Antonio Castro vive en las afueras de San Juan, la capital de Puerto Rico, al lado este de la isla. Desde que el huracán María aterrizó en el territorio estadounidense en septiembre, las condiciones se han dificultado para Antonio y su familia. Como miles de otros obreros y jóvenes de la isla, Antonio sigue viviendo una situación difícil sin los servicios básicos de la vida moderna, como electricidad y agua. Antonio estará reportando frecuentemente para el World Socialist Web Site sobre la evolución de la crisis .
Han pasado más de cuatro meces desde que María impactó Puerto Rico, y para muchos se siente como si nada hubiese cambiado desde los primeros días.
La electricidad ha sido restaurada lentamente, pero limitada a las zonas urbanas. Un gran porcentaje de la población, especialmente gente en zonas rurales, siguen sin luz y agua potable. Para muchos, la única protección que tienen de los elementos es una lona azul cubriendo la casa donde antes estaba el techo.
Las condiciones predominantes y la indiferencia del Gobierno a los esfuerzos de recuperación han alimentado el enojo social. Una estación de radio local, ha empezado a transmitir llamadas de residentes que quieran compartir su situación desde María. Todas las llamadas son historias de gente preguntando por cuánto tiempo más tendrán que seguir viviendo sin electricidad. Uno puede oír la angustia y el enojo en sus voces, especialmente para quienes necesitan electricidad por su condición médica.
La situación es difícil, hasta para los que tienen sus generadores de electricidad de emergencia: es muy costoso mantenerlos corriendo. Los precios del diésel son muy altos, y siguen aumentando cada día.
En donde vivo, una comunidad rural en las afueras de San Juan, hay cables y postes de electricidad caídos al lado de la carretera. Algunos predicen que no se tendrán luz hasta marzo o después. La falta de electricidad también significa la falta de agua a sus casas, porque se requieren bombas para poder llevar el agua a las comunidades elevadas en las montañas. Significa que tenemos que guardar el agua de la lluvia para bañarnos, lavarnos las manos en un arroyo cercano y usar agua embotellada para cocinar. Las tablas para lavar ropa andan de moda.
Es común ver a la gente con cubetas cuando llueve o después de varios viajes al rio. Mi abuelo y otros ancianos comentan que la vida ha regresado a cómo era en los años treinta y cuarenta, cuando eran niños. El Gobierno se excusa por la recuperación lenta invocando la falta de materiales. Es difícil comprender cómo es que materiales como postes eléctricos no se puedan conseguir después de cuatro meces. Mientras tanto, nos dejan esperando con la esperanza de que algún día volverá la electricidad.
En comunidades se comienzan a escuchar los llamados para protestar contra el proceso lento de recuperación. El 26 de enero, los residentes de la comunidad “El Verde” en Caguas salieron a protestar y demandar que la electricidad vuelva de forma inmediata.
Una residente en la movilización me explicó sus razones para protestar: “Han pasado cuatro meses, y aún no hay ninguna muestra de camiones de servicios públicos ni de labores de recuperación en la comunidad. Nosotros [ella y su esposo] hemos usado todos nuestros ahorros en combustible para nuestro generador. Tanto así que nuestra hija nos tuvo que ayudar”.
Como los residentes de esta zona, muchos más por toda la isla están expresando su angustia y demandando la restauración inmediata de la red eléctrica. Es inaceptable que, en Estados Unidos, el país con la mayor riqueza y poder de todo el mundo, los ciudadanos estén viviendo en condiciones del tercer mundo cien y tantos días después de un desastre natural.
En las escuelas por toda la isla, se han empezado a dar cursos limitados, hasta medio día, por falta de agua y electricidad. El Gobierno ha manipulado la crisis para utilizarla como excusa, cerrando escuelas en vez de arreglarlas para que sean accesibles para los estudiantes. Por suerte, la escuela local de la comunidad donde estudia mi primo abrió sus puertas, gracias al apoyo de maestros y padres. Ellos mismos rejuntaron los escombros, limpiaron los salones y le presentaron resistencia a las autoridades locales del Departamento de Educación, quienes no quería que se abriera la escuela.
Mientras la mayoría de la población sigue viviendo en condiciones precarias, el gobernador Roselló anunció planes recientemente que se venderá el servicio público de electricidad, la Autoridad de Energía Eléctrica (AEE), para “liberar” a la población del “pobre” e “ineficiente” servicio que provee. Creo que este mensaje es uno que distrae de los problemas reales fundamentales de la crisis. Es decir, ¿dónde están los recursos necesarios para reconstruir la red eléctrica y los otros problemas de infraestructura en Puerto Rico?
La manera en la cual el Gobierno local y el federal han manejado la devastación de este desastre natural confirma que el capitalismo es incapaz de cumplir con las necesidades básicas de la sociedad, su función principal es el enriquecimiento de la élite financiera sin importar el precio que tiene que pagar la clase obrera. El huracán María intensificó la desigualdad y la catástrofe económica a la cual ha sido sometido Puerto Rico por mucho años.
(Artículo publicado originalmente en inglés el 30 de enero de 2018)