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Perspectiva

Revista médica británica dice que respuesta al COVID-19 del Gobierno británico creó “torbellino de daños prevenibles”

El martes, la revista BMJ (antiguamente British Medical Journal) acusó al Gobierno británico de haber desatado un “torbellino de daños prevenibles”, incluyendo las muertes de hasta 150.000 personas, “que fallecieron antes de tiempo” como resultado de su respuesta desastrosa a la pandemia de COVID-19.

El editor ejecutivo Kamra Abbasi declaró esta condena en un comentario sobre el testimonio la semana pasada de Dominic Cummings, exasesor del primer ministro Boris Johnson. Sus declaraciones, escribe Abbasi, conducen a la “inescapable conclusión… de que la manera desastrosa en la que el Gobierno es administrado es un contribuyente importante a las muertes en exceso en Reino Unido, a pesar de que Johnson insiste en sus negaciones”.

El primer ministro británico Boris Johnson (centro), el jefe médico para Inglaterra, Chris Whitty (izquierda), y el asesor científico jefe Patrick Vallance durante una rueda de prensa en Downing Street el 3 de marzo de 2020 (AP Photo/Frank Augstein)

La evidencia de Cummings confirmó que el Gobierno de Johnson “se durmió en el trabajo”, “dependió en modelos pandémicos viciados”, “buscó un rango estrecho de puntos de vista expertos y los mantuvo confidenciales”, “antepuso la economía a la salud”, “no protegió a las personas vulnerables en los hogares de ancianos y mintió al respecto”, “ignoró el potencial de propagación aérea”, “postergó las pruebas masivas”, “mantuvo las fronteras internacionales sin controles” y “presidió una estrategia desastrosa y costosa de compras de equipos de protección personal”.

El Reino Unido “se encontraba mal preparado y no tenía un plan pandémico, e incluso si lo hubiera tenido era un plan equivocado que perseguía la inmunidad colectiva y que aceptaba un gran número de muertes. Johnson fue arrastrado a la fuerza a aceptar cada confinamiento, particularmente el primero a fines de marzo de 2020, y retrasó el más importante en septiembre, ignorando a sus propios científicos y colegas, y respaldando a partidarios seleccionados de la inmunidad colectiva”.

El BMJ está identificando un historial de impactante criminalidad, como lo confirmó Cummings. Johnson y sus colaboradores, según Cummings, consideraron seriamente la muerte de 500.000 personas e incluso 800.000 en un escenario a fin de alcanzar la inmunidad colectiva por medio de contagios. Confirmó que el primer ministro gritó que preferiría “dejar que se apilen miles de cuerpos” a implementar otro cierre a fines de octubre, precisamente cuando “antepuso la economía a la salud”. Cuando seguía tildando el COVID-19 como otro “cuento tenebroso”, Johnson incluso sugirió de manera propia de Trump que se inyectaría “coronavirus en televisión en vivo para que todos se den cuenta que no hay nada a que temer”.

El testimonio de Cummings ofreció un retrato de una clase gobernante verdaderamente monstruosa: estúpida, viciosa, codiciosa, totalmente indiferente a las muertes de cientos de miles de personas y viviendo e un “aislamiento surreal”, para utilizar la frase de Abbasi. Sin embargo, el BMJ es casi el único que reconoce el significado de un acontecimiento tan extraordinario. Este es el primer comentario serio sobre la intervención de Cummings fuera del World Socialist Web Site .

También es la segunda vez que el BMJ —una revista médica prestigiosa con una reputación de 150 años— publica un importante ataque contra el Gobierno por su política pandémica. El editorial del 4 de febrero de la revista argumentó que, “Como menos, el Covid-19 podría clasificarse como un ‘asesinato social’”.

Este veredicto devastador —refiriéndose al concepto elaborado por Friedrich Engels— fue completamente ignorado por la prensa, el Partido Laborista y los sindicatos. Y es posible que le ocurra lo mismo a este último editorial. ¿Cómo podría ser distinto? Todas estas organizaciones hicieron todo lo posible para minimizar el impacto de las revelaciones de Cummings.

Por su parte, los medios supuestamente de izquierda y liberales, con el Guardian a la cabeza, utilizaron la política reaccionaria del propio Cummings y su ruptura con Johnson como excusa para desestimar sus declaraciones como si fueran divagaciones inconsecuentes y resentidas. Ni los sindicatos ni el Partido Laborista hicieron declaraciones importantes, a tal punto que John Rentoul del Independent describió de este modo el accionar del líder laborista Keir Starmer ante Johnson: “No fue exactamente como ser atacado por una oveja muerta; sino más como recibir preguntas engañosas por una oveja que apenas estaba viva”.

