El 9 de diciembre, el candidato a presidente del sindicato UAW en EE.UU., Will Lehman presentó una protesta formal sobre los resultados de las elecciones de 2022 para cargos sindicales “en su totalidad”.
La protesta escrita de Lehman es un registro histórico enciclopédico de la elección, detallando exhaustivamente todos los aspectos de la conspiración antidemocrática llevada a cabo por la burocracia para aferrarse al poder por medio de la supresión del voto
La protesta de 50 páginas y las docenas de páginas de anexos que reúnen información obtenida a través de las redes de miembros de base que han seguido creciendo y fueron establecidas durante la campaña de Lehman, demuestran que la burocracia infringió repetidamente las leyes laborales estadounidenses y que la elección fue ilegal.
Lehman, quien fue el único candidato socialista en la elección, recibió casi 5.000 votos de las bases de trabajadores automotrices y académicos de todo el país. Pero, a menos que se acepte su protesta, su nombre será excluido en la segunda ronda el mes siguiente, en la cual solo aparecerán los candidatos principales del aparato burocrático, Ray Curry y Shawn Fain. Cada uno recibió menos del 4 por ciento del total de votos elegibles debido a la masiva supresión de votos.
Un millón de los 1,1 millones de miembros elegibles no votaron porque la dirección del UAW los mantuvo deliberadamente desinformados. Esto no se trata de una opinión, sino que es un hecho demostrable. La protesta de Lehman describe, por ejemplo, cómo el sitio web nacional de UAW, llamada “Member News” [Noticias para miembros], no mencionó la elección del 29 de julio hasta el 29 de noviembre.
Mientras mantenía una conspiración de silencio en torno a las elecciones internas del sindicato, la burocracia dedicó enormes recursos para hacer campaña a favor del Partido Demócrata en las elecciones intermedias nacionales. En dichos comicios, que ocurrieron al mismo tiempo que la elección sindical, la burocracia utilizó técnicas avanzadas de publicidad, organizó eventos públicos y bombardeó a sus miembros con anuncios para aumentar la participación electoral, recordándoles a los trabajadores sobre las fechas límite.
No hay ninguna explicación inocente sobre esta diferencia. Si el sindicato hubiera dedicado los mismos recursos a su propia elección que a apoyar a los demócratas en las elecciones intermedias, la participación habría sido indisputablemente mucho mayor.
Un previo aviso adecuado es un requisito fundamental para que cualquier elección se considere democrática. Los trabajadores no pueden votar en una elección que ni siquiera sabían que estaba ocurriendo.
La burocracia del UAW tiene de forma evidente un motivo indebido para suprimir el voto. Los burócratas temían que, si sus miembros sabían de la elección, los hubieran sacado del poder, privándolos de sus salarios descomunales de seis cifras, su acceso a $1,5 mil millones de activos provenientes de las cuotas de los trabajadores y sus otros beneficios podridos tanto directos como indirectos.
La protesta de Lehman documentó que los escasos avisos del sindicato se realizaron por medio del Sistema de Información de los Locales Sindicales (LUIS, por sus siglas en inglés), el cual fue creado por la burocracia para comunicaciones internas y que “excluía a los miembros”, en las palabras del juez federal de distrito, David Lawson, durante una audiencia en el caso Lehman vs. UAW en noviembre.
Este fue el resultado: en términos generales, los funcionarios sindicales y sus socios fueron informados y votaron, y las bases no. Esto favoreció a los candidatos preferidos de la burocracia y suprimió el voto para Lehman, cuya campaña reflejaba los intereses y las aspiraciones de las bases.
La falta de aviso estuvo combinada con errores generalizados en las listas de direcciones postales y correos electrónicos, que el sindicato se rehúsa obstinadamente a mantener de forma apropiada. Esto causó que hubo más papeletas retornadas porque no pudieron ser entregadas que las que fueron emitidas. Muchos trabajadores sí se enteraron de la elección, en muchos casos solo gracias a la campaña de Lehman, pero no pudieron votar porque no recibieron su papeleta a tiempo.
