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Perspectiva

La rebelión de los docentes en Chicago y la lucha por contener la pandemia

El sábado, más de 200.000 maestros de Chicago votaron abrumadoramente en contra de volver a clases presenciales, desafiando la campaña de el consejo de escuelas públicas CPS, la alcaldesa demócrata Lori Lightfoot y el Gobierno de Biden para reabrir las escuelas aún cuando mueren más de 3.000 personas de COVID-19 en EE.UU. a diario.

El impulso a reabrir escuelas se ha vuelto el centro de la lucha de clases en Estados Unidos. Enfrentándose a una rebelión incipiente de los educadores, que amenaza con escaparse del control del sindicato Chicago Teachers Union (CTU), el CPS se vio obligado el martes a interrumpir temporalmente su agresiva presión para volver completamente a clases presenciales pese a un COVID-19 rampante. Mientras el CPS y el CTU intentan componer un acuerdo que el sindicato crea que pueda venderles a sus miembros, el tercer mayor distrito escolar del país ha vuelto a clases completamente remotas.

Una manifestación de docentes en Chicago, 15 de enero de 2021 (Photo: Milwaukee Teachers Education Association/Flickr)

La resistencia de los educadores de Chicago es vista como una amenaza para toda la clase gobernante, dado que la reapertura de escuelas se ha vuelto un eje de la campaña para obligar a los trabajadores a regresar a sus puestos en plena pandemia.

Con el fin de maximizar las ganancias, necesitan reabrir las escuelas para garantizar que los padres puedan regresar a lugares de trabajo inseguros. Solo por esta razón, el Gobierno de Biden y los políticos de ambos partidos están presionando para que se reabran las escuelas en todo el país con el apoyo de los sindicatos American Federation of Teachers (AFT), National Education Association (NEA) y todas sus filiales estatales y locales.

Conscientes de la militancia entre los educadores, los medios de comunicación corporativos y la élite política están emprendiendo una frenética campaña de propaganda para envilecer a los profesores y distorsionar la ciencia

La expresión más clara de la perspectiva de la clase dominante provino del Wall Street Journal, que ha sido el defensor más consistente de la “inmunidad colectiva”, la política de permitir que el COVID-19 se extienda por toda la población.

El lunes, el Consejo Editorial del Journal denunció a los profesores de Chicago como “egoístas”, declarando: “El 71 por ciento de los miembros del CTU con derecho a voto rechazaron el regreso a las clases presenciales hasta que las escuelas sean 'seguras', es decir, cuando los profesores tengan ganas de volver”.

El Journal criticó a la ciudad por dar marcha atrás ante la creciente oposición de los profesores, declarando “¿No han leído los líderes del distrito el libro infantil 'Si le das una galleta a un ratón'? Acomodar las demandas irrazonables lleva a más demandas irrazonables”.

El absoluto desprecio por los profesores expresado en estas líneas expresa el odio de la clase dominante hacia todos los trabajadores, cuyas vidas no significan nada para ellos. El Journal desprecia las condiciones “seguras” exigidas por los educadores en un momento en el que cada día mueren más de 3.000 personas a causa del COVID-19 y aproximadamente 175.000 se infectan en EEUU, mientras que variantes más infecciosas y letales del virus se extienden sin ser detectadas por todo el país.

A lo largo de la pandemia, el Journal ha escrito numerosos artículos apoyando el “modelo sueco” de dejar que el virus arrasara con la población sin ninguna medida de seguridad, lo que ha dejado a Suecia con una de las tasas de mortalidad per cápita más altas del mundo.

El 4 de mayo, cuando la cifra de muertos en EE.UU. ascendía a 71.447, el Journal escribió: “Los gobernadores estadounidenses deberían estudiar el modelo sueco al comenzar a relajar los cierres estatales”. El 3 de agosto, el Journal justificó la reapertura inicial de las escuelas, denunciando a los profesores que protestaban por dedicarse a la “extorsión política”.

Hoy, cuando el número de muertos en EEUU asciende a 435.387, el Journal sigue escribiendo un sinfín de sofismas para justificar una política que subordina la vida al beneficio.

La otra gran voz de la élite política estadounidense, el New York Times, publicó el domingo un artículo de Erica Green titulado “La oleada de suicidios de estudiantes empuja a las escuelas de Las Vegas a reabrir”. El artículo presenta la reapertura de las escuelas como una respuesta a la crisis de salud mental a la que se enfrentan los jóvenes.

Esto es una mentira. La campaña para reabrir las escuelas no tiene que ver con el bienestar de los estudiantes, sino con maximizar lo que el propio Times denominó “la participación en la fuerza laboral”. A principios de este mes, Brian Deese, director entrante del Consejo Económico Nacional de Biden, se fue de la lengua cuando dijo: “Tenemos que abrir las escuelas para que los padres... puedan volver a trabajar”.

Green expresa de forma diferente el mismo argumento que avanzó por primera vez el escritor del Times, Thomas Friedman, de que “la cura no puede ser peor que la enfermedad”, es decir, que preservar la vida humana no puede convertirse en un obstáculo para generar ganancias. Este se convirtió en el lema central de la campaña de la Administración de Trump para reabrir los lugares de trabajo no esenciales y luego las escuelas el verano pasado.

Estos artículos son una pequeña muestra del diluvio propagandístico que busca justificar la reapertura de las escuelas en las últimas semanas.

El martes, los medios de comunicación impresos y televisivos aprovecharon dos informes de funcionarios de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) para afirmar falsamente que las escuelas no contribuyen a la propagación del COVID-19.

Uno de los informes, publicado en la revista Morbidity and Mortality Weekly Report (MMWR) de los CDC, se centra únicamente en 17 escuelas de la zona rural de Wisconsin con un número reducido de alumnos y con el aviso de que los autores “no pudieron descartar la transmisión asintomática en el entorno escolar porque no se realizaron pruebas de vigilancia”.

