A diferencia de la incansable propaganda de la élite política y la prensa burguesa de en casi todos los países, la pandemia de COVID-19 no se ha acabado y empeorará en las próximas semanas y meses.
Las subvariantes BA.4 y BA.5 de ómicron, que son altamente infecciosas, resistentes a las vacunas y patogénicas, se están volviendo dominantes a nivel global y amenazan con provocar otra ola de infecciones y muertes por COVID-19. Esto se produce cuando casi todos los gobiernos fuera de China han desmantelado la infraestructura para monitorear y ralentizar la propagación del virus.
Como si el capitán de un barco que se hunde ordenara lanzar los salvavidas por la borda, se ha ido eliminando la obligatoriedad del uso de la mascarilla desde el inicio del año, se ha reducido drásticamente la toma de pruebas, se han desechado los programas de rastreo de contactos y las guías de aislamiento, cuarentena y viaje se han adaptado a las necesidades de las mayores corporaciones. El lema de la clase gobernante es “No escuchar a COVID, no ver a COVID, y no hacer nada”.
Actualmente hay una brecha increíble entre este mundo ficticio de mitos corporativos, donde el COVID-19 supuestamente se desvaneció, y el mundo real, donde millones se infectan y miles mueren cada semana a nivel global y donde se acumula una cantidad indefinida de personas discapacitadas por COVID persistente. Esta conspiración de los gobiernos y la prensa se ha vuelto un encubrimiento masivo y sistemático para manipular los datos y prevenir que se reporte el COVID-19. Trágicamente, la propaganda ha engañado a millones que ahora andan sin mascarilla, como si se pudiere hacer desaparecer el virus con deseos.
Las políticas criminales de los gobiernos capitalistas en los últimos siete meses han preparado el escenario para que el COVID-19 se vuelva algo permanente en la sociedad global, lo que involucraría olas repetidas de contagios, muertes y la incapacitación masiva de personas por COVID persistente como la “nueva normalidad”. Se ha vuelto casi imposible prevenir infectarse y muchos de nuestros lectores probablemente conocen a varios amigos, familiares, compañeros de trabajo y vecinos que están sufriendo actualmente o fallecieron por COVID-19.
Puesta en perspectiva, la pandemia es aún más terrible que los tiroteos escolares que han provocado una gran indignación en EE.UU. e internacionalmente. Si bien la prensa no lo reporta, es un hecho que muchas más personas jóvenes mueren por COVID-19 que por tiroteos escolares.
Hubo una gran indignación por la horrible masacre en Uvalde, Texas, donde la policía se cruzó de brazos y no hizo nada. Pero los gobiernos de todo el mundo están implementando esencialmente la misma política a escala masiva, reabriendo conscientemente las escuelas donde cientos de millones de niños han contraído COVID-19, matando a más de 1.500 niños en EE.UU. y decenas de miles internacionalmente.
Para poner un freno a esta catástrofe, que sigue empeorando, la clase obrera internacional debe asimilar las lecciones políticas de la pandemia y entender los peligros que sigue presentando. Solo el desarrollo de un movimiento unido de masas de los trabajadores en todas las industrias podrá eliminar el SARS-CoV-2 a nivel global, poniendo fin a la pandemia y sentando las bases para una gran expansión de la salud pública.
Los peligros de las subvariantes BA.4 y BA.5 de ómicron
Actualmente hay cinco subvariantes de ómicron que se han vuelto dominantes en varios países del mundo desde noviembre. Desde inicios de diciembre, las subvariantes BA.1 y BA.2 han causado un exceso de mortalidad de aproximadamente 3,6 millones en todo el mundo, según The Economist.
A inicios de marzo, las subvariantes BA.4 y BA.5 se volvieron dominantes rápidamente en Sudáfrica, causando otra ola de infecciones y muertes a pesar de que el 98 por ciento de la población tiene anticuerpos por infecciones o vacunas. Cabe notar que los niños representaron un mayor porcentaje que de adultos mayores en las hospitalizaciones por COVID en esa ola.
