Un estudio publicado el jueves en la revista Pediatrics halló que, “del 1 de abril de 2020 hasta el 30 de junio de 2021, más de 140.000 niños en EE.UU. han experimentado la muerte de un padre o abuelo cuidador”. Los resultados siguen a la publicación en julio de un estudio en The Lancet de la misma autora, la Dra. Susan Hillis, quien estimó que a nivel global esta cifra ascendía a 1,56 millones de niños hasta abril de 2021.
Estas impactantes cifras subrayan la enorme escala de la tragedia que ha arrasado en todo el mundo durante la pandemia de COVID-19. En EE.UU., cerca de una de cada cuatro de las 621.656 muertes por COVID-19 hasta el 30 de junio fue de un padre o cuidador de niños.
El estudio señala que, “las vidas de estos niños fueron cambiadas permanentemente por las muertes de sus madres, padres o abuelos que proveían sustento a sus hogares, necesidades básicas y cuidado”, añadiendo. Añade: “La pérdida de padres está asociada con problemas de salud mental, una menor escolaridad, un bajo autoestima, comportamientos sexuales riesgosos, y peligro de suicidio, violencia, abuso sexual y explotación. La pérdida de abuelos que residían en el mismo hogar puede impactar el apoyo psicosocial, práctico y/o financiero de los nietos. Después de la muerte de un cuidador, las circunstancias de la familia pueden cambiar y los niños pueden enfrentar inestabilidad en el hogar, separaciones y la falta de un apoyo edificante”.
El nivel de trauma infligido a toda una generación de jóvenes es inestimable. Cuando la élite gobernante y su prensa repiten incansablemente el mantra de que todos deben “aprender a vivir con el virus”, en realidad más y más familias se están viendo destruidas cuando mueren aproximadamente 7.000 personas a diario por COVID-19 en todo el mundo.
La pérdida innecesaria de un padre para un niño es un evento transformador y la gran mayoría no ha sido reportado en la prensa corporativa. Algunos de los casos cubiertos ofrecen un vistazo a la crisis social que enfrentan estos jóvenes.
A fines de agosto, cinco niños de Yucaipa, California, quedaron huérfanos después de que sus dos padres, Davy y Daniel Macias, fallecieron por COVID-19 la misma semana. Toda su familia se contagió durante unas vacaciones. Los niños se recuperaron pero la condición de los padres siguió empeorando. Los niños, con el mayor de tan solo 7 años, ahora viven con sus abuelos. Terry Seri, la cuñada de Daniel Macias, le dijo a un diario local que “pasan mucho tiempo en la noche buscando a mamá y papá”.
También en agosto, en Misisipi, una madre de 32 años de una bebé recién nacida murió por COVID-19 pocos meses después de que su esposo falleciera por el virus, dejando a la bebé huérfana. En el estado vecino de Alabama, una madre soltera de siete está criando a 12 hijos sola después de que su hermana y cuñado fallecieran por COVID-19 el mismo mes, dejando a sus cinco hijos huérfanos. En Michigan, siete niños quedaron huérfanos a inicios de septiembre después de que su madre, Charletta Green, muriera por COVID-19, y su padre Troy, que también tuvo COVID-19, muriera de un infarto poco después de que descubrir que la condición de su esposa empeoraba de forma dramática.
Dada la falta de pruebas generales y de rastreo de contactos, no hay forma de medir la cifra exacta de infecciones que ha causado la reapertura de las escuelas antes de contener el COVID-19. Sin embargo, varios estudios y an álisis de datos del Gobierno han demostrado una correlación fuerte entre las reaperturas de escuelas y aumentos en los casos en las comunidades circundantes. No cabe duda de que un importante número de padres y cuidadores han muerto por COVID-19 tras contraerlo de los niños obligados a regresar a escuelas inseguras.
