Este artículo es el tercero de una serie de tres partes. Parte 1 fue publicado el 8 de octubre y parte 2 el 9 de octubre.
El papel contrarrevolucionario del maoísmo en Kenia, asistido por el pablismo
En cada una de estas traiciones criminales, los maoístas fueron asistidos por la tendencia antibolchevique del pablismo, que primero encubrió el asesinato y la persecución de trotskistas chinos bajo Mao y luego promovió ilusiones de que el maoísmo representaba una variante progresista del estalinismo y supuestamente demostraba que el socialismo podía establecerse sin la intervención independiente de la clase trabajadora. El líder pablista Ernest Mandel incluso elogió a los maoístas por haberse “acercado a la teoría de la revolución permanente”.
En países como Kenia, a medida que surgía una desilusión masiva con el papel del nacionalismo burgués y el traicionero papel del estalinismo en toda África, y con el liquidacionismo pablista que había destruido gran parte de la Cuarta Internacional en todo el mundo, el vacío de izquierda en Kenia fue ocupado por fuerzas maoístas.
Esto generó una enorme confusión política, especialmente entre sectores de académicos de izquierda, intelectuales, trabajadores y campesinos radicalizados. Este fenómeno fue personificado por figuras culturales de renombre mundial como el escritor y dramaturgo Ngugi wa Thiong’o, quien fue detenido por Kenyatta y perseguido por Moi, y actuó como un portavoz destacado de tendencias maoístas en el exilio durante décadas. Sus obras de teatro populares, como El juicio de Dedan Kimathi (1976) y Me casaré cuando quiera (1977), así como novelas como Un grano de trigo (1967), Pétalos de sangre (1977) y Matigari (1986), promovieron concepciones maoístas, en particular la traición de sectores “no patrióticos” de la burguesía en la liberación nacional, la glorificación del campesinado y la promoción del patriotismo keniano.
En palabras de wa Thiong’o en Writers in Politics (1981): “Mao Zedong enfatizó que la revolución no es un banquete; es un acto de violencia mediante el cual una clase derriba a otra. En África, donde la mayoría de nuestro pueblo son campesinos, son ellos quienes serán la vanguardia de nuestra liberación, y es a ellos a quienes nuestra literatura debe hablar.”
El primer partido maoísta creado en Kenia fue el Partido de los Trabajadores (WP) en 1974. Este partido abogaba por la “Revolución Nacional Democrática”, buscando la “unidad de todas las fuerzas democráticas, incluidos los pequeñoburgueses, así como los trabajadores y campesinos”. Posteriormente, el WP fundó el Movimiento del 12 de Diciembre (DTM) en la década de 1980, que más tarde se transformó en el Movimiento Mwakenya, abreviatura de “Muungano wa Wazalendo wa Kuikomboa Kenya” (Unión de Patriotas para Liberar Kenia).
Su perspectiva se basaba en la “teoría de dos etapas”. Como dijo el DTM en su revista Mpatanishi en febrero de 1984:
El DTM es un frente unido, antiimperialista y antifascista que tiene como objetivo agrupar a todas las fuerzas democráticas como primera fase de la lucha general hacia el socialismo. En el proceso, las fuerzas democráticas, principalmente los trabajadores, campesinos e intelectuales progresistas, deben ser capacitadas y preparadas para un futuro partido comunista.
Tres años después, en el Proyecto de Programa Mínimo publicado en 1987, Mwakenya estableció como su objetivo central en el movimiento el logro de una “revolución nacional democrática” como trampolín para un cambio social significativo:
MWAKENYA es un partido democrático de trabajadores, campesinos, intelectuales progresistas y todos los kenianos patriotas que luchan por los intereses de la mayoría oprimida, explotada y humillada de todas las nacionalidades de Kenia. MWAKENYA se opone de manera total al régimen neocolonial que gobierna Kenia, el cual se ha reducido a una camarilla de corruptos, dictatorial, represiva y traidora, compuesta por una minoría de ricos ladrones que se refugian bajo la bandera del KANU.
