Como cualquier otro giro repentino en la geopolítica mundial, el verdadero propósito y las implicaciones completas del asesinato criminal del general de la Guardia Revolucionaria de Irán, Qasem Soleimani, por parte de Washington solo están esclareciéndose con el tiempo.
La afirmación del Gobierno de Trump de que el asesinato se debió a una amenaza inminente contra vidas estadounidenses ha quedado expuesta como una mentira descarada. El asesinato de Soleimani fue planeado meses antes y promovido por figuras clave de las cúpulas militares y de política exterior de EE. UU., incluyendo a la titular de la CIA, Gina Haspel, el secretario de Estado, Mike Pompeo, y el exasesor de Seguridad Nacional de Trump, John Bolton.
El asesinato de un líder militar que era considerado la figura más poderosa de la élite política de Irán después del líder supremo, el ayatolá Jamenei, constituye una escalada dramática de la campaña del Gobierno de Trump de “máxima presión” contra Irán. Esta campaña combina presiones diplomáticas y militares implacables con sanciones económicas devastadoras —que en sí equivalen a un acto de guerra—, guerra cibernética y otras “operaciones especiales”.
Su objetivo es “transformar” Irán y llevar al poder—sea por medio de una reconfiguración o el derrocamiento directo del régimen burgués nacionalista que encabeza el clero chiita iraní— a un Gobierno en Teherán que esté a plena disposición del imperialismo estadounidense, como la dictadura sangrienta y de un cuarto de siglo del sha.
Irán ha sido visto por los estrategas imperialistas estadounidenses como un factor central para garantizar la hegemonía sobre toda Eurasia. Esto se debe a su vasta riqueza petrolera y posición geoestratégica, cerca de la convergencia de tres continentes y expandiéndose desde Oriente Próximo a Oriente Medio, las dos regiones más importantes de exportación de petróleo.
En términos diplomáticos, la marcha estadounidense para subyugar de forma neocolonial a Irán se refleja en la demanda de Trump y Pompeo de que Teherán negocie un remplazo al acuerdo nuclear “deficiente” y acepte un “acuerdo Trump” que limitaría severamente al ejército iraní, “replegaría” su influencia por todo Oriente Próximo y bloquearía permanentemente su programa nuclear civil.
La campaña de “máxima presión” de Washington contra Irán se basa en la amenaza “creíble” de una guerra de plena escala y está estrechamente vinculado a sus preparativos para un “conflicto estratégico” con Rusia y China. Podría desencadenar rápido una catastrófica guerra con Irán que se expandiría por todo Oriente Próximo e involucraría a las otras grandes potencias.
Pero la impulsa el cálculo de que puede extorsionar a la burguesía nacional iraní, la cual está sumida en crisis y profundamente dividida, para que acepte un “gran pacto” más favorable para el imperialismo estadounidense en condiciones en que no solo se enfrenta a las mayores presiones externas, sino también la oposición social de masas, ante todo de la clase obrera.
El régimen iraní fue estremecido por el estallido de ira popular contra la austeridad y la desigualdad social a principios de 2019. En noviembre pasado, cuando los aumentos masivos en los precios de combustibles desataron manifestaciones en más de 100 ciudades, en algunos casos violentas, el Gobierno iraní respondió nuevamente con una represión brutal masiva y presuntamente mató a muchísimos manifestantes.
El asesinato de Soleimani claramente pretendía hacer más que “solo” amenazar y desestabilizar la República Islámica. Buscaba sacudir la dinámica interna del régimen iraní. Eliminó al líder militar a cargo de los intentos de Irán de contrarrestar las presiones estadounidenses por medio de una red de milicias extranjeras, en su mayoría basadas en el populismo chiita. Soleimani, además, era un líder con una amplia base de apoyo popular, como lo demostraron las protestas masivas contra su asesinato y las amenazas de guerra estadounidenses.
Dada la forma en que Soleimani murió, incluyendo su evidente falta de seguridad, es una pregunta legítima si las facciones oponentes dentro del Estado iraní facilitaron su asesinato.
Lo que es incontrovertible es que, frente a su asesinato y los eventos tumultuosos que causó, se intensificó la guerra interna entre facciones, culminando en el derribo involuntario del avión de Ukrainian Internacional Airlines por parte de un misil de la Guardia Revolucionaria de Irán, su encubrimiento y el estallido de manifestaciones estudiantiles que denunciaron la negligencia y represión del Gobierno.
Ayer, el presidente Hasán Rohaní, quien encabezó el acercamiento con las potencias imperialistas europeas y Washington que resultó en el acuerdo nuclear JCPOA (por sus siglas en inglés), denunció al ejército por no “disculparse” por derribar el avión de pasajeros. También criticó la reciente decisión del Consejo de Guardianes de excluir a muchos parlamentarios activos en las próximas elecciones. Convocó a una “reconciliación nacional”, una consigna avanzada hace mucho por los simpatizantes de los Verdes, un movimiento basado en secciones disidentes de la burguesía y la clase media-alta que disputaron el resultado de la elección presidencial de 2009 con el respaldo imperialista.
Mientras tanto, en una visita a Nueva Delhi donde se reunió con el primer ministro indio Narendra Modi, el canciller iraní Javed Zarif declaró que el Gobierno indio, un aliado clave de EE. UU., podría desempeñar “un papel importante en reducir las tensiones en el golfo”.
Un importante elemento en los esfuerzos del Gobierno de Trump para utilizar la crisis del régimen iraní y las antiguas divisiones interiores ha sido engatusar a las potencias imperialistas europeas—Alemania, Francia y Reino Unido— para que se rechacen junto a Washington el JCPOA del 2015.
