En menos de 48 horas, a las 11:59 p. m. (horario del este) del jueves, expirarán los contratos de 150.000 trabajadores estadounidenses en General Motors, Ford y Stellantis. Los contratos de 18.000 trabajadores más de la industria automotriz en Canadá expirarán cuatro días después, el 18 de septiembre.
En la medida en que se acerca la fecha límite, la burocracia del sindicato United Auto Workers (UAW) está involucrada en un intento de cancelar una batalla o limitar gravemente su impacto. Según un reporte en el Detroit Free Press publicado la noche del martes, el presidente del UAW, Shawn Fain, está preparando el anuncio de “huelgas estratégicas”, es decir, huelgas aisladas en un puñado de plantas, si no sella acuerdos. En los últimos días, el UAW abandonó las demandas principales de los trabajadores.
La situación está siendo monitoreada de cerca por el Gobierno de Biden, que está en comunicación diaria con el aparato del UAW. Lo que discuten a puerta cerrada no son los contratos, que fueron redactados hace mucho tiempo, sino cómo obligar a los trabajadores a aceptar una traición.
Pero, entre los trabajadores, está aumentando el enfado y la determinación para luchar. Los trabajadores votaron 97 por ciento a favor de autorizar una huelga con el objetivo de ganar importantes aumentos, la abolición de los escalafones salariales, ajustes al coste de vida, pensiones completamente financiadas, la contratación a tiempo completo de todos los trabajadores temporales y un fin a los despidos y cierres de planta.
El enfrentamiento de clases en curso tiene enormes implicaciones nacionales y globales.
La rebelión cada vez mayor de los trabajadores automotores se produce después de 40 años de ataques a los derechos y condiciones de vida de la clase trabajadora. En la década de 1980, con la ayuda de la burocracia de la AFL-CIO, la clase gobernante estadounidense aplastó las luchas poderosas de PATCO, Hornel, Greyhound, Phelps Dodge y muchas más, conduciendo a varias décadas en las que la lucha de clases ha sido suprimida artificialmente. Esto ha tenido consecuencias devastadoras para los niveles de vida de la clase trabajadora.
Pero el periodo de décadas en que la clase gobernante ha sofocado la lucha de clases en Estados Unidos con la ayuda de las burocracias sindicales ha llegado a su fin. Por varios años, ha habido una intensificación paulatina de la lucha de clases en el país. Y la principal forma que ha asumido es un conflicto cada vez más enconado con el aparato burocrático, que está dedicado a subordinar a la clase trabajadora a los intereses de las empresas y el Estado.
La clase trabajadora no solo enfrenta en esta lucha a un puñado de corporaciones codiciosas. Todas las políticas de la élite gobernante —los rescates a los ricos, el crecimiento extremo de la desigualdad social y las guerras interminables— exigen un asalto sin tregua a los empleos y los niveles de vida de los trabajadores.
La lucha de clases siempre ha tendido a ser amargamente violenta en Estados Unidos. Esto no se debe solo a la dinámica interna de las relaciones de clase en EE.UU. Cuando emergió como la potencia imperialista dominante, todas las presiones y contradicciones del capitalismo global se concentraron en Estados Unidos.
Durante gran parte del siglo XX, la lucha de clases se desarrolló con el telón de fondo del creciente poder y dominio del imperialismo estadounidense. Como resultado, la fuerza de la posición global del capitalismo estadounidense concedió a la clase dominante la capacidad de hacer ciertas concesiones a la clase obrera, aunque tales concesiones siempre estuvieron motivadas por el miedo a una revolución social, un miedo que se había hecho realidad en la Revolución rusa de 1917.
Sin embargo, ha pasado más de medio siglo desde que el Gobierno de Lyndon B. Johnson se enfrentó a la realidad de que las aspiraciones declaradas de la 'Gran Sociedad' no podían combinarse con la guerra de Vietnam, por lo que puso en marcha una política de contrarrevolución social. La clase dominante reaccionó al deterioro de la posición económica del capitalismo estadounidense con un feroz ataque a la clase obrera. Para ello contó con la complicidad del aparato sindical antisocialista, que se transformó en un brazo de la patronal.
