En una medida sin precedentes en la historia de Brasil, el presidente fascistizante del país, Jair Bolsonaro, ha destituido a su ministro de defensa junto con los comandantes del ejército de tierra, la marina y la fuerza aérea. Su objetivo visible es obtener el control total del Estado como preparativo para medidas dictatoriales contra la clase trabajadora en el contexto del catastrófico empeoramiento de la pandemia de COVID-19 y una crisis social y política que se profundiza en Brasil.
El conflicto de Bolsonaro con los altos mandos del ejército ha surgido en el contexto de sus demandas cada vez más estridentes de una subordinación total de las Fuerzas Armadas a la agenda política de su gobierno, en particular su política genocida de la inmunidad colectiva en relación con la pandemia de COVID-19. El mismo día del cambio total de los altos mandos de las fuerzas armadas, Brasil estableció el récord de 3.668 muertos por COVID-19, mientras su sistema sanitario se enfrenta a un colapso nacional.
En diferentes ocasiones en las semanas pasadas, Bolsonaro ha promocionado una confrontación con cualquier medida de distancia social implementada por gobiernos estaduales y municipales como respuesta al aumento récord de contagios y muertes por COVID-19. "Mi ejército no va a salir a las calles a obligar a la gente a quedarse en casa", declaró.
El lunes, el gobierno anunció una remodelación de gabinete que afectaba a seis ministerios, incluyendo al Secretariado de Gobierno, el jefe del Gabinete, Asuntos Exteriores, Defensa, Justicia, y el cargo de Fiscal General. El ministro de defensa, general Fernando Azevedo e Silva, fue reemplazado por el general Braga Netto, quien ejerciera anteriormente como jefe del Estado Mayor de Bolsonaro. Tras una breve reunión con Bolsonaro, Azevedo e Silva aceptó renunciar, aunque fue de hecho destituido por el presidente.
En su carta de renuncia, el general dijo que como jefe del ministerio de defensa, "preservé las Fuerzas Armadas como instituciones del Estado", sugiriendo que después de su destitución, ello podría ya no ser así.
La renuncia de los mandos fue anunciada por Braga Netto en cuanto asumió el ministerio de defensa el martes por la mañana. El antiguo comandante de la Fuerza Aérea, Antonio Carlos Moretti Bermudez, publicó un vídeo después de la reunión, con una declaración que adoptaba el mismo tema que Azevedo e Silva. Bermudez declaró que trabajó para la Fuerza Aérea como "institución del Estado" y por la "soberanía de lo que es nuestro: el espacio aéreo".
El martes también fue marcado por una ofensiva por parte de los aliados de Bolsonaro en la Cámara de Representantes. El dirigente del Partido Social Liberal (PSL) en la Cámara, el mayor Vitor Hugo, intentó forzar la votación de un proyecto de ley que define las emergencias sanitarias —tales como la pandemia de COVID-19— como motivo para decretar la Movilización Nacional.
Las Movilizaciones Nacionales, que actualmente se pueden decretar en caso de guerra, le permiten al presidente intervenir en la producción en empresas públicas y privadas y someter al personal civil y militar a sus órdenes. Representa una gran concentración de poder en manos del presidente. Incluso políticos derechistas de la Cámara definieron la propuesta como intentona "golpista".
La reestructuración sin precedentes del gabinete y del alto mando militar por parte de Bolsonaro tuvo lugar en vísperas del 57 aniversario el miércoles del golpe militar de 1964 en Brasil, apoyado por EEUU. El primer acto de Braga Netto como ministro de defensa fue publicar un orden del día militar pidiendo la celebración de ese crimen político, que inauguró dos décadas de brutal dictadura.
El documento promovía la mentira de que el golpe militar era parte de un "movimiento 1964" en respuesta a una "amenaza real a la paz y la democracia". Según esta cínica fantasía "bolsonarista" el golpe empezó con un movimiento popular en las calles que terminó siendo apoyado por la clase gobernante brasileña y su Estado, y las fuerzas armadas "sufrieron desgaste" para "garantizar las libertades democráticas de las que gozamos hoy".
De hecho, el golpe de 1964 fue concebido y promocionado directamente por parte del imperialismo estadounidense y la clase gobernante brasileña. No fue el ejército el que sufrió "desgaste", sino más bien las decenas de miles de trabajadores y estudiantes que asesinó y torturó durante la sangrienta dictadura que duró 21 años.
