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Este es el segundo de 43 capítulos que se publicarán diariamente. Originalmente fueron publicados como el Volumen 13, no. 1, de la revista Fourth International en el verano de 1986.
En 1985, después de un proceso prolongado de degeneración, el Workers Revolutionary Party, la sección británica del CICI, rompió en definitiva con el trotskismo. En mayo y junio de 1986, el Comité Internacional de la Cuarta Internacional se reunió y realizó un exhaustivo análisis de las cuestiones teóricas, políticas e históricas involucradas en el colapso del WRP. “Cómo el WRP traicionó al trotskismo: 1973-1985” fue una labor clave en rearmar al movimiento y prepararlo para las batallas políticas en torno a la construcción de una dirección revolucionaria en la clase obrera. Estas lecciones son vitales para el desarrollo de nuevas secciones del CICI internacionalmente.
La precondición para el desarrollo de un partido trotskista en Reino Unido era la lucha contra una perspectiva nacionalista que expresara las presiones del imperialismo y de su ideología sobre la clase trabajadora más antigua del mundo. Antes del congreso fundacional de la Cuarta Internacional, Trotsky se opuso con intransigencia al intento por parte del Independent Labor Party británico (ILP, Partido Laborista Independiente) de preservar su autonomía nacional, y luego corrigió a la Workers Internationalist League (WIL, Liga Internacionalista Obrera), de la cual Healy era entonces miembro, por negarse a subordinar sus diferencias entre facciones en Reino Unido a los intereses del proletariado internacional y trabajar bajo la disciplina del partido mundial. Les advirtió a los dirigentes del WIL:
Solo es posible mantener y desarrollar agrupaciones políticas revolucionarias de importancia a base de grandes principios. Solo la Cuarta Internacional incorpora y representa esos principios. Solo es posible que un grupo nacional mantenga un curso revolucionario constante si está firmemente vinculado a una organización con correligionarios en diferentes partes del mundo y si mantiene con ellos una constante colaboración política y teórica. Solo la Cuarta Internacional es una organización así. Todos los grupos exclusivamente nacionales, todos los que rechazan el control y la disciplina de la organización internacional, son esencialmente reaccionarios (Documents of the Fourth International, Pathfinder, pág. 270).
El WIL al principio no hizo caso a esta advertencia y se perdió un tiempo valioso hasta que, al final, sus dirigentes reconocieron que el desarrollo de su organización no era posible sin aceptar la autoridad política de la Cuarta Internacional. En 1944, el WIL aceptó unificarse a la sección británica existente, el Revolutionary Communist Party (RCP, Partido Comunista Revolucionario). El desarrollo del RCP procedió a través de una tenaz lucha interna contra una camarilla pequeñoburguesa dentro de la dirección del partido al mando de Jock Haston. Esto fue parte de una lucha internacional contra una tendencia pequeñoburguesa que simpatizaba con Shachtman y que estuvo representada por Felix Morrow y Albert Goldman dentro del SWP. Fue en el curso de esta lucha que Healy surgió como el líder de la sección británica.
En 1953, la sección británica se dividió, como resultado del crecimiento de una tendencia revisionista internacional dirigida por Pablo y Mandel que proponía liquidar el movimiento trotskista dentro del estalinismo. La existencia misma de la Cuarta Internacional, debilitada teóricamente por las concepciones revisionistas que fluían en los documentos del Tercer Congreso de 1951, fue puesta en peligro. A pesar de los retrocesos anteriores en cuestiones teóricas y políticas críticas dentro de las direcciones en Reino Unido y los EUA, las fuerzas al interior de la Cuarta Internacional que se basaban en la clase trabajadora se unieron para derrotar a los revisionistas. El colofón de esta lucha fue la publicación de “La carta abierta” escrita por el líder del SWP, James P. Cannon, en noviembre de 1953, la cual estableció el Comité Internacional de la Cuarta Internacional para movilizar y dirigir a los trotskistas ortodoxos contra los liquidacionistas pablistas del Secretariado Internacional. Healy, habiendo colaborado estrechamente con Cannon en la lucha contra Pablo y su representante en Reino Unido, John Lawrence, apoyó la publicación de “La carta abierta”.
