Casi cinco años después de haber sido objeto de un golpe de Estado militar respaldado por EE.UU. en 2019, el expresidente boliviano Evo Morales marchó hacia La Paz con miles de partidarios el lunes, exigiendo la renuncia del presidente Luis Arce, su exministro y sucesor elegido a dedo.
La marcha tardó una semana en cruzar 190 km a lo largo de la principal carretera andina desde la pequeña ciudad de Caracollo. Una multitud desplegada por el Gobierno de Arce se enfrentó con los evistas cuando estos intentaron irrumpir en la sede de la Central Obrera Boliviana (COB). La policía antidisturbios luego utilizó gases lacrimógenos para dispersar ambos grupos.
La última vez que Morales encabezó una marcha similar fue a finales de 2021 para defender a Arce de nuevas amenazas de la extrema derecha en respuesta a la detención de líderes del golpe de 2019.
Se abrió una brecha entre ambos a fines de 2021, al menos en público, sobre el control del partido oficialista, el Movimiento al Socialismo (MAS). Después de que un tribunal descalificara en diciembre pasado la candidatura de Morales para reelegirse, el conflicto se intensificó y sus partidarios comenzaron a organizar bloqueos extensos y mítines masivos.
A fines de junio, el titular de las fuerzas armadas en ese momento, el general Juan José Zúñiga, amenazó con arrestar a Evo Morales por buscar otro mandato. Después de que Arce lo depusiera de su cargo, Zúñiga atacó el palacio de gobierno el 26 de junio con cientos de soldados y algunos vehículos blindados en un intento fallido de derrocar a Arce. Los amotinados exigieron la liberación de los líderes golpistas de 2019, demostrando su alineación con la derecha fascista y Washington.
Inicialmente, Morales llamó a una movilización para detener lo que describió como un intento de derrocar a Arce. Pero poco después de que fracasara la revuelta militar, afirmó que Arce había escenificado un “autogolpe” para ganar popularidad.
Morales argumenta que Arce no ha logrado resolver la creciente crisis económica y debe entregar el poder.
Sin embargo, la implosión del MAS resume el fracaso no solo del MAS, sino de toda la llamada “marea rosa” de Gobiernos nacionalistas burgueses latinoamericanos a la hora de resolver el atraso económico y social histórico de la región y unir a cualquier país, ni mucho menos a la región, contra la opresión imperialista.
El Gobierno afirma que Morales espera provocar otro golpe de Estado para instalar al presidente del Senado, el evista Andrónico Rodríguez, como presidente interino y permitir que Morales se postule en elecciones anticipadas. Actualmente, las próximas elecciones presidenciales no están programadas hasta agosto de 2025.
Las elecciones judiciales del 1 de diciembre, que incluyen el Tribunal Constitucional y el Tribunal Supremo, también podrían resultar en la elección de jueces que favorecerán la candidatura de Morales. Finalmente, un referéndum nacional sobre la cuestión de la reelección anunciado por Arce fue suspendido indefinidamente.
Durante meses, el público boliviano ha sido sometido a un bombardeo mediático de amenazas intercambiadas entre las dos facciones del MAS, cobertura continua por los medios corporativos y una alineación de la burocracia sindical detrás de una u otra facción del partido capitalista en el poder.
La lógica de la riña ha sido anteponerse a cualquier intervención independiente de la clase trabajadora en la crisis política.
El viernes, los líderes evistas, que incluyen a sectores de la burocracia sindical y organizaciones campesinas, anunciaron que no se llevarían a cabo los bloqueos nacionales previstos para el 30 de septiembre, fingiendo preocupación por sus efectos en los pobres y en el combate de los incendios forestales.
Por su parte, la cúpula de la COB ha pasado de respaldar el golpe de 2019 e integrar burócratas como funcionarios del régimen de extrema derecha a convertirse en el principal bastión del Gobierno de Arce. La burocracia sindical minera aprovechó su congreso del 20 de septiembre para llamar, con muy poco éxito, a movilizarse contra el “intento de golpe” de Morales.
