A inicios del último mes de 2020, la resistencia de la clase obrera está estallando en todo el mundo en oposición a la respuesta mercenaria de la clase gobernante ante la pandemia de COVID-19, su marcha deliberada para intensificar la explotación capitalista y eviscerar los derechos democráticos.
Tan solo en los últimos once días, decenas de millones de personas han participado en huelgas o protestas de masas:
- El 26 de noviembre, los trabajadores de toda India realizaron una jornada de huelga general para protestar las políticas socialmente incendiarias del Gobierno supremacista hindú del BJP. Los huelguistas también exigieron asistencia de emergencia para los cientos de millones de trabajadores y oprimidos empobrecidos que se han sido dejados a valerse por sí mismos en medio de una catástrofe sanitaria y socioeconómica sin precedentes.
Un encierro de 10 semanas por el COVID-19 durante la primavera no fue acompañado por ninguna movilización seria de los recursos de la sociedad para detener la propagación del virus mientras decenas de millones de trabajadores perdían sus empleos de la noche a la mañana y se les negaba cualquier apoyo social. Esto fue seguido por un prematuro regreso al trabajo que ha resultado en contagios y muertes a escala masiva.
En nombre de “revivir” la economía, el primer ministro Narendra Modi ha intensificado las políticas “proinversores” que han convertido a India en uno de los países con la mayor desigualdad social del mundo. El Gobierno del BJP ha acelerado su marcha privatizadora; rescribiendo las leyes laborales de India para promover contratos laborales precarios, eliminar las restricciones a los despidos masivos e ilegalizar la mayoría de las acciones de protesta de los trabajadores; e impuso una “reforma” del sector agrícola de India que pone a los pequeños agricultores a merced de las corporaciones agrícolas.
Contando con el apoyo de los trabajadores de toda India, la jornada de huelga fue un golpe a la campaña intransigente de Modi y su BJP para promover la reacción y dividir a la clase obrera, incitando el comunalismo antimusulmán. - También el 26 de noviembre, cientos de miles de trabajadores griegos frenaron gran parte del sector público del país. Los huelguistas, que incluyeron maestros, trabajadores de la salud, doctores y trabajadores de tránsito, protestaron una ley para abolir la jornada laboral de ocho horas y descartar significativamente el derecho a la huelga y a la protesta. Para detener la propagación del COVID-19, los huelguistas también exigieron contrataciones masivas de personal de salud y la confiscación de las clínicas privadas.
- El sábado pasado, el 28 de noviembre, cientos de miles se unieron a las protestas en toda Francia contra una ley del Gobierno de Macron que busca criminalizar la grabación de la policía del país, la cual utiliza frecuentemente la violencia para suprimir las protestas de los trabajadores y la izquierda y para aterrorizar a los barrios pobres, predominantemente inmigrantes. Impactado por el tamaño de las protestas, el Gobierno ahora afirma que reconsiderará la medida. El enojo masivo está siendo impulsado por la impunidad que disfruta la policía. Ningún oficial ha sido sometido a cargos por atacar a los manifestantes de los Chalecos Amarillos, incluso cuando les causaron mutilaciones.
- En España, miles de doctores y enfermeros protestaron en Madrid el 29 de noviembre contra los recortes a la salud en medio de una devastadora “segunda ola” de la pandemia de COVID-19. Rechazando los intentos para azuzar el nacionalismo, cantaron, “menos banderas y más enfermeras”. En el país vecino de Portugal, los educadores de prescolar, primaria y secundaria anunciaron una huelga nacional para el viernes 11 de diciembre. Los docentes están enojados por la negativa del Gobierno a protegerlos de los contagios en las escuelas y por los años de austeridad.
- En Chile, 60.000 trabajadores de la salud pública, quienes han estado al frente de batalla contra la pandemia iniciaron una huelga indefinida el lunes 30 de noviembre para oponerse a los recortes en la salud y para exigir el pago de bonos prometidos y mejores condiciones laborales. Las décadas de desfinanciamiento han dejado el sistema de salud pública de Chile tan dilapidado que, en la cúspide de la pandemia en mayo y junio, los trabajadores tuvieron que cocer sus propias mascarillas.
