Al menos 117 periodistas fueron arrestados en los Estados Unidos en 2020, estableciendo un récord nuevo significativo de arrestos de periodistas, según un informe publicado esta semana por la Fundación de Prensa Libre y basado en datos compilados por el Rastreador de Libertad de Prensa de EE.UU. Se espera que el número aumente ya que más de una docena de casos siguen bajo investigación.
De 2017 a 2019, 68 periodistas fueron detenidos: nueve en 2019, 11 en 2018 y 48 en 2017. Este año, solo en la semana del 29 de mayo al 4 de junio, se detuvieron más periodistas que en estos tres años juntos.
El momento de esta ofensiva policial contra la prensa es significativo.
Antes del 29 de mayo, solo dos periodistas habían sido arrestados. Sin embargo, tras el asesinato policial de George Floyd en Minneapolis el 25 de mayo, las protestas multirraciales masivas contra la violencia policial y el racismo se extendieron rápidamente por todo el país.
Se cree que estas protestas son las más grandes en la historia de Estados Unidos. Se estima que entre 15 a 26 millones de personas participaron en las manifestaciones, que ocurrieron en el 40 por ciento de los condados estadounidenses.
Estalló una inmensa ira social, con millones de personas saliendo a las calles para protestar no solo contra el asesinato de Floyd, sino contra todo el aparato policial que se ha fortalecido con cientos de millones de dólares en fondos y equipo militar gratuito, mientras que los presupuestos de los programas sociales y la educación pública han sido destruidos año tras año.
Gente de la clase trabajadora de todas las razas y etnias se unieron para expresar su enojo por la epidemia de asesinatos y violencia policiales que ha devastado comunidades en todo el país, con aproximadamente 1.000 muertos cada año. Esto ha culminado en llamados para la eliminación de fondos e incluso la abolición de los departamentos de policía del país.
El hecho de que millones de personas de la clase trabajadora se unieran en una causa común contra la policía, los agentes de la represión capitalista y el dominio de clase, provocó miedo en la clase dominante. Tanto los políticos republicanos como los demócratas actuaron rápidamente para aplastar las protestas a través de represiones policiales violentas, aterrorizados de que las protestas se expandieran aún más.
El Partido Demócrata temía especialmente que las manifestaciones se salieran del marco de la política de identidad en los movimientos sociales, lo que lo llevó a sacar adelante a Black Lives Matter e inyectar millones de dólares en iniciativas racistas, sin tener en cuenta el hecho de que la mayoría de las víctimas de la violencia policial son blancas y que un oficial de policía negro y asiático-estadounidense estuvo involucrado en el asesinato de Floyd.
El presidente Donald Trump expresó este temor al malestar social con mayor claridad cuando dijo a los gobernadores: “Es un movimiento, si no lo acabas, empeorará cada vez más ... Únicamente tiene éxito es cuando eres débil y la mayoría de ustedes son débiles”. Además, expresó sus intenciones fascistizantes, afirmando que “tienes que arrestar a la gente, tienes que rastrear a la gente, tienes que meterlos en la cárcel durante 10 años y nunca volverás a ver estas cosas”.
El 1 de junio, Trump amenazó con invocar la Ley de Insurrecciones de 1807 y desplegar al ejército estadounidense contra las protestas, pero se echó atrás cuando los reacios titulares del Pentágono dejaron en claro que los planes para imponer ley marcial no estaban lo suficientemente preparados y podrían desencadenar una guerra civil.
Sin embargo, tanto los gobernadores y alcaldes republicanos como demócratas estuvieron más que felices de cumplir el llamado a la acción de Trump, desplegando fuerzas policiales locales y estatales junto con la Guardia Nacional con toda su fuerza en las calles de docenas de ciudades estadounidenses. El resultado fue una escalada en los ataques policiales a los manifestantes y una campaña brutal para silenciar a los periodistas, en un esfuerzo por encubrir los actos de violencia cometidos por la policía. Tanto los reporteros independientes como los de las principales cadenas de televisión recibieron disparos deliberadamente con balas de goma y gases lacrimógenos y destrozaron sus equipos.
En lo que va de 2020, el Rastreador de la Libertad de Prensa de EE. UU. ha registrado 311 ataques físicos a periodistas, 75 daños a equipos, 17 registros e incautaciones de equipos y más de 960 violaciones de la libertad de prensa relacionadas con las “protestas nacionales por la justicia social”. Treinta y seis por ciento de los 120 arrestos fueron acompañados de un ataque físico por parte de la policía.
Ningún oficial conocido ha sido acusado de violar los derechos constitucionales de la prensa, sin embargo, actualmente 16 periodistas enfrentan procesos criminales.
Estos ataques a la libertad de prensa han catapultado a Estados Unidos a la cima de la lista mundial de violadores de la libertad de prensa.
En 2019, Turquía y China lideraron el mundo en periodistas encarcelados con 47 y 48 respectivamente. Si bien actualmente no hay periodistas encarcelados en los Estados Unidos, un registro de 120 arrestos presenta una seria advertencia de que los periodistas pronto puedan enfrentar detenciones prolongadas y cargos criminales más graves. Mientras tanto, el periodista y fundador de WikiLeaks, Julian Assange, se encuentra detenido en la prisión de Belmarsh de Londres, esperando su extradición a Estados Unidos, donde se enfrenta a una posible sentencia de 175 años por publicar información sobre crímenes de guerra estadounidenses.
El fuerte aumento en el número y la gravedad de los ataques a periodistas están relacionados con el declive de la democracia estadounidense y el rápido descenso de los EE. UU. hacia la dictadura, un proceso expresado con más claridad por Trump.
El presidente Trump ha tuiteado negativamente sobre la prensa casi 2.500 veces desde que comenzó su campaña presidencial en 2015, un promedio de 1,5 veces al día, y ha atacado repetidamente a los periodistas en sus mítines políticos.
Lucy Dalglish, decana de la Facultad de Periodismo Philip Merrill de la Universidad de Maryland, le dijo al Comité para la Protección de los Periodistas que había instruido a sus estudiantes a pensar dos veces antes de usar insignias de prensa en las Convenciones Nacionales Republicanas y Demócratas este año, ya que pudiera convertirlos en blancos para la policía o los manifestantes.
Si bien el papel que han desempeñado los ataques verbales de Trump a la prensa es significativo, la escalada de ataques a la prensa no puede entenderse como un producto solamente de Trump. Toda la élite política quiere tener plena libertad para reprimir las protestas sin el impedimento de que los reporteros documenten sus abusos.
Ahora, mientras Trump construye una base fascista como parte de su conspiración golpista contra la Constitución y el presidente electo Joe Biden, la amenaza para los periodistas que intentan exponer la violencia estatal es cada vez mayor. No hay razón para creer que los ataques a periodistas y las manifestaciones cesarán bajo Biden, quien denunció a los manifestantes como pirómanos y saqueadores este verano y declaró a Assange un “terrorista de alta tecnología” en 2010.
Sin la intervención independiente de la clase trabajadora para defender los derechos democráticos, es solo cuestión de tiempo antes de que los periodistas en los Estados Unidos sean perseguidos en la misma medida que Assange y denunciantes como Chelsea Manning y Edward Snowden.
(Artículo publicado originalmente en inglés el 16 de diciembre de 2020)
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