Todo conflicto social importante devela la naturaleza de las tendencias y organizaciones políticas en el movimiento de las masas, poniendo a prueba y evaluando la validez de las concepciones políticas. Tal es el caso en la huelga de maestros en West Virginia.
El paro de más de 30.000 docentes y trabajadores escolares por todo el estado, está en su noveno día y continúa expandiéndose. El lunes, miles de trabajadores viajaron a Charleston, con largas filas de trabajadores piqueteando alrededor del Capitolio estatal. Como más evidencia del movimiento en desarrollo de la clase obrera, 1400 trabajadores de telecomunicaciones de Frontier en West Virginia y partes de Virginia comenzaron un paro el domingo por la mañana.
En todo el estado y fuera de este, se extiende el apoyo a una huelga general, mientras que la resistencia valiente de los maestros en West Virginia está siendo seguida de cerca y apoyada por trabajadores en todo el mundo.
La escalada del conflicto de clases desmiente a todos los que proclamaron la muerte de la clase trabajadora y el fin de la lucha de clases, que supuestamente habían sido reemplazados por conflictos de raza, género y orientación sexual. No solo existe la clase obrera, sino que está retomando forzosamente su intervención en el curso de la historia.
Los desarrollos en West Virginia son particularmente significativos porque los trabajadores en el estado, quienes son predominantemente blancos, han sido calificados por los demócratas como una “canasta de deplorables” (en las palabras de Hillary Clinton). Según los que avanzan la política de identidad, son “privilegiados”, beneficiándose de un sistema basado en la “supremacía blanca” y, si son hombres, en el “patriarcado”. De hecho, las angustias que viven estos trabajadores son las mismas angustias del resto de la clase trabajadora, de todas las razas y géneros.
Entre las muchas cuestiones que ha expuesto la huelga de West Virginia es la relación entre la clase trabajadora y los sindicatos. El Comité Internacional de la Cuarta Internacional concluyó a principios de los años noventa —después de una serie de traiciones por parte de los sindicatos estadounidenses, incluyendo contra los mineros en West Virginia, e internacionalmente— que los sindicatos ya no podían considerarse organizaciones obreras. Su respuesta a la globalización de la producción y al declive del capitalismo estadounidense, fue abrazar el corporativismo y colaborar con la patronal y el Estado en la eliminación de puestos de trabajo y la reducción de los niveles de vida de los trabajadores.
Como lo aseveró la Workers League (Liga Obrera; predecesor del Partido Socialista por la Igualdad) en 1993, “El papel de estos aparatos burocráticos en todos los países se ha transformado de presionar a los patrones y el Estado para conseguir concesiones para los trabajadores, a presionar a los trabajadores para darles concesiones a la patronal”. El crecimiento de la lucha de clases, insistió la Workers League, enfrentaría a los trabajadores más directa y abiertamente que nunca con estas organizaciones antiobreras.
Este análisis ha sido completamente confirmado por los acontecimientos en West Virginia. Desde un principio, la huelga emergió fuera de y cada vez más en rebelión contra los sindicatos, en este caso los afiliados estatales de la Federación Estadounidense de Maestros (AFT) y la Asociación Nacional de Educación (NEA).
La huelga surgió el mes pasado a raíz de discusiones entre los mismos docentes en sus escuelas, particularmente en los condados mineros al sur del estado. No se planificó en las oficinas de los burócratas sindicales. En respuesta a los paros a nivel local y el ferviente apoyo entre los maestros por todo el estado, los sindicatos llamaron a una huelga de dos días, que esperaban que pudiera ventilar el enojo mientras ellos alcanzaban un acuerdo con el gobernador y los legisladores estatales.
El paro se extendió luego por dos días más hasta que los sindicatos presentaron un acuerdo podrido y les ordenaron a los maestros volver a las aulas. Nuevamente, los maestros se reunieron espontáneamente por todo el estado y votaron en contra de volver al trabajo. Los dirigentes sindicales luego se dedicaron a conspirar con los políticos demócratas y republicanos para encontrar alguna manera de acabar con la huelga e imponer una derrota para los maestros.
Los sindicatos quieren prevenir a toda costa que esto se convierta en una movilización más amplia. Respondiendo ayer a un reporto sobre si los sindicatos estarían organizando huelgas en los otros 49 estados del país, la presidenta de la NEA, Lily Eskelsen Garcia dijo enfáticamente, “¡No!”. Al hacer esto, meramente estaba operando bajo el principio expresado este mes por el abogado del sindicato AFSCME, David Frederick, ante la Corte Suprema de EUA, cuando declaró que “la seguridad a los sindicatos es la compensación por no tener huelgas”.
La huelga en West Virginia se suma a los otros conflictos entre trabajadores y el aparato sindical que han surgido en toda lucha significativa de la clase trabajadora. Los sindicatos han trabajado para eliminar cualquier resistencia organizada contra la ofensiva de la burguesía. Cuando no han podido prevenir una huelga o manifestación —como con las protestas de masas en Wisconsin en el 2011, la huelga docente en Chicago en el 2012, la huelga de los choferes escolares en la ciudad de Nueva York en el 2013, la huelga de los trabajadores de refinerías petroleras en el 2015, la huelga de Verizon y las salidas de los maestros en Detroit en el 2016, entre otras— los sindicatos han aislado a los trabajadores e impuesto derrotas.
El paro en West Virginia también se produjo después de la rebelión de los trabajadores automotores contra el sindicato United Auto Workers (UAW) en el 2015, cuando por primera vez en 33 años los trabajadores de Fiat Chrysler rechazaron un contrato respaldado por el sindicato. El UAW solo pudo aprobar el acuerdo a la fuerza, por medio de mentiras, fraudes y amenazas.
Las masas trabajadoras están comenzando a reconocer que no tienen en los sindicatos a sus representantes, sino a sus más enconados enemigos. ¿Por qué deberían tener que continuar apoyando financieramente y acatando la disciplina de organizaciones que operan directamente en su contra?
Entre más avance la clase trabajadora, más violentos van a ser los esfuerzos de los sindicatos para suprimir sus luchas y más aparente será la necesidad para los trabajadores de formar organizaciones independientes, comités de fábrica, lugar de trabajo y comunidad, para coordinar sus luchas y soldar todas las expresiones de oposición en un movimiento político unificado contra el Gobierno y el sistema capitalista.
(Artículo publicado originalmente en inglés el 6 de marzo de 2018)