En noviembre, Lehman presentó una demanda judicial exigiendo extender 30 días las fechas límites para que los trabajadores pudieran solicitar y enviar sus papeletas. Esta solicitud fue rechazada después de que se opusieron el secretario de Trabajo del Gobierno de Biden, Marty Walsh, los abogados del aparato del UAW y el monitor nombrado por el tribunal.
“Si las papeletas siguen siendo enviadas a este ritmo cada día hasta la fecha límite del 28 de noviembre”, advirtió Lehman en su demanda, “la participación total será aproximadamente de 104.000”. Esta advertencia de Lehman fue sumamente precisa. Sucede que se contaron 104.776 votos.
La participación del 9 por ciento fue una de las más bajas en una elección sindical directa en la historia estadounidense, si no la más baja de todos los tiempos. Pero la participación entre los trabajadores académicos de la costa oeste fue incluso menor, lo que sugiere una posible discriminación deliberada en contra de estos nuevos miembros, ya que era más probable que no votaran por los candidatos del aparato aferrado al poder.
Por ejemplo, el Local 4123, que según su sitio web tiene “más de 11.000 miembros”, solo recibió 2.296 papeletas y emitió 29 votos.
El Local 5810 del UAW, que representa a los investigadores académicos y estudiantes postdoctorales, solo emitió 328 votos en la elección para oficiales nacionales. Tan solo algunas semanas después, emitió 4.756 votos en una ratificación de contrato. Esto demuestra irrefutablemente que fue la falta de aviso lo que causó la participación tan baja. No fue “apatía”: un insulto falso siendo promulgado ahora por la burocracia y sus cómplices.
La protesta de Lehman también documenta la intimidación sistemática contra los voluntarios de su campaña en los lugares de trabajo de todo el país, incluso una amenaza implícita de violencia física por parte del director de la Región 4 del UAW, Brandon Campbell, el 7 de diciembre.
Además, la protesta de Lehman documenta cómo el sindicato desinformó deliberadamente a sus miembros sobre las fechas límite para votar y la elegibilidad a fin de reprimir el voto. Por ejemplo, les dijeron a los trabajadores temporales a tiempo parcial (TPT) que no podían votar incluso si habían recibido una papeleta y les indicaron a los trabajadores de GM en Arlington, Texas, y en otras plantas que la fecha límite ya había pasado cuando no era cierto.
El colmo de esta montaña de comportamiento indebido, como la cereza en el pastel, fue que el propio voto de Will Lehman evidentemente no fue contado, a pesar de que lo envió mucho tiempo antes que la fecha límite.
“Si el UAW fuera un país”, escribió Lehman en la protesta, “¿se denominaría una democracia?”. Con 9 por ciento, la participación fue menos de la mitad de la participación más baja en las elecciones nacionales del mundo, que ocurrió en Haití. Es menos que la participación en países que el Índice de Democracia de The Economist califica como “regímenes autoritarios”.
El sindicato se vio obligado a llevar a cabo las elecciones directas de este año, las primeras en la historia del UAW, por el escándalo de corrupción que se ha prolongado por años. Una gran cantidad de miembros de la junta ejecutiva del sindicato, incluyendo dos expresidentes, fueron condenados y se declararon culpables por llevar a cabo conspiraciones criminales contra los miembros. El Departamento de Justicia de EE.UU. describió “una cultura de corrupción” entre los supuestos “líderes sindicales”, que gastaron varios millones de dólares de las cuotas sindicales en sus estilos de vida grotescamente lujosos, mientras recibían sobornos de la patronal para encadenar a los trabajadores a contratos desfavorables.