Ese documento histórico denunciaba a los pablistas por “obrar consciente y deliberadamente para interrumpir, dividir y romper los cuadros trotskistas, creados históricamente en varios países, y para liquidar la Cuarta Internacional” (Militant, 21 de diciembre de 1953).
“La carta abierta” reafirmó los principios históricos en los cuales se basaba el trotskismo:
1. La agonía mortal del sistema capitalista amenaza con destruir la civilización al hacer cada vez peores las depresiones, las guerras mundiales y las manifestaciones de barbarie tales como el fascismo. El desarrollo de las armas atómicas pone en relieve el peligro del modo más grave posible.
2. La caída al abismo se puede evitar sólo reemplazando el capitalismo con la economía planificada del socialismo mundial y reanudando la espiral de progreso iniciada por el capitalismo en sus épocas tempranas.
3. Esto solo se puede lograr bajo la dirección de la clase obrera, la única fuerza revolucionaria de esta sociedad. Pero la misma clase obrera se enfrenta a una crisis de dirección, a pesar de que las relaciones mundiales de las fuerzas sociales nunca fueron tan favorables como hoy para que los obreros emprendan el rumbo al poder.
4. Para organizarse a sí misma con el fin de cumplir esta misión histórica mundial, la clase obrera de cada país tiene que establecer un Partido Socialista Revolucionario basado en los criterios desarrollados por Lenin; es decir, un partido de combate capaz de combinar dialécticamente la democracia y el centralismo: democracia para tomar decisiones, centralismo para cumplirlas. Ha de ser una dirigencia bajo el control de su militancia y capaz de avanzar disciplinadamente bajo fuego.
5. El obstáculo principal a esto es el estalinismo, el cual explota el prestigio de la Revolución Rusa de 1917 para atraer a los obreros y luego traicionar su confianza, lanzándolos ya sea en los brazos de la socialdemocracia, de la apatía o a la renovación de ilusiones en el capitalismo. Las consecuencias de estas traiciones las paga la clase obrera con la consolidación de las fuerzas fascistas o monárquicas y nuevas explosiones de guerras fomentadas y preparadas por el capitalismo. Desde sus inicios, la Cuarta Internacional se planteó la derrota revolucionaria del estalinismo dentro y fuera de la URSS como una de sus misiones principales.
6. La necesidad de tácticas flexibles de muchas secciones de la Cuarta Internacional —y los partidos o grupos que simpatizan con su programa— hace más imperante que, sin capitular al estalinismo, sepan cómo luchar contra el imperialismo y todos sus agentes pequeñoburgueses (tales como las tendencias nacionalistas o las burocracias sindicalistas); y, a la inversa, sepan cómo derrotar al estalinismo (que, a fin de cuentas es un agente pequeñoburgués del imperialismo) sin capitular ante el imperialismo.
En la política mundial de hoy, la cual es cada vez más compleja y cambia constantemente, estos principios fundamentales establecidos por León Trotsky conservan absoluta validez. Es sólo ahora que, de hecho y tal como Trotsky lo previera, las situaciones revolucionarias que se presentan por doquier le dan absoluta concreción a lo que alguna vez pudo haberse parecido a abstracciones remotas que no se vinculaban íntimamente a la realidad viviente de la época. Lo cierto es que estos principios hoy se muestran cada vez con más fuerza tanto en el análisis político como en la determinación de la trayectoria de la acción práctica (ibid.).
La carta continuaba con un repaso de las líneas principales del programa pablista y de sus acciones destructivas para provocar escisiones en todo el mundo, y luego hacía un llamamiento a los trotskistas de todo el mundo:
En resumen: la brecha que separa el revisionismo pablista del trotskismo es tan honda que no existe la menor posibilidad de un acuerdo político u organizacional. La facción de Pablo ha mostrado que no permitirá que se llegue a decisiones democráticas que verdaderamente reflejen la opinión de la mayoría. Exige que se doblegue totalmente a su política criminal. Está decidida a forzar la salida de todos los trotskistas ortodoxos de la Cuarta Internacional, o amordazarlos y atar sus manos.
Su ardid ha consistido en injertar su conciliacionismo estalinista poco a poco y, también paulatinamente, en librarse de los que se dan cuenta de lo que pasa y que plantean objeciones. Esa es la explicación de la extraña ambigüedad de muchas de las fórmulas y evasivas diplomáticas pablistas.