Mwakenya afirmaba que el papel de ciertas secciones de la burguesía era progresista: “Nuestro partido cree en una política de industrialización orientada hacia la autosuficiencia básica. El capital nacional de Kenia debe participar en iniciativas industriales en el país”.
Aunque el DTM desempeñó un papel crucial en la formación de concepciones políticas pequeñoburguesas, especialmente entre la clase media, nunca logró desarrollar una base entre las masas. Como confesó uno de sus miembros académicos más destacados, el historiador Maina wa Kinyatti, en Mwakenya: la revolución inconclusa (2014): “Sin embargo, la mayor parte de su militancia estaba compuesta por estudiantes universitarios militantes, profesores de escuelas primarias y secundarias, y la pequeña burguesía en los departamentos gubernamentales. La mayoría de ellos no eran serios; coqueteaban con la revolución. A medida que la lucha democrática se profundizaba y la represión se intensificaba, algunos de estos elementos cayeron en el fango del oportunismo pequeñoburgués, la vacilación, la inconsistencia, la falsificación y la cobardía. El partido no logró construir una base de masas entre los trabajadores y campesinos”.
Al llegar Daniel arap Moi al poder tras la muerte de Kenyatta en 1978, se intensificó la represión—especialmente después del fallido intento de golpe de estado de 1982 por facciones militares—e implementó las primeras rondas de austeridad impuestas por el FMI, lo que a su vez intensificó la lucha de clases. Este descontento formaba parte de una ola más amplia de protestas y huelgas que barrían las antiguas colonias fuertemente endeudadas en la década de 1980. Estos movimientos fueron provocados por los programas de ajuste estructural del FMI, que imponían austeridad, privatización y desregulación.
En 1986, se registraron 65 huelgas salvajes que involucraron a más de 42,000 trabajadores industriales protestando por los bajos salarios. Estas huelgas ocurrieron a pesar de ser ilegales y del riesgo que corrían los trabajadores de perder sus empleos, así como de enfrentarse a la brutalidad policial y la GSU (Unidad de Seguridad General).
El año siguiente, estallaron luchas masivas entre las masas rurales por el robo y la escasez de tierras, el deterioro de las condiciones de vida, el impago de salarios, los retrasos en el pago de cosechas y el resentimiento hacia los grandes terratenientes kenianos, muchos de ellos pertenecientes a la clase política del país. En 1988, 80,000 conductores de autobuses y otros trabajadores del transporte paralizaron el sistema nacional de transporte. Al final del año, 160,000 maestros se declararon en huelga, obligando al gobierno a retirar su plan de reducción de la asignación de vivienda como parte de las medidas de austeridad impuestas por el FMI. Además, decenas de miles de estudiantes también se pusieron en huelga, protestando por la corrupción, los bajos estándares educativos y la falta de profesores y libros.
Para 1989, la lucha de clases había alcanzado niveles no vistos desde las luchas previas a la independencia. Trabajadores industriales, empleados municipales, trabajadores de cooperativas agrícolas y obreros de la construcción de carreteras se declararon en huelga.
Sin embargo, a medida que se intensificaba la lucha de clases, los maoístas kenianos redoblaron sus esfuerzos por establecer una alianza con un sector de la burguesía. En mayo de 1990, Mwakenya emitió un comunicado en el que convocaba a “todas las organizaciones políticas progresistas, democráticas y patrióticas, sindicatos de trabajadores, cooperativas campesinas, asociaciones profesionales, organizaciones religiosas, sociedades estudiantiles, la comunidad empresarial, organizaciones de bienestar y otros grupos de interés no gubernamentales a unirse en una única fuerza de acción para presionar a Moi a renunciar”.
Odinga ataca a la clase trabajadora
Los principales beneficiarios de estas concepciones fueron políticos como Raila Odinga, cuya reputación como hijo del líder de la independencia Jaramogi Oginga Odinga se vio fortalecida por sus repetidas detenciones bajo el régimen de Moi en la década de 1980.