Las subvariantes BA.4 y BA.5 de ómicron dominan o están en camino a dominar en casi todos los países donde se monitorea la prevalencia de las variantes, incluyendo toda Europa, Norteamérica y Australia, así como muchos países de Sudamérica, África y Asia. Mientras tanto, la tasa de vacunación se ha estancado a nivel global y la merma de los anticuerpos afecta a la mayoría de la población mundial.
Un estudio reciente del Sato Lab en Japón, uno de los laboratorios de virología más importantes del mundo, descubrió que BA.4 y BA.5 son más patogénicos que BA.1 y BA.2, y que las vacunas o infecciones previas con BA.1 o BA.2 ofrecen una protección mínima contra infectarse de BA.4 o BA.5. La implicación es que el grueso de los miles de millones que se acaban de contagiar de BA.1 o BA.2 son susceptibles a reinfectarse con BA.4 o BA.5 y que estas infecciones posiblemente serán más graves.
El mes pasado, BA.5 se volvió dominante en Portugal, donde causó una gran ola de infecciones, hospitalizaciones y muertes, cerca de los niveles alcanzados por BA.1 durante el invierno, a pesar de que Portugal tiene una de las mayores tasas de vacunación en el mundo. Más del 50 por ciento de las pruebas están dando positivo, indicando una amplia transmisión que supera con creces las cifras oficiales.
No es posible predecir precisamente cuántas personas contraerán o morirán de una u otra variante, pero es muy posible que BA.4 y BA.5 causen una ola sustancial de infecciones y muertes en gran parte del mundo en los próximos meses. Persiste una tendencia general en que evolucionan variantes más diversas genéticamente y peligrosas y siempre está la posibilidad de que evolucione una variante nueva con la misma transmisibilidad y escape inmunológico de las subvariantes de ómicron, pero mucho más patogénica y letal.
El COVID persistente y la pandemia como un “evento discapacitante masivo”
Más allá del horrendo impacto inmediato de las infecciones y muertes masivas, las ramificaciones sanitarias a largo plazo de esta estrategia “endémica” son casi incalculables. El fenómeno del COVID persistente fue identificado por los propios pacientes hace más de dos años pero ha sido casi completamente ignorado por la prensa corporativa y los políticos capitalistas. Como ocurre con la ciencia de la pandemia más ampliamente, la población general tiene un entendimiento muy bajo de los profundos riesgos sociales presentados por el COVID persistente.
Desde 2020, los defensores de pacientes de COVID persistente han caracterizado la pandemia como un “evento discapacitante masivo”. En los últimos meses, se han expandido las investigaciones sobre COVID persistente, vinculando firmemente la infección de COVID-19 a mayores riesgos de enfermedad en casi todos los órganos del cuerpo, como desarrollar diabetes, varios tipos de trastornos neurológicos, varias categorías de enfermedades cardiovasculares y más.
El riesgo de sufrir COVID persistente se suma con cada reinfección y se reduce tan solo un poco por la vacuna. Sacando una conclusión sobre esto en una entrevista con el World Socialist Web Site, el científico Arijit Chakravarty de Fractal Therapeutics señaló, “Si todo el mundo se vacunara mañana y pasáramos tres años ‘aprendiendo a vivir con COVID’ según la estrategia actual, tendríamos mucho más que mil millones de personas viviendo con COVID persistente”.
El impacto social inicial de este “evento discapacitante masivo” fue ilustrado por un estudio de la iniciativa Solve Long COVID que estimó que, para el 31 de enero de 2022, aproximadamente 43 millones de adultos estadounidenses o el 13,4 por ciento de la población adulta, probablemente esté sufriendo COVID persistente. De ellos, aproximadamente 14 millones lo sufren a un grado discapacitante. Estiman que el costo financiero como los salarios y ahorros perdidos y gastos médicos son de unos $511 mil millones. Esto no incluye los casos de COVID persistente del periodo de ómicron.
El impacto cualitativo de este escenario, incluyendo la capacidad de los pacientes para trabajar o disfrutar su tiempo libre, no es cuantificable. Por más de dos años, los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés) de EE.UU. y las otras agencias nacionales de la salud han estado completamente conscientes del COVID persistente y de los enormes peligros que presenta. No obstante, han elegido perseguir estrategias de contagio masivo.