A principios de este mes, los funcionarios de la COB vigilaron las puertas de la Asamblea Nacional para intimidar a los legisladores evistas y otros para que votaran a favor de $140 millones en nuevos préstamos de los bancos internacionales.
Cada facción del MAS está concentrada en demostrar a diferentes sectores de la clase dominante y sus socios entre los imperialistas y otras grandes potencias internacionales que son los ejecutores más confiables de sus intereses.
Esto se reduce a su capacidad para sofocar la lucha de clases e implementar medidas de austeridad y una importante reorganización económica en medio de una creciente guerra económica y militar instigada por el imperialismo estadounidense y europeo contra China, Rusia e Irán, potencias con estrechos vínculos con ambas facciones del MAS.
Huelgas y protestas del magisterio, los recolectores de basura en Cochabamba, los aseadores de calles en El Alto y varios grupos de trabajadores manufactureros apuntan a un creciente malestar contra el aumento del costo de la vida y de la pobreza.
Significativamente, Arce ha utilizado las movilizaciones pro-Morales para imponer una legislación represiva contra los bloqueos. Tanto Morales como Arce tienen un historial de enviar policías antidisturbios y militares contra protestas pacíficas de trabajadores y campesinos.
La incapacidad del régimen golpista y fascistizante de Jeanine Áñez para contener el malestar popular mientras implementaba su agenda económica lo obligó a convocar elecciones y permitir que el MAS regresara al poder en 2020.
En Washington han dicho poco sobre la disputa del MAS y se han mantenido enfocados en promover e influenciar a la élite política y empresarial de extrema derecha en el departamento de Santa Cruz, junto a sus pandillas fascistas, que fueron el principal contingente detrás del golpe de 2019. El imperialismo estadounidense no ha abandonado sus planes de desestabilizar Bolivia e instalar un régimen títere para asegurar el control de los recursos naturales estratégicos del país.
El Departamento de Estado de los Estados Unidos, según el periodista Carlos Fazio, ha financiado al legislador fascista santacruceño Svonko Matkovik, quien fue encarcelado durante ocho años por organizar una insurrección armada por la independencia de Santa Cruz. Mientras tanto, la Embajada de Estados Unidos también ha buscado unir a la oposición de extrema derecha antes de las elecciones programadas para 2025, que podrían usarse para una provocación en torno a acusaciones de fraude electoral, como en Venezuela.
Al mismo tiempo, Washington está colaborando estrechamente con el Gobierno fascistizante de Javier Milei en Argentina para prepararse para un conflicto militar en toda la región contra sus rivales. Buenos Aires ya lanzó una provocación militarista al afirmar en abril, sin ninguna evidencia, que Bolivia está acogiendo a cientos de miembros del Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Iraní.
La guerra al interior del MAS solo ha socavado aún más el apoyo popular de ambas facciones. Las encuestas muestran que la mayoría de los bolivianos —el 81 por ciento, según la última de Ipsos— piensa que Morales simplemente busca ganancias personales. Mientras tanto, la tasa de aprobación para el Gobierno de Arce ha caído del 42 por ciento al 22 por ciento desde enero.
Según la encuestadora Diagnosis, las preocupaciones sobre la economía son la principal causa. La opinión positiva de la situación económica cayó drásticamente del 43 por ciento en julio de 2022 a solo el 5 por ciento este mes.
La escasez de dólares y combustible se cita regularmente en los medios de comunicación. Los principales socios comerciales de Bolivia en América del Sur han sufrido su peor década económica, mientras que el yacimiento de gas de la “cuenca subandina sur”, que ha representado la mayor fuente de ingresos y reservas de divisas durante décadas, se está agotando. Se descubrió una nueva cuenca importante, pero quedan dudas sobre su tamaño real, la rentabilidad y los años que tardará en comenzar la producción.
Las reservas internacionales también se han desplomado de $15 mil millones a $1,7 mil millones, y la deuda pública de Bolivia se encuentra entre las de más rápido crecimiento en la región. Con casi la mitad del gasto público destinado al servicio de la deuda, el capital global exige ataques más profundos a los limitados programas sociales implementados por Morales cuando los precios del gas y la producción estaban en auge.