Hasta ahora la facción de Pablo ha tenido algún éxito con sus maniobras maquiavélicas y carentes de principios. Pero hemos llegado al punto del cambio cualitativo. Las cuestiones políticas se han impuesto ante las maniobras y ahora la lucha es a muerte.
Si se nos permitiera aconsejar a las secciones de la Cuarta Internacional, desde nuestra posición forzada al margen de sus filas, pensamos que ha llegado el momento de actuar con decisión. Ha llegado el momento de que la mayoría trotskista ortodoxa de la Cuarta Internacional reafirme su voluntad contra la usurpación de autoridad por parte de Pablo (ibid.).
Meses después, el primero de marzo de 1954, Cannon analizó las implicaciones históricas de la ruptura:
Nosotros somos los únicos que adherimos de manera incondicional a la teoría leninista-trotskista del partido de la vanguardia consciente y de su papel como dirigente de la lucha revolucionaria. Esa teoría cobra una relevancia urgente y domina a todas las otras en nuestra época.
El problema de dirección no se limita a esta o aquella manifestación espontánea de la lucha de clases en un proceso prolongado, ni a la conquista del poder en ese o aquel país en que el capitalismo sea particularmente débil. Es una cuestión de la evolución de la revolución internacional y de la transformación socialista de la sociedad. Decir que esto podría ocurrir en forma automática es abandonar efectivamente el marxismo. No, solo puede ser una operación consciente y obligatoriamente requiere la dirección de un partido marxista que represente al elemento consciente en el proceso histórico. Ningún otro partido bastará. Ninguna otra tendencia en el movimiento obrero puede ser vista como un sustituto satisfactorio. Por esa razón nuestra actitud hacia todos los otros partidos y tendencias es acérrimamente hostil.
Si la relación de fuerzas fuera a requerir la adaptación de los cuadros de vanguardia a organizaciones dominadas ahora por esas tendencias hostiles —estalinistas, socialdemócratas, democráticas, centristas— esa adaptación sería considerada siempre como una adaptación táctica que facilite la lucha contra ellas; que nunca sea para lograr una reconciliación con las mismas; que nunca se les otorgue el papel histórico decisivo, siendo los marxistas relegados a la tarea menor de dar consejos amistosos y hacer críticas “leales”, a la manera de los comentarios pablistas sobre la huelga general francesa (Trotskyism Versus Revisionism, Vol. 2, New Park, pág. 65).
La lucha internacional contra Pablo fue decisiva para el desarrollo futuro del movimiento trotskista en Reino Unido. A pesar de su pequeño número y extrema pobreza —factores acentuados por las provocaciones contra ellos realizadas por el grupo pablista de Lawrence, abiertamente proestalinista— los trotskistas británicos se fortalecieron inmensamente con las lecciones teóricas de la lucha dentro de la Cuarta Internacional. Demostró ser la preparación indispensable de los trotskistas británicos para su intervención en la crisis que irrumpió en 1956 dentro del Partido Comunista luego de las revelaciones parciales de Jrushchov sobre los crímenes de Stalin y la subsiguiente invasión soviética de Hungría.
Armados políticamente a través de la lucha contra el pablismo, los trotskistas pudieron ganar importantes fuerzas de entre las bases del Partido Comunista británico —creando así nuevas oportunidades para la expansión del trabajo teórico del movimiento, así como de sus actividades dentro de los sindicatos y del Partido Laborista—. Estos logros luego fueron consolidados con la fundación de la Socialist Labour League (SLL, Liga Obrera Socialista) en 1959.
Durante ese período, los trotskistas británicos empezaron a desempeñar un papel político cada vez más activo en el trabajo del Comité Internacional, especialmente después de que Cannon debilitó su postura hacia los pablistas. Healy y su colaborador más cercano, Mike Banda, habían seguido de cerca la evolución de los pablistas en Europa —especialmente su respuesta centrista a la invasión de Hungría— y estaban convencidos de que no había fundamentos para sugerir que las diferencias políticas entre el Secretariado Internacional y el Comité Internacional se habían aminorado. En realidad, estaban convencidos de lo contrario. Por lo tanto, se alarmaron de la posición cada vez más conciliadora por parte del SWP de los EUA hacia los pablistas.
