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Académicos australianos atacan a Julian Assange en un programa de la ABC

La Australian Broadcasting Corporation (ABC) publicó el 23 de junio un podcast de una hora de duración en el que varios académicos y figuras de los medios de comunicación hablaban del proceso de extradición del fundador de WikiLeaks, Julian Assange.

El fundador de WikiLeaks, Julian Assange, siendo sacado del tribunal en Londres, el miércoles 1 de mayo de 2019. [AP Photo/Matt Dunham] [AP Photo/Matt Dunham]

El programa sigue siendo digno de comentario varias semanas después. Es, después de todo, una de las pocas ocasiones en las que la cadena financiada con fondos públicos ha considerado oportuno dedicar un programa entero a Assange, a pesar de que es el preso político de más alto perfil de Australia, y un colega periodista.

La ABC rompió su silencio general sobre Assange ante la avalancha de apoyo al fundador de WikiLeaks, después de que la ministra del Interior británica, Priti Patel, anunciara el mes pasado que había aprobado su extradición a Estados Unidos, donde Assange se enfrenta a 17 cargos de la Ley de Espionaje y a 175 años de prisión por denunciar crímenes de guerra estadounidenses.

Cualquiera que esperara una explicación comprensiva de la persecución de Assange, o una declaración de apoyo a un periodista que se enfrenta a una persecución atroz, se quedó decepcionado.

El programa se titulaba: '¿Tiene Julian Assange derecho a una defensa de la ‘libertad de expresión’?'

Todas las organizaciones de derechos humanos y de libertad de prensa con credibilidad han respondido a la pregunta de forma inequívoca y afirmativa. Han exigido que se retiren inmediatamente los cargos de Estados Unidos, porque constituyen un ataque frontal a los derechos democráticos más básicos.

Los anfitriones de The Minefield, Waleed Aly y Scott Stephens (Foto: ABC)

No así la ABC y sus estimados invitados. Los presentadores de la radio eran Waleed Aly y Scott Stephens y el programa formaba parte de una serie de ABC Radio National 'The Minefield'.

Aly ha hecho anteriormente críticas limitadas a la persecución de Assange, aunque no recientemente. Profesor de política en la Universidad de Monash y omnipresente personalidad de los medios de comunicación, sus credenciales 'liberales' se basan principalmente en la promoción de la política de identidad multicultural, que no es ni siquiera ligeramente de izquierdas o amenazante para los poderes fácticos.

Lo que menos se ha señalado es que Aly trabaja para el think tank del Centro de Investigación del Terrorismo Global de la Universidad de Monash, un organismo financiado por el Estado que colabora con las agencias policiales y cuya tarea es 'fomentar las prácticas antiterroristas.'

Stephens es un editor de ABC, y antiguo profesor de teología y ética y ministro de la parroquia. Se le considera un experto en el académico esloveno Slavoj Žižek, un charlatán intelectual cuya retórica, ocasionalmente de 'izquierda', es utilizada en apoyo a la guerra imperialista y la reacción.

En el episodio de Assange aparecía como invitada Katharine Gelber, profesora de Política y Políticas Públicas de la Universidad de Queensland y directora de la Escuela de Ciencias Políticas y Estudios Internacionales de esa universidad.

Apenas transcurridos cinco minutos del programa, Stephens se quejó de que los 'asangistas' son 'tan sensibles sobre Assange, y lo que Assange como una causa podría entonces significar para el futuro de la democracia occidental o el futuro de la libertad de prensa... que ni siquiera se puede abordar la admisión de que realmente puede haber cosas por las que se le ha acusado con razón y por las que debe rendir cuentas y por las que debe ser juzgado'.

El único 'crimen' por el que se ha acusado a Assange es la publicación de información veraz, de interés público, que expuso las acciones ilegales del gobierno estadounidense y sus aliados. Si eso se convierte en ilegal, también lo es cualquier oposición a la guerra y a otras políticas gubernamentales.

Stephens presentó el proceso de tribunal canguro al que ha sido sometido Assange durante más de una década como un caso legal de buena fe.

'¿Vale realmente la pena que la defensa haga que la gente pierda por completo la fe en los sistemas legales, en las estructuras internas de responsabilidad dentro del periodismo, de la capacidad de los políticos y los jueces para comportarse y actuar, y legislar, de buena fe?' continúa Stephens.

Sin pruebas, repitió la versión del Departamento de Justicia de Estados Unidos sobre los cargos contra Assange: 'Solicitar/conspirar con personas que tenían acceso a información clasificada para ayudarles a conseguir esa información —en otras palabras, 'hackear'', y 'la publicación masiva de documentos que pusieron a personas que eran informantes, especialmente en Afganistán e Irak, en amenaza inmediata de represalias, de encarcelamiento y de muerte'.

Estas afirmaciones se ven refutadas por pruebas que han sido en el registro público durante años.

Los testimonios en los tribunales han demostrado que Assange no hackeó ordenadores estadounidenses.

