La semana pasada, la general Laura Richardson, jefa del Comando Sur a cargo de las operaciones militares de Washington en América Central y del Sur, recibió una calurosa bienvenida a Argentina del presidente fascistizante Javier Milei y la vicepresidenta Victoria Villarruel. Ambos son virulentos defensores de los asesinatos masivos y la tortura bajo la dictadura apoyada por EE.UU. que gobernó el país entre 1976 y 1983.
Su llegada el 2 de abril coincidió con el aniversario del comienzo de la guerra entre Reino Unido y Argentina en las islas Malvinas en 1982. Durante 10 semanas de batallas sangrientas y unilaterales entre una fuerza expedicionaria del imperialismo británico y soldados conscriptos argentinos mal equipados y abismalmente conducidos, el presidente estadounidense Ronald Reagan apoyó de forma política y militar al imperialismo británico.
En atuendo militar, Milei manifestó a Richardson su disposición a “reforzar su alianza estratégica con Estados Unidos” y cementar la subordinación total de su Gobierno al imperialismo estadounidense y a su agenda de guerra con China.
Los eventos del 2 de abril en Argentina, desde muchos ángulos, demuestran el carácter reaccionario del nacionalismo argentino y de todos los demás nacionalismos en los países oprimidos y semicoloniales, cuando el sistema capitalista de Estados nación se desliza nuevamente hacia una guerra mundial y la barbarie, esta vez con el peligro de una aniquilación nuclear.
Incapaces de sacudirse su carácter de clase por mucho que el mundo se acerque al abismo, la pseudoizquierda argentina organizada en el Frente de Izquierda y los Trabajadores-Unidad (FIT-U) se ha unido a los grupos peronistas y de veteranos militares al atacar a Milei desde un punto de vista derechista y chauvinista.
En numerosas declaraciones desde sus publicaciones, las legislaturas de todo el país y en mítines nacionalistas, estas fuerzas han entrado en un frenesí denunciando a Milei por traicionar y cometer un crimen contra la “patria” y por abandonar la supuesta causa justa de retomar las Malvinas del imperio británico.
Milei entrega las llaves de nuevas bases militares al Pentágono
A lo largo de la semana, Richardson hizo varias paradas relacionadas con el afán del imperialismo estadounidense de controlar los recursos naturales estratégicos y cuellos de botella militares y comerciales del área, en detrimento de China. Incluyeron la “Hidrovía” a lo largo de los ríos Paraná y Paraguay que conectan Argentina, Brasil, Bolivia, Paraguay y Uruguay, los depósitos de litio en el norte, los yacimientos de petróleo y gas en Neuquén y la ciudad más austral del mundo, Ushuaia.
El Gobierno de Milei planea entregar a los Estados Unidos un vasto control sobre un nuevo “Polo Logístico Antártico” en la base naval en Ushuaia, la vigilancia del río Paraná en el norte y una llamada “base humanitaria” nueva en Neuquén. Milei firmó un acuerdo sobre defensa cibernética con Estados Unidos y recibió luz verde de Washington para comprar 24 aviones de combate estadounidenses F-16 usados de Dinamarca, a pesar de que afirma que “no hay dinero” y cuando la tasa de pobreza supera el 60 por ciento.
El próximo mes, Argentina dará la bienvenida a la 4ª Flota de Estados Unidos, liderada por el portaaviones USS George Washington, que patrullará el Atlántico sur.
La Armada argentina ha expulsado provocativamente a equipos de pesca chinos, y el Gobierno anunció una inspección de la estación liderada por China en Neuquén, dedicada a la exploración del espacio profundo, en respuesta a las quejas de Washington. Milei también sacó a las empresas chinas de las ofertas para futuros contratos de infraestructura.
Esta semana, Milei viajó nuevamente a los Estados Unidos, esta vez para conocer a Elon Musk, el propietario fascistizante de Tesla que ha expresado interés en el litio argentino.
El 2 de abril, cuando Richardson arribaba, Milei pronunció un discurso de aniversario diciendo que estaba a favor de que las Malvinas volvieran a Argentina por “medios diplomáticos” y “a largo plazo”. Estos comentarios, sin embargo, fueron solo una transición hacia declaraciones interminables y repetitivas que ensalzaban a las Fuerzas Armadas y promovían el nacionalismo.
