En su primer documento de estrategia para la seguridad nacional en una década, el Pentágono hizo explícito este mes que el enfoque que ha mantenido por dos décadas en la llamada guerra global contra el terrorismo ha llegado a su fin y que, en cambio, adoptará una nueva orientación estratégica en preparación para una confrontación entre las “grandes potencias”, es decir, con las potencias nucleares de Rusia y China.
En Siria, el giro estratégico manifestado por el Pentágono ya es un sangriento hecho en suelo sirio. Estados Unidos planea ocupar permanentemente partes enteras de Siria, instalar el régimen clientelar de su elección y destruir la influencia de sus rivales. Estos pasos han llevado a la invasión turca en marcha en el enclave kurdo de Afrin, al noroeste de Siria, una operación que atenta con desencadenar un conflicto todavía más amplio y sangriento.
El secretario de Estado de EUA, Rex Tillerson anunció esta nueva guerra de anexión en Siria el 18 de enero frente a una audiencia en el Instituto Hoover de la Universidad Stanford. Indicó que las fuerzas estadounidenses —al menos 2.000 tropas— se mantendrán en Siria por un plazo indefinido y utilizó el fraudulento pretexto de que Washington invadió Siria como parte de la guerra contra el terrorismo, en este caso Estado Islámico de Irak y Siria (EI).
Tillerson dejó en claro que el objetivo del imperialismo estadounidense es perseguir sus propios intereses geoestratégicos contra aquellos de sus principales rivales en la región. Estados Unidos está determinado primordialmente a prevenir un acuerdo entre Rusia, Irán y Turquía en cuanto a la guerra que no incorpore el objetivo original de la operación de cambio de régimen iniciada por EUA.
Esta política va en línea con las demandas del Partido Demócrata y aquellas secciones de la burguesía que han criticado al Gobierno de Trump por no adoptar una política más agresiva en Siria y contra Rusia. El Washington Post, alineado con los demócratas y propiedad de Jeff Bezos, el CEO de Amazon, aplaudió la decisión en un editorial el lunes, intitulado “Tillerson dice la verdad sobre Siria”.
El Post alabó que Tillerson haya realizado un “quiebre implícito con la política estadounidense de los últimos años, la cual pretendía alcanzar la pacificación de Siria principalmente por medio de acuerdos diplomáticos con Rusia”. En vez de negociaciones con Rusia, asevera el diario, EUA tiene que mantener un compromiso “serio y sostenible” de las fuerzas militares en Siria, inevitablemente dirigido no solo contra Asad, sino también contra Moscú y Teherán.
La declaración de Tillerson se produjo menos de una semana después de que el comando estadounidense en Irak y Siria anunciara que estaba componiendo una fuerza de seguridad fronteriza de 30.000 efectivos, principalmente provenientes de la milicia sirio-kurda YPG, la cual ha servido como la principal fuerza indirecta de EUA en la intervención de tres años y medio de Washington en Siria.
Fue el anuncio de esta política incitadora por parte de Tillerson y el Pentágono que provocó a Turquía, la cual se rehúsa a aceptar una milicia kurda desplegada sobre su frontera o cualquier paso para formar una región autónoma kurda en Siria. Turquía teme que tales acontecimientos lleguen a reanudar la lucha de los kurdos oprimidos contra el régimen autocrático en Ankara.
Turquía inició su invasión de Afrin después de varios intentos nada convincentes de los oficiales estadounidenses para echarse atrás después de su anuncio sobre la formación de una fuerza fronteriza. El miércoles, el presidente turco, Recep Tayyip Erdoğan, amenazó con enviar al ejército turco de Afrin a Manbij, sobre el lado oeste del río Éufrates, una ciudad conquistada por la milicia YPG en agosto del 2016 con el respaldo de tropas estadounidenses. Todavía permanecen ahí fuerzas especiales estadounidenses que han establecido una base de operaciones y de entrenamiento para sus fuerzas indirectas sirias.
Tal avance podría conducir a un enfrentamiento armado entre EUA y su supuesto aliado de la OTAN, Turquía, lo que desestabilizaría la región y crearía un posible foco de conflicto que detone una Tercera Guerra Mundial.
El presidente estadounidense, Donald Trump, sostuvo una llamada telefónica con Erdoğan el miércoles, en la que Trump advirtió “en contra del aumento en el riesgo de un conflicto entre ambas naciones”, según el New York Times. El mismo reporte añade que la llamada “significó un marcado giro después de que un comunicado de la Casa Blanca el día anterior indicara que altos funcionarios de la Administración sugirieran que EUA apoyaría a Turquía, un aliado de la OTAN, en disputas con fuerzas kurdas”.
Los oficiales del Pentágono manifestaron en días recientes que, de ser necesario, el ejército estadounidense está preparado para prescindir de los servicios de la milicia kurda YPG, la cual ha provisto la carne de cañón para las operaciones estadounidenses en Siria como parte de las “Fuerzas Democráticas Sirias” (SDF).
“No vemos a las YPG actualmente como el componente mayoritario (de las SDF)”, le señaló otro oficial del Pentágono a Voice of America, el medio de propaganda para funcionarios de Washington. “Tenemos una fuerza árabe mucho más numerosa y mucho más capaz que podemos utilizar”.
Esta fuerza “más numerosa y… capaz” sin duda será formada con los mismos “terroristas” que Washington utilizó como pretexto para invadir Siria desde un principio. En los días finales del asedio de EUA y las YPG de la ciudad de Raqqa, los militares estadounidenses presidieron la evacuación de alrededor de 4.000 combatientes de Estado Islámico para poder redesplegarlos contra las tropas del Gobierno sirio, las cuales están avanzando hacia los principales yacimientos petroleros del país.
Estos mismos combatientes de EI están siendo reinventados como las Fuerzas Democráticas Sirias para que luchen contra el Gobierno de Asad y las fuerzas iraníes y rusas en Siria.
Por ende, el giro de la “guerra contra el terrorismo” al conflicto entre “grandes potencias” asume una forma tan cruda y criminal.
Con respecto a los sirios kurdos, están siendo sometidos a una traición completamente predecible, una que se suma a la larga serie de tragedias históricas que han resultado de las distintas y explícitas reparticiones de Oriente Próximo entre manos imperialistas y de la bancarrota de la dirección nacionalista de la burguesía kurda, de intentar engancharse a esta o aquella potencia imperialista.
Sin embargo, las tensiones actuales entre Turquía y EUA se resolverán mediante otra tragedia para los kurdos y la población siria en general o a través de un conflicto militar directo entre los dos aliados de la OTAN. De una forma o la otra, la crisis ha desnudado los inmensos peligros que encara la clase obrera internacional.
La ilegal y predatoria operación estadounidense en Siria es parte de un giro más amplio, tanto del imperialismo estadounidense como de las otras principales potencias imperialistas, hacia prepararse para conflictos entre las “grandes potencias”, i.e. una repetición, en una escala mucho más catastrófica, de las dos guerras mundiales del siglo XX.
La clase obrera tiene que desarrollar su propia estrategia independiente para prevenir que estos planes sean ejecutados. Las tareas más urgentes son la creación de un movimiento internacional de la clase obrera contra la guerra y basado en principios socialistas, y la construcción del Comité Internacional de la Cuarta Internacional y sus secciones en forma de partidos revolucionarios de masas para dirigir dicho movimiento.
(Artículo publicado originalmente el 25 de enero de 2018)