La administración Biden escenificó el jueves el primer día de su “Cumbre por la Democracia” de dos días. Los plenarios del evento virtual, que reunió a 80 mandatarios de varias partes del mundo, exhibieron la notable soberbia de Washington, mientras las discusiones del panel estaban llenas de complots imperialistas. La función de la cumbre de Biden es intensificar la presión internacional sobre Rusia y China al tiempo que disfraza esto de defensa de la “democracia” contra la “autocracia”.
El presidente Joe Biden abrió el evento, sentado a una mesa junto al secretario de Estado Antony Blinken ante un panel de vídeo de gran tamaño que mostraba la cara de cada uno de los líderes reunidos. Se dirigió a lo que equivalía a una llamada de vídeo del capitalismo mundial, declarando que había convocado la cumbre a causa de los “desafíos sostenidos y alarmantes a la democracia, los derechos humanos universales … en todo el mundo”.
El discurso de Biden, y todo lo que siguió, tuvo un profundo carácter de farsa, marcado por la hipocresía espectacular que es la seña de identidad del imperio estadounidense.
Engrasó sus oraciones con las frases de democracia, palabras cuyo significado histórico se ha estado vaciando a lo largo de más de un siglo de imperio estadounidense y régimen capitalista. Habló de “justicia”, “libertad de expresión”, “libertad de reunión”, “libertad religiosa”, “prensa libre” y “todos los derechos humanos inherentes de cada individuo”.
Entre las caras en la pantalla ante él había toda una serie de figuras antidemocráticas y de tipo fascista, cada uno de ellos invitado en persona por la Casa Blanca.
Rodrigo Duterte, carnicero de los filipinos pobres, responsable directo del asesinato por parte de la policía y justicieros de más de 30.000 personas en los últimos cinco años, era uno de los participantes. Mientras Duterte estaba sentado escuchando hablar a Biden de los “derechos humanos inherentes”, el Tribunal Supremo filipino dictaminaba que la mayoría de sus Leyes Antiterroristas eran constitucionales. El ejército y la policía filipinos ahora tienen la potestad de interceptar comunicaciones y vigilar sin necesidad de órdenes judiciales y de arrestar a cualquiera de quien se suponga que es comunista o terrorista por hasta 24 días sin que se presenten cargos. Duterte ha sido acusado de crímenes contra la huamnidad en el Tribunal Penal Internacional.
Junto a Duterte estaba Jair Bolsonaro. El presidente brasileño de tipo fascista ha sido acusado por el Comité del Senado brasileño de Investigación de crímenes contra la humanidad por el “asesinato en masa” de la población brasileña mediante la estrategia homicida de la inmunidad colectiva que aplicó como respuesta a la pandemia.
Duterte y Bolsonaro, como todos los otros dirigentes participantes, recibieron una carta con la firma de Biden que decía, “Reconocemos y apreciamos su colaboración en trabajar por construir sociedades democráticas que respetan los derechos humanos que permiten prosperar a todos los ciudadanos”. La carta proseguía, diciéndoles a Duterte y a Bolsonaro que Biden estaba deseoso por oír sus ideas sobre “cómo podemos impulsar un mundo más democrático, equitable, incluyente y sostenible”.
Biden habló repetidamente de la necesidad de una “prensa libre” y de “medios independientes”. Un Alto Tribunal británico pronunciará su veredicto durante el segundo día de la Cumbre por la Democracia de Biden sobre el recurso de EEUU para extraditar a Julian Assange. Assange está luchando por su vida contra Washington, que lo está persiguiendo y cercando, que inventó acusaciones contra él, y lo ha hecho encerrar en la cárcel porque se atrevió a pubicar pruebas de los crímenes del imperio estadounidense. El destino de la libertad de prensa depende de defender a Assange, y la Casa Blanca de Biden, que continúa la política de Trump y de Obama, es el mayor enemigo de la libertad de prensa en el mundo.
Estados Unidos no tiene derecho a sermonear a nadie sobre democracia. Ninguna potencia ha desestabilizado y derrocado a tantos gobiernos elegidos democráticamente en el mundo como Washington. En ninguna parte está más pronunciada la erosión de la democracia que en Estados Unidos, el centro de la reacción mundial. El Partido Republicano está siendo transformado en un partido del fascismo estadounidense, y el Partido Demócrata concilia mientras esconde estatuas de Thomas Jefferson.
Hace menos de un año, el 6 de enero, Donald Trump intentó permanecer en el poder mediante un golpe fascista cuidadosamente orquestado. La administración Biden ha hecho todo lo que ha podido para restar importancia a los acontecimientos del 6 de enero. Los conspiradores responsables del complot contra la democracia estadounidense no solo siguen sueltos, sino que incluyen a varios legisladores que siguen en el cargo y siguen con sus ataques diarios a las normas democráticas básicas.
Biden, que ha estado trabajando para encubrir el golpe fascista en los Estados Unidos, se consulta con Jair Bolsonaro y con Rodrigo Duterte. La sustancia que haya en esta cumbre equivale de hecho a una conspiración contra la democracia.
