Cifras publicadas el viernes muestran una importante desaceleración en la economía china, subrayando los enormes peligros para la clase obrera en EUA, China e internacionalmente a raíz de la guerra económica siendo librada por el Gobierno de Trump contra Beijing.
Según datos del Gobierno chino, las ventas minoristas aumentaron en noviembre a su menor paso en 15 años mientras que la producción industrial aumentó a su nivel más bajo en casi tres años. El mercado automotor chino, un componente importante de las compras minoristas, está a punto de ver su primera caída en ventas anuales desde los años noventa. Cabe notar que los efectos de las medidas comerciales de Washington solo están apareciendo hasta ahora en los datos económicos, lo que significa que las tasas de crecimiento caerán más en los meses siguientes después de alcanzar su punto más bajo desde la crisis financiera global de 2008-2009.
La ralentización del crecimiento en China es un proceso global. El crecimiento en Europa, después de rebotar en 2017, ha vuelto a caer a su nivel más bajo en cuatro años, mientras que Japón experimentó una contracción en su economía en el tercer trimestre. Estas cifras exponen la afirmación fraudulenta de que la economía global ha “doblado recodo” alguno tras la profunda recesión producida por la crisis financiera hace una década.
La respuesta de Trump a las noticias de la desaceleración china subraya que nuevamente la economía mundial se fractura de manera reminiscente a la desastrosa década de los años treinta que profundizó la Gran Depresión y creó las condiciones para la Segunda Guerra Mundial.
“China acaba de anunciar que la economía esta creciendo mucho más lento de lo que anticipaban por nuestra Guerra Comercial con ellos”, tuiteó. “A Estados Unidos le está yendo muy bien. China quiere un acuerdo grande y muy comprensivo. Podría pasar, ¡y muy pronto!”.
Desde el punto de vista de la perspectiva “Estados Unidos ante todo” del Gobierno de Trump, la economía global es como un juego de suma cero, en el que pérdidas de rivales significan ganancias para EUA. Pero los hechos desmienten este punto de vista reaccionario. La economía global no es la suma de partes nacionales separadas en la que una gana y otra pierda, sino una totalidad cada vez más integrada en la que el trabajo y el destino económico de miles de millones de trabajadores está inextricablemente conectado.
La reaccionaria política del nacionalismo económico resultó en un desastre en los años treinta. Ahora está creando las condiciones para una crisis incluso mayor dado que el nivel de integración económica ha aumentado exponencialmente tras ocho décadas.
Las nociones promovidas por Trump durante su campaña electoral y subsecuentemente, de que la economía estadounidense podría desacoplarse de la economía mundial y que los trabajadores estadounidenses podrían beneficiarse de “hacer a EUA grande otra vez” a expensas de sus rivales, han quedado hechas añicos. El anunció de despidos masivos en la industria automotriz y la amenaza de que vendrán más es una indicación de este hecho económico. Otra señal es la turbulencia en los mercados financieros generada por la ralentización y guerra económicas —el índice bursátil Dow cayó 500 puntos el viernes por las noticias sobre la economía china—, amenazando con desatar una crisis aún mayor a la del 2008.
Los trabajadores en EUA, Europa, la cual se ha visto estremecida por un resurgimiento de la lucha de clases reflejado en el movimiento de los “chalecos amarillos”, y en todos los principales países capitalistas están viendo de frente el hecho de que se su enemigo es común y global: el sistema capitalista.
Del mismo modo, la profundización de la crisis económica plantea cuestiones fundamentales de perspectiva política para la clase obrera china.
Hace más de 40 años, la dirección maoísta-estalinista de China encaraba el callejón sin salida económico de su dogma nacionalista del “socialismo en un solo país” y decidió tomar el camino del mercado capitalista como como base de la organización económica de la sociedad.
Ofreció la perspectiva de que la restauración del capitalismo —consumada por medio de una represión sangrienta de la clase trabajadora en 1989— le permitiría a China un “auge pacífico” que eludiría las garras del dominio imperialista.
Sin embargo, el indudable crecimiento económico de los últimos treinta años y la transformación de China en un centro industrial líder a nivel mundial no han superado los grandes problemas históricos a los que se enfrentan las masas chinas. Por el contrario, estos problemas se han recrudecido y asumido formas nuevas y más explosivas.
La dependencia de los trabajadores chinos en la economía global y su conexión con los trabajadores internacionalmente se puso de manifiesto por la crisis financiera global hace una década cuando la economía colapsó y 23 millones de trabajadores perdieron sus trabajos de un día para otro.
El régimen respondió con un programa de inversiones públicas vasto y una de las mayores expansiones de crédito en la historia económica del mundo para sostener el crecimiento económico y mantener su gobierno.
Sin embargo, además de ver un desarrollo masivo en la construcción de viviendas e infraestructura, este programa también vio los niveles de deuda crecer como proporción del producto interno bruto del 143 por ciento a más de 260 por ciento hoy día.
Enfrentándose al hecho de que una continuación de este programa solo llevará a un desastre financiero y el estallido de luchas masivas sociales, el régimen chino, bajo la conducción del presidente Xi Jinping, ha buscado proveer nuevos cimientos para la economía por medio del desarrollo industrial y tecnológico del país, siendo este el objetivo de su programa “Hecho en China 2025”.
No obstante, este programa se ha topado de frente con el imperialismo estadounidense, el cual está determinado a prevenir el auge económico de China y su desarrollo en áreas clave de las tecnologías más avanzadas, viendo esto como una amenaza existencial a su dominio económico y militar.
Washington hará todo a su disposición para socavar tal perspectiva, incluso haciendo colapsar la economía china, como lo indicó el último tuit festivo de Trump. De ser necesario, esto también incluirá medios militares, como lo reflejan los preparativos ya en marcha y cada vez más elaborados del ejército y el aparato de inteligencia estadounidenses para una guerra. La única política que aceptará es la transformación de china en una semicolonia de EUA.
Pero la oposición a este programa imperialista no puede basarse en otro giro nacionalista o en apoyo a las maniobras económicas, políticas y militares del régimen de oligarcas capitalistas milmillonarios encabezado por Xi Jinping. Se debe avanzar una perspectiva política nueva e independiente con base en la lógica de la lucha de clases.
Cada vez son más los signos de un levantamiento de la clase trabajadora china y estas luchas sin duda tomarán formas más abiertas en el periodo siguiente a medida que los trabajadores chinos, así como sus homólogos en EUA e internacionalmente, se enfrentan a despidos masivos y ataques mayores contra sus condiciones sociales.
El programa del nacionalismo económico es un callejón sin salida tanto para los trabajadores en EUA y las otras potencias capitalistas como para la clase obrera de cientos de millones en China.
El reconocimiento de este hecho económico y político establecido y verificado a diario por los acontecimientos debe convertirse en un punto de partida para avanzar una nueva perspectiva política, basada en el reconocimiento de que no existe ningún camino de progreso dentro del sistema de ganancias y Estados nación capitalistas.
El único programa viable para la clase trabajadora en EUA, China y el resto del mundo es el internacionalismo socialista: la lucha común de la clase obrera global por abolir el obsoleto sistema de ganancias y Estados nación capitalistas—siendo este el origen de las guerras y la devastación económica— y la construcción del Comité Internacional de la Cuarta Internacional, el partido mundial de la revolución socialista para guiarla.
(Artículo publicado originalmente en inglés el 15 de diciembre de 2018)