El general sir Nick Carter, jefe del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas británicas, declaró que Reino Unido debe prepararse activamente para la guerra con Rusia y otros rivales geopolíticos.
Pronunciándose ante el Real Instituto de Servicios Unidos (RUSI, por sus siglas en inglés), Carter, la segunda figura más importante en la cadena de mando de las Fuerzas Armadas después del jefe del Estado Mayor de la Defensa, sir Stuart Peach, detalló la planificación estratégica del imperialismo británico y aclaró que se formuló en colaboración con Estados Unidos.
Carter expuso su acuerdo entusiasta con la nueva Estrategia de Seguridad Nacional diseñada por el secretario de Defensa estadounidense, James Mattis, citando un pasaje de su discurso:
“Mantendremos la campaña contra los terroristas que estamos llevando a cabo hoy, pero la competencia entre grandes potencias —no el terrorismo— es ahora el foco principal de la seguridad nacional de EUA”.
Carter enumeró, “desde esta perspectiva”, la amenaza que representan “el aumento de la competencia en el mar de la China Meridional; las posibles graves consecuencias del programa nuclear de Corea del Norte; la carrera armamentista y las guerras indirectas que se están produciendo en Yemen y Siria, que tal vez se derivan de las aspiraciones regionales de Irán. Con Rusia, el desafío de seguridad más complejo y capaz que enfrentamos desde la Guerra Fría superpuesto a mucho de esto, sería difícil, creo, sobre esa base, no estar de acuerdo con la evaluación de Jim Mattis”.
Ya no hay “dos estados claros y distintos de ‘paz’ y ‘guerra’”, dijo Carter, “… todos estos Estados se convirtieron en maestros en la explotación de los márgenes entre la paz y la guerra”.
Invirtiendo a Clausewitz, Carter declaró que cualquier medida de un poder opositor para defenderse, política o económicamente, representa la guerra por otros medios. Prácticamente cualquier cosa puede ser designada ahora como un “arma” que amenaza la “arquitectura internacional basada en el derecho que ha asegurado nuestra estabilidad y prosperidad desde 1945”, afirmó. “Lo que constituye un arma en esta zona gris ya no tiene que hacer ‘bang’. La energía, el dinero —como los sobornos— las prácticas comerciales corruptas, los ciberataques, los asesinatos, las noticias falsas, la propaganda y la intimidación militar son todos ejemplos de las armas usadas para ganar ventaja en esta era de la ‘competencia constante’”.
Este “desafío estratégico… requiere una respuesta estratégica”.
Según Carter, el principal enemigo a ser enfrentado militarmente es Rusia, “el mayor exponente” de esta guerra nueva, como lo “describió la primera ministra en su discurso (disponible en inglés) en la Mansion House el pasado otoño”.
Rusia representa “la amenaza estatal más compleja y capaz para nuestro país desde el fin de la Guerra Fría”, insistió, agregando que esta era una posición compartida por “mis compañeros jefes de Estado Mayor de Estados Unidos, Francia y Alemania… en la Conferencia de Guerra Terrestre de RUSI del año pasado”.
Rusia tiene la intención de socavar “nuestro centro de gravedad, que evalúa correctamente como nuestra cohesión política; y las aperturas rusas hacia Turquía son una indicación de esto”.
Carter insistió que las potencias de la OTAN “deberían identificar las debilidades rusas y luego maniobrar de forma asimétrica contra ellas” —es decir, con una campaña de agresión intensificada, ligeramente disfrazada de respuesta defensiva—.
Inicialmente, esto se centraría en “el negocio de construir una capacidad institucional real en Estados vecinos para que tengan la fuerza y confianza para hacer frente a Rusia y la resistencia interna para soportar las presiones diseñadas para derrumbarlos desde dentro”, dijo Carter.
Pero las cosas no podían detenerse en la construcción de los Estados de Europa del Este y del Báltico como fuerzas asociadas.
Carter propuso nada menos que la invasión eventual y el desmembramiento de Rusia.