La política de Cero COVID de China y la estrategia de la eliminación global
El único país del mundo que ha mantenido las medidas de salud pública necesarias para prevenir que el COVID-19 se salga de control es China, donde la política de Cero COVID ha salvado a millones desde enero de 2020. En el último hito, la sociedad china derrotó a la subvariante BA.2 de ómicron, que se expandió por Shanghái y otras partes del país desde inicios de marzo.
Los principales componentes de la estrategia de eliminación de Cero COVID son los siguientes:
1. Pruebas masivas donde ocurran brotes;
2. Un riguroso rastreo de contactos para identificar todas las cadenas de transmisión;
3. El aislamiento seguro y el tratamiento de todos los pacientes infectados en instalaciones médicas;
4. La aplicación de una cuarentena para todas las personas expuestas a los pacientes infectados;
5. El cierre temporal de todos los lugares de trabajo no esenciales y clases a distancia en todas las escuelas hasta que se contenga el brote;
6. El suministro mascarillas y su uso obligatorio en todos los lugares públicos;
7. Programas masivos de vacunación; y
8. Restricciones estrictas para viajantes y controles fronterizos para prevenir la importación de nuevos casos.
El hecho de que China suprimiera la altamente infecciosa subvariante BA.2 de ómicron utilizando estas medidas básicas de salud pública reafirma en la práctica que la eliminación es posible y necesaria. Si dichas medidas se implementaran a nivel global, en combinación con mejoras en los sistemas de filtración del aire y ventilación en todos los espacios interiores, el SARS-CoV-2 podría ser eliminado en todo el mundo en cuestión de meses.
Las vacunas nasales, que posiblemente ofrezcan una inmunidad esterilizante para prevenir completamente una infección de COVID-19, podrían volverse otra arma en el arsenal de medidas para detener la pandemia. Actualmente hay tres vacunas de este tipo en ensayos clínicos fase III en humanos. Pero de tener éxito, se subordinarán al mismo afán de lucro que previno la distribución global de las vacunas existentes de mARN y otros tipos.
La estrategia de eliminación también necesita ser adoptada para atajar el brote global sin precedentes de la viruela del mono, que ha infectado rápidamente a 1.600 personas en más de 40 países de todo el mundo, así como pandemias futuras. Un importante estudio publicado en abril concluyó que el cambio climático aumentará dramáticamente el potencial de que los virus que ya existen en reservorios animales se derramen en las poblaciones humanas, como ocurrió con el SARS-CoV-2 y otros virus.
La batalla para eliminar el SARS-CoV-2 a nivel global exige una masiva lucha social y política de la clase obrera internacional. Fundamentalmente, la lucha contra la pandemia y en defensa de la salud pública no es meramente una cuestión médica, sino principalmente política, social y económica. Hay poderosos intereses financieros decididos a bloquear la implementación de confinamientos remunerados y otras medidas necesarias para frenar la transmisión viral porque eso afectaría sus niveles récord de ganancias.
Las masas obreras de todo el mundo se han visto profundamente golpeadas por la pandemia y está en marcha una profunda radicalización. En todos los países, los trabajadores están entrando en lucha contra la fuerte alza en el coste de vida y los precios de los alimentos, un aumento causado por la pandemia y empeorado por la campaña de guerra de EE.UU. y la OTAN contra Rusia. Además de las amenazas de infectarse, quedar discapacitado y morir por COVID-19, cientos de millones se enfrentan a la miseria y el hambre en todos los continentes, cuando se cierne de forma cada vez más ominosa el peligro de un holocausto nuclear.
Las luchas de clase cada vez más extensas contra la austeridad capitalista deben impregnarse de una profunda oposición a la guerra y un entendimiento de las medidas necesarias para detener la pandemia. La experiencia de los últimos dos años, particularmente los últimos siete meses de la variante ómicron y el estallido de la guerra en Ucrania demuestran de forma decisiva que la lucha contra la pandemia, la guerra y la anarquía del capitalismo exigen su derrocamiento revolucionario y reemplazo con una sociedad socialista global planificada.
(Publicado originalmente en inglés el 13 de junio de 2022)