La huelga es parte de una movilización más amplia de la clase obrera contra el odiado presidente ultraderechista Sebastián Piñera por desatar una violencia de Estado policial contra toda forma de protesta. - En Estados Unidos, hubo numerosas huelgas y manifestaciones por parte de enfermeros y otros trabajadores de hospitales y hogares de ancianos en los últimos días y semanas para exigir mayores salarios, más personal y más equipo de protección personal. En el área de Chicago, por ejemplo, 700 cuidadores y personal auxiliar —todos mal pagados— han estado en huelga durante las últimas dos semanas en 11 hogares de ancianos con fines de lucro. El sabotaje de los sindicatos ha sido el culpable de prevenir la unificación de estas múltiples luchas en un movimiento más amplio que priorice la lucha contra la pandemia y la protección de las vidas de los trabajadores por encima de las ganancias de la industria de salud.
- Los trabajadores automotores están resistiendo al impulso de las gigantescas transnacionales automotrices de aumentar sus ganancias mientras recortan los puestos de trabajo, intensifican el ritmo de trabajo y obligan a los trabajadores a mantener la producción a toda velocidad mientras la pandemia se sigue expandiendo. Los trabajadores de GM y KIA en Corea del Sur han realizado una serie de huelgas de cuatro horas en las últimas semanas para exigir aumentos salariales y seguridad laboral. A principios de esta semana, los trabajadores de GM rechazaron un acuerdo respaldado por el sindicato que habría mantenido el congelamiento salarial de varios años y descartado otras de sus demandas clave.
En India, 3.000 trabajadores que hicieron paro en la planta de ensamble de Toyota en Bidadi, Karnataka, el 9 de noviembre y que fueron sometidos luego a un cierre patronal siguen desafiando una orden de regreso al trabajo del Gobierno. Los trabajadores están resistiendo a la demanda de la empresa de aumentar la producción mensual y están combatiendo el despido de 40 trabajadores como represalia.
En Estados Unidos, los trabajadores automotrices han formado una red cada vez más amplia de comités de seguridad de base en las principales plantas de ensamble y autopartes para vencer las conspiraciones de las empresas y el sindicato United Auto Workers para obligarlos a trabajar en condiciones inseguras durante la pandemia.
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Los años 2018 y 2019 fueron testigo de un resurgimiento global de la lucha de clases tras décadas en que había sido suprimida por los sindicatos corporativistas, los partidos socialdemócratas y de “izquierda” de la élite política, junto a sus cómplices pseudoizquierdistas. Desde Francia, España, Argelia, Irán y Sudán, hasta Sudáfrica, México, Chile y Colombia, hubo huelgas y movimientos de protesta de masas que frecuentemente se rebelaron abiertamente contra los sindicatos y los partidos de “izquierda”. En EE.UU., hubo una ola de huelgas de docentes que enfrentaron a las bases contra los aparatos sindicales, y en otoño de 2019, se produjo la primera huelga nacional automotriz en décadas.
Un factor clave en que los Gobiernos ordenaran encierros por COVID-19 durante la primavera fue el temor de la clase gobernante ante un estallido social masivo desencadenado por las acciones de protesta espontáneas de los trabajadores, como en la industria automotriz norteamericana, que exigían medidas para frenar los contagios.
El asesinato policial de George Floyd el Día de los Caídos provocó protestas masivas en todo EE.UU. que unieron a trabajadores de todas las etnicidades y reverberaron por todo el mundo.
Ahora, diez meses desde que la respuesta criminalmente negligente de las clases gobernantes a la pandemia comenzó a generar muertes masivas en todo el mundo, están estallando nuevamente las luchas sociales. Pero esto ocurre en condiciones radicalmente distintas.
La pandemia ha acelerado enormemente la crisis global del capitalismo mundial. Desde marzo, la riqueza de la élite gobernante ha alcanzado niveles nunca vistos gracias a la transfusión interminable de dinero de los bancos centrales y otros órganos del Estado capitalista a los mercados. Mientras tanto, los ingresos de los trabajadores se han deslizado debido a las enormes pérdidas de empleos y los miserables —e inexistentes en gran parte del mundo— programas de asistencia gubernamental promulgados en tándem con los encierros iniciales por COVID-19. La miseria social fue un resultado deliberado. Sirve como mazo para obligar a los trabajadores a regresar a trabajar en condiciones inseguras.
