Durante la última semana, los medios impresos y televisivos estadounidenses, el Gobierno de Biden y las agencias de inteligencia de EE.UU. han iniciado una feroz campaña de propaganda que busca revivir el cuento de que el COVID-19 se originó en un laboratorio chino.
Esta mentira contradice una contundente cantidad de evidencia científica y los hallazgos de una investigación de la Organización Mundial de la Salud (OMS) publicados a fines de marzo. Será recordada como una de las mayores falsedades en la historia humana: una mentira tan colosal que eclipsa los perjurios del Gobierno de Bush sobre las “armas de destrucción masiva” iraquíes.
No existe ninguna justificación factual ni científica para afirmar que el virus se originó en un laboratorio chino. Hasta la fecha, la única evidencia presentada por la Casa Blanca, las agencias de inteligencia estadounidenses y la prensa para respaldar su acusación es que varios empleados del Instituto de Virología de Wuhan se enfermaron a fines de 2019 con síntomas que el Departamento e Estado reconoce que son “consistentes con… enfermedades estacionales comunes”.
El Gobierno de Trump ya había utilizado estos malestares en el instituto de Wuhan para alegar que China fue responsable de propagar deliberadamente la pandemia, utilizando un “virus como arma” para infligir muertes masivas a las poblaciones de todo el mundo. Ahora esta acusación ha sido reproducida por los principales medios de comunicación y legitimada por la Administración de Biden.
El jueves, el director de Inteligencia Nacional de EE.UU. escribió que la “comunidad de inteligencia” del país ha “coincidido en dos escenarios probables: o bien apareció naturalmente a través del contacto humano con animales infectados, o bien fue un accidente de laboratorio”. Si el COVID-19 no hubiera “aparecido naturalmente”, la enfermedad fue, como lo afirmó el Departamento de Estado de Trump en enero, creada a través de ingeniería biológica.
Como lo han dejado claro las indagaciones de la OMS sobre los orígenes del COVID-19, se han identificado incontables virus similares al virus del COVID-19 en murciélagos, incluyendo uno, el RaTG13 que es 96,2 por ciento similar al Sars-CoV-2, el virus que causa el COVID-19. El Sars-CoV-1 fue un coronavirus proveniente de murciélagos que causó el brote de SARS de 2003-2004.
Para que la afirmación de que el COVID-19 fue diseñado por medio de ingeniería biológica tenga cualquier credibilidad, tendría que haber algo sobre la enfermedad y sus orígenes que sea inconsistente con otros virus que ocurren de manera natural. Pero no hay nada que indique esto. Como lo declaró el reporte de la OMS sobre los orígenes de la enfermedad, la “bioingeniería deliberada” del COVID-19 fue “descartada… después de análisis del genoma”.
La promoción de la teoría del laboratorio como origen está siendo impulsada por las condiciones políticas e intereses sociales con dos motivos interrelacionados.
En primer lugar, busca distraer de las acciones del Gobierno de EE.UU. y otros países, los cuales implementaron políticas que resultaron en muerte a escala masiva. En la medida en que el público se recupera de la abrumadora impresión de la pandemia, se exigirán explicaciones sobre por qué fallecieron tantas personas y una rendición de cuentas por parte de los culpables.
Desde el principio, los Gobiernos de todas las principales potencias capitalistas subordinaron la respuesta a la pandemia al afán de lucro de las corporaciones, la codicia de los oligarcas capitalistas y los objetivos geopolíticos del imperialismo. Las medidas que todos los científicos y epidemiólogos consideraban necesarias —incluyendo el cierre de la producción no esencial con asistencia financiera para todos los afectados— fueron rechazadas porque amenazaban con socavar los mercados financieros y los intereses de los ricos.
Como consecuencia directa, más de tres millones de personas han fallecido en todo el mundo, según las cifras oficiales, incluyendo más de 600.000 solo en Estados Unidos.
El testimonio de esta semana de Dominic Cummings, el exasesor del Gobierno británico de Boris Johnson, dejó en claro que el Gobierno implementó una estrategia de “inmunidad colectiva”, que involucró a asesores abogando por “fiestas de viruela” para propagar la enfermedad en toda la población. El Gobierno calculó que esta política resultaría en hasta 800.000 muertes.
