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Perspectiva

Wall Street celebra el pronóstico de desempleo masivo

Ayer ocurrió algo que resume la dinámica de clases fundamental que está impulsando la crisis cada vez más profunda de la economía capitalista global mientras la inflación alcanza sus niveles más altos en cuatro décadas, los tipos de interés de la Reserva Federal de EE.UU. y otros bancos centrales siguen aumentando y el peligro de una recesión mundial se vuelve cada vez más probable.

Después de un reporte de Bloomberg que anticipa de forma casi segura una recesión en EE.UU. en los próximos 12 meses, según sus proyecciones económicas, los precios de las acciones en Wall Street se dispararon por segundo día consecutivo después del último periodo a la baja.

Los especuladores financieros se regodean ante el pronóstico de una recesión, sabiendo muy bien que las políticas de la Reserva Federal no pretenden combatir la manipulación de precios de las empresas ni sus ganancias extraordinarias, sino recortar los salarios de los trabajadores.

El exasesor económico principal de la Casa Blanca Gary Cohn se ríe mientras el presidente Donald Trump habla sobre él durante una reunión del gabinete en la Casa Blanca, 8 de marzo de 2018, Washington D.C. [AP Photo/Evan Vucci]

El contenido de clase de la llamada “lucha contra la inflación”, que es el lema de la Reserva Federal y los otros bancos centrales, fue indicado por el exasesor económico de Trump, Gary Cohn.

“Va a haber una destrucción de empleos si realmente vamos a ver la inflación restringida”, dijo en una entrevista con Yahoo Finance el lunes.

Cohn dejó entrever que la “lucha contra la inflación” no tiene nada que ver con los aumentos de precios que despedazan los niveles de vida, sino que está enfocada en reducir solo un precio: aquel de la mano de obra, los salarios.

“Ahora tenemos una fuerza laboral más pequeña en Estados Unidos así que los negocios están teniendo que pagarles a los trabajadores más para atraerlos a la fuerza laboral, lo que alimenta la inflación. Los salarios suben y esto es inflacionario”, dijo.

Esta afirmación es totalmente falsa. Como lo indican todos los reportes económicos, incluyendo el Panorama Económico Mundial publicado por el Fondo Monetario Internacional la semana pasada, los salarios no le han mantenido el ritmo a la inflación ni en EE.UU. ni en el resto del mundo.

La espiral inflacionaria es el resultado de las acciones de las clases capitalistas en el poder. La negativa de los Gobiernos a nivel mundial a emprender las medidas de salud pública necesarias para eliminar el COVID-19 en la población humana para no afectar negativamente la bolsa de valores provocó la crisis de las cadenas de suministro.

Las alzas de precios se agravaron por la guerra de EE.UU. y la OTAN contra Rusia en Ucrania, los importantes aumentos en el gasto militar de todos los Gobiernos y la burbuja especulativa creada por el bombeo de dinero sumamente barato en el sistema financiero durante la última década y media.

Además de todo esto, ha habido una manipulación desenfrenada de precios para aumentar las ganancias de las gigantes corporaciones alimentarias y energéticas y especulación por parte de los fondos de inversión y otros en los mercados de alimentos, metales, energía y otros productos básicos, como dejó en claro la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD, por sus siglas en inglés) a inicios de este mes.

Pero los bancos centrales y los representantes del capital financiero nunca han dejado que la realidad afecte su agenda de la guerra de clases, que está dirigida contra la clase obrera.

Los comentarios de Cohn sobre la destrucción de empleos pone de relieve el llamado hace meses del exsecretario demócrata del Tesoro, Lawrence Summers, de que la tasa de desempleo debía ser de cinco o seis por ciento por varios años o de diez por ciento por al menos un año.

La aristocracia financiera está desplegando dos armas para avanzar su agenda.

En el frente económico, está siguiendo los pasos del expresidente de la Reserva Federal, Paul Volcker, quien aumentó las tasas de interés a niveles récord en los años ochenta para inducir la recesión más profunda desde los años treinta que permitió aplastar las demandas salariales y reestructurar las relaciones de clases.