Las luchas de la clase obrera hoy se producen en condiciones totalmente diferentes. La clase dominante celebró la disolución de la Unión Soviética en 1989-91 como el anuncio de un nuevo nacimiento de la estabilidad capitalista, pero el mundo no salió como lo predijo la clase gobernante.
Más de 30 años después, la burguesía estadounidense se enfrenta a una confluencia sin precedentes de crisis económicas, sociales y políticas. Estados Unidos no es el mayor acreedor del mundo, es el mayor deudor del mundo, y tiene dificultades para mantener la posición cada vez más precaria del dólar como moneda de reserva mundial. El intento del imperialismo estadounidense de afirmar su posición mundial dominante mediante guerras interminables ha producido una debacle tras otra y ahora está encaminado a una tercera guerra mundial.
La situación social en el que una vez se llamó el 'país más rico del mundo' es un desastre, caracterizado por el aumento de la pobreza y niveles récord de desigualdad. La caída implacable del nivel de vida ha borrado del lenguaje estadounidense frases como 'la tierra de las oportunidades ilimitadas'. En los últimos tres años y medio, más de un millón de personas han muerto a causa de la pandemia de COVID-19 en EE.UU., debido a la negativa de la clase gobernante a adoptar medidas básicas de salud pública por su impacto en el valor de las acciones de Wall Street.
En cuanto al sistema político, está cada vez más desacreditado y es visto como una herramienta en manos de los ricos. Incapaces de responder a la crisis con un programa de reformas, las élites gobernantes se abalanzan hacia el fascismo y la dictadura.
La clase trabajadora se ve empujada a encontrar una salida a la locura y la disfunción de la sociedad estadounidense. En su programa aprobado en 2010, el Partido Socialista por la Igualdad escribió: 'En el análisis final, la vasta riqueza y el poder del capitalismo estadounidense fueron la causa objetiva más significativa de la subordinación de la clase obrera al sistema bipartidista controlado por las empresas... El cambio en las condiciones objetivas, sin embargo, llevará a los trabajadores estadounidenses a cambiar de opinión. La realidad del capitalismo proporcionará a los trabajadores muchas razones para luchar por un cambio fundamental y revolucionario en la organización económica de la sociedad'.
Esto está ocurriendo ahora. La brutal contención de la lucha de clases se está desmoronando. El desarrollo de comités de base, organizaciones de la clase obrera fuera del control de la burocracia, está cobrando fuerza en todo Estados Unidos.
El desarrollo de la lucha de clases, sin embargo, no solo tomará la forma de un movimiento huelguístico. Hay una creciente sensación de que lo que se necesita es una reorganización fundamental de la sociedad.
Esto se manifestó el año pasado en el gran apoyo a la campaña del trabajador automotor Will Lehman para la presidencia del UAW. Lehman, quien se presentó abiertamente como socialista y partidario de la Alianza Internacional Obrera de los Comités de Base (AIO-CB), obtuvo casi 5.000 votos, a pesar de la masiva privación del derecho de voto de las bases por parte del aparato sindical, que se negó a informar a muchos trabajadores de que se estaban celebrando elecciones.
Una vez más, los acontecimientos en Estados Unidos tendrán implicaciones internacionales. Existe una relación recíproca. Del mismo modo que el pleno impacto de la crisis global del imperialismo estadounidense confiere a la lucha de clases a nivel nacional un carácter extraordinariamente explosivo, el crecimiento del conflicto de clases en Estados Unidos tendrá un impacto de radicalización en todo el mundo.
El surgimiento de un movimiento de bases de los trabajadores automotores estadounidenses forma parte del desarrollo de un poderoso movimiento de la clase obrera a escala mundial. En todos los continentes, las protestas masivas de los últimos años han involucrado a decenas de millones de personas, representantes de una clase obrera globalmente integrada que ha sumado a miles de millones a sus filas en los últimos 30 años.
Dentro de esta situación objetiva, la construcción de una dirección revolucionaria en la clase obrera, basada en toda la experiencia histórica de la lucha de clases y del movimiento socialista, es la tarea política fundamental.
(Publicado originalmente en inglés el 12 de septiembre de 2023)