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Perspectiva

Biden un año después: un Gobierno de muerte masiva y crisis política

La rueda de prensa del presidente Joe Biden el miércoles para conmemorar su primer año en el cargo fue una demonstración de dos horas de la brecha social entre la Casa Blanca, la prensa corporativa y toda la élite política, por un lado, y las verdaderas preocupaciones de la población estadounidense, en el otro.

Al inicio, Biden habló por varios minutos antes de recibir preguntas. Ignoró a los más de 2.374 estadounidenses que murieron ese día por COVID-19, una cifra impactante y una de las peores en la ola de la variante ómicron hasta la fecha. Pudo haber comenzado pidiendo un momento de silencio, pero en cambio decidió no llamar la atención a la evidencia clara del fracaso de su Gobierno.

La vicepresidenta Kamala Harris y la presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi de California, aplauden mientras el presidente Joe Biden se pronuncia ante una sesión conjunta del Congreso, el 28 de abril de 2021, en la Cámara de Representantes del Capitolio de EE.UU. en Washington (Melina Mara/Washington Post via AP)

Independientemente de sus diferencias políticas, el mandatario demócrata y sus opositores republicanos comparten la misma indiferencia a las muertes masivas. Representan y defienden los intereses de la clase capitalista estadounidense y los milmillonarios no proponen que se permita que cualquier consideración por la vida humana y la seguridad interfieran con su continua acumulación de niveles inauditos de ganancias y riqueza. Eso es lo que impulsa la política de mantener los lugares de trabajo y las escuelas abiertas en medio de una terrible pandemia.

Biden afirmó que ha habido un “progreso impresionante” durante el primer año de su Gobierno, presumiendo una creación récord de empleos, una caída en la tasa oficial de desempleo, y una campaña exitosa de vacunación masiva. Su presentación manifestó un fuerte componente de autoengaño, en condiciones en que la gran mayoría de la población se ve afectada por las consecuencias de la mayor crisis de salud pública en 100 años, en la que han perdido a abuelos, padres, amigos, compañeros de trabajo e incluso hijos.

El presidente no tuvo la decencia de mencionar a los 475.000 estadounidenses que estaban vivos cuando fue inaugurado el 20 de enero de 2021, pero que han muerto por COVID-19. Tampoco mencionó a los cientos de miles más que se espera que mueran este invierno por las consecuencias de la propagación de la variante ómicron, que ha elevado los contagios a niveles pasmosos y que ha comenzado a abrumar el sistema hospitalario y, pronto, las morgues.

Ninguna persona en la rueda de prensa suscitó el tema de las muertes masivas. Pudieron recordar las críticas de Biden a Donald Trump en el debate de la campaña presidencial el 22 de octubre de 2020. Refiriéndose a los 220.000 estadounidenses que habían muerto hasta entonces por coronavirus, declaró: “Cualquier persona responsable de tantas muertes no debería seguir siendo presidente de Estados Unidos de América”. Los decesos en la actualidad alcanzan casi cuatro veces ese nivel.

En ese debate, Biden se presentó como defensor de los maestros, afirmando que la política de Trump en las escuelas se podía resumir así: “Todos ustedes maestros, no muchos de ustedes morirán, así que no se preocupen”. Hoy día, después de que miles de docentes han muerto y que apareciera una nueva variante de COVID-19 mucho más transmisible y peligrosa para los estudiantes, la política de Biden es la misma que la de Trump. “No vamos a regresar a un confinamiento”, dijo en la rueda de prensa. “No vamos a cerrar las escuelas”.

Cuando le preguntaron sobre el repunte de huelgas de maestros y otras protestas dirigidas contra las clases presenciales en medio del mayor aumento de contagios de COVID-19, Biden se burló de la oposición, alegando que no es significativa y que el 95 por ciento de las escuelas están en clases presenciales. Su desdén por la oposición de la clase obrera fue una de las pocas muestras auténticas de emoción en esas dos horas.

La campaña cada vez más intensa de EE.UU. contra Rusia fue el foco principal de la conferencia de prensa. Los reporteros presionaron repetidamente a Biden para que diera declaraciones más beligerantes en apoyo a las acusaciones infundadas de que el presidente ruso Vladimir Putin planea invadir Ucrania y para que diera garantías de represalias inmediatas y masivas si invadía.

Biden dijo que consideraba que Putin iba a invadir, pero cuando dijo que esto aún no es definitivo y que una guerra entre la OTAN y Rusia conlleva peligros, sus interrogadores parecieron insatisfechos. La reacción negativa se intensificó cuando Biden intentó distinguir entre una invasión rusa de Ucrania a plena escala, a la cual respondería con una guerra económica con toda fuerza, y una “incursión menor”, a la cual no respondería de la misma manera.

