Según las políticas de guerra de clases bajo el presidente argentino Javier Milei sumen a millones más en la pobreza y la miseria, hay reportes casi diarios de protestas espontáneas, cacerolazos y asambleas de base en lugares de trabajo, centros de estudio y barrios.
Después del paro nacional de 12 horas el 24 de enero convocado por la Confederación General del Trabajo (CGT), que vio a más de un millón de argentinos tomar las calles, la burocracia sindical peronista ha buscado limitar las huelgas a cierto número de horas y a un sector a la vez, mientras dirige sus llamados a los tribunales, los gobernadores y el Congreso.
La CGT convocó una huelga de 24 horas para recibir el inicio de clases en gran parte del país el lunes 4 de marzo. Esto sigue a paros docentes limitados en las provincias donde ya comenzó el año escolar.
Los trabajadores aeronáuticos paralizaron el tráfico aéreo del país durante una huelga de 24 horas el miércoles, y el Gobierno intervino para bloquear un acuerdo de la patronal al considerarlo demasiado generoso.
El lunes 26 de febrero, los trabajadores portuarios llevaron a cabo un paro de un turno a nivel nacional y fueron unidos por una huelga de trabajadores de la salud ese día. Una huelga de un día de los trabajadores ferroviarios y del transporte público el 21 de febrero será seguida por otra huelga nacional del transporte público el 5 de marzo, después de dos meses en que la patronal se rehúsa a ofrecer un alza salarial.
En efecto, la burocracia sindical está haciendo valer el ataque más profundo a empleos y niveles de vida en décadas.
Según cifras oficiales, los precios aumentaron 211,4 por ciento en 2023, mientras que los salarios aumentaron 152,7 por ciento. Después de la depreciación brutal de Milei, los precios saltaron 20,6 por ciento en enero (254 por ciento anual), mientras que los salarios, las pensiones y la asistencia social permanecieron en gran medida congelados.
Según el Mirador de la Actualidad del Trabajo y la Economía, hasta fin de diciembre, el salario promedio real era 40 por ciento menor que el nivel de noviembre de 2015, cayendo muy por debajo de la línea de pobreza. Luego en enero, los salarios reales del sector privado formal cayeron 23 por ciento más.
La situación es catastrófica. La tasa de pobreza estimada por la Universidad Católica Argentina (UCA) aumentó del 49,5 por ciento al 57,4 por ciento en enero, sumando más de 3,5 millones de nuevos pobres. La pobreza extrema se elevó al 15 por ciento.
Ya para 2022, la UCA estimó que el 44 por ciento de los niños sufrían de “inseguridad alimentaria” y el 60 por ciento dependía de apoyo nutricional del Gobierno. En el año transcurrido desde entonces, hasta enero de 2024, las ventas de alimentos en las tiendas minoristas han caído un 37 por ciento. Esto significa que el hambre, los niños hurgando en la basura y mendigando son ahora fenómenos comunes.
Durante una protesta fuera del Ministerio de Capital Humano, Ivana Juncosa, una trabajadora de 20 años, dijo a El País: “Somos ocho hermanos y desde que asumió Milei solo comemos una vez al día. Mi papá era electricista matriculado y murió en la pandemia. Ahora salimos todos a trabajar, hasta mi hermano más chico, que tiene 15 años y trabaja en una verdulería”.
El Gobierno de Milei solo ha presionado su dedo en la herida. Bloqueó fondos para los comedores populares, a pesar de que cada día llegan más trabajadores. Se han eliminado cientos de miles de planes sociales, y el gasto en asistencia social y pensiones se redujo 30 por ciento en un mes.
Elevando aún más los precios, los subsidios para el transporte público, el gas y la electricidad se redujeron en un 64 por ciento, en medio de nuevos aranceles a las importaciones.
La Casa Rosada decretó unilateralmente un salario mínimo de 180.000 pesos mensuales (US$ 200), frente a una canasta básica de bienes y servicios por hogar, que define la tasa oficial de pobreza, de 597.000 pesos (US$ 700).