Detrás de la creciente tensión entre la SLL y el SWP había una divergencia de orientación entre las dos secciones. A partir de 1957, cuando el SWP lanzó la llamada campaña de “reagrupación” en los EUA, orientó su trabajo político hacia el radicalismo pequeñoburgués. La línea del SWP, incluso la de su órgano teórico, se fue haciendo más endeble y hasta conciliadora con los enemigos históricos del trotskismo. Para 1958, Joseph Hansen [uno de sus principales líderes] estaba repudiando públicamente la revolución política contra la burocracia del Kremlin. La SLL, por otro lado, profundizaba más y más su penetración en el movimiento obrero, en base a una lucha intransigente contra la burocracia socialdemócrata derechista. En 1958 y 1960, Healy se reunió con Cannon y otros líderes del SWP para ver si era posible contener sus precipitados movimientos hacia la reunificación con los pablistas y para trabajar por la máxima clarificación de los cuadros internacionales como prerrequisito para discutir la unificación con el Secretariado Internacional.
Sin embargo, las diferencias políticas entre el SWP y la SLL se profundizaron aún más. En 1960, más de un año después de que Castro tomara el poder, el SWP adoptó la posición de que en Cuba existía un Estado obrero y que el equipo de Castro constaba de “marxistas inconscientes” y representaba un sustituto adecuado de un partido trotskista de la clase obrera cubana.
El 2 de enero de 1961, el Comité Nacional de la SLL le mandó una carta a la dirección del SWP, en la cual expresaba su profunda preocupación acerca del alejamiento de los veteranos trotskistas de los EUA respecto a la meta estratégica de la Cuarta Internacional. Le recalcaba al SWP la gran importancia de la lucha por principios:
Estamos entrando en un período tan significativo como el de 1914-17 y, al igual que lo fue entonces, es vital que rompamos tajante y claramente con todo tipo de tendencias centristas en nuestras filas. Si vamos a llevar a cabo nuestro deber revolucionario en los años venideros, como hicieron los bolcheviques, tenemos que seguir el ejemplo de Lenin, no el de Luxemburgo, en no solo criticar sino también separarnos de todos los tipos del kautskismo contemporáneo; primero y principalmente de la pandilla de Pablo (Trotskyism Versus Revisionism, Vol. 3, pág. 46).
Es importante notar que la SLL insistía en que la lucha contra el centrismo y todas las formas del oportunismo asume un gran significado en el momento preciso en que la situación objetiva hace relucir la intensificación de la lucha de clases y expande las posibilidades para la construcción del partido en la clase trabajadora. Más aún, esta actitud de intransigencia teórica surgió precisamente cuando la SLL empezaba a hacer grandes logros dentro del movimiento obrero, especialmente entre la juventud del Partido Laborista, donde la SLL estaba construyendo facciones y entrenando cuadros jóvenes como trotskistas.
Advirtió al SWP de que “el peligro más grande al que se enfrenta el movimiento revolucionario es el liquidacionismo que surge de una capitulación ante la fuerza del imperialismo, ante los aparatos burocráticos en el movimiento laborista, o ante ambos. El pablismo representa esa tendencia liquidacionista en el movimiento marxista, hoy más claramente que en 1953. Según el pablismo, la clase trabajadora avanzada ya no es la vanguardia de la historia, el centro de toda teoría y estrategia marxista en la época del imperialismo, sino el juguete de ‘factores histórico-mundiales’, analizados y evaluados en forma abstracta” (ibid., pág. 48).
La SLL criticó a los pablistas por su combinación de impresionismo con objetivismo, y analizó el significado, para la Cuarta Internacional, de su revisionismo: “... toda responsabilidad histórica del movimiento revolucionario es rechazada, todo se subordina a fuerzas panorámicas; las cuestiones del papel de la burocracia soviética y de las fuerzas de clase en las revoluciones coloniales quedan sin resolverse. Eso es natural porque la clave de todos esos problemas es el papel de la clase trabajadora de los países adelantados y de la crisis de dirección de sus movimientos obreros” ( ibid., pág. 49).