La pandemia también ha socavado de forma fatal la autoridad política y moral de la élite gobernante y sus Gobiernos. Esto es más cierto en Estados Unidos que en cualquier otra parte. Su clase capitalista es la más rica y la más poderosa de todas. Pero la burguesía europea no ha priorizado las ganancias sobre las vidas de forma menos descarada. Independientemente de su tinte político, sean abiertamente derechistas como Boris Johnson en Reino Unido o estén compuestos por socialdemócratas y “populistas de izquierda” como Podemos en España, los Gobiernos europeos han perseguid políticas homicidas de regreso al trabajo y a las aulas.
Lo que está causando el giro cada vez más explícito hacia formas autoritarias de gobierno y la rehabilitación de la ultraderecha es el temor de la clase gobernante hacia la radicalización política incipiente de la clase obrera. Uno de los impulsos en muchas de las luchas de los últimos 11 días ha sido la imposición de nuevas medidas para criminalizar las luchas obreras y expandir las facultades represivas del Estado.
El resquebrajamiento de la democracia se ve encarnado en los acontecimientos en EE.UU., donde Trump busca anular el resultado de la elección presidencial y construir un movimiento fascista. Pero este es un proceso universal. En España, los oficiales militares recién jubilados le han estado urgiendo en secreto al rey a llevar acabo un golpe de Estado deponiendo ilegalmente el Gobierno electo, el cual es un régimen derechista pintado de colores falsos izquierdistas que está implementando austeridad y persiguiendo la inmunidad colectiva.
La cuestión crítica es proporcionarle al resurgimiento global cada vez mayor de luchas obreras un programa socialista e internacionalista.
Los trabajadores de todo el mundo se enfrentan a condiciones y problemas comunes, como lo ejemplifican las luchas descritas anteriormente. En su contra, se planta una oligarquía financiera global y sus transnacionales, que utilizan el mercado global laboral para atacar sistemáticamente los salarios y las condiciones laborales. Están decididos a obligar a que la clase obrera pague por la crisis del capitalismo mundial, comenzando por el esfuerzo para mantenerlos generando ganancias en plena pandemia.
Si han de prevalecer, los trabajadores necesitan transformar su unidad objetiva del proceso de producción global en una estrategia consciente y coordinar sus luchas en una contraofensiva global contra el asalto incansable a los empleos, salarios y servicios públicos y por el poder obrero.
Como lo explicó el Comité Internacional de la Cuarta Internacional en su declaración de junio, “¡Por acciones obreras internacionales contra la pandemia del COVID-19!”, esto comienza hoy con la lucha por arrebatarle el control de la respuesta pandémica a la clase capitalista. “Las sumas masivas de riqueza acumuladas por los ricos necesitan ser confiscadas y redirigidas a financiar medidas de emergencia para detener la pandemia y proveer ingresos plenos a los afectados. Los bancos grandes y corporaciones necesitan ser colocados bajo el control democrático de la clase obrera y administrados con base en un plan racional y científico. Los enormes recursos desperdiciados en guerras y destrucción necesitan ser desviados para financiar la salud, educación y otras necesidades sociales”.
Para defender sus intereses independientes tanto durante como después de la emergencia sanitaria, los trabajadores necesitan construir nuevas organizaciones de lucha completamente independientes de y en oposición a los sindicatos procapitalistas, que por décadas han trabajado de la mano con la gerencia empresarial y el Estado y que hoy están arreando a los trabajadores a fábricas, escuelas y otros lugares de trabajo inseguros.
La formación de comités de seguridad de base por parte de los trabajadores automotores y docentes en EE.UU., los transportistas y maestros en Reino Unido y Alemania y los maestros en Australia representa un paso importante en esta dirección.
Pero, para desatar el poder social vasto y el potencial revolucionario de la clase obrera, debe armarse sobre todo con un partido revolucionario internacional que incorpore en su programa y estrategia las lecciones de las luchas revolucionarias de la clase obrera y su vanguardia marxista. Este es el programa por el que luchan el Comité Internacional de la Cuarta Internacional y sus secciones nacionales, los Partidos Socialistas por la Igualdad. Todos los que estén de acuerdo con y quieran asumir esta batalla de vida o muerte deben tomar la decisión de contactarnos hoy, y unirse y construir el partido mundial de la revolución socialista.
(Publicado originalmente en inglés el 5 de diciembre de 2020)