El 7 de julio de 1990, estallaron protestas masivas contra el gobierno de Moi, organizadas por Odinga y otros nacionalistas burgueses como Kenneth Matiba y Charles Rubia, junto con sectores del clero cristiano y activistas de ONGs de clase media que exigían la reintroducción de la democracia formal. Aterrorizada por estas protestas masivas, Washington presionó al régimen de Moi, al que había respaldado durante años, para que derogara la sección constitucional que prohibía la política multipartidista, allanando así el camino para las primeras elecciones multipartidistas en 1992.
Este sería el inicio del papel de liderazgo de Odinga como pararrayos de la oposición masiva a la clase dominante. A medida que surgía la oposición contra Moi durante la década de 1990, Odinga, a pesar de haber sido torturado por el régimen en 1982, organizó grandes protestas, solo para luego respaldar a Moi. Fusionó su entonces Partido Nacional de Desarrollo con el despreciado partido KANU de Moi y fue nombrado ministro de Energía. En 2002, Moi sería derrotado en las elecciones por Mwai Kibaki, poniendo fin a su brutal régimen de 24 años.
Odinga continuaría desempeñando su papel, dejando claro que se oponía al socialismo. En su autobiografía, La llama de la libertad (2013), Odinga describió cómo, poco antes de las elecciones de 2007, se presentó ante los banqueros y grandes empresarios, distanciándose de los lazos de su padre, Jaramogi Odinga, con la burocracia soviética durante su tiempo como el primer vicepresidente de Kenia.
Debido al apoyo prolongado de mi padre y mío a la distribución equitativa de los recursos nacionales, a menudo se me acusaba de ser de izquierda y anticapitalista (una percepción extraña sobre un hombre que, al igual que su padre antes que él, había estado involucrado en el sector privada durante toda su vida). Se decía que, como presidente, revertiría algunas privatizaciones y realizaría cambios radicales en la bolsa de valores keniana. Este último punto probablemente estaba relacionado con la acusación que había hecho sobre las grandes ganancias del tráfico de drogas ilegales, que se habían invertido en la bolsa nacional. A mediados de octubre, visité la Bolsa de Valores de Nairobi para ofrecer garantías de mi apoyo a sus actividades.
En 2007, estalló una gran oposición después de que el entonces presidente Kibaki le robara las elecciones a Odinga. Una vez más, Odinga suprimió esta oposición masiva y se unió al gobierno de Kibaki como primer ministro, a pesar de que sus partidarios habían sido asesinados a tiros por las fuerzas de seguridad de Kibaki. Ruto, entonces aliado de Odinga, desempeñó un papel criminal, incitando la violencia étnica por la cual fue acusado ante la Corte Penal Internacional. Más de 1,300 personas murieron y al menos 650,000 fueron desplazadas en el periodo postelectoral más violento en la historia de Kenia. Odinga gobernaría con Kibaki durante cinco años, hasta 2013.
En 2018, tras otra elección disputada el año anterior que involucró a Uhuru Kenyatta, hijo del primer presidente, Odinga nuevamente llegó a un acuerdo.
En agosto pasado, temiendo una ofensiva de la clase trabajadora que amenazara su posición en el orden establecido, el ODM de Odinga se unió al violento orden militar-policial de Ruto. El último acuerdo de Odinga es otra evidencia del carácter corrupto de la mal llamada “Segunda Liberación”.
La pseudoizquierda insiste en la “Segunda Liberación”
Lo que se presenta como izquierda en Kenia sigue afirmando la necesidad de completar la “Segunda Liberación”. El Partido Comunista de Kenia (CPK), fundado en 1992 a partir de facciones de Mwakenya, ha respaldado a lo largo de los años a diferentes facciones de la clase dominante. En 2017, apoyó la candidatura de Kenyatta. En 2022, miembros destacados del CPK, como el presidente nacional Mwandawiro Mghanga y el secretario general Benedict Wachira, abandonaron el partido para unirse al partido Kenya Kwanza de Ruto, lo que generó una crisis en el CPK.