Los trotskistas británicos advirtieron: “Cualquier retirada de la estrategia de la independencia política de la clase trabajadora y de la construcción de partidos revolucionarios, cobrará el significado de un fracaso de proporciones histórico-mundiales por parte del movimiento trotskista. Hemos visto, en Reino Unido, los resultados del revisionismo de Pablo en acción desde que se formó la SLL y en la crisis política del Partido Laborista y estamos más convencidos que nunca de que es necesario construir un partido leninista completamente libre del revisionismo que el pablismo representa” ( ibid. ).
Contrariamente a los que afirman que los principios interrumpen el camino de construir el partido y en directa contradicción con el alegato del impostor S. Michael, que el levantamiento de las masas niega la necesidad de una lucha teórica intransigente, la SLL declaró:
Dada la magnitud de las oportunidades que se presentan para el trotskismo y, por lo tanto, la necesidad de claridad política y teórica, instamos a que alcen las barricadas contra todo tipo de revisionismo. Es hora de cerrar el período en el que se consideraba el pablismo una corriente del trotskismo. A menos que logremos eso, no podremos prepararnos para las luchas revolucionarias que ahora comienzan. Queremos que el SWP avance con nosotros con ese mismo espíritu (ibid.).
El SWP respondió con hostilidad a las propuestas de la SLL. Cannon, quien había renunciado a la clase obrera estadounidense y resignado como secretario nacional emérito de una organización cada vez más de la clase media, le escribió a Farrell Dobbs [el entonces secretario nacional del SWP] el 12 de mayo de 1961: “La brecha entre nosotros y Gerry obviamente se agranda. Es más fácil reconocer eso que ver cómo revertir esa tendencia. En mi opinión, Gerry se dirige al desastre y allí lleva a toda su organización con él” (ibid., pág. 71).
En el transcurso de los dos años siguientes, la SLL forzó una discusión sobre los problemas fundamentales del programa y el método marxistas a pesar de los intentos de Joseph Hansen de querer impedir cualquier clarificación de las implicaciones históricas de la ruptura de 1953. Los documentos producidos por los dirigentes de la SLL, especialmente por Cliff Slaughter, están entre las contribuciones más importantes al desarrollo del trotskismo desde la gran lucha contra la oposición pequeñoburguesa de 1939-40. Para el eterno crédito de los que dirigieron esa lucha, la SLL desafió con valentía la ola liquidacionista que estaba penetrando amplios sectores del movimiento trotskista. Contra la aparentemente irreversible adaptación de varios líderes pequeñoburgueses que temporalmente dominaban la lucha antiimperialista en los países semicoloniales, la SLL se atrevió a defender los principios que estaban siendo ridiculizados como anticuados e irrelevantes. Defendió la perspectiva de la dictadura del proletariado y luchó contra la desvalorización de la teoría marxista por parte de los pragmáticos e impresionistas que buscaban el camino fácil para construir la Cuarta Internacional. No solo defendió la “La carta abierta”: la SLL luchó por extraer la esencia de las enseñanzas del trotskismo y su relación histórica con la lucha vitalicia de Lenin por construir un genuino partido proletario. Trabajando en un país cuyas tradiciones teóricas estaban dominadas por el empirismo, los trotskistas británicos se convirtieron en los campeones de un renacimiento de la teoría marxista y expusieron la bancarrota del objetivismo que constituía la base antidialéctica de los ataques de los pablistas contra el trotskismo.
Cuando se empezó a correr la voz de que la SLL no iba a dejarse llevar con los esfuerzos de Joseph Hansen para liquidar el trotskismo bajo el velo de la reunificación, los calumniadores se pusieron a trabajar contra la SLL y su secretario nacional, Gerry Healy, acusándolos de sectarios “ultraizquierdistas”. Pero a pesar de las calumnias y falsificaciones, la SLL empezó a forjar vínculos con trotskistas en diferentes partes del mundo. Con una paciencia extraordinaria, sus líderes asumieron la responsabilidad de entrenar a una facción trotskista dentro del SWP, inculcándoles a sus miembros una y otra vez que no había forma de defender la Cuarta Internacional y construir secciones en todo el mundo excepto a través de la más exhaustiva e intransigente lucha contra el revisionismo. Sobre todo, enfatizaron que nada se podía construir en ninguna parte del mundo, ni siquiera en Reino Unido, si la lucha por la Cuarta Internacional no estaba en el centro del trabajo en cada país.
