Renovación: la vida después de la Primera Guerra Mundial en fotografías
Hasta el 31 de marzo de 2019 en el Museo Imperial de la Guerra de Londres
Renovación: la vida después de la Primera Guerra Mundial en fotografías, exposición del Museo Imperial de la Guerra de Londres, muestra 130 fotografías en blanco y negro tomadas tras el infierno sangriento que costó la vida a más de 10 millones de soldados y 6 millones de civiles. Unos 23 millones de soldados resultaron heridos y medio millón de viviendas en 1,600 ciudades y pueblos de Europa fueron destruidos.
Se ve una parte de esa horrorosa devastación en el filme de 1919 de Lucien Le Saint sobre el frente occidental, “En dirigeable sur les champs de bataille” (“En aeronave sobre los campos de batalla”), encargado por el gobierno francés para respaldar sus demandas de reparaciones alemanas. La imagen de la aeronave volando sobre kilómetros de edificios en ruinas mientras pequeñas figuras vagan lentamente por debajo sigue siendo fascinante. Se puede encontrar una versión del filme aquí.
La exposición dice, “Después de cuatro años de muerte y destrucción en una escala nunca vista antes, la gente tuvo que reconstruir sus vidas, comunidades y países”.
“Un mundo mejor parecía posible con el nacimiento de nuevas naciones, el desarme, nuevas tecnologías, una mayor representación política y libertades sociales”.
“Sin embargo, las tensiones y la violencia todavía estaban presentes en muchas partes del mundo”.
La exhibición muestra el optimismo inicial que siguió al final de la guerra. Se ve a civiles y soldados celebrando en Birmingham el Armisticio del 11 de noviembre de 1918 y a soldados desmovilizados regresando a sus hogares. Pero había pocos trabajos y hogares para ellos. La exposición reconoce, “Ante el temor de que esto pudiera provocar una revolución comunista, el gobierno británico actuó rápidamente. Se comprometieron a construir miles de ‘hogares aptos para héroes’ e introdujeron un generoso plan de prestaciones por desempleo”.
La “donación para desempleados”, una medida temporal adoptada en noviembre de 1918, fue cuatro veces más generosa que el plan nacional de seguro por desempleo anterior a la guerra, pero excluyó a obreros agrícolas, sirvientes domésticos y empleados de oficina.
Se dieron pensiones de guerra, pero el Manual de Soldados Discapacitados de 1918 muestra que cada lesión fue evaluada minuciosamente y que la compensación reflejó el sistema de clases británico—los oficiales recibieron mucho más por sus heridas que sus hombres.
El gobierno introdujo nuevos estándares de construcción, pero luego se descubrió que muchas casas estaban mal construidas y tuvieron que ser condenados. La urbanización más grande de Gran Bretaña se construyó en Becontree, en el este de Londres, pero “si bien el nivel de alojamiento mejoró mucho, los primeros residentes detectaron la falta de instalaciones comunitarias. … Las oportunidades de empleo locales también eran limitadas”.
Estas concesiones insignificantes a la clase obrera son insuficientes para respaldar las ideas de la exposición sobre “renovación” y un “mundo mejor”. A medida que uno avanza en ella, queda claro que la principal preocupación del imperialismo británico en el período de posguerra era anular la verdadera “renovación” representada por la revolución bolchevique de 1917 y el “mundo mejor” iniciado en Rusia (nada de lo cual, por cierto, se muestra en la exhibición).
El secretario de Estado para la guerra, Winston Churchill, estaba decidido “a estrangular al Estado bolchevique en su cuna” y a evitar que la revolución se extendiera al Reino Unido y su imperio. Probablemente un tercio de las fotografías mostradas se refieren a esos intentos.
La exposición señala, “La paz no llegó a Europa con la derrota de Alemania en 1918. Ideas políticas radicales y el deseo de formar nuevas naciones condujeron a guerras civiles, guerras de independencia y revoluciones, desde Irlanda a Irak. Lo central en este aspecto fue la prolongada lucha entre las fuerzas comunistas y anticomunistas, desatada por la Revolución Rusa de 1917”.
Un gran panel de exposición deja claro que el gobierno británico nunca perdonó a los bolcheviques por firmar el Tratado de Brest-Litovsk con Alemania en 1917, que terminó la guerra formalmente en el frente oriental. “Rusia nos ha fallado cuando más necesitamos su ayuda y sus ejércitos se han retirado de manera ignominiosa”, proclama.