El factor más importante es que Bolivia tiene los mayores yacimientos de litio del mundo, un ingrediente clave para las baterías que van en los vehículos eléctricos y aparatos electrónicos. Pero una caída en los precios mundiales del litio, trabas legislativas y la gran inversión necesaria han impedido que la producción realmente despegue.
El Gobierno de Arce ha respondido a esta crisis sistémica aplicando un pacto con los principales grupos empresariales, proporcionando incentivos fiscales y crediticios, más subsidios, inversiones gubernamentales en industrias químicas y de otro tipo, y libertad para que los exportadores e inversores saquen dólares del país. El presidente ha propuesto “relajar” las regulaciones en el sector petrolero para permitir que las empresas extranjeras posean y exploten más. El Gobierno ha levantado regulaciones ambientales y otros obstáculos para la minería y la venta de oro, cuyos precios y producción han seguido aumentando.
En cuanto al litio, Arce firmó un acuerdo de inversión con el presidente ruso Vladímir Putin en Moscú en junio pasado para procesar el mineral, mientras que ha negociado varias concesiones mineras con empresas chinas. Sin embargo, los proyectos están en su fase piloto.
El contexto actual presenta enormes peligros para los trabajadores en Bolivia.
Una y otra vez en toda América Latina, las luchas revolucionarias de la clase trabajadora han sido bloqueadas de tomar el poder por sus líderes, que respaldaron a una u otra sección de la clase dominante presentándola como más “democrática” o “progresista”. Esto abrió las puertas a golpes y regímenes fascistas respaldados por el imperialismo que luego aplastaron al movimiento obrero y a las organizaciones de izquierda.
En 1971, el Partido Obrero Revolucionario (POR) pablista, que tenía influencia de masas en la clase trabajadora, incluidos los sindicatos mineros, desempeñó el papel más importante en colaboración con los estalinistas en la realización de la traición más significativa a los trabajadores bolivianos. Proporcionó apoyo político al dictador nacionalista burgués J.J. Torres y su Asamblea Popular, sugiriendo que podrían ser presionados para luchar contra el imperialismo. El líder del POR, Guillermo Lora, puso esperanzas en que Torres armaría a los trabajadores contra la amenaza de la extrema derecha, facilitando el golpe del coronel fascista Hugo Banzer Suárez, que lanzó un régimen de tortura masiva, secuestros y asesinatos de izquierdistas a instancias del imperialismo y la oligarquía local.
La guerra interna entre Arce y Morales y las ilusiones en la burguesía promovidas por la burocracia sindical y sus apologistas pablistas y morenistas amenazan con convertirse en otro desarme político catastrófico de la clase trabajadora.
La clase obrera y el campesinado empobrecido han permanecido al margen hasta ahora, ya que no los convence ningún bando. Pero sin un partido revolucionario auténtico que lleve a la clase trabajadora al poder, otra dictadura fascista será inevitable.
Analizando una traición similar por parte del estalinismo en China en 1927, León Trotsky explicó:
Todo lo que pone de pie a las masas oprimidas y explotadas de los trabajadores empuja inevitablemente a la burguesía nacional a un bloque abierto con los imperialistas. La lucha de clases entre la burguesía y las masas de obreros y campesinos no se debilita, sino que, por el contrario, se agudiza por la opresión imperialista, hasta el punto de una sangrienta guerra civil en cada conflicto grave. La burguesía china siempre tiene una sólida retaguardia detrás del imperialismo, que siempre la ayudará con dinero, bienes y proyectiles contra los trabajadores y campesinos.
La tarea más crucial hoy en Bolivia y América Latina es la construcción de secciones del Comité Internacional de la Cuarta Internacional, que por sola encarna las lecciones de la lucha del movimiento trotskista contra las traiciones del estalinismo, el pablismo y todos los movimientos nacionalistas pequeñoburgueses y burgueses.
(Artículo publicado originalmente en inglés el 30 de septiembre de 2024)