El 1 de mayo de 2003, el presidente George W. Bush pronunció un discurso televisado sobre el portaaviones USS Abraham Lincoln tan solo dos meses tras el inicio de la sangrienta invasión de Irak. Bajo las grandes palabras “Misión Cumplida”, Bush proclamó que “las mayores operaciones de combate en Irak finalizaron”. Su proclamación fue seguida por una ocupación imperialista que resultó en la muerte de más de un millón de iraquíes y casi 4.500 soldados estadounidenses.
El jueves por la noche, el discurso televisado en horas de máxima audiencia del presidente Joe Biden, en ocasión del primer aniversario de la pandemia de coronavirus, tuvo un carácter similar. Actuando como un gentil abuelito, Biden comunicó que la pandemia fue puesta bajo control con el Partido Demócrata a la cabeza. Reaseguró a los estadounidenses de que van por buen camino para derrotar el COVID-19, animándolos a “celebrar nuestra independencia respecto a este virus” reuniéndose con sus amigos, familiares y vecinos el 4 de julio.
Biden hizo estas declaraciones en un momento en el que los científicos de EE.UU. y de todo el mundo están dando la voz de alarma sobre la necesidad de actuar para detener una nueva oleada letal de la pandemia, a medida que se producen más infecciones y variantes mortales y que las vacunaciones limitadas a nivel mundial amenazan con una marea “huracanada” de casos. Sin embargo, los Gobiernos de todo el mundo, incluido el de Biden, están eliminando las restricciones restantes ante la propagación del virus.
“Mira”, declaró Biden, “sabemos lo que tenemos que hacer para vencer a este virus: Decir la verdad”. Sin embargo, todas sus declaraciones se basaron en una serie de engaños, distorsiones y mentiras directas.
En primer lugar, Biden no dijo casi nada sobre lo que produjo esta catástrofe. En su única insinuación de que algo o alguien pudo haber sido responsable, dijo: “Hace un año, fuimos golpeados por un virus que fue recibido con silencio y se extendió sin control, negándolo durante días, semanas y luego meses”.
¿Quién lo negó y en interés de quiénes? De esto, Biden no dijo nada. Ni siquiera se refirió una vez a las políticas de su predecesor, Trump. El devastador número de víctimas es el resultado de una política consciente llevada a cabo por los Gobiernos de todo el mundo, conservadores y liberales por igual, que permitieron la propagación del virus. No se permitió ninguna medida --como un confinamiento total con compensación plena para los trabajadores y las pequeñas empresas-- que interfiriera con la acumulación de ganancias de los superricos.
En Estados Unidos, tanto los demócratas como los republicanos participaron en la aplicación de esta política homicida. Desde un principio, los congresistas demócratas y los republicanos fueron informados de los peligros que planteaba el nuevo coronavirus y que era altamente contagioso, pero ambos partidos guardaron silencio y no hicieron ninguna advertencia seria a la población.
En segundo lugar, Biden afirmó que la pandemia tuvo un impacto devastador en todos los estratos de la sociedad. “Aunque fue diferente para todos, todos perdimos algo — un sufrimiento colectivo, un sacrificio colectivo”.
De hecho, algunas personas no solo no han perdido nada, sino que han ganado mucho. Desde el comienzo de la pandemia, hace un año, los milmillonarios estadounidenses han aumentado su riqueza en $1,4 billones. Cuando el mercado se desplomó en marzo, el Congreso aprobó rápidamente la Ley CARES para distribuir billones de dólares a Wall Street.
“Encontrar la luz en la oscuridad es algo muy estadounidense”, declaró Biden, quizá diciendo más de lo que pretendía. La clase dirigente vive bajo el lema “Nunca dejes que una buena crisis se desperdicie”, y esto es ciertamente lo que ocurrió durante la pandemia.
En tercer lugar, Biden afirmó que su propia Administración estaba haciendo todo lo posible para detener la propagación del virus. “Estoy utilizando todos los poderes que tengo como presidente de los Estados Unidos”, afirmó Biden, “para ponernos en pie de guerra y hacer el trabajo”. Se jactó de que haría que todos los adultos pudieran vacunarse antes del 1 de mayo, antes de admitir que esto “no significa que todo el mundo vaya a vacunarse inmediatamente, pero significa que podrán ponerse en la cola.” Decenas de millones de personas se quedarán esperando meses antes de vacunarse.