Varias fotografías aluden a la “Intervención aliada en Rusia”, realizada por EE. UU., el Reino Unido y varios países europeos y del Imperio británico luego de la Revolución de Octubre para reforzar a los ejércitos blancos contrarrevolucionarios. La campaña se prolongó de 1918 a 1920, cuando triunfó el Ejército Rojo comandado por León Trotsky.
Uno no se enteraría de ello por las fotografías. Miembros de la Fuerza Expedicionaria Canadiense en Siberia posan de forma desafiante y soldados de la Legión Checoslovaca marchan en un desfile de la Victoria en Londres en julio de 1919.
Todo lo que se nos dice sobre la Legión es que comprendió a los nacionalistas checos que primero lucharon con el Ejército austro-húngaro, se unieron a los aliados y entonces “pelearon contra los comunistas en Rusia y en disputas fronterizas con Polonia y Hungría en 1919”. Pero la Legión fue una punta de lanza contrarrevolucionaria y brutal de las potencias imperialistas. El nuevo gobierno soviético ofreció el pasaje seguro a la Legión a través de Siberia a Vladivostok para abordar barcos que regresaban a casa. Sin embargo, en complot con el imperialismo británico y francés, los oficiales se negaron a desarmarse y organizaron una revuelta. Ocuparon la ruta ferroviaria hacia Siberia y cortaron el suministro de alimentos a las regiones bajo control soviético, que ya experimentaban una hambruna generalizada. En junio de 1918 se estableció el primer gobierno antisoviético en territorio ruso, bajo la protección de la Legión checa en Samara.
La amenaza de rebelión en las colonias británicas también es evidente. Un póster para los soldados birmanos con los beneficios disponibles luego de la desmovilización revela cómo “los gobernantes británicos en la India esperaban que tal ayuda para los ex soldados fuera suficiente para mantener su lealtad sin necesidad de reformas políticas serias”.
Los soldados en las Antillas “se desilusionaron rápidamente al no cumplirse las promesas de trabajos y tierra. Se produjeron disturbios civiles que amenazaron el dominio británico”.
El gobierno británico en Irlanda respondió con rapidez y brutalidad a la declaración de un Parlamento irlandés por parte de Sinn Féin y al estallido de la Guerra de Independencia (1919-1921). Dividió al noreste del país y envió a los “Black and Tans”, tropas que, junto con los “Auxiliares”, un cuerpo de ex oficiales del ejército, llevó a cabo una terrorífica campaña de represión. El 14 de diciembre de 1920 se destruyeron más de 300 edificios en Cork, en represalia por una emboscada del ejército republicano irlandés.
Con represión, sobornos y mentiras, Lloyd George, primer ministro británico, consiguió el consenso para el Tratado anglo-irlandés de 1921, que impuso la partición de Irlanda y obligó al gobierno provisional irlandés a jurar lealtad a la corona británica. La división resultante en las fuerzas nacionalistas de Sinn Féin condujo a Irlanda a la guerra civil.
La exposición tiene varias fotografías de la Revolución alemana (1918-1919), cuando la clase obrera, influenciada por la Revolución rusa, se alzó contra la guerra y la monarquía. Se ven barricadas y peleas callejeras de miembros de la Liga Espartaquista, formada por Karl Liebknecht y Rosa Luxemburgo, ex líderes del Partido Socialdemócrata (SPD). Dos semanas después de fundar el Partido Comunista de Alemania (KPD), en enero de 1919, Liebknecht y Luxemburgo fueron asesinados por soldados de los Freikorps, precursores de las tropas de asalto nazi, que habían sido movilizados por el ministro de Defensa del SPD, Gustav Noske.
La derrota de la revolución de noviembre tuvo consecuencias devastadoras, aislando a la Unión Soviética y facilitando el crecimiento de la burocracia estalinista.
La exposición concluye que “solo en 1923 la paz llegó realmente a Europa”. Pero como advirtieron los bolcheviques, la élite gobernante no trajo la paz y la democracia. La enorme deslocalización causada por la guerra, agravada por el antidemocrático Tratado de Versalles de 1919, fue un factor clave en el desarrollo de la posterior crisis económica que condujo a la aparición del movimiento fascista de Mussolini en Italia y del movimiento nazi en Alemania. La influencia estalinista en las políticas de la Internacional Comunista provocó nuevas derrotas de la clase trabajadora internacional. En 1933 las políticas catastróficas del KPD, que se opuso a un frente unido contra los nazis, hizo que Hitler tomara el poder sin un disparo—allanando el camino para la erupción de la guerra, una vez más, en 1939.
(Publicado originalmente en inglés el 22 de febrero de 2019)