Dirigida por Deborah Shaffer y Stewart Bird. Narrada por Roger Baldwin.
“Este es el Congreso Continental de la clase trabajadora. Estamos aquí para confederar a los trabajadores de este país en un movimiento obrero que tendrá por cometido la emancipación de la clase trabajadora de los grilletes esclavizadores del capitalismo… Lo que queremos establecer en este momento es una organización obrera que abra sus puertas de par en par a todo hombre que se gane la vida mediante su mente o sus músculos”. William ‘Big Bill’ Haywood, discurso de apertura de la Convención Fundacional de la IWW, 1905.
La Industrial Workers of the World (Trabajadores Industriales del Mundo, IWW, Wobblies) se fundó en 1905 en Chicago con el objetivo de organizar a todos los trabajadores, más allá de sus habilidades, ocupación, origen nacional, raza o sexo, en “Un Gran Sindicato”. El capitalismo sería hundido cuando los trabajadores por fin tomaran en sus propias manos “el poder económico, los medios de vida… el control de la maquinaria de producción y distribución, sin consideración hacia los amos capitalistas”, como dijo el presidente del sindicato, “Big Bill” Haywood.
El mensaje de la IWW de internacionalismo obrero, lucha de clases, y solidaridad inflexible resonó en los estratos más oprimidos de la clase trabajadora —aquellos que la Federación Estadounidense del Trabajo (AFL) veía como “basura a la puerta del movimiento obrero”, inorganizable, como un burócrata describió a los obreros industriales. Con pocas excepciones notables, los sindicatos que componían la AFL se negaron a tener cualquier conexión con esos supuestos obreros no cualificados —o negros, inmigrantes, o trabajadoras.
La IWW identificó y condenó tanto la intolerancia de la AFL como su organización obsoleta, muy arraigada en los oficios artesanales en declive. Se concentró en la gran masa no organizada de la clase trabajadora, dirigiendo en el proceso algunas de las más famosas luchas obreras de la época —las de los trabajadores inmigrantes de las fábricas, muchos de los cuales eran chicas adolescentes, en Lawrence, Massachusetts y Paterson, Nueva Jersey; de los mineros del acero en el Mesabi Range de Minnesota y los mineros del cobre en Arizona y Montana; de cosechadores en las Dakotas y leñadores en el Pacífico Noroeste; y de estibadores, negros y blancos, en Filadelfia.
La influencia de la IWW fue mucho más allá de su número de miembros, que nunca fue grande. Fue el enemigo número uno de los hombres de negocios y políticos estadounidenses, y la bestia negra de la oficialidad de la AFL —burócratas de quienes la IWW mordazmente se mofaba como “los lugartenientes obreros del capital”. Sus cuadros obreros atrajeron a los hombres y las mujeres más arrojados, dedicados y físicamente valientes —entre ellos futuros dirigentes del marxismo y del trotskismo estadounidense, como James P. Cannon, Arne Swabeck, Vincent R. Dunne y Carl Skoglund. Una lista muy incompleta de las notables figuras del socialismo estadounidense que pasaron por sus filas, o que estuvieron asociados con ella, incluiría los nombres de Haywood, Cannon, Vincent St. John, Eugene Debs, Mary “Mother” Jones, Lucy Parsons, Daniel De Leon, Carlo Tresca, Elizabeth Gurley Flynn, John Reed, William Z. Foster, Ben Fletcher, Frank Little, y Joe Hill.
Hoy, con la clase trabajadora estadounidense entrando en su primera gran oleada huelguística en décadas, la publicación de nuevo del documental “The Wobblies”, dirigido por Deborah Shaffer y Stewart Bird, es muy oportuna. La película se proyectó primmero en 1979 y 1980, en lo que resultaría ser el último coletazo de la última gran oleada huelguística estadounidense, que se extendió por los ’70 —y que había planteado de manera aguda la necesidad de romper con la dirección sindical conservadora que dominaba la AFL-CIO.