Las críticas de Biden por supuestamente darle una “luz verde” a Putin para que utilice la fuerza contra Ucrania se volvieron titulares en los medios noticiosos pocos minutos después de la rueda de prensa. Y los asesores de la Casa Blanca presentaron “aclaraciones” inmediatas de que cualquier ataque ruso contra Ucrania se enfrentaría a una respuesta agresiva de EE.UU.

El aspecto más revelador de la conferencia de prensa fue la confesión de Biden de que no anticipó el grado al cual los republicanos intentaría socavar y oponerse a su Gobierno. “Subestimé completamente al Partido Republicano”, admitió.

¿Cómo se puede “subestimar”? El Partido Republicano intentó anular su elección. Toda la dirigencia republicana en el Congreso se alineó con la premisa de Trump por varias semanas de que el resultado de las elecciones estaba en duda, a pesar de la victoria decisiva de Biden en el voto popular y el Colegio Electoral.

Dos tercios de los republicanos en la Cámara de Representantes votaron en contra de certificar la victoria de Biden, incluso después del ataque contra el Capitolio a manos de los simpatizantes fascistas de Trump, quienes fracasaron en su intento de tomar rehenes y obligar al Congreso a permitir que Trump permaneciera en la Casa Blanca. El Partido Republicano está dominado por Trump, quien denuncia a Biden como un presidente ilegítimo. ¿Cómo puede sorprenderse Biden de que se opongan a sus políticas?

Biden se mostró incrédulo ante el grado de subordinación del Partido Republicano a la autoridad personal de Trump y, consecuentemente, la renuencia de los diputados y senadores republicanos a participar en la tradicional toma y daca de la política capitalista. Pero no advirtió al pueblo estadounidense sobre el peligro para la democracia de la transformación del Partido Republicano en un movimiento fascistizante bajo la dictadura de un expresidente.

Por el contrario, a lo largo de la rueda de prensa, intentó apelar a los republicanos, los mismos que intentaron derrocarlo. Halagó a los senadores republicanos, aclamando a Mitt Romney, describiendo al líder de la minoría republicana Mitch McConnell como un amigo e invocando el nombre de John McCain, como si este fanático militarista fue un santo. El único senador que repudió fue Bernie Sanders. En respuesta a una pregunta provocadora de Fox News, negó buscar “jalar el país tan lejos hacia la izquierda”. Continuó, “Soy un demócrata de centro… No soy un socialista, soy un capitalista”.

La gravedad de la crisis política salió a la superficie en un momento, cuando Biden apuntó a la rápida transformación de la sociedad bajo el impacto de los desarrollos tecnológicos revolucionarios. “En 10 años, viviremos en un mundo distinto”, dijo, añadiendo que habrá más cambios en la próxima década que en el medio siglo anterior. “¿Podremos mantener las instituciones democráticas aquí y en todo el mundo?”, preguntó. Su respuesta: “Va a ser difícil”.

El mundo se encuentra al borde de un cambio radical, admitió el presidente estadounidense. Este cambio irrumpirá en los próximos 10 años, según predice. ¿Sobrevivirá la democracia? Biden se rasca la cabeza. “¿Quién sabe?”. Esta asombrosa declaración es un indicador de un nerviosismo subyacente, incluso de miedo. No cabe duda de que Biden teme a la amenaza fascista. Pero no puede llamarla por su nombre. Esto se debe a que él y la clase a la cual representa tienen un temor aún más grande: un movimiento desde debajo de la gran masa obrera que se mueve hacia la izquierda, no a la derecha.

La cuestión no es la supervivencia de lo que el líder del país imperialista más poderoso llama “democracia”. Realmente se está refiriendo al capitalismo, al sistema de lucro, que ha generado un nivel de desigualdad económico completamente incompatible con cualquier democracia auténtica. En cambio, está engendrando movimientos fascistas en todo el mundo que buscan abolir todos los derechos democráticos y someter a la clase obrera a una dictadura abierta de los ricos.

La cuestión es el socialismo o la barbarie. La clase obrera necesita movilizar sus fuerzas a nivel internacional, romper con todas las instituciones que apoyan el gobierno capitalista, incluyendo el Partido Demócrata y los sindicatos controlados por las corporaciones, y construir un movimiento político de masas que luche por el socialismo. Esta es la tarea asumida y liderada por el Partido Socialista por la Igualdad y el World Socialist Web Site.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 19 de enero de 2022)

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