Milei ha expresado durante mucho tiempo su admiración por Margaret Thatcher, la primera ministra conservadora británica durante la guerra, y dijo que respetaría oficialmente la ocupación ilegal británica del archipiélago.
El FIT-U intenta superar el chauvinismo de Milei
Antes del discurso de Milei, Gabriel Solano, líder del Partido Obrero (PO), dijo en la Legislatura bonaerense que cualquier acuerdo con los Kelpers (el nombre peyorativo dado a los actuales habitantes de las islas) era “una barbaridad y equivale a un acto de traición a la patria”.
Luego, la publicación del partido Prensa Obrera declaró en su cobertura de la visita de Richardson: “La política de entrega y subordinación del gobierno de Milei implica someter los intereses nacionales a los de las potencias imperialistas”. Pide una “política soberana” y “nacional” contra los “intereses extranjeros”.
El fundador del Partido Obrero, Jorge Altamira, quien ahora lidera una facción externa, escribió que Milei estaba cometiendo un “crimen de lesa patria” al dar la bienvenida al Pentágono en el Atlántico sur y lamentó la pérdida de la “soberanía territorial de Argentina” sobre esta área “estratégica”.
Tanto el Partido Obrero como la agrupación morenista Izquierda Socialista terminaron sus informes sobre Richardson con el mismo llamamiento copiado y pegado,
… la más amplia unidad de acción para repudiar la visita de Richardson a Tierra del Fuego, la entrega de nuestros recursos y en defensa de la soberanía nacional contra esta nueva ofensiva norteamericana de la mano del presidente Milei. Y nos sumamos al reclamo de los veteranos de Guerra de Malvinas y de las organizaciones sindicales, políticas y sociales de nuestra isla por la defensa de nuestra soberanía, al tiempo que acompañamos la denuncia de veteranos de guerra por las violaciones de los derechos humanos de soldado en la guerra de Malvinas durante la dictadura militar.
Como muestra de ello, la Multisectorial de Neuquén, una coalición de agrupaciones nacionalistas mixtas actualmente liderada por dirigentes sindicales pertenecientes a diferentes partidos del FIT-U, organizó una concentración para denunciar la visita de Richardson como “un insulto a nuestra patria”. En un comunicado a los medios, la Multisectorial también declaró que la sumisión del Gobierno de Milei “nos avergüenza como como pueblo argentino”.
El Movimiento Socialista de los Trabajadores (MST), morenista, participó en una manifestación de grupos nacionalistas de veteranos el 2 de abril. Su prensa reivindica el reclamo chauvinista y burgués de que “recuperar las Malvinas” es “una causa nacional que está más vigente que nunca”.
Agitando una bandera argentina en la manifestación, la líder del MST, Vilma Ripoll, dijo en un video para las redes sociales que estaba aplicando la “unidad de acción” con grupos que exigen otra aventura militar para recuperar las Malvinas.
El Partido de Trabajadores Socialistas (PTS) escribió el 2 de abril: “la causa Malvinas debe ser retomada por su carácter justo y su relevancia como una lucha antiimperialista… Apostar a la derrota del imperialismo en esta disputa territorial se convierte en una tarea esencial”.
En su prensa, el PTS recordó que, en 2015, su legislador Nicolás del Caño votó en contra del centro de observación y exploración espacial dirigido por China en Neuquén, calificándolo de “verdadera entrega de la soberanía argentina”. El artículo lo equipara con un voto en 2018 del PTS contra la construcción de la base militar estadounidense en Neuquén.
Toda la pseudoizquierda ha adoptado el mismo punto de vista nacionalista de derecha que no solo mantienen los peronistas, el partido oficialista preferido de la burguesía durante la mayor parte del tiempo desde la Segunda Guerra Mundial. Sino que adopta las mismas posiciones que fascistas como Juan José Gómez Centurión, un veterano de las Malvinas y de la sublevación militar fascista de Semana Santa de 1987, que ha sido el promotor más ferviente de la reivindicación de las Malvinas como una “causa nacional” y ha denunciado la estación espacial china como una “cesión de soberanía”.