La película parece haber quedado olvidada en gran medida. Se sospecha que el ánimo militante de los ’70 ayudó a inspirarla, y que entonces, con la traición y derrota de huelga tras huelga en los ’80, The Wobblies cayó en la oscuridad. Pero en 2021 fue introducida en Registro Cinematográfico Nacional de la Biblioteca del Congreso en reconocimiento a su importancia artística e histórica, y el Museo de Arte Moderno (MoMA) recientemente terminó de restaurarla. Los derechos de mercadeo de The Wobblies son propiedad del distribuidor cinematográfico independiente Kino Lorber, quien la sacó para una representación teatral limitada esta primavera. Se espera que la película sea puesta en las plataformas de streaming y que así esté disponible de manera generalizada —¡la alta barrera de pago de Kino Lorber ciertamente no habría gustado a los Wobblies!
El aspecto más notable, y conmovedor, de la película, es que el guion está representado casi totalmente por antiguos miembros de base de la IWW. Estos trabajadores formaban parte de una generación, nacida en la década de 1890 y a principios del 1900, que se hizo mayor en un período intenso de lucha de clases. Aunque hablan de acontecimientos que ahora están, para nosotros, más de un siglo atrás, lo que tienen que decir parece tan contemporáneo, en un momento en el que hay una necesidad apremiante de revivir las viejas tradiciones de la lucha de clases, tradiciones resumidas en las consignas memorables de los Wobblies, “!Una ofensa a uno es una ofensa a todos!” y “¡El movimiento obrero no tiene fronteras!”.
Entre los entrevistados están los trabajadores de una fábrica de seda Sophia Cohen, Irma Lombardi y Dominick Mignone; los trabajadores inmigrantes Nels Peterson, Sam Krieger, Nicholas Steelink, Joe Murphy y Jack Miller; el obrero textil Angelo Rocco; los leñadores Tom Scribner, Vaino Konga e Irv Hanson; la esposa de minero Katie Pintek; y James Fair, un estibador africano-estadounidense. Todos ellos llevan tiempo fallecidos ya.
Te impacta su elocuencia y convicción. Dada su avanzada edad em el momento de las entrevistas, es notable lo claro que los trabajadores recuerdan sus luchas en la IWW —y cómo todos ellos se aferran con firmeza a su ira de clase. Entre los acontecimientos que recuerdan está la huelga de Lawrence de 1912, en la que, como se sabe, la IWW logró fusionar a veintipicos nacionalidades diferentes; la huelga de Paterson de 1914; la masacre de Everett, Washington, de miembros de la IWW en 1916; y la deportación de Bisbee, Arizona, de 1.300 mineros del cobre en huelga al medio del desierto de Nuevo México en 1917.
La narración principal la hace de manera rara y no invasiva Roger Baldwin (1884-1981), fundador del Sindicato Libertades Civiles Estadounidenses, que tenía noventa y tantos años de edad en la filmación, y quien fuera él mismo un Wobbly. Fred Thompson (1900-1987), editor durante mucho tiempo de The Industrial Worker y antiguo trabajador migrante en Canadá y EEUU, añade un fragmento de comentarios. El conocido cantante folclórico Utah Phillips ayuda a dar vida al famoso “pequeño cancionero rojo” de los Wobblies. Unos pocos actores, como el finado Rip Torn, hacen doblaje de voz.
La película también trata la represión de la IWW durante la Primera Guerra Mundial. A diferencia de la AFL, la IWW se negó a adoptar cualquier tipo de “compromiso de no ir a la huelga” para la fraudulenta “guerra por la democracia” del presidente Woodrow Wilson. De hecho, los años 1917-1919 puede que sean el punto álgido de la influencia de la IWW. Las luchas obreras de esa época, comentó una vez el historiador David Montgomery, todas parecían haber “respirado del chorro del Gran Sindicato Único”. A causa de ello, la IWW fue sometida a la que probablemente ha sido la represión estatal más despiadada a una organización obrera en la historia estadounidense. Casi toda la dirección de la IWW pasó por juicios farsa o por la cárcel bajo la Ley de Espionaje —la misma ley antidemocrática que ahora se invoca contra Julian Assange. Se prohibió la literatura de la IWW o fue sometida a censura en correos. Por todo EEUU, la policía local destrozaba los locales y las imprentas de la IWW.
The Wobblies lleva al público asombrosas filmaciones, grabaciones de audio y hasta animaciones históricas —estas últimas en la forma de dibujos animados de feroz propaganda anti-IWW. De hecho, toda la película es un montaje de material primario —incluyendo las entrevistas, que dan un testimonio directo de la época. A diferencia de la mayoría de los documentales históricos, y de manera algo refrescante, no traen a historiadores a interpretarle las pruebas al público. En este sentido, los directores se ausentan de la película. Dejan hablar a las fuentes.