El informe afirma absurdamente que “los brotes de COVID-19 relacionados con los entornos de las aulas desde el jardín de infancia hasta el duodécimo grado (K-12) han sido raramente notificados”. Asimismo, el segundo informe afirma que “ha habido pocas pruebas de que las escuelas hayan contribuido de forma significativa a aumentar la transmisión comunitaria”.

Los autores de ambos informes ignoran los hechos básicos de que más de 2,7 millones de niños han dado positivo en las pruebas de COVID-19 en los EE.UU. y que el repunte masivo de la pandemia comenzó en noviembre, coincidiendo con la reapertura ininterrumpida de las escuelas durante el otoño. No mencionan que al menos 530 profesores de prescolar a doceavo en los EE.UU. han sucumbido al virus en el último año.

Los informes de los CDC omiten los numerosos estudios que demuestran que el cierre de las escuelas es una de las medidas más eficaces para contener la pandemia. Recientemente, un estudio publicado en la revista Science, en el que se analizaron 41 países, concluyó que el cierre de escuelas y universidades es la segunda intervención más eficaz que han adoptado los Gobiernos en todo el mundo. Un estudio publicado en el Journal of the American Medical Association en julio estimó que el cierre de las escuelas estadounidenses al comienzo de la pandemia salvó más de 40.000 vidas.

Estas afirmaciones también omiten los datos recopilados por la científica de datos y denunciante Rebekah Jones a través del COVID Monitor, el único rastreador integral de brotes en los recintos escolares en los Estados Unidos. Informa de al menos 505.068 infecciones de COVID-19 entre los estudiantes y el personal.

Mientras que Trump y los republicanos fueron los primeros en impulsar la reapertura de las escuelas, la Administración de Biden ha tomado ahora este camino. A finales del año pasado, la Administración de Trump presionó a los CDC para que declararan que las escuelas no contribuían a la propagación del COVID-19, en un aviso que fue ampliamente desestimado por estar contaminado por un sesgo político.

Pero ahora, es la Administración de Biden la que lidera el impulso de reabrir las escuelas, presionando a las agencias de salud pública para que presenten datos que permitan afirmar que la reapertura de las escuelas es segura.

Comentando los esfuerzos del Gobierno para negar que las escuelas son las principales fuentes de propagación del COVID-19, Jones dijo al World Socialist Web Site en un tuit el martes: “Es una interferencia política en la ciencia, y es errónea tanto si viene de Ron Desantis en Florida como de Joe Biden en Washington. Las escuelas causan propagación. 500 mil casos de prescolar a doceavo y contando”.

La clase trabajadora debe rechazar con desprecio los argumentos falsos presentados por los medios de comunicación y la elite política para volver a arrastrarlos a aulas y lugares de trabajo inseguros.

En su lucha contra la reapertura de las escuelas, los educadores de Chicago están luchando conscientemente para proteger a sus alumnos, a sus familias, a ellos mismos y a toda la sociedad. Su lucha es la antítesis de la indiferencia homicida de la clase dominante expresada por el Wall Street Journal y el New York Times .

Coincidiendo con la lucha en Chicago, en Montgomery, Alabama, docenas de educadores montaron un paro el lunes después de que el distrito reanudara las clases presenciales, a pesar de que cuatro educadores murieron de COVID-19 solo la semana pasada. Esta acción obligó al distrito a dar marcha atrás y a las pocas horas anunciar que las escuelas pasarán completamente a las clases remotas el 1 de febrero.

Los educadores y todos los trabajadores están en curso de colisión con el Gobierno de Biden y toda la clase dominante, que están decididos a reabrir las escuelas sin importar el impacto sobre los educadores, los estudiantes, los padres y la clase trabajadora en general. También se enfrentan a enemigos en los sindicatos magisteriales, incluyendo el CTU y otros locales “radicales”, todos los cuales han consentido a la reapertura de escuelas o han llegado a acuerdos traicioneros con los demócratas en la ciudad de Nueva York, Houston, Boston, Baltimore, Washington DC, Detroit, Salt Lake City, Michigan, Washington, Oregón, California y muchas otras ciudades y estados.

En todo el país, los maestros y otros trabajadores de la educación están decididos a oponerse a las políticas homicidas de la clase dominante. Los educadores de Chicago, Alabama, Nueva York, Michigan, California, Texas, Pensilvania y Tennessee han formado una red de comités de seguridad de base, totalmente independientes de los sindicatos y de ambos partidos capitalistas, preparándose para una huelga general política a nivel nacional.

Hay que hacer todo lo posible para ampliar estos comités entre todos los trabajadores, en EE.UU. y a nivel internacional, para desarrollar un movimiento unificado de la clase obrera que luche por sus propios intereses.

Todas las escuelas y lugares de trabajo no esenciales deben ser cerrados inmediatamente. ¡Las clases en línea deben recibir todos los recursos necesarios y todos los trabajadores deben recibir lo que necesiten! ¡Los 3,9 billones de dólares amasados por los especuladores mundiales durante la pandemia deben ser expropiados y utilizados para financiar estos programas sociales!

En última instancia, la lucha a la que se enfrentan los educadores y todos los trabajadores es una lucha global contra el propio sistema capitalista. No importa cuántas personas sean asesinadas o cuántas familias sean destruidas por el COVID-19, los capitalistas no permitirán que cese la extracción de ganancias. La clase obrera solo podrá poner fin a la pandemia y reorganizar la sociedad sobre la base de la igualdad social mediante la transformación socialista de la sociedad y la priorización de las necesidades humanas al beneficio privado.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 26 de enero de 2021)

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