para la especulación a través de su programa de flexibilización cuantitativa basado en la compra de deuda pública.
Pero incluso estas medidas fueron eclipsadas por aquellas emprendidas ante el inicio de la pandemia de COVID-19 a principios de 2020.
Tras el congelamiento del mercado de bonos del Tesoro de los Estados Unidos en marzo de 2020, supuestamente el mercado financiero más seguro del mundo, la Reserva Federal inyectó unos 4 billones de dólares en el sistema financiero en cuestión de semanas, en un momento dado gastando 1 millón de dólares por segundo, para evitar su colapso.
Esto llevó a una mayor concentración de la riqueza en manos de una oligarquía compuesta por figuras como Musk y Jeff Bezos, de modo que 800 milmillonarios ahora poseen una riqueza combinada de 6,2 billones de dólares.
Pero como resultado de estos procesos, Estados Unidos se ha convertido en el país más endeudado de la historia, con casi 36 billones de dólares en deuda, donde un dólar de cada siete del gasto público se destina a pagar intereses de deudas pasadas.
Este es un sistema que no solo se dirige a una crisis, sino que ya está en una. Una de las ideas más importantes del método materialista histórico del marxismo es que en una crisis, las dos clases básicas de la sociedad, la clase capitalista y la clase trabajadora, actúan de acuerdo con sus intereses sociales fundamentales.
La clase capitalista, liderada por una oligarquía financiera rapaz, está actuando de acuerdo con sus necesidades más profundas. Debe eliminar todas las restricciones sobre sus operaciones. Debe allanar el camino para un ataque desenfrenado contra la clase trabajadora, de modo que el capital financiero sin ataduras pueda continuar su implacable impulso hacia la acumulación de ganancias, sin importar el costo para la humanidad.
La clase trabajadora, independientemente de sus ilusiones y confusiones sobre la naturaleza de Trump y sus afirmaciones demagógicas, se verá impulsada a luchar contra su régimen más temprano que tarde. Asimismo, se verá obligada a luchar por sus intereses materiales históricos.
Pero hay una diferencia fundamental. Si bien la oligarquía gobernante puede, en cierta medida, dejar que el mercado piense por ella, la clase trabajadora y, sobre todo, su vanguardia, incluida la juventud, deben desarrollar un alto grado de conciencia y comprensión política para derrotar los ataques en su contra.
Esta comprensión solo puede desarrollarse a través de la asimilación de las leyes fundamentales del capitalismo y su expresión en la superestructura política. Esto significa estudiar cuidadosamente el análisis del resultado de las elecciones realizado en el World Socialist Web Site y luego tomar la decisión de unirse y construir el partido mundial de la revolución socialista, el Comité Internacional de la Cuarta Internacional.
(Artículo publicado originalmente en inglés el 14 de octubre de 2024)