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Perspectiva

Inacción ante el cambio climático produce la década más caliente jamás registrada

La Organización Meteorológica Mundial (WMO, siglas en inglés), la agencia espacial estadounidense NASA y la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA) han concluido independientemente que la última década, del 2010 al 2019, tuvo las mayores temperaturas globales en la superficie jamás registradas. Cada década desde los años sesenta ha sido más caliente que la anterior.

Los cinco años del 2015 al 2019 fueron los más calurosos. El 2019 fue el segundo año más caliente, superado solo por el 2016, cuando El Niño alzó las temperaturas al máximo en el registro. La temperatura promedio en la superficie ha aumentado 1,1 grados Celsius desde la era preindustrial, mientras que los océanos, que absorben la mayor parte del calor, se están calentando aún más rápido. Entre los científicos creíbles, no existe ninguna disputa de que es causado por el efecto a largo plazo de las emisiones humanas del dióxido de carbono y otros gases de efecto invernadero en la atmósfera.

El secretario general de la WMO, Petteri Taalas, comentó: “El año 2020 ha comenzado donde lo dejó el 2019—con un tiempo de alto impacto y eventos relacionados con el clima—. Australia tuvo el año más caliente y seco que se haya registrado, creando las condiciones para los incendios forestales masivos, los cuales fueron sumamente devastadores para la gente y la propiedad, la vida silvestre, los ecosistemas y el ambiente. Lamentablemente, esperamos un tiempo mucho más extremo a lo largo de 2020 y en las próximas décadas, alimentado por los niveles récord de gases que atrapan el calor en la atmósfera”.

Un incendio en la montaña Casitagua, norte de Quito, Ecuador. Miércoles 15 de enero de 2020. Pese a que el incendio no amenaza las casas, el humo cubre el norte de Quito. (AP Photos/Dolores Ochoa)

Cientos de millones de personas en todo el mundo están sufriendo el impacto del cambio climático inducido por los humanos. Solo en 2019, los científicos creen que el calentamiento global fue la principal causa del recrudecimiento de las olas de calor, las sequías y los incendios, las tormentas tropicales e inundaciones más regulares y severas, la mayor acidificación de los océanos, el derretimiento acelerado del permafrost, la reducción de las capas de hielo en el Ártico y la Antártida, y el aumento paulatino de los niveles del mar.

Son bien conocidas las acciones necesarias para frenar el calentamiento global. Se deben reducir drásticamente las emisiones por medio de la propagación a gran escala de alternativas que no se basen en carbono a los combustibles fósiles, combinado con el despliegue de medios verificados para capturar el carbono existente en la atmósfera. Si no se llevan a cabo, Taalas de la WMO comenta: “En el camino actual… nos dirigimos hacia un aumento de temperaturas de 3 a 5 grados Celsius para fines del siglo”.

Y pese a todas las afirmaciones de las corporaciones y los Gobiernos de que aceptan los peligros conocidos y la necesidad de reducir el uso de los combustibles fósiles, las emisiones de carbono aumentaron a su máximo nivel en 2019, según las estimaciones del Global Carbon Project. A pesar de que las emisiones provenientes del carbón cayeron —aunque son el 40 por ciento del total global—, las emisiones aumentaron provenientes del uso de la gasolina y el gas natural.

Internacionalmente, se está acumulando una inmensa ira, especialmente en la clase obrera y entre los jóvenes a nivel global, debido a la imprudencia y criminalidad de aquellos en el poder y que se han rehusado a implementar las políticas necesarias para evitar el catastrófico calentamiento global.

Sin embargo, el entendimiento que debe informar las luchas políticas de los próximos meses y años es que la inacción e indiferencia de las empresas y Gobiernos provienen directamente de la irracionalidad del sistema capitalista. Un sistema social basado en la propiedad privada de los medios de producción, la subordinación de la producción a la acumulación de las ganancias y la división del mundo en Estados nación rivales, es decir, el sistema capitalista, es incapaz del planeamiento internacional coordinado y la asignación de los recursos necesarios para atender la crisis climática.