Pero por supuesto, los directores no están ausentes de verdad. Han hecho una selección sobre qué incluir y qué dejar fuera. Lo que se echa en falta de manera más significativa es cualquier intento por responder a la pregunta: ¿Por qué la IWW quedó relegada a la oscuridad tras la Primera Guerra Mundial? Los directores eran conscientes de este hueco. En una entrevista de 1980, Byrd reconocía que los entrevistados tenían “mucha dificultad en hablar sobre la negativa de la IWW a hacer una revolución”. A esto añadía el codirector Shaffer (Testigo de guerra, 1984), “Y nuestro cometido principal no era averiguar por qué fracasó la IWW sino hacer conocidos sus logros a un público amplio”.
La razón más significativa del declive de la IWW fue la Revolución rusa de 1917, que le abrió un nuevo camino a la lucha de clases en EEUU y en todo el mundo. La mayoría de los trabajadores militantes que gravitaban en torno a la IWW, aunque no fueran miembros, pasaron a ser fieles a los que decían ser los defensores en Estados Unidos de Lenin y Trotsky. Esto era cierto también respecto a muchos dirigentes de la IWW, incluyendo a Haywood, ausente deliberadamente de su juicio, que huyó a la Rusia soviética, y está enterrado en el Muro del Kremlin.
A causa de esta brecha importante en su cobertura, en opinión de este reseñador The Wobblies debería tomarse juntamente con los escritos perspicaces de Cannon sobre la IWW, que se encuentran en el volumen Los primeros diez años del comunismo estadounidense. La película merece el mayor público posible, especialmente entre los trabajadores y los jóvenes. Pero la experiencia de la IWW debería ser determinada cuidadosamente. Hay lecciones profundamente importantes para los trabajadores de hoy en su ascenso y en su caída.
En 1905, como ahora, solo una pequeña proporción de los trabajadores estadounidenses estaban organizados nominalmente en los sindicatos oficiales, bastante menos del 10 por ciento. Por entonces, tal como ahora, los sindicatos oficiales se han mostrado impotentes ante el impulso corporativo contra la clase trabajadora, que había empezado con la erupción del imperialismo estadounidense tras la guerra española-estadounidense de 1898. De hecho, si acaso, los supuestos sindicatos de hoy son de manera más evidente herramientas del Estado y las corporaciones que los “sindicatos patronales” que se iban tambaleando bajo la dirección conservadora de Samuel Gompers. Por lo menos en la época de Gompers los sindicatos negociaban en nombre de los trabajadores, en oposición a los sindicatos de hoy, que se encargan de imponer recortes salariales en nombre de los jefes y por la “competitividad”, los “presupuestos equilibrados” y otros disparates empresariales así.
Al escuchar a los comentaristas pseudoizquierdistas de hoy —¡muchos de los cuales están directa o indirectamente a sueldo de los sindicatos oficiales!— pensarías que nunca ha tenido lugar una lucha contra los sindicatos existentes. Les gusta hablar de los sindicatos como “las unidades de defensa básica de la clase trabajadora”, como si fuera algún tipo de estado del ser inmutable y permanente. The Wobblies desmiente tales afirmaciones.
La IWW no se propuso reformar la AFL. Se propuso destruirla. Haywood y los demás sabían que cualquier desarrollo para la clase trabajadora tendría que tener lugar fuera de lo que a la AFL le gustaba llamar su “jurisdicción” y, que dentro de la “jurisdicción” de la AFL, tendría que haber una insurrección contra esta. En este sentido, la IWW anticipó lo que de hecho sucedería con el surgimiento de las grandes luchas industriales de los ’30, y la formación de la CIO. Los podridos y viejos sindicatos de la AFL tendrían que ser sacados de industrias como la del automóvil y el caucho y, en algunos casos, literalmente sacados a rastrar de las fábricas. Los trabajadores tienen que saber esta historia.
Pero hay una lección todavía más importante de la experiencia de la IWW. La militancia y la solidaridad, por fuertes que sean, no bastan. Los trabajadores de hoy requieren teoría y políticas revolucionarias para llevar adelante sus luchas. Les hace falta una comprensión de la naturaleza del Estado capitalista y las raíces de las diferentes tendencias políticas en las clases sociales. La ausencia de tal comprensión demostró ser la debilidad fatal de la IWW.
