Washington está amenazando nuevamente a Siria con un ataque militar por el presunto uso de armas químicas por parte del Gobierno del presidente Bashar al Asad.
Si se ejecutara, este ataque sería el tercero en tres años del Gobierno de Trump, el cual hizo llover misiles sobre este país devastado por la guerra en abril de 2017 y abril de 2018, utilizando acusaciones infundadas del empleo de armas químicas como pretexto,
La más reciente amenaza fue emitida en la forma de una declaración por al recientemente nombrada vocera del Departamento de Estado, Morgan Ortagus —reclutada como su predecesora del establo de comentaristas derechistas de Fox News—. “Reiteramos nuestra advertencia de que si el régimen de Asad utiliza armas químicas, Estados Unidos y sus aliados responderán de forma rápida y apropiada”, declaró.
El último incidente presuntamente ocurrió en la provincia de Idlib en el noroeste de siria, dentro del territorio dominado por la milicia Hay’at Tahrir al-Sham, la última encarnación del Frente Al Nusra, el afiliado sirio de Al Qaeda. Las tropas sirias y las milicias aliadas respaldadas por la fuerza aérea rusa han estado librando una batalla contra las fuerzas islamistas en semanas recientes.
La preocupación de Washington es que, si Damasco reafirma el control gubernamental sobre la provincia, esto dará la señal del fin de la guerra de casi ocho años en busca de un cambio de régimen por parte de EUA, la OTAN y sus aliados regionales, particularmente Arabia Saudita e Israel. La guerra ha cobrado cientos de miles de vidas y ha convertido a millones en refugiados.
Mientras que EUA lanzó una intervención militar directa contra Siria en 2014, llevando a cabo bombardeos devastadores y enviando a 2.000 tropas bajo el pretexto de combatir el Estado Islámico de Irak y Siria y perseguir la “guerra contra el terrorismo”, ahora está amenazando con llevar a cabo ataques para rescatar los últimos remanentes de Al Qaeda en Siria.
El pretexto de que Washington está preocupado por las bajas civiles es descaradamente absurdo. No se vieron tales escrúpulos cuando los aviones de combate y obuses estadounidenses aplanaron la ciudad siria de Raqqa, matando a miles de hombres, mujeres y niños, ni hablar de la cifra de muertes civiles mucho mayor en un asedio estadounidense parecido en Mosul, una vez la segunda ciudad más grande de Irak.
La amenaza de otra intervención en Siria se produce en el contexto de una escalada masiva de la presencia militar estadounidense en el golfo Pérsico, dirigida contra Irán, el principal aliado regional de Damasco. El Pentágono ha despachado un grupo de batalla con un portaaviones frente a las costas de Irán, junto a una fuerza de ataque con aviones B-52 de capacidad nuclear, buques de ataque anfibios que transportan contingentes de soldados marines estadounidenses y una batería de misiles Patriot.
En una amenaza abierta de una invasión militar, el Pentágono ha realizado planes para enviar hasta a 120.000 tropas a la región, una fuerza expedicionaria similar en tamaño a la que se movilizó en preparación para la invasión de Irak en 2003.
Lo que el imperialismo estadounidense ha vuelto a llevar a Oriente Próximo es una guerra en busca de un pretexto, sea real o inventado.
Las acusaciones de que una milicia iraquí respaldada por Irán estuvo detrás de un cohete fracasado que aterrizó dentro de la fortificada zona verde de Bagdad, a medio kilómetro de la embajada estadounidense le ha seguido los talones a acusaciones de que Irán saboteó barcos petroleros frente a las costas de los Emiratos Árabes Unidos. Teherán también ha sido atribuida la culpa de ataques con drones de los rebeldes hutíes en Yemen contra instalaciones sauditas, que fueron como represalia por la guerra cuasigenocida de Riad contra la nación más pobre del mundo árabe.
Y, por supuesto, EUA sigue acusando infundadamente a Irán de querer armas nucleares, lo que utilizó para justificar la eliminación por parte del Gobierno de Trump del acuerdo nuclear de 2015 con Irán e imponerle sanciones económicas brutales equivalentes a un estado de guerra.
Tras haber fracasado en incitar una respuesta militar por parte de Irán, pese a sus provocaciones incansables, Washington parecer ahora estar preparando otro nuevo frente para reanudar su guerra contra Siria.
Además de emitir este martes la amenaza de represalias estadounidenses por el presunto uso de armas químicas, el Departamento de Estado incluyó una advertencia contra la “campaña de desinformación del régimen de Asad y Rusia para crear la falsa narrativa de que otros son culpables por los ataques de armas químicas que el propio régimen de Asad está llevando a cabo”.