El documento, que fue leído en voz alta al personal militar en cuarteles en todo Brasil el miércoles por la mañana, va dirigido a sacar lecciones fascistas de esta historia. Declara: "El actual escenario geopolítico presenta nuevos desafíos, como asuntos medioambientales, ciber- amenazas, seguridad alimentaria y pandemias. Las Fuerzas Armadas están presentes, en primera línea, protegiendo a la población".
Es urgente que la clase trabajadora brasileña saque sus propias lecciones políticas de esta derrota. Armarse políticamente contra los métodos cada vez más dictatoriales de la clase capitalista es un asunto de vida o muerte.
En 1964, la subordinación política de los trabajadores al gobierno nacionalista burgués de João Goulart, promocionada por el estalinista Partido Comunista, fue instrumental en el desarme de la resistencia obrera al golpe.
En 1985, cuando la dictadura terminó oficialmente, las fuerzas políticas vinculadas al Partido de los Trabajadores (PT) militaron por una transición suave hacia un régimen burgués civil, oponiéndose a la "persecución" de los mandos militares y civiles responsables de los crímenes bárbaros cometidos contra la clase trabajadora. La mentira política de que este camino representaba un ajuste de cuentas con el legado de la dictadura militar ha quedado expuesta por el surgimiento de Bolsonaro de este marco político.
Hoy, las mismas fuerzas históricamente tras estas traiciones políticas buscan cegar a la clase trabajadora respecto a los peligros inminentes de la situación actual.
Varios grupos pseudoizquierdistas, especialmente los herederos del revisionista argentino Nahuel Moreno, han sacado la misma conclusión de los acontecimientos de la semana pasada: "No hay nada que ver aquí, sigan su camino".
Una de las formulaciones más grotescas fue redactada por Valerio Arcary, uno de los principales líderes de la antigua organización morenista Convergencia Socialista, que ocupó cargos en la dirección del PT. Hoy, encabezando la tendencia "Resistencia" dentro del Partido Socialismo y Libertad (PSOL), Arcary ridiculizó a los que están "al borde de un ataque de nervios" por las acciones dictatoriales de Bolsonaro, y declaró tajantemente: "Lo que pasó con la reestructuración ministerial no es la antecámara de un autogolpe que se esté preparando. ... El gran capital no apoya la subversión del régimen".
El mismo punto de vista político esencial sostienen los morenistas del Movimiento Revolucionario de los Trabajadores (MRT), vinculado al Partido de los Trabajadores Socialistas (PTS) de Argentina. En su sitio web, Esquerda Diário, dicen que Bolsonaro no tiene apoyo dentro del ejército y que los partidos del centro derecha lo "hostigan". El sitio defiende "una conclusión más sobria que los análisis que exageran el complot golpista de Bolsonaro en un momento de un claro debilitamiento y desintegración de sus bases de apoyo".
La autosuficiencia de clase media de estos grupos pseudoizquierdistas, que se origina en su confianza sólida en la estabilidad eterna del Estado capitalista, solo merece desprecio. La clase trabajadora brasileña tiene que que tomarse las amenazas de Bolsonaro con la mayor seriedad.
La realidad política en Brasil viene determinada por la profunda crisis del sistema capitalista mundial, que está causando el colapso de democracias burguesas en todo el mundo, y está llevando a la clase gobernante de cada país hacia métodos dictatoriales. El golpe del 6 de enero en Estados Unidos, aclamado abiertamente por Bolsonaro y seguido de cerca por su hijo, Eduardo Bolsonaro, es la expresión más aguda de este cambio político internacional.
La pandemia de COVID-19 ha planteado las contradicciones fundamentales del capitalismo a un nivel explosivo. El brutal aumento de la desigualdad social, los efectos devastadores del coronavirus en todo Brasil y la crisis sin futuro del capitalismo brasileño son las fuerzas objetivas que impulsan las conspiraciones golpistas de Bolsonaro.
Sin embargo, estos mismos factores objetivos están creando las condiciones para un poderoso movimiento revolucionario de la clase trabajadora en Brasil y en todo el mundo. La clase trabajadora de Brasil no se puede permitir otro golpe militar fascista. Debe armarse políticamente para evitarlo.
La lucha contra la amenaza de la dictadura debe ir de la mano con la lucha para parar la pandemia de COVID-19, y para resolver la crisis social que afecta a millones de trabajadores. La cuestión decisiva para prepararse para la la oleada de levantamientos revolucionarios que se viene es la construcción de una dirección socialista e internacionalista en la clase trabajadora —es decir, una sección brasileña del Comité Internacional de la Cuarta Internacional.
(Publicado originalmente en inglés el 1 de abril de 2021)