Los despidos masivos del sector público y una recesión cada vez más profunda se han convertido en un ariete para llevar a cabo este empobrecimiento. La interrupción de la obra pública ya ha llevado a 100.000 recortes de empleos en construcción, mientras que Milei se ha jactado sobre despedir a 50.000 empleados públicos. También ha provocado despidos recortando los fondos a provincias gobernadas por la oposición, incluso desobedeciendo una orden judicial para enviar dinero a la provincia de Chubut.
A medida que el consumo se desploma, fábricas como de Toyota y de zapatos Bicontinentar y Topper han anunciado cientos de recortes de empleos, mientras que la mayor empresa metalúrgica del país, Acindar, anunció recientemente una suspensión de la producción por 30 días.
Las autoridades universitarias nacionales han advertido que tendrán que cerrar si el presupuesto permanece congelado desde el año pasado.
En poco más de un mes, estos recortes resultaron en el primer superávit presupuestario del Gobierno desde 2012, superando incluso las propuestas del Fondo Monetario Internacional (FMI), que envió una delegación de alto nivel a fines de febrero para elogiar el “progreso inicial en la restauración de la estabilidad macroeconómica”.
El jueves, la secretaria del Tesoro de Estados Unidos, Janet Yellen, también aplaudió los “pasos importantes” en la política fiscal y monetaria. Esto siguió a un viaje a Buenos Aires del secretario de Estado, Antony Blinken, quien dijo que “no podría estar más satisfecho, en nombre del presidente Biden, con la reunión que acabamos de tener” con Milei. Según los informes, discutieron el préstamo del FMI y las concesiones de litio.
Al mismo tiempo, Yellen y la delegación del FMI hablaron sobre la necesidad de apoyar a los “vulnerables”, y Jordan Schwartz, vicepresidente ejecutivo del Banco Interamericano de Desarrollo, comentó: “La crisis social es la frontera que debe cruzarse con éxito”.
Sin embargo, la “terapia de shock” que elogian y que ayudaron a diseñar busca estrictamente causar “dolor” para abaratar la mano de obra y saquear el tesoro público, los recursos naturales y los fondos de salud y pensiones. El propio Milei advirtió sobre “sacrificios dolorosos” en su discurso inaugural.
Las preocupaciones en los círculos gobernantes y en Wall Street no tienen nada que ver con el sufrimiento, sino con prevenir un estallido social mientras convierten al antiguo país más rico de América Latina en una maquiladora. En última instancia, todo el plan de la élite gobernante para atraer inversiones, que es un factor central en el valor de la moneda y la inflación, depende de evitar que estalle el barril de pólvora sobre el que están sentados.
Después de reunirse con Milei, la delegación del FMI se reunió con líderes sindicales y militares, y un boletín diplomático Confidencial afirma que se pidió a los militares que “intervinieran solo en caso de un levantamiento o estallido social o subversivo”.
Durante su viaje a principios de febrero, Brian A. Nichols, subsecretario de Estado para Asuntos del Hemisferio Occidental, también se reunió con líderes sindicales de la CGT en la Embajada de los Estados Unidos y destacó “el importante papel de los sindicatos en el desarrollo de una economía sólida y una sociedad democrática”.
Hoy en día, Argentina se gobierna desde oficinas en Washington DC.
Además, la promoción de Milei en los medios occidentales, su aceptación por parte de la Administración de Biden y su trato como si fuera una estrella de rock en Davos, Israel, Roma, y en el mitin del CPAC de Trump en Washington demuestran que el capital financiero global e imperialista ha elegido a Argentina como un campo de batalla clave y un sitio de prueba para encabezar una dramática intensificación de la guerra contra la clase trabajadora a nivel internacional.
El imperativo de hacer que los trabajadores paguen por la tercera guerra mundial en ciernes depende de estos ataques sociales.
En este contexto, el programa nacionalista de la pseudoizquierda, que insiste en que los trabajadores deben ante todo aferrarse a una “unidad” con la misma burocracia sindical peronista que está tramando con el Gobierno, el FMI y Washington, es una receta para el desastre.