Los llamados de protesta a la consciencia moral de los líderes políticos y empresariales, en las palabras francas de la activista adolescente contra el cambio climático, Greta Thunberg, “no han logrado nada”.

En cambio, los Gobiernos internacionalmente, encabezados por el Gobierno de Trump en Estados Unidos, están insistiendo en que continuar e incluso expandir el uso de los combustibles fósiles son algo esencial para la competitividad de sus industrias y el “interés nacional”.

Solo 100 corporaciones transnacionales privadas y estatales —que generan enormes ganancias para la élite enriquecida— son responsables de 71 por ciento de todas las emisiones. Los dictados estrechos y de corto plazo que involucran las ganancias para los accionistas o la energía barata para la industria toman prioridad sobre los intereses de largo plazo de la humanidad en general.

En Australia, donde los incendios han quemado gran parte del continente evidenciaron impactantemente las realidades del cambio climático, Scott Morrison, el primer ministro del país, afirmó directamente el fin de semana: “No implementaré un impuesto sobre el carbono. No aumentaré las tarifas eléctricas de la gente y no destruiré un sector de recursos naturales del cual dependen millones de australianos, particularmente los australianos regionales”.

A Morrison, un defensor particularmente tosco de la industria de combustibles fósiles, no les importan los “millones de australianos”, sino las corporaciones energéticas que generan miles de millones de ganancias del hecho de que Australia es el mayor exportador de carbón y uno de los mayores productores de gas natural.

En cuanto a impuestos, un Gobierno tras otro en Australia, siguiendo la pauta global, ha recortado los impuestos sobre las corporaciones y los ingresos personales. Enormes riquezas que pudieron tener usos socialmente útiles, incluyendo la generación de electricidad renovable a bajo costo, se enviaron al 10 por ciento y especialmente 1 por ciento más ricos de la población.

Como lo han demostrado las semanas recientes en Australia, los servicios de socorro y salud necesarios para la preparación y respuesta a los desastres cada vez más severos han sido privados de recursos y personal, mientras que una porción diminuta de la población ha acumulado cantidades obscenas de riqueza personal.

Más allá, en medio de las disputas corporativas por mercados y control de ganancias, los Estados nación están dedicando cada vez más recursos para las guerras, no la reducción de emisiones. El gasto militar en 2018 aumentó 2,7 por ciento a un total de $1,8 billones, en su mayoría de EE. UU., seguido por China, las potencias europeas, Arabia Saudita e India, los países responsables de las emisiones de carbono más altas.

El aparato militar en sí es un contribuyente importante de emisiones. Para mantener su vasta operación global de guerras e intimidación predatorias, el ejército estadounidense utiliza tanto combustible que por sí solo llegó al puesto 47 entre las naciones con mayores emisiones en 2017.

El 3 de enero, la perspectiva del World Socialist Web Site, La década de la revolución socialista inicia”, presentó un resumen conciso y objetivo de los desafíos políticos del siguiente periodo. Aquellos que defienden el sistema históricamente caduco del capitalismo están presidiendo el descenso hacia una catastrófica guerra entre grandes potencias, la destrucción de los derechos democráticos que costó ganar tanto, la degradación del ambiente, los niveles sin precedente de desigualdad social y las innecesarias privaciones y sufrimiento.

La clase obrera internacional es la única fuerza social que puede poner fin al capitalismo y establecer una sociedad socialista que priorice las necesidades humanas, no el lucro privado. Sin embargo, todo depende de que las luchas de las masas obreras que ya están ocurriendo en un país tras otro se impregnen de una consciencia socialista y se unan en un movimiento mundial por el cambio revolucionario. Los esfuerzos de todos los trabajadores y jóvenes que reconozcan la gravedad de la situación mundial y la crisis presentada por el cambio climático deben estar dedicados a esta tarea.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 20 de enero de 2020)

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