Lejos de tomar medidas para detener la propagación del virus y proteger a los trabajadores y sus familias mientras la población se vacuna, Biden está encabezando la reapertura de las escuelas para clases presenciales, lo que ya está provocando importantes brotes en todo el país. El jueves se jactó de que la reabrir la mayoría de las escuelas de kínder a octavo año para abril era la “prioridad número uno” de su secretario de Educación.
En cuarto lugar, como parte del panorama generalmente optimista de Biden sobre el estado de la pandemia, presentó la crisis en términos totalmente nacionales. Al escucharlo, uno apenas sabría que hay otros países en el mundo, fuera de su amenaza a los líderes extranjeros de “nunca apostar contra” Estados Unidos.
La verdad es que la pandemia es una crisis global que no tiene una solución nacional. Los acontecimientos en todo el mundo regresarán para afectar Estados Unidos. A nivel mundial, la tasa de casos diarios está volviendo a aumentar rápidamente, alcanzando un promedio de siete días de más de 413.000 nuevos casos diarios. Cada día se registran casi 8.500 muertes.
El aumento está encabezado por Brasil, que vive la peor etapa de la pandemia hasta el momento, con más de 78.000 nuevos casos confirmados y 2.207 muertes el jueves. Los casos vuelven a aumentar en Europa, llevando a los hospitales al límite en Polonia y la República Checa. Alemania se encuentra ya en su tercera oleada de infecciones tras la reapertura de los colegios sin restricciones. En todo el continente la distribución de vacunas ha sido una debacle, en la medida en que los Gobiernos compiten por el acceso a un suministro limitado de dosis. Las tasas de vacunación en la mayoría de los países siguen siendo de un solo dígito.
En cuanto a los Estados Unidos, aproximadamente 1.500 personas siguen falleciendo por el COVID-19 cada día, una tasa que es significativamente más alta que la segunda ola de muertes en el verano, y el descenso de contagios se ha ralentizado drásticamente. A pesar de que el esfuerzo nacional de vacunación ha aumentado a más de dos millones de dosis al día —alcanzando el objetivo de Biden de llegar a 100 millones de “dosis en los brazos” para el final de sus primeros 100 días en el cargo varias semanas antes— solo el 10 por ciento de la población ha sido completamente vacunada.
Por último, hacia el final de sus declaraciones, Biden dio la mentira más evidente y directa de todas. “Hace más de un año”, dijo, “nadie podía imaginarse lo que íbamos a vivir”.
De hecho, los científicos y epidemiólogos llevaban mucho tiempo advirtiendo precisamente del peligro de una pandemia de este carácter. Era solo una cuestión de tiempo que sucediera en la forma en que lo hizo. Además, hace un año ya era evidente que, si no se tomaban medidas de emergencia, la pandemia de coronavirus tendría consecuencias devastadoras para la población de todo el mundo. Esto quedó documentado en la declaración de la pandemia por parte de la Organización Mundial de la Salud y en innumerables declaraciones en el World Socialist Web Site.
“Hace más de un año”, el 6 de marzo de 2020, el Partido Socialista por la Igualdad (EE.UU.) publicó una declaración en la que denunciaba la respuesta negligente e incompetente de los Gobiernos de todo el mundo, sobre todo el estadounidense. Se podía evitar la muerte de millones de personas, declaró, si se tomaban medidas agresivas de acuerdo con las recomendaciones de los epidemiólogos:
Un principio debe guiarnos en la respuesta a esta peligrosa enfermedad: las necesidades humanas son lo primordial. La lucha contra una epidemia que amenaza a millones de vidas no puede subordinarse a consideraciones de lucro privado.
La respuesta de las instituciones de la sociedad capitalista fue sacrificar la vida por las ganancias, condenando a millones de personas a morir en aras de los intereses de Wall Street.
Lo que ha puesto de manifiesto la pandemia en el último año es la contradicción fundamental entre los intereses de la sociedad en su conjunto y los de la élite gobernante y el sistema capitalista. Al igual que con todas las demás amenazas para la humanidad, no existe una solución progresista para la pandemia bajo el capitalismo y el sistema de Estados nación. Solo la clase obrera internacional, luchando sobre la base de un programa socialista por derrocar al capitalismo y reorganizar la sociedad en su propio interés, puede hacer avanzar a la humanidad. Esa es la gran verdad que Biden, por supuesto, no dirá.
(Artículo publicado originalmente en inglés el 13 de marzo de 2021)