El pseudoizquierdista Partido Obrero (PO) insiste en un “plan de lucha unificado del movimiento piquetero con los sindicatos”, que en ambos casos están liderados por los peronistas. Mientras tanto, el Partido de los Trabajadores Socialistas (PTS) se concentra en intervenir en las asambleas barriales, de lugares de trabajo y recintos educativos que están brotando espontáneamente en Buenos Aires para redirigirlas hacia el peronismo. En un resumen político de acuerdos de su dirección nacional, el PTS llama a sus simpatizantes a unirse a estas asambleas porque “ganarían una enorme fuerza para multiplicar las exigencias a los sindicatos y centros de estudiantes dirigidos por el peronismo, convocar a sus bases a sumarse a estas iniciativas e imponerles medidas de lucha…”.
Si bien dicen llevar a cabo un “parlamentarismo revolucionario”, el PO y el PTS, que lideran la coalición electoral Frente de Izquierda y Trabajadores-Unidad (FIT-U), ambos han presentado como una gran “victoria” que Milei decidiera retirar su proyecto de ley ómnibus del Congreso —una “victoria” cuando millones más pasan hambre y decenas de miles están siendo despedidos—.
Para Milei, esta fue una maniobra táctica seguida de la imposición de algunas de las medidas más draconianas en materia social y de ataques a los derechos democráticos a través de decreto.
La respuesta complaciente de la pseudoizquierda expresa claramente el carácter social de su liderazgo. Estas organizaciones representan a capas acomodadas de la clase media que buscan deliberadamente crear ilusiones en la burocracia sindical peronista, el Congreso, el reformismo nacional y la política burguesa.
En una declaración particularmente reveladora, la publicación La Izquierda Diario del PTS escribió que el viaje de Milei a Israel, donde alentó el genocidio contra los palestinos en Gaza, fue parte de “una gira mundial sagrada, plagada de gestos y misticismo, pero vacía de estrategia terrenal”.
Solo la perspectiva política más ruinosa podría conducir a tal declaración, que es completamente ciega a las cuestiones internacionales e históricas. Estas fuerzas no han aprendido y no pueden aprender nada de la historia.
Ante todo, el viaje de Milei siguió una “estrategia terrenal”, es decir, una basada en cálculos materiales. Como explicó el World Socialist Web Site:
La clase gobernante argentina se está empapando las manos con la sangre de los habitantes de Gaza como medio para renovar, sobre la base más activa, su histórica relación contrarrevolucionaria con la burguesía israelí. Esto se relaciona particularmente con la masacre de 30.000 trabajadores, jóvenes e intelectuales de izquierda durante la dictadura militar argentina de 1976-1983.
El propio Milei ha defendido el legado de la dictadura militar respaldada por Estados Unidos como una “guerra” necesaria, cuyo principal proveedor de armas fue Israel. La pseudoizquierda está repitiendo las políticas de sus predecesores en la década de 1970 y desarmando políticamente a los trabajadores ante otro giro de la burguesía hacia una dictadura fascista.
A través de sus manifestaciones masivas, huelgas y asambleas de base, la clase obrera está exigiendo una lucha revolucionaria por el poder. Los trabajadores en Argentina están concluyendo cada vez más que el hambre, la pobreza y los recortes de empleos no se pueden combatir presionando para que haya reformas. Los años de fuga de capitales y la inflación asociada muestran que no hay espacio para tales concesiones.
Pero además los trabajadores necesitan concluir que esta no es una lucha sindical por aumentos salariales, como insisten los pseudoizquierdistas, sino una lucha política contra el programa de austeridad, guerra, genocidio y dictadura de la burguesía argentina y sus patrones imperialistas. Lo mismo es cierto en todo el mundo.
La “unidad” traicionera con el peronismo y la falsa izquierda del FIT-U debe ser rechazada decisivamente, y los trabajadores y los jóvenes deben orientarse en cambio a las luchas cada vez mayores de los trabajadores en todo el continente americano, Europa e internacionalmente. Este giro debe basarse en el arsenal histórico y teórico acumulado por el movimiento trotskista, que hoy está representado únicamente por el Comité Internacional de la Cuarta Internacional.
(Artículo publicado originalmente en inglés el 1 de marzo de 2024)