La esencia de la cumbre surgió más tarde en los comentarios de Biden. La democracia estaba en decadencia, afirmó, a causa de la “presión externa de los autócratas”. Estos autócratas, afirmó, estaban usando el internet y otras formas de subversión para aumentar “el descontento de la gente de todo el mundo con gobiernos democráticos que perciben que no cumplen con sus necesidades”.
Esta argumentación se nutre de la mentira de la intromisión de Rusia en las elecciones estadounidenses que el Partido Demócrata y el New York Times han venido repitiendo de manera infundada. Esta pretensión ahora está siendo extendida por la Casa Blanca de Biden a nivel de conspiración mundial. “Autócratas” sin especificar, y aquí se insinúa a Moscú y Beijing, están subvirtiendo la democracia en todo el mundo al cultivar el descontento popular.
La idea de que el descontento social sea producto de maquinaciones externas es absurda. Aproximadamente 800.000 estadounidenses han muerto de COVID-19, mientras que menos de 6.000 han muerto en China, una nación con una población cuatro veces mayor. Los trabajadores de todo el mundo se confrontan con la muerte masiva, precios por las nubes, salarios estancados, y la exigencia de conservar el empleo.
Los participantes de la cumbre no representan democracias que estarían prosperando si no estuvieran siendo socavadas por la subversión exterior. Son representantes de la clase capitalista que se confronta con explosiones sociales inmensas que ellos buscan suprimir.
Biden continuó, declarando que los autócratas no especificados “buscan promocionar su propio poder, exportar y expandir su influencia en el mundo, y justificar sus políticas y prácticas represivas”. Puede que estuviera leyendo de la declaración de objetivos de la Casa Blanca al dar esta descripción exacta de lo que de hecho son las acciones de Washington.
Tras las pretensiones de defender la democracia contra autócratas entrometidos está el impulso de Washington por mantener su hegemonía económica mundial.
La lista de países invitados y desairados y tiene una función geopolítica clara. Lo más chocante fue que invitaran a Taiwán. Según la política de Una China, Washington no reconoce a Taiwán como país independiente. Invitar a Taipéi a participar en una discusión sobre “democracia” y excluir a Beijing es una aguda provocación.
Juan Guaidó, listado como “presidente encargado de Venezuela”, estuvo entre los participantes. Como todo lo demás de este asunto, su presencia hace que su uso de la palabra “democracia” sea una mentira. Guaidó es una marioneta no elegida, a quien Washington ha intentado hacer presidente de Venezuela mediante un golpe militar que derrocara a Nicolás Maduro.
Biden concluyó sus comentarios haciendo un llamamiento a todos los reunidos —Duterte, Bolsonaro, Guaidó y compañía— a “entrelazar los brazos” y “resistir el autoritarismo”. Le siguieron dos reuniones plenarias a puertas cerradas. La primera fue acogida por Biden y la segunda por Ursula von der Leyen, la presidenta de la Comisión Europea, quien como ministra de defensa de Alemania fuera instrumental en facilitar el crecimiento de la ultraderecha y en orquestar el regreso del militarismo alemán a la escena mundial.
En torno a las sesiones plenarias hubo discusiones de panel, acogidas por sociedades entre la inteligencia estadounidense y la industria. Brad Smith, el presidente de Microsoft, habló sobre cómo utilizar la “tecnología para la democracia”. John Brothers, presidente del gigante inversor multimillonario T. Rowe Price, que posee una parte enorme de la deuda venezolana, moderó una discusión sobre “inversión responsable”. Kent Walker, presidente de Asuntos Globales de Google, que ha admitido públicamente que censura al World Socialist Web Site, habló de cómo las empresas privadas pueden ayudar a la “democracia”.
Samantha Power, jefa de la Agencia Estadounidense para el Desarrollo Internacional (USAID), una organización que es de hecho un brazo financiero de la CIA, anunció que su agencia estaría creando un Fondo de Defensa de Difamación Global, que brindaría cobertura para terceros a periodistas que se enfrentan a ser perseguidos por su trabajo. Este fondo sin duda haría de brazo de propaganda del imperialismo estadounidense, que brindaría apoyo a periodistas que escriben en oposición a los rivales de Washington, mientras Julian Assange se pudre en la cárcel.
También se anunció que el lunes la Casa Blanca publicaría una Estrategia sobre Contrarrestar la Corrupción, que se centraría en las “dimensiones transnacionales de esta amenaza”. El USAID, se dijo, monitorizaría y abordaría esa corrupción transnacional. Viniendo de la cumbre, con sus denuncias a Rusia y a China, mencionados como “autócratas entrometidos”, esta iniciativa es otro paso concreto de Washington para intensificar la presión sobre Moscú y Beijing.
A principios de esta semana, Washington anunció su boicot oficial a los Juegos Olímpicos de Invierno en Beijing, acusando a China de cometer “genocidio”, sin presentar prueba alguna para respaldar esto. Pero tres días después, Biden reune a una serie de fuerzas, entre las cuales había truhanes autoritarios y asesinos en masa, para “defender la democracia”.
“Derechos humanos” y “democracia” no significan nada de boca de Joe Biden, el jefe del imperialismo estadounidense. Son mentiras repetidas hasta el hartazgo para justificar los preparativos bélicos de Washington, que actualmente están muy avanzados.
(Publicado originalmente en inglés el 10 de diciembre de 2021)