Esta perspectiva nacionalista juega a favor del imperialismo estadounidense. Izquierda Socialista y el MST han respaldado abiertamente la guerra entre Estados Unidos y la OTAN en Ucrania contra Rusia, afirmando que es “una guerra justa del pueblo ucraniano para defender su derecho a autodeterminarse contra una potencia”, como lo resumió recientemente el MST.
Ambos han enviado donaciones y combatientes a las Fuerzas Armadas ucranianas, mientras que sus otros socios en el FIT-U, el PTS y el Partido Obrero, han proporcionado una cubierta de “izquierda” para este apoyo abierto al imperialismo estadounidense, que provocó la guerra como parte de su objetivo de larga data de subordinar los territorios de la antigua Unión Soviética al estatus de semicolonias.
Todas estas tendencias defienden el “derecho” de la burguesía en los países atrasados a defender sus fronteras estatales y explotar a los trabajadores, los recursos y los mercados dentro de ellas. Dotan a la burguesía del papel principal en la resolución de las cuestiones democráticas, sobre todo la lucha por la emancipación de la opresión imperialista.
El corolario de esto es la supresión de la lucha de clases y la promoción de frentes populares con la burguesía. Esta es una perspectiva de clase que corresponde a los intereses de las capas privilegiadas de la clase media en la burocracia sindical, las ONG, la política y la academia, que están objetivamente vinculadas a una defensa del capitalismo argentino.
Los morenistas están en el mismo “campo militar” que la burguesía
El MST, IS y el PTS tienen sus orígenes en el partido Movimiento al Socialismo (MAS) fundado por Nahuel Moreno, que se llamaba Partido Socialista de los Trabajadores (PST) antes de 1982. El Partido Obrero ha proporcionado durante décadas un flanco de izquierda a los morenistas.
El MST e IS continúan considerándose morenistas de lleno, mientras que el PTS continúa adhiriéndose al oportunismo nacional que caracterizaba de forma fundamental a Moreno, incluida su actitud hacia la guerra de las Malvinas y la lucha contra el imperialismo.
En un balance del movimiento morenista durante la guerra, la cofundadora del PTS, Gabriela Liszt, quien se unió al PST de Moreno en 1981, ha insistido en que “el PST define correctamente el carácter de ésta como una guerra antiimperialista progresiva… ubicándose en el campo militar de la dictadura aunque sin dar apoyo político”. La afirmación de que no dio su apoyo político mientras presentaba la guerra como “progresiva” y se unía al “campo militar” de la junta es deshonesta y muestra una total falta de principios.
Liszt elogia los llamamientos hechos por el PST durante la guerra a la burocracia sindical peronista “a reorganizar al movimiento obrero”, afirmando que los peronistas, un movimiento político burgués, estaban emprendiendo una lucha “antiimperialista”.
Más allá de ciertas debilidades, Liszt concluye que “la política del PST se puede considerar en general principista” y que Moreno había “intervenido en general correctamente durante la guerra de Malvinas”.
La guerra de Malvinas fue una agresión imperialista de Reino Unido contra un país oprimido para asegurar una posesión ilegal. El reclamo de las islas colonizadas por los británicos por parte de la junta militar y la decisión de atacar el 2 de abril de 1982, sin embargo, no tuvieron nada de progresistas. Ante una creciente ola de protestas de la clase trabajadora y populares y una crisis económica mundial, fue una distracción desesperada para crear un clima de chauvinismo y salvaguardar el dominio de clase.
Los marxistas tenían que defender a Argentina sobre la base de crear las condiciones más propicias para la revolución socialista mundial. Los trabajadores británicos y estadounidenses debían ser movilizados para luchar por la derrota del imperialismo británico y estadounidense y su derrocamiento, y los trabajadores argentinos debían continuar la lucha por cuenta propia por el derrocamiento de la junta militar y la burguesía argentinas.
Oponerse al imperialismo en Argentina implicaba una lucha contra cualquier intento de subordinar a los trabajadores a la burguesía y adormecer la lucha de clases. Los trabajadores tenían que movilizarse de forma independiente, a través de sus propios métodos y por su propio objetivo revolucionario de derrocar el capitalismo y establecer el socialismo.
Pero Nahuel Moreno y su PST se negaron a llamar al armamento y la movilización independiente de la clase trabajadora para el derrocamiento de la junta, exigiendo en cambio que los trabajadores se subordinaran a la “bandera anticolonialista y antiimperialista” de la burguesía.