Los políticos capitalistas de todo el mundo han presionado a favor de reabrir las escuelas profesando cínicamente su preocupación por la salud mental y el bienestar de los niños ante las dificultades de las clases a distancia. En realidad, las reaperturas de escuelas están siendo impulsadas por la necesidad de las corporaciones de que los padres vuelvan a sus puestos para generarles ganancias. Así como estos mismos políticos recortan continuamente la educación y el gasto social, hoy día no les importa la salud mental de los millones de niños cuyos padres y cuidadores han muerto por el COVID-19.
Existe una enorme oposición dentro de la clase obrera internacional a las políticas implementadas por las élites gobernantes ante la pandemia y un deseo cada vez mayor de luchar por la erradicación del COVID-19 a nivel global. Esto se reflejó poderosamente en la huelga escolar global del 1 de octubre iniciada por la madre británica Lis Díaz. A lo largo de la semana antes del 1 de octubre, la etiqueta principal del evento #SchoolStrike2021 fue utilizada más de 26.000 veces en docenas de países de todo el mundo.
Cuando el World Socialist Web Site le preguntó sobre los estudios de los niños que han perdido padres y cuidadores por el COVID-19, Díaz contestó: “Los Gobiernos y aquellos que necesitan que sigamos trabajando siguen hablando sobre la salud mental. Pero existe un grave peligro de que los padres mueran, lo que tendrá un impacto mucho mayor en la salud mental de los niños que tener clases en línea por un par de meses. Estos niños ahora tienen que vivir con el pensamiento de que quizás mataron a sus padres accidentalmente. Si las escuelas no pueden permanecer abiertas y seguras, si va a haber algún nivel de transmisión en las escuelas, necesitan estar cerradas”.
Además de la pérdida de padres y seres queridos, los niños pueden enfermarse gravemente y morir por el COVID-19. Varios estudios recientes indican que aproximadamente uno de cada siete niños infectados desarrolla COVID largo, que involucra síntomas debilitantes que perduran varios meses después de contagiarse. La semana pasada, 22 niños murieron por COVID en EE.UU., llevando el total de muertes infantiles a 520. El COVID-19 es ahora la principal causa de muerte de los niños en Brasil, después de que 1.518 niños de 10 a 19 años murieran por el virus en la primera mitad del 2021. Durante una gran ola de casos impulsada por la variante delta en Indonesia este verano, murieron más de 700 niños por COVID-19 tan solo en julio.
No es una exageración declarar que el futuro de toda una generación está en peligro. Si las estrategias de “inmunidad colectiva” o su variante de implementar ciertas medidas limitadas de mitigación siguen predominando en todo el mundo, el COVID-19 seguirá propagándose en las escuelas, fábricas y lugares de trabajo y millones de personas más morirán, dejando a masas de niños con secuelas de por vida.
La única estrategia científicamente fundamentada y viable para poner fin al sufrimiento y los decesos innecesarios es una que busque la erradicación global del COVID-19. Esto involucra un programa de vacunación globalmente coordinado, pruebas masivas, rastreo de contactos, el aislamiento seguro de pacientes infectados, el uso de mascarillas y la implementación de otras medidas de salud pública en todos los países. En cualquier parte que se propague el virus, las escuelas y los lugares de trabajo no esenciales necesitan cerrarse temporalmente hasta que los nuevos casos diarios caigan a cero, garantizándoles a los trabajadores y personas con pequeñas empresas sus ingresos plenos durante los cierres.
Los fundamentos científicos de estas medidas y cómo pueden implementarse serán el foco central de la reunión del 24 de octubre organizada por el World Socialist Web Site y la Alianza Internacional Obrera de Comités de Base, “Cómo poner fin a la pandemia: el caso a favor de la erradicación”. Un panel de distinguidos científicos y trabajadores repasará el estado actual de la pandemia y trazará una ruta para erradicar el COVID-19 a nivel mundial. Todos los que quieran luchar por este programa para salvar vidas deben registrarse hoy, inviten a sus compañeros de trabajo, amigos y familiares y compartan el evento ampliamente en redes sociales.
(Publicado originalmente en inglés el 8 de octubre de 2021),
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