El partido morenista Liga Socialista Revolucionaria (RSL por sus siglas en inglés) se fundó en agosto de 2019 como una escisión de la Juventud del CPK y se convirtió en la afiliada keniana de la Liga Socialista Internacional, conocida por blanquear el fascismo ucraniano y respaldar la guerra de la OTAN contra Rusia en Ucrania.
Las principales razones de la escisión fueron las diferentes orientaciones hacia las facciones dentro de la burguesía keniana y las discrepancias en la política exterior, especialmente en relación con la alineación de Kenia con Washington o Pekín. Mientras que el CPK mantiene relaciones estrechas con China y sus líderes se entrevistan de forma regular con el embajador Chino en Kenia y visitan regularmente Pekín, la RSL, al expresar su apoyo al bloque imperialista de EE. UU.-OTAN, presenta a Rusia y China como dos nuevas “potencias imperialistas”. Como describió la RSL su propia disputa: “El partido [CPK] sostenía que China no es una potencia imperialista porque tiene un Partido Comunista. Esto demuestra una falta de comprensión no solo de la situación global, sino también de la dialéctica fundamental.”
Rusia y China, aunque son regímenes capitalistas reaccionarios, no son potencias imperialistas, sino los principales objetivos de la agresión del imperialismo de EE. UU.-OTAN. La representación de China como una nueva potencia imperialista es utilizada por grupos pseudoizquierdistas como la RSL y otros para legitimar la ofensiva bélica de EE. UU. Una posición similar ha sido adoptada por la pseudoizquierda respecto a Rusia, que muchos utilizan para respaldar la guerra por delegación de EE. UU.-OTAN en Ucrania. Esto no le otorga ninguna credibilidad al CPK, que continúa afirmando erróneamente que China es un “estado socialista”, en lugar de lo que realmente es: un régimen capitalista que depende por completo de la economía mundial.
A pesar de sus diferencias en política exterior, las dos tendencias se unieron en 2022 para formar lo que denominan como un “frente unido”. En la declaración Sobre la unidad contra el enemigo de la mayoría: un frente unido de partidos políticos y movimientos sociales, explican cómo se unieron, principalmente para defender la Constitución burguesa de Kenia de 2010, la cúspide de la “Segunda Liberación”, financiada en gran medida por el Reino Unido y los EE. UU. y elaborada por la clase dominante a espaldas de la clase trabajadora para estabilizar el dominio capitalista en Kenia tras la violencia poselectoral de 2007, que había amenazado el control imperialista sobre el Cuerno de África.
El CPK envió delegados para redactar la constitución, afirmando con orgullo: “El CPK participó activamente en la lucha por las reformas progresistas que se resumen en la Constitución Nacional de Kenia de 2010. Estuvimos involucrados en los debates de la conferencia sobre la elaboración de la Constitución en Bomas de Kenia en Nairobi entre 2003 y 2005 y luchamos por la inclusión de los artículos progresistas en la Constitución, que incluían el Artículo 10 sobre valores nacionales y principios de gobernanza, los cuales también forman el resumen del programa mínimo del CPK.”
Afirmando que la Constitución incluye “artículos de orientación socialista” y es “una de las más progresistas, especialmente en África”, el frente unido de la RSL y el CPK declararon:
El punto de partida de nuestra discusión [sobre el frente unido] es el artículo 10 de la Constitución keniana sobre los valores nacionales. Los valores y principios nacionales de gobernanza incluyen el patriotismo, la unidad nacional, la distribución y descentralización del poder, el estado de derecho, la democracia y la participación del pueblo; la dignidad humana, la equidad, la justicia social, la inclusión, la igualdad, los derechos humanos, la no discriminación y la protección de los marginados; la buena gobernanza, la integridad, la transparencia y la rendición de cuentas; y el desarrollo sostenible.
Esto revitaliza la teoría estalinista-maoísta de las dos etapas, insistiendo: “Para luchar por una verdadera democracia, caracterizada por la democracia participativa combinada con la liberación social y nacional, y para oponernos al statu quo representado por las coaliciones capitalistas en el poder, debemos trabajar hacia la formación de un camino alternativo: ¡EL FRENTE UNIDO!”
