Después de una confrontación verbal el sábado en París entre manifestantes de los “chalecos amarillos” y el comentarista Alain Finkielkraut, los medios de comunicación están llevando a cabo una campaña reaccionaria para calumniar a los musulmanes y a los participantes del movimiento de los “chalecos amarillos” contra la desigualdad social llamándolos antisemitas.
El incidente, aunque todavía turbio, apesta a una provocación política. Finkielkraut, quien es judío y un conocido sionista de derecha, atacó a los “chalecos amarillos” por su presunta “violencia” y “arrogancia” al diario de derecha Le Figaro la semana pasada. No obstante, fue a la manifestación y se encontró con un grupo de “chalecos amarillos” que incluía a un hombre barbudo bajo vigilancia estatal por sus lazos islamistas. Este hombre denunció a Finkielkraut como un sionista con una grosera diatriba. Luego la policía rodeó a Finkielkraut y lo escoltó fuera de la manifestación.
Inicialmente, el portavoz del Gobierno, Benjamin Griveaux, insistió en que los “chalecos amarillos” habían gritado consignas fascistas como “judío sucio” a Finkielkraut. Sin embargo, los periodistas que revisaron los videos de teléfonos celulares captando el evento, dijeron que no habían escuchado esa frase. Finkielkraut lo negó y agradeció así a Griveaux: “Me conmueve la solidaridad que mostró para mí, pero nadie me llamó judío sucio”. No presentará cargos contra el hombre barbudo.
No obstante, los medios de comunicación, el Estado y la derecha revivieron de la noche a la mañana las mentiras del año pasado promovidas por el Nuevo Partido Anticapitalista pequeñoburgués (NPA) y la Confederación General de Trabajo (CGT) estalinista, que los “chalecos amarillos” son un movimiento fascista. Los medios de comunicación están acumulando acusaciones que los musulmanes franceses se han vuelto antisemitas debido a la ira contra la OTAN y las guerras israelíes y los celos por la riqueza judía. Esto busca contrarrestar la popularidad de los “chalecos amarillos” embadurnando la oposición de izquierda a la desigualdad social y a la guerra con el pincel de antisemitismo.
El WSWS ha explicado desde el comienzo del movimiento de los “chalecos amarillos” que era social y políticamente heterogéneo, movilizando a los obreros, a los trabajadores por cuenta propia, a los agricultores y a los pequeños empresarios. Al avanzar demandas populistas y democráticas, opuestas a las demandas de clase e internacionalistas, dio la bienvenida a cualquiera que esté dispuesto a usar un “chaleco amarillo” para protestar contra el presidente Emmanuel Macron. Esto permite que las fuerzas de la derecha se unan brevemente al movimiento, aparentemente incluyendo a islamistas que hasta ahora no han desempeñado ningún papel visible.
Sin embargo, los “chalecos amarillos” son en gran parte de la clase obrera y se oponen a la desigualdad social, el racismo y el militarismo. La responsabilidad central del aumento del antisemitismo y odios similares no reside en los “chalecos amarillos”, sino en los que ahora los denuncian.
La hipocresía de los políticos y periodistas burgueses que denuncian el presunto antisemitismo en la clase obrera es obscena. En un tuit del sábado por la noche sobre Finkielkraut, Macron declaró que “los insultos antisemitas a los que fue sometido son la negación de lo que somos y lo que nos convierte en una gran nación. No lo toleraremos”.
Sin embargo, fue Macron quien, en noviembre pasado, elogió a Philippe Pétain, el líder del régimen fascista de Vichy que colaboró con los nazis y supervisó el asesinato en masa de judíos en Francia. Pétain deportó a más de 76,000 personas a los campos de concentración nazis, incluyendo 11,000 niños, donde todos menos 2,000 fueron asesinados. La afirmación de Macron de que todos deben reconocer que Pétain fue un “gran soldado” en la Primera Guerra Mundial fue un llamamiento a las fuerzas neofascistas sobre una base antisemita.
La líder neofascista Marine Le Pen, cuyo padre Jean-Marie desestimó el Holocausto como un “detalle de la historia”, se mostró indignada por el tratamiento dado a Finkielkraut. Escribió en Twitter: “El asalto contra Alain Finkielkraut es un acto detestable e impactante, que demuestra los intentos de la extrema izquierda antisemita de infiltrarse en el movimiento de los chalecos amarillos”.
Mientras BFM-TV insistió sin cesar en que las críticas a Finkielkraut como sionista son antisemitas, expertos y profesores hablaron en programas de televisión para denunciar la oposición de la clase trabajadora al capitalismo. La cazadora de cabezas corporativa y pretendida filósofa Julia de Funès declaró: “El verdadero rostro del antisemitismo hoy en día obviamente ya no es la extrema derecha católica, o el nazismo de Europa de los años treinta. Es el islam fundamentalista”.