Este pasaje fue aparentemente incluido, en gran medida, por la filtración de un documento preparado por un líder investigador de la Organización para la Prohibición de Armas Químicas (OPAQ) que desmiente la versión oficial del presunto ataque con armas químicas en el suburbio de Damasco de Duma que fue utilizado como pretexto para el último bombardeo de EUA, Reino Unido y Francia en abril de 2018.
El reporte analizó los cilindros de gas que presuntamente fueron arrojados por aviones del Gobierno sirio sobre el techo de un edificio de apartamentos, supuestamente causando las muertes de 49 personas.
“Las dimensiones, características y apariencia de los cilindros y la escena de los incidentes fueron inconsistentes con lo que se esperaría en caso de que cualquiera de los cilindros cayera desde una aeronave”, señala el reporte. Añade que la colocación manual de los cilindros en el lugar donde los investigadores los encontraron es la “única explicación posible para las observaciones en la escena”. Debido a que la escena estaba bajo el control de las milicias vinculadas con Al Qaeda, esto significa que ellas y no el Gobierno en Damasco fueron las responsables del incidente y las muertes.
Este reporte, referido indirectamente por el Departamento de Estado, ha sido sistemáticamente ignorado por la prensa corporativa. El New York Times, marcando la pauta para el resto de la prensa, reproduce extensamente las acusaciones de la Sra. Ortagus, pero censura rigurosamente la evidencia de que las acusaciones de Washington sobre armas químicas son inventos obscenos.
No hay nada nuevo. Después del incidente de abril de 2018 en Duma, el corresponsal británico, veterano y bien conocido en Oriente Próximo, Robert Fisk, visitó la escena, entrevistó a doctores en la clínica donde se filmaron los vídeos ampliamente divulgados de niños siendo bañados con mangueras, supuestamente para atenuar la inhalación del gas venenoso. Le dijeron que el incidente había sido escenificado por los “Cascos blancos” financiados por Occidente y que nadie había llegado a la clínica sufriendo de envenenamiento por gas.
El reporte de Fisk y la otra evidencia estableciendo que el incidente en Duma fue inventado para justificar un ataque encabezado por EUA contra Siria han sido ignorados por el resto de la prensa corporativa, operando como un brazo de propaganda del Pentágono.
Esta fue la misma reacción en 2017 ante la evidencia presentada por el periodista investigativo veterano, Seymour Hersh, de que el presunto ataque con armas químicas en el pueblo de Khan Sheikhoun en la provincia de Idlib fue de hecho un bombardeo convencional contra un grupo de miembros de una milicia vinculada con Al Qaeda, respecto al cual el ejército ruso había recibido una luz verde del Pentágono. A pesar de ello, el Gobierno de Trump lo utilizó como un pretexto para lanzar 59 misiles de crucero Tomahawk contra Siria, presuntamente matando a nueve civiles.
El Partido Demócrata apoyó ambos bombardeos contra Siria y sin duda respaldara otro. Antes de la amenaza del Departamento de Estado, 400 senadores y diputados demócratas se unieron para firmar una carta para Trump exigiendo que la Casa Blanca “aumente la presión sobre Irán y Rusia con respecto a las actividades en Siria”.
Independientemente de las inquietudes que los demócratas hayan expresado sobre el tuit apocalíptico de Trump que amenazó con “el final oficial” de Irán, están promoviendo una política que enfrentaría a las tropas estadounidenses en Siria con Irán y Rusia, una potencia nuclear, prosiguiendo la guerra ilegal de cambio de régimen.
La pseudoizquierda —desde los Socialistas Democráticos de Estados Unidos (DSA, siglas en inglés) a la recientemente destruida Organización Internacional Socialista (ISO, siglas en inglés)— también se ha atrincherado junto al Partido Demócrata y el aparato militar y de inteligencia estadounidense. Buscan crear una base de apoyo supuestamente liberal para la guerra entre las capas privilegiadas de la clase media por medio de referencias a los “derechos humanos” y un intento de vender la guerra de cambio de régimen de la CIA como una “revolución democrática”.
Sus políticas son una expresión “izquierdista” de los esfuerzos incesantes del imperialismo estadounidense para contrarrestar el declive de su hegemonía global por medios militares. En particular, esto ha asumido la forma de un intento para garantizar su control irrestricto sobre los yacimientos de petróleo del mundo, desde Irán a Venezuela, colocándose en control de los recursos necesitados por su principal rival global, China.
Las amenazas contra Siria junto con la preparación para una guerra contra Irán presentan el peligro de una tercera guerra mundial. Sin embargo, la misma crisis del capitalismo estadounidense y mundial que conlleva este peligro está produciendo su opuesto, el crecimiento de la lucha de clases y la maduración de las condiciones objetivas para la revolución socialista. La tarea más urgente es el desarrollo de un movimiento político de las masas obreras contra la guerra y su fuente, el sistema capitalista.
(Artículo publicado originalmente en inglés el 23 de mayo de 2019)