Era necesario adelantarse a un ataque ruso contra Occidente. Esto significaba la planificación de invasiones por tierra, ante la movilización masiva de tropas de “grandes potencias” rivales en la escala de las dos guerras mundiales, que entre ellas cobraron alrededor de 100 millones de vidas.
Luego, instó a las Fuerzas Armadas a “comparar la situación de hoy con 1912, cuando el Gabinete Imperial ruso evaluó que sería mejor luchar ahora, porque hacia 1925 Rusia sería demasiado débil en comparación con una Alemania modernizada; y Japón, por supuesto, sacó conclusiones similares en 1941…
“Los paralelismos con 1914 son impresionantes. Nuestra generación se ha acostumbrado a guerras de elección desde el fin de la Guerra Fría —pero es posible que no tengamos elección sobre el conflicto con Rusia—… Creo que tenemos que prepararnos para luchar la guerra que quizás tengamos que luchar… Y creo que el centésimo aniversario de la Primera Guerra Mundial nos da una gran oportunidad para pensar cómo sería esa guerra”.
Carter reveló: “En este momento, tenemos un proyecto en marcha denominado ‘Proyecto Henry Wilson’”, una referencia al “general mayor que era el director de Operaciones Militares en 1914, quien fue capaz de sacar un plan de movilización del estante y enviar a la Fuerza Expedicionaria británica a Flandes. Ahora, ser capaz de hacer eso nuevamente, creo que es importante”.
Para llevar a cabo tal operación, el ejército británico tuvo que “ser capaz de desplegarse en tierra por carretera y tren. Y nuestro concepto ‘Strike’ (Ataque) busca proyectar la capacidad por tierra a distancias de hasta unos 2.000 km”.
La “necesidad” de proyectar la capacidad de guerra terrestre hasta 2.000 km es una amenaza directa para Rusia con un paralo histórico horrible.
Carter declaró: “Por ejemplo, estamos copiando lo que los alemanes hicieron muy bien en 1940, cuando todos sus motores principales, sus tanques y vehículos blindados, tenían remolques; y al hacer eso, reduces tu cola logística. Ese tipo de lecciones chapadas a la antigua, actualizadas, están mejorando nuestra habilidad para desplegar. Y probaremos este concepto en las maniobras “Trident Juncture” (Coyuntura tridente) de la OTAN, que se realizarán este otoño en Noruega”.
Las “lecciones chapadas a la antigua” a las que se refiere Carter están vinculadas a la preparación de la Alemania nazi para la Operación Barbarroja —la guerra de aniquilación de 1941 contra la Unión Soviética, reconocida como la campaña militar más brutal que se ha visto en la historia—. La invasión nazi se llevó a cabo en un frente de 2.900 kilómetros, con cuatro millones de tropas y 600.000 vehículos motorizados.
El discurso de Carter fue programado para coincidir con las discusiones en el gabinete de la primera ministra Theresa May sobre los planes de gasto militar en Reino Unido. Con el presupuesto de defensa enfrentando un agujero de 20.000 millones de libras, se presentaron propuestas para reducir el tamaño de las fuerzas armadas en hasta 11.000 soldados y recortar el número de miembros de la Marina Real y de buques de guerra.
Carter contrarrestó esto insistiendo en que Rusia posee una amplia gama de equipamiento militar que los poderes que se le opongan deberían superar —incluyendo Reino Unido, que ahora debía intensificar su capacidad militar sustancialmente—. Las implicaciones de esto son enormes en un país envuelto en austeridad.
Concluyendo, el general advirtió al Gobierno: “Creo que nuestra capacidad para adelantarnos o responder a estas amenazas se verá erosionada si no las igualamos ahora… no podemos darnos el lujo de recostarnos. Tenemos que reconocer que una disuasión creíble debe ser sostenida por una capacidad genuina y un compromiso genuino que se ganen el respeto de potenciales oponentes”.
Sin embargo, cualquier plan imperialista británico para su propio ejército se concibe conjuntamente con los objetivos de guerra de Washington —“priorizando la competencia entre grandes potencias” no sólo contra Rusia, sino China y cualquier rival estratégico de la hegemonía global de Estados Unidos—.
(Artículo publicado originalmente en inglés el 27 de enero de 2018)