La tarea identificada no es derrocar el capitalismo, sino “asegurar un cambio democrático nacional que se aleje de la destrucción, el sectarismo y las inequidades del pasado y del presente”.
Ambas tendencias han intervenido en la lucha de la Generación Z para impedir que los trabajadores se separen de los principales partidos burgueses.
Primero intervinieron para fomentar ilusiones sobre la decisión de Ruto de retirar el Proyecto de Ley de Finanzas 2024, lo cual fue una retirada táctica para frenar la oposición masiva desatada tras los eventos del Martes Sangriento (25 de junio), cuando la policía asesinó a decenas de manifestantes en contra de la austeridad en las calles de Nairobi y en todo el país. Esta acción formó parte de una conspiración urdida entre la clase gobernante, que involucraba al ODM, a la burocracia sindical de COTU y a influyentes clérigos cristianos y musulmanes, con la estrecha asistencia de EE. UU. y la Unión Europea, para ganar tiempo.
La RSL afirmó que “el pueblo de Kenia ha ganado una batalla muy importante” mientras que los estalinistas del Partido Comunista de Kenia (CPK) declararon que “las masas kenianas” habían “forzado su mano”. Ambos insistieron en la demanda de que Ruto dimitiera, sin abordar qué tipo de régimen debería reemplazar a Ruto. Incluso ahora, el CPK presenta una serie de reformas sin explicar quién se encargará de implementarlas.
Cuando las protestas persistieron, la pseudoizquierda insistió en que las manifestaciones debían ser “sin líderes”, “no políticas” y “sin pancartas”. Ezra Otieno, un líder de la RSL, dijo al grupo australiano de pseudoizquierda Alternativa Socialista (Socialist Alternative en inglés):
“Creo que esta es una buena táctica no tener líderes que surjan por ahora, porque el gobierno está buscando activamente a los líderes. [...] Como RSL, vamos allí con un propósito, porque debemos estar en solidaridad con las masas; estamos completamente de acuerdo con lo que dicen. Así que salimos a las calles, intentamos organizar a nuestra gente. Al participar, no llevamos pancartas, ya que la gente simplemente va sin nada, para moverse”.
El CPK afirmó que “nuestra tarea inmediata es construir el más alto nivel de organización con los mejores líderes para gobernar una Kenia posterior a Ruto. Debemos contrarrestar la narrativa de que la gente en las calles está sin líderes, sin tribus y es anárquica”, ofreciendo como alternativa una ambigua “organización propobres con líderes desinteresados”. El objetivo de tal liderazgo sería controlar el descontento popular, argumentando que esto “desinflaría la propaganda del gobierno que tergiversa nuestro movimiento y sus objetivos”.
Ambas tendencias son hostiles a la movilización independiente de la clase trabajadora y a la lucha por un programa socialista e internacionalista. Representando a sectores de la clase media alta, insisten en que los trabajadores y los jóvenes deben limitarse a las protestas en las calles para presionar a los partidos de la burguesía. Al oponerse a cualquier lucha por la construcción de un liderazgo socialista en la clase trabajadora, el CPK y la RSL siembran una desorientación que conduce a una eventual desmovilización.
La erupción de una insurgencia masiva entre la juventud y la continua ola de huelgas dos décadas después del final del régimen de Moi, a pesar de las promesas de la “Segunda Liberación”, es una reivindicación histórica de la lucha del CICI por un liderazgo trotskista. Los estalinistas y maoístas insistieron en que la llegada al poder de secciones “progresistas” de la clase capitalista sería un paso adelante hacia el socialismo.
En vez de eso, las condiciones de vida han empeorado. Según la organización benéfica Oxfam, a pesar del crecimiento económico desde 2005, la riqueza de Kenia sigue concentrándose en una pequeña élite. Menos del 0.1 por ciento de la población posee más riqueza que el 99.9 por ciento restante. El 10 por ciento más rico gana 23 veces más que el 10 por ciento más pobre. Kenia pierde anualmente 1.1 mil millones de dólares debido a la evasión fiscal corporativa, lo que afecta los servicios públicos. Casi un millón de niños están fuera de la escuela, y 2.6 millones de personas caen en la pobreza cada año debido a gastos de salud.