En junio de 1963, mientras el SWP llevaba a cabo su reunificación sin principios con los pablistas —acción que destruiría innumerables secciones y le costaría la vida a cientos de trotskistas en América Latina como resultado de los catastróficos errores que le siguieron— Healy dirigió una última carta al partido con el cual había colaborado estrechamente a lo largo de más de 20 años. Denunció con indignación que el SWP estuviera encubriendo las traiciones del LSSP en Sri Lanka y dándoles publicidad a varios nacionalistas burgueses como Ben Bella. Healy también mostró su desprecio contra todos aquellos que justificaban su abandono de principios afirmando que habían roto con el “aislamiento”.
Por supuesto que ustedes no tienen tiempo para la “sectaria SLL”. Nuestros camaradas, tanto los de las bases como los de la dirección, luchan todos los días contra el reformismo y el estalinismo según las mejores tradiciones del movimiento trotskista. Pero no hablan, todavía, ante concentraciones de decenas de miles de personas, como Ben Bella, Castro, y el así llamado mitin del Primero de Mayo en Ceilán. En la opinión de ustedes, nosotros somos simplemente unos pequeños “cachorritos ultraizquierdistas”.
Nuestros camaradas tomaron la dirección de la reciente campaña contra el desempleo, organizaron y hablaron ante asambleas de 1.300 personas, pero esas son pequeñeces. Cuando nuestros camaradas les asestan poderosos golpes a los socialdemócratas en el movimiento juvenil bajo condiciones de una violenta persecución, el corresponsal de ustedes, T. J. Peters (quien antes fuera un destacado partidario del SWP y que ahora escribe como un liberal retirado), habla solo del gran futuro de “los laboristas británicos”.
Nosotros, “sectarios” chapados a la antigua, creemos que la Cuarta Internacional, que siempre hemos integrado, ofrece la única alternativa al liderazgo corrompido de los así llamados “laboristas británicos”. Pero Peters no tiene tiempo para nosotros. Él, al igual que ustedes, ha visto la luz.
Les tomó tiempo (como dice el dicho, “los que llegan tarde a Cristo llegan con más fuerza”). Han pasado unos 12 años desde que George Clarke unió sus fuerzas con Pablo y publicó ese mensaje al infame Tercer Congreso en el Militant, en la que fue en ese período la revista Fourth International. Ustedes no fueron capaces de comprender a Pablo en ese entonces y luego tuvimos la escisión de 1953. Cannon aclamó esa escisión diciendo que “nunca retornaremos al pablismo”. Pero al final lo hicieron. Ahora ustedes tienen aliados en todo el mundo, desde Fidel Castro a Philip Gunawardene y Pablo.
Queremos decir una sola cosa, que en nuestro congreso fue unánime. Estamos orgullosos de la posición que nuestra organización ha tomado contra una capitulación tan vergonzosa hacia las fuerzas más reaccionarias, ante las cuales la mayoría de la dirección de su partido se ha rendido (ibid., págs. 163-64).
Un año más tarde, en junio de 1964, cuando el LSSP —el cual se había opuesto a la “La carta abierta” y representado un papel clave en las maniobras que llevaron a la reunificación— entró en el gobierno burgués de la coalición liderada por la señora Bandaranaike, las advertencias de la SLL se confirmaron. Healy había viajado a Colombo para asistir a la conferencia del LSSP y para hacer campaña contra los traidores que estaban confabulando para entrar en el gobierno de coalición. El día de la conferencia, el 6 de junio de 1964, afuera del ayuntamiento, exigió que lo dejaran entrar para dirigirse a los delegados e instarles que rechazaran la decisión de N. M. Perera, Colvin De Silva y otros líderes del LSSP de entrar en el gobierno burgués. A pesar de que tuvo éxito en hacer que se votara sobre admitirlo o no en la conferencia, se le negó la entrada. Permaneció fuera del encuentro exigiendo que los delegados rompieran con la dirección del LSSP y apoyaran al ala revolucionaria. Cuando terminó la conferencia, Healy fue a hablarles a los estibadores del puerto de Colombo, a obreros textiles en las plantas de hilado de Wellawatta y a grupos de estudiantes universitarios. En todos estos mítines Healy explicó el significado histórico de la traición llevada a cabo por la dirección del LSSP en colaboración con Hansen y Mandel del Secretariado Unificado. Su llamado a la defensa del trotskismo contra los traidores del LSSP provocó una poderosa respuesta. El trabajo realizado en Sri Lanka —continuado en viajes posteriores de Michael y Tony Banda— sentó las bases para la reconstrucción del movimiento trotskista en ese país.
