La estrategia de defensa nacional publicada por el Gobierno de Donald Trump el mes pasado definió a China y Rusia como el foco de la “competición estratégica” que enfrenta el imperialismo estadounidense. Además de calificar a dichos Estados nucleares de “potencias revisionistas” y aseverar que hay que prevenir que socaven el dominio global estadounidense, el documento declara que EUA tiene que “priorizar la preparación para la guerra”.
Es precisamente esto lo que el ejército estadounidense ha estado haciendo en Asia por los últimos seis años, desde que el Gobierno de Obama anunció su incitador “pivote” hacia la región en noviembre del 2011. El Pentágono ha puesto a disposición una amplia gama de buques de superficie, submarinos, bombarderos, aviones de caza, divisiones de infantería y unidades de marines para librar una guerra a nivel regional contra China. En Australia y Singapur, ha establecido nuevas bases, mientras que ha reactivado viejas bases en Filipinas y Tailandia. Tras ser adiestrada para servir como “socia estratégica” contra China, India ahora les concede acceso, mantenimiento y provisiones a las fuerzas armadas estadounidenses.
Estados Unidos tiene un personal de 50.000 efectivos en Okinawa y el resto de Japón, incluidos 18.000 marines, un grupo de batalla para portaaviones y escuadrones de aviones de combate de la Fuerza Aérea. Cuenta con 29.500 efectivos en Corea del Sur, el eventual frente de batalla en un conflicto con Corea del Norte. Además, Guam hospeda a 7.000 militares más, al igual que a un grupo de bombarderos estratégicos B-52 y B-2, capaces de arrojar armas nucleares.
El 9 de febrero, el Wall Street Journal reportó sobre la siguiente etapa en la acumulación de fuerzas estadounidenses en Asia. El Pentágono está considerando desplegar las Unidades Expedicionarias del Cuerpo de Marines (MEUs, por sus siglas en inglés), las cuales tienen su sede en la costa oeste norteamericana y han sido utilizadas principalmente en Irak y Oriente Próximo durante la última década o más.
Las MEUs están conformadas por 2.200 marines, aviones de caza y helicópteros a bordo de buques anfibios de asalto, acompañados por cruceros y destructores con misiles guiados, otras embarcaciones auxiliares y, usualmente, un submarino de ataque. Emulando una versión contemporánea de la diplomacia de los cañones, de ser enviadas, las MEUs navegarán por la región siete meses a la vez para “persuadir a las naciones del Pacífico a hacer frente con EUA” a China.
Oficiales del Pentágono le indicaron al Journal que las MEUs podrían “realizar patrullajes”, “entrenar con aliados” y “responder si se llegase a producirse un conflicto”. Pese a no ser mencionado, el papel potencial que podrían cumplir estas fuerzas anfibias sería el de atacar y tomar control de los islotes y arrecifes en el mar de China Meridional que China ha estado desarrollado como bases avanzadas contra la Armada estadounidense.
La semana pasada, el general Joseph Dunford, presidente del Estado Mayor Conjunto, le comentó a la prensa mientras visitaba las instalaciones estadounidenses en la ciudad de Darwin al norte de Australia: “Tenemos intereses perdurables aquí, y tenemos un compromiso perdurable y una presencia perdurable aquí”. Las autoridades del Pentágono sugirieron que, a partir de marzo y por varios años, aumentarán significativamente el número de marines que son enviados de Okinawa a Darwin por seis meses al año.
A corto plazo, el ejército estadounidense se está preparando para una inminente y enorme ofensiva contra Corea del Norte, que seguirá con una invasión para deponer al régimen existente y alterar drásticamente la balanza de poder en el noreste asiático. Tal acontecimiento asestaría un golpe estratégico directo a China y Rusia, que comparten fronteras con el desposeído país con apenas 25 millones de personas.
La conducta durante el fin de semana del vicepresidente estadounidense, Michael Pence, durante los días de apertura de las Olimpiadas de Invierno en Corea del Sur, fue ominosa.