El martes, el llamado bloque E-3 tomó un paso gigante en esta dirección, invocando el mecanismo de resolución de disputas del acuerdo, colocándose así en una vía rápida para unirse a Washington en la imposición y monitoreo de las sanciones que están estrangulando la economía iraní.
Fue Washington el que desechó el acuerdo nuclear y está persiguiendo la “agresión máxima contra Irán. Al dominar el sistema financiero mundial, ha frenado el comercio mundial con Irán con éxito, haciendo que el quid pro quo que subyace el acuerdo —la eliminación de sanciones a cambio de desmantelar gran parte del acuerdo nuclear civil— quede nulo y sin efecto.
Sin embargo, en lo que solo puede complacer a Trump y Pompeo, Francia, Alemania y Reino Unido están culpando a Irán de violar el acuerdo, cínicamente citando los intentos de Teherán de ganar apalancamiento yendo más allá de lo estipulado por el JCPOA, y acusándolo de buscar armas nucleares.
Las potencias imperialistas europeas se vieron estremecidas por las provocaciones unilaterales de EE. UU. que menoscabaron sus propios intereses. El asesinato de Soleimani fue solo el impacto brusco más reciente.
Reino Unido y las potencias de la Unión Europea temen que las agresiones cada vez más intensas de Washington contra Irán inicien una guerra total que redundará sus propios intereses imperialistas, incluso si no involucrará inmediatamente a Rusia y China. Una guerra aumentaría los precios de petróleo, afectaría la economía europea, desataría otra crisis masiva de refugiados y radicalizaría aún más la contraofensiva creciente de la clase obrera.
No cabe duda de que Pompeo y otros le han dicho a los europeos que, si quieren “restringir a Trump”, desviar una importante conflagración y mantener influencia en Oriente Próximo, necesitan alinearse con Washington y su campaña de “presión máximA2.
Ante estos incentivos dudosos, el Gobierno de Trump añadió una amenaza de guerra comercial, según un reporte publicado ayer por el Washington Post intitulado, “Días antes de que los europeos le advirtieron a Irán sobre violaciones del acuerdo nuclear, Trump amenazó secretamente con imponer un arancel de 25 por ciento sobre los automóviles europeos si no lo hacían”.
Dicho eso, un factor clave en los cálculos europeos, así como los de Washington, es el carácter del régimen burgués iraní y su palpable crisis.
Las potencias imperialistas europeas se han visto claramente envalentonadas por la respuesta del régimen iraní al asesinato de Soleimani, el cual estuvo limitado a bombardeos de los cuales se le había avisado al Pentágono y que no resultaron en bajas, así como en un intento torpe de encubrir su responsabilidad en el derribo del vuelo 752 de Ukraine Air.
Pese a toda su bravuconería antiimperialista, el régimen iraní es un régimen burgués nacional. En la medida en que haya entrado en conflicto con Washington, siempre ha sido desde el punto de vista de aumentar sus propias posibilidades para explotar a la clase obrera y aumentar su influencia regional.
La creciente oposición de la clase obrera solo insta a Irán a escalar sus intentos por décadas de lograr un acercamiento con todo Gobierno estadounidense, remontándose al menos al de George H.W. Bush.
Si lo pueden hacer, la élite de la República Islámica y secciones de esta, pactaran con el imperialismo a expensas de las masas. Incluso antes de que Rohaní llegara al poder en 2014 con un programa que combinaba aperturas a Washington y Europa con mayores privatizaciones, recortes a los subsidios y otras medidas antiobreras, el régimen iraní estuvo involucrado en negociaciones tras bastidores con el Gobierno de Obama para eliminar las sanciones.
Es posible que haya negociaciones similares en el futuro o incluso que estén en marcha por medio de comunicaciones secretas. Trump ha mostrado al tratar con Corea del Norte que es capaz de perseguir una política dual de esa manera.
En cuanto a los iraníes de “línea dura”, no son menos hostiles a la clase obrera que su facción opositora, como lo evidencia su implementación de “reformas” neoliberales durante todos los Gobiernos desde fines de los años ochenta y su disposición a unirse con la facción opositora para suprimir cualquier desafío desde abajo.
Al final, los de “línea dura” apoyaron el acuerdo nuclear y persiguieron relaciones más estrechas con EE. UU. y la Unión Europea. Algo aún más importante, su estrategia para oponerse a Washington se basa en buscar lazos militares-estratégicos más estrechos con Rusia y China, y el uso del populismo chiita y el sectarismo religioso para movilizar más apoyo en todo Oriente Próximo en un callejón sin salida que amenaza con sumir la región y el mundo en una conflagración.
La única estrategia viable para oponerse a las depredaciones imperialistas de EE. UU. y las potencias europeas contra Irán se basa en el resurgimiento mundial de las luchas obreras contra la austeridad, la desigualad social y la guerra, y la lucha por armarla con un programa y dirección socialistas revolucionarios.
Los trabajadores y jóvenes en Irán deben contraponer a la República Islámica capitalista la lucha por una República Obrera Socialista que luche por unir a las masas de todo Oriente Próximo, a través de todas las divisiones sectarias religiosas y étnicas, contra el imperialismo y los regímenes burgueses corruptibles.
En Norteamérica, Europa y todo el mundo, la consigna de la clase obrera debe ser “Manos fuera de Irán”. La oposición a todas las sanciones, intrigas, amenazas y preparativos de guerra contra Irán son un elemento vital en la construcción de un movimiento global y encabezado por la clase obrera contra las guerras imperialistas y el sistema capitalista en crisis que las origina.
(Publicado originalmente en inglés el 16 de enero de 2020)