Lejos de poner en riesgo a las personas de forma 'voluntaria, imprudente o temeraria' a través de las publicaciones de WikiLeaks, tanto Mark Davis como el periodista de Der SpiegelJohn Goetz han revelado la extensa redacción de documentos por parte de Assange.

Sin embargo, Stephens declaró: 'En ambos frentes, en mi opinión, es correcto que sea extraditado, es correcto que sea juzgado'.

Stephens no señaló que, según un informe de Yahoo! News del pasado mes de septiembre, la administración de Trump y la CIA habían planeado secuestrar o asesinar a Assange en 2017. ¿Eran estos planes de asesinato de Estado en Londres una expresión del 'estado de derecho' y de las 'normas democráticas'? Stephens no lo dijo y Aly no se molestó en preguntar.

Gelber se lanzó a proclamar que WikiLeaks no es una organización periodística, a pesar de haber recibido algunos de los más altos honores en el campo, incluyendo el Premio Walkley de Australia por la más destacada contribución al periodismo en 2011.

Según Gelber, 'Assange está diciendo que 'puedo obtener información ilegalmente, no puedo ejercer ninguna prudencia o cautela en lo que decido hacer público. Puedo poner en peligro a las personas porque quiero. Puedo ignorar todos los principios del periodismo'. Y luego, cuando vengan a por mí, cosa que sabía que iba a ocurrir, les diré: 'Cómo se atreven a venir a por mí. Tengo libertad de expresión''.

Stephens coincidió con el desplante antidemocrático de Gelber y añadió: 'El argumento de la 'libertad de expresión' no está del lado de quienes intentan obtener ilegalmente esa información'.

Estados Unidos ha reconocido que no tiene pruebas de que las publicaciones de WikiLeaks hayan provocado daños físicos a ninguna persona en el mundo. El único daño causado fue a las falsas pretensiones humanitarias y democráticas de los belicistas de Washington.

Además, si solicitar información es un delito, también lo es todo el periodismo genuino. Si los periodistas no solicitan información, se convierten simplemente en un servicio de transmisión de la información oficial aprobada que les entregan las autoridades gubernamentales. Esta concepción de la 'prensa libre' no sería rechazada por ningún dictador o autócrata.

Gelber amplió este punto: 'No podemos permitir que esa protección especial [la libertad de prensa] se extienda a cualquiera que tenga un teclado, sin importar cómo haya obtenido la información, sin importar lo que quiera publicar, y sin ejercer ningún tipo de restricción editorial, o prudencia, o juicio'.

En otras palabras, la libertad de prensa sólo se aplica a los periodistas que trabajan para conglomerados mediáticos milmillonarios, y que son investigados por las agencias de inteligencia. Ciertamente, esta no era la concepción de los revolucionarios estadounidenses, que inscribieron la libertad de expresión para todos como la Primera Enmienda de la Constitución de Estados Unidos, pero sería aceptada de corazón en las oficinas de la CIA y sus homólogos australianos.

Aly, adoptando la postura poco convincente de pseudo objetividad que tanto gusta a los periodistas arribistas y a los tertulianos, se distanció de los que tachan a Assange de 'malvado' o de 'mesías'. Y añadió: 'Me parece que sería una conversación mucho mejor si se prohibiera mencionar el nombre de Julian Assange'.

Lo mismo ocurriría con los matones de la CIA que conspiraron para asesinar a Assange, y con todos los dirigentes gubernamentales que han supervisado su persecución durante una década.

La declaración de Aly subrayó la desaparición de cualquier distinción sustancial entre la opinión liberal de la clase media alta y los desvaríos de los académicos que hablan en nombre de las agencias de inteligencia y del Estado.

El programa subraya varias conclusiones que deben sacar quienes luchan por los derechos democráticos y la libertad de Assange.

Lo principal de ellos es que no existe un grupo de apoyo a los derechos democráticos dentro de la clase política, incluyendo el ABC, cualesquiera que sean sus pretensiones liberales. Ha medida en que el asalto a los derechos democráticos se discute en estos círculos, se legitima y promueve con calumnias y mentiras descaradas. Si se proclamara una dictadura, estos individuos mantendrían una 'conversación' mesurada sobre sus pros y sus contras.

Los medios de comunicación oficiales, incluyendo la ABC, están completamente integrados en el aparato estatal y empresarial. Sus cabezas de cartel y autodenominados expertos son representantes de una clase media-alta acomodada que ha sido irremediablemente corrompida por sus salarios de seis cifras, sus participaciones en la bolsa y sus carteras de propiedades.

La base real para la libertad de Assange es el movimiento emergente de la clase obrera, incluso en Estados Unidos, Gran Bretaña y Australia. Es allí donde se encuentra un verdadero compromiso con los derechos democráticos, la libertad de expresión y la oposición a la guerra imperialista.

(Publicado originalmente en inglés el 14 de julio de 2022)

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