En cuanto a la democracia, bajo el gobierno del presidente Ruto—ahora apoyado por Odinga—las tácticas brutales que recuerdan a la era de Moi están resurgiendo. Los secuestros, disparar a manifestantes y la prohibición de manifestaciones se han convertido en características habituales del panorama político de Kenia. Ruto también ha tomado la medida sin precedentes de desplegar a las Fuerzas de Defensa de Kenia en las calles, siendo esta la primera vez que se utiliza al ejército contra manifestantes desarmados.
Incapaces de maniobrar entre el imperialismo y la burocracia soviética, los gobiernos burgueses en los antiguos países coloniales han abandonado incluso la apariencia de independencia respecto al imperialismo.
El régimen de Ruto-Odinga se ha alineado con Washington, lo que representa una amenaza tanto para Kenia como para todo el continente, que corre el riesgo de ser arrastrado al torbellino de la guerra. La designación de Kenia como un importante aliado no perteneciente a la OTAN por parte de Washington solo indica un desastre potencial para los trabajadores y la juventud, ya que África corre el peligro de convertirse en otro frente en una guerra global en expansión.
EE. UU. está librando una guerra contra Rusia en Ucrania con el objetivo de subyugar al país, llevarlo al estatus de semicolonia y apoderarse de sus recursos naturales, al mismo tiempo que apoya el genocidio israelí contra los palestinos y sus ataques a Líbano, Irán y Yemen para controlar as un Oriente Medio rico en petróleo. En la región de Asia-Pacífico, Washington y sus aliados regionales se están preparando para una guerra con China con el fin de contrarrestar su ascenso como un importante competidor económico y geopolítico.
La posición geoestratégica de África y sus vastos recursos minerales son considerados por Washington y las potencias europeas como críticos en sus conflictos con Rusia, Irán y China. El continente posee aproximadamente el 7.5 por ciento de las reservas probadas de petróleo del mundo y el 7.1 por ciento de las reservas probadas de gas natural. Los principales países productores de petróleo, como Nigeria, Angola y Argelia, son exportadores significativos hacia EE. UU. La guerra de la OTAN contra Rusia en Ucrania ha hecho que Europa dependa aún más del suministro de carbón, gas natural y petróleo de África. Se prevé que el suministro de gas de Europa procedente de África se duplique para 2050.
África posee aproximadamente el 30 por ciento de las reservas minerales del mundo y el 8 por ciento de su gas natural. El continente cuenta con el 40 por ciento del oro mundial y hasta el 90 por ciento del cromo y el platino. La República Democrática del Congo, por sí sola, produce más del 60 por ciento del cobalto del mundo, esencial para baterías y dispositivos electrónicos, así como para el complejo militar-industrial estadounidense y europeo. Ghana está preparada para convertirse en un productor líder de litio, y Zimbabue también tiene abundancia de este mineral. Sudáfrica es un productor destacado de platino, representando más del 70 por ciento del suministro global. Además, África cuenta con reservas significativas de elementos de tierras raras, cruciales para las industrias de alta tecnología. Asimismo, alberga el 65 por ciento de las tierras cultivables del mundo y el 10 por ciento de los recursos internos de agua dulce renovable del planeta.
Desde una perspectiva geoestratégica, las vías navegables estratégicas de África, incluyendo el Canal de Suez, el Cuerno de África, el Estrecho de Gibraltar y el Cabo de Buena Esperanza, son vitales para el comercio global y la seguridad marítima, así como para imponer bloqueos económicos a los rivales.
En medio de este nuevo frente bélico en desarrollo, la burguesía keniana se ha ofrecido como un intermediario para promover los intereses de EE. UU., mientras Washington continúa perdiendo terreno frente a Pekín, que ha superado la influencia estadounidense en África, principalmente a través de sus masivas inversiones económicas y relaciones comerciales.