En Brasil, las investigaciones del Senado sobre la pandemia han demostrado además que el Gobierno de Jair Bolsonaro siguió deliberadamente una política de permitir que el virus se extendiera sin trabas, previendo que el número de muertos podría llegar a 1,4 millones (actualmente es de 450.000).
En Estados Unidos, tras unas primeras medidas de contención parciales en marzo de 2020 que se aplicaron tras un recrudecimiento del malestar social, la Administración de Trump encabezó la campaña de regreso al trabajo bajo el lema “el remedio no puede ser peor que la enfermedad.” Aunque esta política homicida fue articulada más claramente por Trump, recibió el apoyo de los medios de comunicación y fue implementada por los Gobiernos estatales dirigidos tanto por republicanos como por demócratas.
Los dirigentes de los Gobiernos capitalistas tienen las manos manchadas de sangre y buscan un chivo expiatorio: China.
En segundo lugar, la mentira del laboratorio de Wuhan busca fomentar el odio nacionalista para apoyar el objetivo estratégico central de la Administración de Biden: la preparación de un conflicto económico y potencialmente militar con China.
Desde su llegada al poder, la Administración de Biden ha declarado que Estados Unidos se encuentra en un “punto de inflexión” y que debe llevar a cabo una lucha para “ganar el siglo XXI” contra China. Los medios de comunicación estadounidenses han intentado, sin éxito, interesar al público en la acusación, impulsada por las agencias de inteligencia, de que China está llevando a cabo un genocidio contra su población musulmana uigur. Pero la campaña no ha tenido hasta ahora el efecto deseado.
Por lo tanto, es necesario inventar una mentira mucho más visceral y peligrosa: que China es responsable de una pandemia mortal que ha matado a tantas personas que casi todos los estadounidenses conocen a una de sus víctimas.
El precedente más directo de la promoción de la mentira del laboratorio de Wuhan es la afirmación inventada por la Administración de Bush de que Irak escondía “armas de destrucción masiva”, que sirvió de pretexto para la invasión de Irak. El método es exactamente el mismo. Las conclusiones ambiguas de las agencias de inteligencia estadounidenses, canalizadas a través de “fuentes anónimas” a los medios de comunicación, junto con declaraciones abiertamente perjuradas de funcionarios de la Administración, resultaron en un pretexto para una guerra que ha matado a más de un millón de personas.
La estructura y los métodos de la teoría conspirativa del “laboratorio de Wuhan” son muy similares a otras teorías conspirativas promovidas con fines políticos, con las que los propagandistas de Washington y otras capitales del mundo están muy familiarizados. En diciembre de 2017, el New York Times publicó un artículo, “Las huellas de la desinformación rusa: del sida a las noticias falsas”, en el que se afirmaba que las agencias de inteligencia soviéticas y de Alemania del Este inventaron una teoría conspirativa sobre los orígenes del VIH.
“Llamada Operación Infektion por los servicios de inteligencia exterior de Alemania del Este”, escribió el Times, “la campaña de desinformación de la década de 1980 sembró la teoría de la conspiración de que el virus que causa el SIDA era el producto de experimentos con armas biológicas realizados por Estados Unidos”.
En 1985, un documento interno del KGB señalaba que la agencia de inteligencia soviética trataba de difundir la opinión de que “esta enfermedad es el resultado de experimentos secretos de los servicios secretos de Estados Unidos y del Pentágono con nuevos tipos de armas biológicas que se han salido de control”. El KGB publicó un artículo en un periódico indio titulado “El SIDA podría invadir la India: enfermedad misteriosa causada por experimentos estadounidenses”, en el que se afirmaba que la enfermedad se había originado en un laboratorio militar estadounidense en Fort Detrick, Maryland.
Como resultado de esta campaña de desinformación, un estudio realizado en 2005 por la Corporación RAND y la Universidad Estatal de Oregón reveló que casi el 50 por ciento de los afroamericanos pensaban que el sida había sido producido por el hombre. La prevalencia de esta teoría de la conspiración en todo el mundo dificultó dar una respuesta científica a la epidemia del sida, incluso en la propia Unión Soviética.
El Times cita al historiador Thomas Boghardt para explicar la técnica de desinformación: “Tira suficiente mugre, y algo se pegará”.