La comparación con la historia rusa arroja mucha luz. Había —y sigue habiendo— una sorprendente conexión fatídica entre las luchas de clase de Estados Unidos y de Rusia. Como observa Cannon, cuando se fundó la IWW en Chicago en 1905, a medio mundo de distancia, en San Petersburgo, estaba teniendo lugar la Revolución rusa de 1905, que elevaría a Trotsky como su dirigente principal. Los Wobblies en Chicago celebraron los acontecimientos de Rusia. Haywood dijo que esperaba ansioso el día en que los trabajadores estadounidenses “se levantaran en rebelión contra el sistema capitalista como lo está haciendo hoy la clase trabajadora en Rusia”. Pero los Wobblies no estaban en condiciones de entender el gran desarrollo teórico de Trotsky que resultó de esa revolución, la teoría de la revolución permanente, ni la anticipación teórica de Lenin de esta en su lucha constante contra el oportunismo, anunciada en su trascendental ¿Qué hacer? de 1902 y la escisión con la facción reformista menchevique de la socialdemocracia rusa en 1903.
En cierto sentido, como observa Cannon, la IWW era el corolario estadounidense de los acontecimientos en Rusia. Es cierto que, además de reconocer el fracaso de la AFL, los dirigentes de la IWW condenaron el reformismo parlamentario oportunista del Partido Socialista de Estados Unidos, dominado por el “socialista de alcantarilla” Victor Berger de Milwaukee y su aliado Morris Hillquit de Nueva York. La paradoja de la historia es que los grandes desarrollos teóricos de la lucha de clases se hicieron en el país más atrasado y, en el más avanzado, los EEUU, la comprensión política era la más primitiva desde el punto de vista de la teoría marxista.
Los dirigentes de la IWW eran hombres prácticos, educados en las sangrientas luchas de los mineros de rocas duras del oeste. Pensaban contracarar la fuerza con fuerza, y simplemente deshacerse de los “cobardes reformistas”. En vez de agitar por el desarrollo de una política genuinamente revolucionaria, la IWW rechazaba la lucha política en su conjunto, a favor de lo que ellos llamaban la “acción directa”. Esto podía llevar a los Wobblies solo hasta allí.
Como explicó Cannon, “El punto de inflexión llegó con la entrada de los Estados Unidos en la Primera Guerra Mundial en la primavera de 1917, y la Revolución rusa ese mismo año. Entonces la ‘política’, que la IWW había renegado y desterrado, volvió derribando la puerta”. Continuaba:
Estos dos acontecimientos —una vez más coincidiendo en Rusia y en Estados Unidos, como en 1905— demostraron que la “acción política” no era meramente un asunto de las urnas, subordinado al conflicto directo de los sindicatos y empleadores en el campo económico, sino la propia esencia de la lucha de clases. En acciones opuestas de dos clases diferentes el “Estado político”, que la IWW había pensado ignorar, fue revelado como el poder centralizado de la clase gobernante; y el tener el poder del Estado mostró en cada caso qué clase estaba gobernando de verdad.
De un lado, esto se mostró cuando el Gobierno Federal de los Estados Unidos intervino directamente para romper los puntos de concentración de la IWW con arrestos masivos de sus activistas. La “acción política” del Estado capitalista le rompió el espinazo a la IWW como sindicato. La IWW se vio obligada a transformar sus principales actividades en las de una organización de defensa, esforzándose por métodos legales y propaganda por proteger los derechos políticos y civiles de sus miembros contra los estragos del poder estatal capitalista.
De otro lado, el mismo papel determinante de la acción política fue demostrado positivamente por la Revolución rusa. Los trabajadores rusos tomaron el poder del Estado en sus propias manos y utilizaron ese poder para expropiar a los capitalistas y suprimir todos los intentos de contrarrevolución. Esa, de hecho, fue la primera etapa de la Revolución, la condición previa para todo lo que pasaría después. Es más, el centro organizador y director de la Revolución victoriosa había resultado ser, no un sindicato abarcador, sino un partido de revolucionarios selectos unidos por un programa y ligados por la disciplina.
Ninguna de estas lecciones vitales invalida estudiar y honrar la historia y el heroísmo de la IWW, que representa una etapa irremplazable en el desarrollo de la clase trabajadora estadounidense y mundial.
(Publicado originalmente en inglés el 26 de mayo de 2022)