El Gobierno estadounidense impuso al UAW un observador designado por un tribunal y la posibilidad de elecciones directas, no por un gran amor a la democracia laboral, sino porque, de otro modo, la burocracia sindical no habría podido sobrevivir. Las elecciones se vieron como una forma de rehabilitar un sindicato que durante décadas ha servido como una herramienta clave para mantener bajo control las demandas económicas de los trabajadores, para mantener a los trabajadores políticamente bajo el pulgar del Partido Demócrata y para promover los intereses del imperialismo estadounidense en el extranjero.
La protesta formal de Will Lehman plantea ahora un dilema al sindicato, a la Administración de Biden y al monitor designado por el tribunal, que deberán o bien (1) reconocer que el candidato socialista tiene razón y repetir las elecciones, desestabilizando aún más un pilar clave del dominio capitalista en Estados Unidos, o bien (2) seguir adelante con estos resultados electorales, que un número cada vez mayor de miembros de base nunca reconocerán como legítimos.
No hay duda de que, a lo largo de estas elecciones, fueron Will Lehman y los que apoyaron su campaña los que estuvieron al frente de la lucha por los intereses y los derechos democráticos de los trabajadores de base en oposición a la patronal, la Administración de Biden, el aparato sindical y el monitor designado por el tribunal.
Esta lucha se libra mientras se abre un nuevo ciclo revolucionario y se movilizan cada vez más las fuerzas sociales masivas en todas las industrias del mundo. Directa e indirectamente y de muchas formas diferentes, los trabajadores se están enfrentando al sistema de lucro, sus defensas y defensores.
En los sindicatos, esto se manifiesta como una rebelión de las bases contra las corruptas burocracias nacionalistas, que responden a su vez con métodos antidemocráticos y autoritarios. En este contexto, la campaña de Lehman representa objetivamente la manifestación más aguda de un elemento clasista dentro de esta dinámica general.
Si Lehman no hubiera sido candidato en las elecciones del UAW, es probable que la supresión masiva de votantes se hubiera producido igualmente, aunque no con la misma saña. Pero sin la participación activa de un candidato socialista en las elecciones, el alcance total de las conspiraciones antidemocráticas de la burocracia contra los afiliados no se habría revelado tan completamente, a la vista de cientos de miles de afiliados de base y jubilados.
Todo esto ha sido posible gracias al trabajo activo de Lehman y de trabajadores y simpatizantes de ideas afines, que respondieron a los pedidos de voluntarios, que se plantaron frente a las entradas de las fábricas con panfletos y se negaron a retroceder ante la intimidación y las represalias. Una campaña genuinamente socialista, sin exagerar, transformó por completo la dinámica política de las elecciones.
El aparato del UAW preferiría ahora olvidarse de las elecciones y seguir como siempre. Pero por mucho que a la burocracia le guste fingir que las elecciones fueron legítimas, no lo fueron, ni desde el punto de vista legal ni a los ojos de un número cada vez mayor de afiliados. La protesta formal de Lehman es solo el primer paso de la campaña por una repetición de las elecciones en la que los afiliados expresen realmente su voluntad democrática.
“Hago esta protesta en mi propio nombre como miembro y candidato, así como en nombre de un millón de mis hermanos y hermanas del sindicato que no votaron en estas elecciones”, escribió Lehman en la protesta. “Si hubieran votado por mí u otro candidato, todos teníamos derecho a participar en unas elecciones democráticas significativas, algo que estas elecciones no fueron”.
La campaña de Lehman nunca se limitó a captar votos. Se trataba de construir los cimientos del poder de las bases, de hacer valer las necesidades y aspiraciones independientes de la clase obrera y de desafiar la influencia de la corrupta burocracia antiobrera.
Con la protesta formal de Lehman contra los resultados electorales, esta campaña entra ahora en una nueva fase, y es fundamental que el contenido de la protesta circule y se discuta lo más ampliamente posible.
(Publicado originalmente en inglés el 30 de diciembre de 2022)