El Times, el Washington Post y los demás grandes medios de comunicación, junto con la Administración de Biden, están utilizando esta técnica para difundir la mentira del laboratorio de Wuhan. Mientras que el artículo del Times tenía la intención de promover la trama de “noticias falsas” e “injerencia rusa”, el hecho es que la clase dominante estadounidense es ahora el mayor propagador de “noticias falsas”.
La legitimación de la mentira del laboratorio de Wuhan tendrá consecuencias políticas incalculables dentro de los Estados Unidos. Si la acusación del “virus convertido en arma” promovida por la extrema derecha es ahora legítima, qué sucederá con las demás mentiras y conspiraciones promovidas por la Administración de Trump: la teoría conspirativa “birther” de Trump de que Obama no era un ciudadano estadounidense, la teoría conspirativa “pizzagate” de que altos operativos del Partido Demócrata estaban involucrados en una red de prostitución infantil y, sobre todo, la afirmación de que las elecciones de 2020 fueron robadas, que estuvo detrás de la insurrección fascistizante del 6 de enero.
Significativamente, los medios de comunicación aclaman ahora al “sofisticado” fascista Tom Cotton, senador de Arkansas, como una voz importante en el “debate” sobre los orígenes del coronavirus. Los “libros de historia recompensarán” a Cotton por promover la teoría del laboratorio de Wuhan, declaró el principal verificador de hechos del Washington Post, Glenn Kessler.
Cotton publicó infamemente un artículo de opinión en julio de 2020 en el que pedía a Trump que “enviara a las tropas” para reprimir las protestas masivas contra la violencia policial. Es uno de los principales defensores de la mentira de que Donald Trump ganó las elecciones presidenciales de 2020, y se opuso a la certificación de los votos electorales el 6 de enero en coordinación con la turba que asaltó el Capitolio.
A nivel nacional, esta mentira tendrá el efecto de deslegitimar la oposición popular y preparar el terreno para la censura masiva, tachando a todos aquellos que critiquen la política del Gobierno como agentes de China. Facebook ya censuró durante dos meses un artículo del World Socialist Web Site en el que se exponía la promoción por parte del Washington Post de la teoría de la conspiración del laboratorio de Wuhan, lo que llevó a la suspensión de las cuentas que intentaron compartirlo. Facebook, por su parte, ha anunciado que ya no restringirá las publicaciones que promuevan la teoría conspirativa de que el virus fue fabricado en un laboratorio chino.
Una vez que esta mentira entre en el torrente político de Estados Unidos, tendrá efectos venenosos e incontrolables. Desencadenará cazas de brujas, amenazas e intimidaciones violentas contra los científicos y todos aquellos que pidan una respuesta científica a la devastadora pandemia. Ya están aumentando los incidentes de violencia antiasiática.
El Gobierno chino, por su parte, no puede interpretar la promoción de esta mentira como algo más que una preparación para la guerra, y responderá de una manera que hará más probable una escalada, creando un ciclo mortal de militarización. Un conflicto militar entre Estados Unidos y China —las mayores economías y los mayores ejércitos del mundo— tendría consecuencias catastróficas para toda la humanidad.
El World Socialist Web Site hace un llamamiento a todos los trabajadores, científicos e intelectuales para que se opongan a la colosal mentira que propagan el Gobierno y los medios de comunicación estadounidenses. Los científicos tienen el deber de educar al público y oponerse a la perversión xenófoba de la ciencia. Los periodistas deben investigar seriamente y exponer los esfuerzos para promover y difundir esta mentira.
El pueblo trabajador debe contrarrestar la mentira de los oligarcas capitalistas con la exigencia de una verdadera rendición de cuentas. Los responsables de la política de “inmunidad colectiva”, junto con los ejecutivos de las empresas que lucraron de ella, deben rendir cuentas.
Hacemos un llamamiento a los trabajadores para que rechacen los esfuerzos de las clases dominantes por desviar la culpa de los crímenes del capitalismo estadounidense a los pies de China. Si los trabajadores quieren detener la pandemia que ha matado a tantas personas, deben rechazar los esfuerzos de los capitalistas por incitar al odio nacionalista, la ignorancia y la violencia a través de la lucha por unir a la clase obrera mundial sobre la base de una perspectiva socialista.
(Publicado originalmente en inglés el 28 de mayo de 2021)