El PST, que solicitó unirse a la coalición Multipartidaria establecida por los partidos burgueses como un vehículo para la transición capitalista fuera de la dictadura militar en crisis, proporcionó una tapadera de “izquierda” para que la burguesía bloqueara el movimiento revolucionario de la clase obrera.
Después de la guerra, Moreno escribió un folleto 1982: comienza l a revolución, donde describe la sustitución del dictador general Leopoldo Galitieri por otro dictador militar, el general Reynaldo Bignone, como una “revolución democrática” exitosa que había resultado gracias a la “movilización unida y revolucionaria anti imperialista del movimiento de masas argentino” en la guerra. Según él, era inevitable que la burguesía permaneciera al frente de esta revolución ya que “las masas en lucha” no habían establecido sus propios órganos de poder. De este modo, Moreno simplemente rechazó cualquier lucha por la construcción de tales órganos. En cambio, pidió el regreso al poder del mismo Congreso burgués de 1976 y la Constitución de 1853, que hoy es el documento favorito de Milei.
El papel traicionero de los morenistas en este período fue expuesto irrefutablemente por el Comité Internacional de la Cuarta Internacional (CICI) en una declaración de 1989 titulada “Trabajadores argentinos en la encrucijada”, escrita por Bill Van Auken:
Los generales emprendieron tal aventura para desviar la revuelta obrera mediante una ola de nacionalismo. Los morenistas se convirtieron en asistentes voluntarios de la junta en esta empresa, proclamándose en el mismo “campo militar” con la junta y sumergiéndose en el chauvinismo pequeñoburgués que fue azuzado por la junta. Se negaron a plantear ninguna demanda de clase independiente destinada a movilizar al proletariado para sus propios objetivos socialistas revolucionarios. Luego, con el fin de la guerra y el colapso de la junta, Moreno tuvo el descaro de lamentar la falta de órganos proletarios de poder para justificar una vez más doblegarse ante la burguesía.
Como deja claro el documento, incluso mientras la junta militar permanecía en el poder, Moreno otorgó un papel histórico progresista a la burguesía argentina y por enésima vez rechazó la teoría de la revolución permanente de Trotsky, que afirma que el establecimiento de un Estado obrero, como parte de la revolución socialista mundial, es necesario para resolver las tareas de la revolución democrática en los países semicoloniales.
Hoy en día, el chauvinismo de derecha del FIT-U de nuevo solo sirve para desarmar políticamente a la clase trabajadora. Facilita los esfuerzos del fascista Milei para tener éxito ahí donde fracasaron las dictaduras anteriores a la hora de imponer los ataques salvajes al gasto social y los niveles de vida exigidos por Wall Street.
En “La guerra y la Cuarta Internacional”, Trotsky comparó el Estado nacional capitalista con una casa “no apta para vivir sino únicamente para morir”, que debe ser “arrasada hasta sus cimientos”. Explicó: “El ‘socialista’ que predica la defensa del Estado nacional es un reaccionario pequeñoburgués al servicio del capitalismo en decadencia”.
En cuanto a América Latina, Trotsky indicó entonces que el imperialismo busca “dividir, debilitar y esclavizar” a la región. Sobre la lucha contra el imperialismo añadió:
Pero no será la atrasada burguesía sudamericana, una agencia totalmente venal del imperialismo extranjero, quien cumplirá esta tarea, sino el joven proletariado sudamericano, el llamado a dirigir a las masas oprimidas… En todos los aspectos el problema nacional se mezcla con el social. Solo la conquista del poder a manos del proletariado mundial garantizará la paz real y duradera para todas las naciones del planeta.
Desde que Trotsky escribió esto en 1934, el estalinismo, el morenismo, otras variantes del pablismo y otras tendencias nacionalistas pequeñoburguesas se han unido a la burguesía como agencias cruciales del imperialismo que han ayudado a subordinar a los trabajadores al Estado nación capitalista y, por lo tanto, hacen posible la continua división y esclavitud neocoloniales de América Latina. Mientras tanto, el desarrollo de las fuerzas productivas y la globalización de la economía mundial han dejado al Estado nacional podrido hasta la médula y totalmente incompatible con la vida, ni mucho menos con algo democrático o progresista.
(Artículo publicado originalmente en inglés el 10 de abril de 2024)