La lucha por los Estados Socialistas Unidos de África
La experiencia de la clase trabajadora keniana y las masas rurales es la experiencia universal de las masas en toda África. A lo largo del continente, los países difieren extraordinariamente entre sí en términos de tribus, lenguas, religiones, culturas, historias coloniales y líderes independentistas y partidos nacionalistas que tomaron el poder. Sin embargo, todos comparten la característica común de su dependencia económica del imperialismo. Ninguno de estos países ha llevado su “revolución democrática” a cabo en ningún grado significativo. La cuestión agraria se está “resolviendo” a través del éxodo masivo de pequeños agricultores y campesinos de subsistencia desesperados hacia las principales ciudades, especialmente los jóvenes, en busca de empleo.
Las fuerzas nacionalistas burguesas a lo largo del continente—desde el Congreso Nacional Africano en Sudáfrica hasta la Unión Nacional Africana de Zimbabue-Frente Patriótico—fueron dotadas de matices socialistas y radicales por tendencias estalinistas, maoístas y pseudoizquierdistas, solo para demostrar que eran incapaces de establecer una verdadera independencia del imperialismo, crear formas genuinamente democráticas de gobierno o satisfacer las aspiraciones sociales de los trabajadores y las masas oprimidas. En todas partes, se apropiaron de las estructuras estatales dejadas por el colonialismo para sí mismos y para una nueva capa burguesa emergente, utilizándolas para suprimir los desafíos revolucionarios desde abajo mientras actuaban como administradores de la dominación imperialista sobre el continente. Hoy en día, Sudáfrica es el país más desigual del mundo.
En los 60 años transcurridos desde la independencia de Kenia, la clase trabajadora internacional ha crecido enormemente. La globalización ha dado lugar a la formación de grandes concentraciones de trabajadores en toda África. Actualmente, la región es considerada una de las áreas que más rápido se están urbanizando en el mundo. Entre 2000 y 2030, se proyecta que la población trabajadora urbana se duplicará, principalmente debido tanto al aumento natural de la población como a la migración de zonas rurales a urbanas.
La globalización de la producción capitalista también ha integrado a la clase trabajadora de todo el mundo en una medida previamente inimaginable. Los trabajadores africanos forman parte de cadenas de suministro globales clave, incluyendo la producción de minerales esenciales (Sudáfrica, Zambia, Tanzania), petróleo y gas (Nigeria, Argelia, Angola), y cultivos comerciales por valor de miles de millones de dólares, como té, café, cacao, caña de azúcar, tabaco, aceite de palma y caucho (Kenia, Malaui, Ghana).
Sin embargo, Trotsky explicó que la victoria del socialismo no se lograría a través del colapso automático del capitalismo. Las condiciones objetivas crean la base para el desarrollo de un movimiento global de la clase trabajadora y el potencial para la conquista del poder por parte de esta. Pero la transformación de lo potencial en realidad depende de las decisiones y acciones conscientes del partido revolucionario.
La tarea que enfrentan los trabajadores es la construcción de un movimiento socialista genuino dentro de la clase trabajadora, que luche por despojar del poder a los oligarcas corruptos, criminales y belicistas, así como a sus cómplices, y reorganizar la vida social y económica a escala mundial, basada en la igualdad social. Construir un nuevo liderazgo revolucionario requiere aprender de las lecciones políticas de la lucha del movimiento trotskista contra el estalinismo, el maoísmo y sus apologistas pablistas. Para luchar por una Kenia socialista como parte de los Estados Socialistas Unidos de África, es necesario crear un movimiento unificado por el socialismo con trabajadores en EE. UU., Europa y otros Estados imperialistas. Animamos a los trabajadores, jóvenes e intelectuales a comenzar este camino estudiando las obras de León Trotsky y construyendo secciones keniatas y africanas del Comité Internacional de la Cuarta Internacional.
Concluida
(Publicado originalmente en inglés el 6 de octubre de 2024)
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