En los EUA, la SLL trabajó para reorganizar el movimiento trotskista después de la deserción del SWP de la Cuarta Internacional. Se le dio una inmensa asistencia política, no solo en el análisis de la ruptura sino también en el desarrollo de una perspectiva revolucionaria para el proletariado estadounidense. Luchando contra tendencias que veían la ruptura simplemente en el contexto de la política radical de los EUA, la SLL luchó por desarrollar un partido marxista genuino, orientado hacia la clase obrera y basado en el internacionalismo. Como resultado de esa infatigable clarificación teórica y política, se expuso el carácter pequeñoburgués radical y antiinternacionalista del grupo Espartacista y se crearon las condiciones para transformar al Comité Estadounidense por la Cuarta Internacional en la Workers League (Liga Obrera) en 1966.
La labor realizada por la SLL entre 1961 y 1966 representó una contribución histórica a la construcción de la Cuarta Internacional. Asumió la responsabilidad de dirigir la lucha contra el revisionismo y reorganizar, junto a la Organisation Communiste Internationaliste (OCI, Organización Comunista Internacionalista) de Francia, el movimiento trotskista mundial.
Fue durante esta época de trabajo teórico intenso en el frente internacional que la SLL sentó las bases para una serie de logros políticos y organizativos en Reino Unido. En 1964, conquistó la dirección de los Young Socialists (YS, Jóvenes Socialistas) del Partido Laborista. En respuesta a una purga llevada a cabo por la dirección de Wilson del Partido Laborista, estableció a los YS como la organización juvenil trotskista independiente.
Esta introducción de una nueva generación hizo posible la expansión del trabajo político de la SLL. En 1968, la perspectiva revolucionaria por la cual había luchado contra los pablistas fue completamente confirmada por la huelga general francesa de mayo-junio. Este acontecimiento produjo un rápido crecimiento de la OCI en Francia y, bajo condiciones de un creciente conflicto entre la clase obrera y el gobierno reformista y derechista del Partido Laborista, un sustancial crecimiento de la SLL. En septiembre de 1969, se estableció la primera publicación diaria trotskista, el Workers Press .
En junio de 1970 los laboristas convocaron elecciones, basándose en encuestas públicas que mostraban que podían obtener una victoria fácil contra los conservadores. Esto puso en movimiento una agudización en el conflicto de clases que no se había dado desde el fin de la Segunda Guerra Mundial. Obreros, intelectuales y jóvenes empezaron a integrarse a la SLL en cantidades sin precedentes. Las facilidades y los recursos del movimiento se expandieron a una velocidad vertiginosa. Actores y escritores asistieron a las clases de la SLL, se unieron al partido y ayudaron a la producción de poderosas asambleas como la de Alexandra Palace, que reunió a un público de 4.000 personas. En respuesta a la introducción de leyes antiobreras por parte del gobierno de Heath (como la ley de relaciones industriales) y al crecimiento del desempleo, la SLL organizó una campaña nacional contra el desempleo, basada en marchas juveniles que atrajeron un apoyo inmenso en Reino Unido y cuyo progreso fue seguido con orgullo por todas las secciones del Comité Internacional.
Durante los veranos de 1970, 1971 y 1972, se realizaron campamentos educativos en Essex, que atrajeron a grandes delegaciones internacionales. La fuerza de la SLL y su estatura entre los revolucionarios de todo el mundo había crecido enormemente. Como resultado de su lucha contra el revisionismo, la SLL fue capaz de desarrollar el primer análisis marxista serio del boom de la posguerra jamás intentado dentro del movimiento trotskista, y de explicar las contradicciones explosivas del sistema internacional de finanzas de Bretton Woods basado en la paridad del dólar con el oro. Los trotskistas británicos desenmascararon el impresionismo característico de la teoría neocapitalista de Mandel, quien intentó transformar El capital de Marx en una apología del capitalismo con el fin de subordinar a la clase obrera a los movimientos de protesta de clase media.