Al mismo tiempo, está apoyándose en el aparato sindical para que continúe y profundice el papel que ha desempeñado desde la ofensiva de Volcker: sofocar por cualquier medio necesario la lucha independiente de la clase obrera contra los recortes cada vez mayores a sus niveles de vida y contra las condiciones laborales cada vez más intolerables impuestas por décadas y agudizadas durante la pandemia.

Debido a su papel central en el sistema financiero global, las alzas de los tipos de interés de la Reserva Federal están repercutiendo en toda la economía mundial. El Fondo Monetario Internacional advirtió que al menos una tercera parte de los países sufrirá una contracción económica durante el próximo año. El Banco Mundial y UNCTAD han dicho que el aumento sincronizado de los tipos de interés está induciendo una recesión global.

Es un círculo vicioso. Los tipos de interés de EE.UU. están aumentando el valor del dólar en relación con las otras divisas. La depreciación de las divisas aumenta el costo de las importaciones, que usualmente se pagan en dólares, alimentando la inflación. Los bancos centrales del resto del mundo luego aumentan sus tipos de interés, alimentando una contracción económica mayor.

Como lo señaló recientemente el columnista Edward Luce del Financial Times, la Reserva Federal es “el motor de la contracción económica” y el “sufrimiento monetario es la exportación de más rápido crecimiento de EE.UU.”.

Pero los salarios no son para nada el único blanco, como lo ha demostrado la crisis financiera actual en Reino Unido. Todo el entramado masivo de deudas y capital ficticio, que se erigió en la última década y media, solo se puede mantener de pie si hay un flujo continuo de plusvalía extraída de la clase obrera hacia los cofres del capital financiero.

El total de la plusvalía de la cual se alimenta debe expandirse por medio de recortes salariales, por un lado, y recortes a los servicios sociales vitales, por el otro. Este es el significado de la tormenta financiera en Reino Unido del último mes.

La objeción del capital financiero al minipresupuesto del Gobierno de Truss no debió que iba a entregar más dinero a las corporaciones y a los súper ricos a través de 45.000 millones de libras en recortes fiscales, sino que estas medidas no contaban con ningún tipo de financiamiento. Es decir, debían financiarse mediante nuevos recortes en servicios sociales ya eviscerados, como la salud y la educación.

Ese programa ya se está llevando a cabo ahora que el Gobierno conservador reajustado preparó grandes recortes que se anunciarán a finales de este mes para “restaurar la confianza”.

Y este programa de guerra de clases debe seguirse en todo el mundo, tal y como se desprende del Informe de Seguimiento Fiscal del FMI, publicado la semana pasada. Decía que, ante la alta inflación, el aumento de la deuda y el alza de los tipos de interés, la coherencia entre la política monetaria y la fiscal era “primordial”, lo que significa que los Gobiernos tienen que mantener sus presupuestos en un “curso de ajuste”.

Pero ese “ajuste” no se aplicará al gasto militar, ya que los Gobiernos de todo el mundo dedican cada vez más recursos a sus presupuestos de guerra.

En cuanto a la inflación, la política es “dejarla correr” y el FMI declara que “los intentos de limitar el aumento de los precios mediante el control de los mismos, las subvenciones o los recortes fiscales serán costosos para el presupuesto y, en última instancia, ineficaces”.

¿Cuál debe ser la respuesta a esta guerra de clases en casa y a los crecientes peligros de una guerra mundial, con posibles consecuencias nucleares? Esta es la cuestión clave a la que se enfrenta la clase obrera en EE.UU., el centro del sistema capitalista mundial, y en todos los países.

El World Socialist Web Site y el Comité Internacional han avanzado un programa claro: el desarrollo en cada industria y lugar de trabajo de comités de base para romper el dominio de la burocracia sindical y avanzar en la lucha independiente de la clase obrera para satisfacer sus necesidades. En Estados Unidos, la máxima expresión de esta lucha es la campaña de Will Lehman para presidente del sindicato United Auto Workers (UAW).

Esta perspectiva plantea la necesidad de un programa político, basado en la comprensión de que, cualquiera que sea la forma inmediata de la miríada de depredaciones infligidas a la clase obrera, están arraigadas en la crisis cada vez más profunda del sistema en su conjunto y que la lucha por el socialismo es el eje de la lucha por derrocar la dictadura del sistema de lucro.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 18 de octubre de 2022.)

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