Agregó provocadoramente que la oposición del movimiento de los “chalecos amarillos” a la eliminación de los impuestos sobre la riqueza (ISF, por sus siglas en francés) de Macron, demuestra que se están aliando con los antisemitas genocidas: “Muy simple, la lógica de los chalecos amarillos ha degenerado en una lógica de pasión, celos y odio por los ricos. La cuestión de la ISF lo demuestra. ... Nos enfrentamos a una lógica de la pasión, que es donde los dos se unen en una lógica de odio: odio de la raza para uno, odio de la clase para el otro”.
Un abismo de clase separa las aspiraciones socialistas de los trabajadores —por una expropiación de las obscenas fortunas de los multimillonarios y un uso racional de la riqueza social— de las apelaciones retrógradas a los odios y asesinatos étnicos que son el legado del fascismo. El intento de Funès de mezclar los dos es una falsificación política. Es la clase capitalista, no los trabajadores, la que está cultivando a los descendientes del fascismo del siglo XX para construir partidos de extrema derecha en toda Europa.
En Alemania, el multibillonario August von Finck —cuyo padre financió a Hitler— ahora financia el partido ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD, por sus siglas en alemán). Este partido está ganando fuerza a medida que los profesores de extrema derecha promueven el legado de Hitler, con el apoyo tácito de toda la élite política alemana, para justificar una política impopular de remilitarización.
En Francia, el partido de Le Pen sostiene vínculos con numerosos grupos agresivos antisemitas. Los medios de comunicación mantienen un silencio ensordecedor sobre estos lazos, lo cual les permite presentarse públicamente como opositores al antisemitismo, al tiempo que integran a los neofascistas en la política oficial. Sin embargo, Marion Maréchal Le Pen visita la Action Française (AF) —descendiente del grupo antisemita del mismo nombre liderado por Charles Maurras en el siglo XX, el cual ayudó a los agentes del régimen de Vichy—. En 2013, el miembro de la AF, Serge Ayoub, desempeñó un papel clave en la coordinación del asesinato del estudiante de izquierda Clément Méric.
El corrupto oficial neofascista Philippe Péninque no solamente organizó las transacciones ilícitas del ministro del Partido Socialista (PS), Jérôme Cahuzac, sino que también fundó el grupo Igualdad y Reconciliación (E&R, por sus siglas en francés), el cual distribuía propaganda antisemita. El actual arrebato en los medios de comunicación sobre el papel de E&R en la promoción del antisemitismo entre los musulmanes mantiene un silencio cómplice sobre los vínculos de E&R con el PS y la dinastía Le Pen.
Finkielkraut, por su parte, ha servido como apologista de los crímenes de Israel contra el pueblo palestino. En una entrevista de 2014 con Le Figaro, Finkielkraut defendió la guerra israelí contra los palestinos indefensos en Gaza —la cual provocó más de 1,000 muertes civiles— declarando que “los israelíes advirtieron a los habitantes de Gaza por todos los medios posibles de los próximos bombardeos”. Y agregó: “Cuando me dicen que estos habitantes no tienen dónde ir, les respondo que los túneles subterráneos de Gaza deberían haber sido hechos para ellos”.
La élite política francesa afirma que ese apoyo a las repugnantes matanzas de civiles indefensos por parte del Estado israelí no puede ser criticado, y que cualquier oposición a ello es antisemita. Esto sirve para mezclar la oposición ampliamente sentida a la represión de los palestinos con el antisemitismo, legitimando así a esto último.
Frente a los “chalecos amarillos”, la clase dominante está ahora usando todas las herramientas que tiene para dividir a los trabajadores por su nacionalidad y bloquear la oposición a la guerra en el extranjero y la austeridad en casa. Utiliza el derramamiento de sangre — de sus guerras en Oriente Próximo y África, y las guerras de Israel contra los palestinos — para tratar de enfrentar a judíos, musulmanes y a otros trabajadores unos contra otros, en una operación luego cubierta con la mentira que es la élite gobernante la que está luchando contra el antisemitismo.
Tales esfuerzos para dividir a la clase trabajadora deben ser rechazados. Existe una profunda oposición al imperialismo y al sionismo entre los trabajadores de todas las nacionalidades. Esta oposición solo puede ser movilizada con base en un giro hacia la clase obrera y una acción para unificarla a través de la lucha internacional contra el capitalismo y la guerra, y por el socialismo.
(Artículo publicado originalmente en inglés el 19 de febrero de 2019)