El Gobiernos surcoreano hizo lo posible para darle la bienvenida al equipo norcoreano, otorgándoles honores diplomáticos a Kim Yo-jong, la hermana del líder norcoreano, Kim Jong-un, y al jefe de Estado nominal de la aislada nación, Kim Yong-nam. Además, tomaron pasos tentativos para entablar negociaciones entre ambas Coreas, con respecto a reducir un nivel de tensiones que, si provocan una guerra, podría cobrar cientos de miles de vidas y la ruina económica y social de ambos lados de la península.
En una demonstración deliberada de arrogancia imperialista y desdeño hacia las Coreas, dejó en claro que EUA no tenía ningún interés en una salida pacífica. Dejó una cena estatal, rehusando incluso dirigirles la palabra a los líderes del Norte, y luego no se levantó para la entrada en conjunto del equipo unificado de las dos Coreas en la ceremonia de apertura.
Estas ofensas diplomáticas cumplen tan solo un propósito: dar el mensaje inconfundible que el Gobierno de Trump no estará satisfecho hasta que Corea del Norte se convierta en un Estado clientelar de EUA. Lo que demanda Washington es la capitulación total del régimen de Kim Jong-un. A menos que esto no suceda, pondrá en marcha los planes existentes para hacer valer la amenaza de Trump de “destruir totalmente” a Corea del Norte con “fuego y furia”.
Haciendo declaraciones escalofriantes, el general Dunford pronunció ante los marines en Darwin: “Al fin del día, será una guerra desagradable si llegamos a combatir en la península coreana. Involucrará el despliegue por tierra de marines y soldados, obviamente junto con aliados y socios. Si eres un marine o, para serles honestos, cualquier uniformado, y te despiertas en la mañana siempre con la mentalidad de que éste será el último día que vivirás en condiciones de paz, vas a estar en el lugar correcto”.
¿Qué más puede concluir Corea del Norte que tales acciones y declaraciones significan que los ejércitos de EUA, Corea del Sur, Japón, Australia y otros “aliados y socios” estadounidenses se están alistando para un combate en la estela de las Olimpiadas de Invierno?
Las contradicciones del capitalismo han empujado al mundo al borde del que sería posiblemente el conflicto más espantoso y costoso desde la Segunda Guerra Mundial. La clase gobernante estadounidense, sumida en crisis internas e incapaz de hacerse valer en el mundo como alguna vez lo hizo, ha concluido que la intensificación de violencia bélica que ha emprendido por 25 años es la única manera de prevenir este declive irresoluble.
Aun si China y Rusia no participaran en una eventual guerra en la península coreana, tal conflicto elevaría de todas formas el peligro de guerras “entre potencias” y libradas con armas nucleares. Los regímenes de Beijing y Moscú representan también a oligarquías capitalistas sumidas en crisis y están preparándose activamente para un confrontamiento militar inevitable con EUA. Los centros de pensamiento y ejércitos de las potencias imperialistas europeas, de igual manera están llegando a la conclusión de que un conflicto con Washington podría llegar a ser inevitable.
En 1915, en la resolución que propuso para la conferencia contra la guerra en el pueblo suizo de Zimmerwald, el líder revolucionario ruso, Vladimir Lenin, escribió:
“Todas las condiciones objetivas del periodo reciente han puesto a la orden del día la lucha revolucionaria de las masas proletarias. Al hacer uso de todos los medios legales de la lucha obrera, es el deber de los socialistas subordinar cada uno de estos medios a esta tarea inmediata y de primera importancia, y hacer todo lo posible para convertir la guerra imperialista entre los pueblos en una guerra civil de las clases oprimidas contra sus opresores, en una guerra por la expropiación de la clase de los capitalistas, la conquista del poder político por parte del proletariado y la realización del socialismo”.
Hoy, el Comité Internacional de la Cuarta Internacional lucha por esa perspectiva y tiene que ser construido como dirección de la clase obrera internacional.
(Artículo publicado originalmente en inglés el 12 de febrero de 2018)