Ninguno de ellos puede reconocer los crímenes admitidos por Cummings sin condenarse a sí mismos. Como lo indica correctamente el BMJ sobre lo fundamental de las revelaciones de Cummings: “Nada de esto constituye noticias, al menos para los observadores cercanos”.

El programa asesino de inmunidad colectiva del Reino Unido fue una conspiración llevada a cabo a plena vista. Se basó menos en el secretismo que en la complicidad de todas las supuestas fuerzas opositoras o independientes del país. El Partido Laborista, primero bajo Jeremy Corbyn y ahora bajo sir Keir Starmer, ha operado como un socio de coalición de facto de los conservadores en nombre de proporcionar solo “críticas constructivas” en pro del “interés nacional.” Los sindicatos participan en más reuniones tripartitas con el Gobierno y la patronal que los días en la semana. Los periódicos nacionales de todas las tendencias políticas han repetido fielmente la propaganda del Gobierno, manteniendo todas las críticas dentro de límites seguros.

Estas organizaciones tienen ahora más razones que nunca para enterrar esta historia junto con los muertos. Una vez más, se están alineando detrás de los más recientes esfuerzos de Johnson para acabar con los últimos vestigios de las restricciones sanitarias, en los dientes de una tercera ola de la pandemia.

Una semana después de la comparecencia de Cummings ante los comités de salud y ciencia del Parlamento, cuando los casos de la variante altamente infecciosa Delta (india) se duplican cada semana, Johnson se sintió libre de anunciar: “No veo nada en los datos en este momento que signifique que no podamos seguir adelante con el paso 4 [poner fin a todas las restricciones el 21 de junio]”.

Los laboristas y los sindicatos han suprimido tan a fondo la oposición a Johnson que el inconveniente más significativo al que se enfrenta ahora el primer ministro para imponer su agenda proviene de las fantasías autoritarias derechistas de Cummings. El exasesor dijo a los diputados: “En una entidad bien gestionada, lo que habría ocurrido aquí es esencialmente, en mi opinión, que habrías tenido una especie de dictador a cargo de esto”. Este dictador tendría “lo más parecido a la autoridad real que el Estado tiene legalmente para hacer cosas... empujando las barreras de la legalidad”.

El BMJ concluye su editorial planteando la siguiente pregunta: “¿Cuánto de esta vorágine de daños era evitable con el liderazgo adecuado?”. En contra de los “leales al Brexit sin experiencia” que Johnson y Cummings elevaron, pide que se “rinda cuentas públicamente” mediante una investigación pública inmediata, en lugar de dentro de un año, según el calendario de Johnson.

Pero dentro de la estructura política actual, no existe tal cosa como un “liderazgo adecuado” ni una posibilidad de una rendición de cuentas pública. Todos los elementos de la élite política británica, desde las facciones pro-Brexit y anti-Brexit de los conservadores hasta el Partido Laborista y la burocracia sindical, han participado en este crimen y en su encubrimiento. Una investigación organizada por Johnson y el poder judicial, cuando sea que se celebre, no ofrecería ningún remedio para este problema esencial. La clase dirigente británica, veterana de las investigaciones de Hillsborough, Hutton, Chilcot y Grenfell, encabeza el mundo en el uso de este mecanismo para proteger a los culpables.

Lo mismo ocurre a nivel internacional. Ni un solo Gobierno ha producido líderes que luchen por una respuesta científica, humana y coordinada a nivel global a la pandemia. Todo lo contrario: la política común ha sido la del nacionalismo y el asesinato social en defensa de las ganancias y las fortunas privadas, lo que ha provocado la muerte de al menos 3,6 millones de personas, oficialmente, y, siendo más realistas, de entre 7 y 10 millones.

Lejos de cambiar de rumbo, los Gobiernos de todo el mundo se empeñan en poner fin a las medidas de contención para poder reanudar la explotación de la clase obrera a toda máquina. Mientras tanto, la mentira de que la pandemia se originó en un laboratorio de Wuhan se amplifica para ocultar la responsabilidad de las élites gobernantes del mundo en la propagación de la pandemia, mientras se prepara el camino para la agresión militar contra China.

El llamamiento del BMJ a “un liderazgo adecuado” para hacer frente a la pandemia en curso es en realidad una cuestión revolucionaria. La respuesta universalmente brutal e incompetente a la pandemia refleja un sistema capitalista mundial en un estado de avanzada decadencia, que sirve a los intereses de una oligarquía diminuta y superrica y amenaza el sustento y la vida de millones de personas. Lo que se necesita para poner fin finalmente al sufrimiento provocado por el COVID-19 es que la clase obrera afiance su conducción de la sociedad. Al tomar el poder, la clase obrera creará las condiciones para garantizar que la salud pública tenga prioridad sobre el lucro privado y para llevar ante la justicia a Johnson y a los otros políticos y empresarios criminales.

(Publicado originalmente en inglés el 2 de junio de 2021)

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