La Cámara de Representantes aprobó el martes con una abrumadora mayoría un proyecto de ley que impone nuevas sanciones contra Rusia, Irán, y Corea del Norte, y pone obstáculos a cualquier intento del gobierno de Trump de revocarlas. El conteo de 419-3 en una medida que profundizará los conflictos geopolíticos de EE. UU. con sus mayores rivales —no sólo Rusia, sino las potencias imperialistas europeas—.
La legislación ahora pasará al Senado, donde se aprobó en junio una versión que no incluía a Corea del Norte por un margen similar de 97-2. Trump no ha dado una señal clara de si firmará o no el proyecto de ley; sin embargo, las amplias mayorías en ambas cámaras legislativas prácticamente aseguran que no podrá ser vetado y que se convertirá en ley.
Las nuevas sanciones reflejan las cuestiones esenciales detrás de la campaña mediática y política sobre los “ciberataques en las elecciones” que han encabezado las agencias de inteligencia que se oponen a cualquier revés de la política antirrusa desarrollada bajo Obama. El voto casi unánime en ambas cámaras (todos los votos en contra vinieron de republicanos) es testigo del grado en el que las agencias de espionaje como la CIA y la Agencia de Seguridad Nacional (NSA, por sus siglas en inglés) controlan las instituciones estatales y su personal.
El diario Washington Post describió los puntos principales del encarnizado conflicto interno de la clase gobernante en su editorial del lunes titulado “La drástica, pero necesaria, reprimenda del Congreso a Trump” (Congress’s drastic—but necessary—rebuke to Trump). Siendo, junto al New York Times, la principal voz mediática de la campaña antirrusa, el Post celebró el proyecto de ley como algo necesario para proteger los “intereses vitales” de EE. UU.
El acuerdo sobre las sanciones, escribe el Post, “suspende la política de Trump hacia el régimen de Vladimr Putin, previniéndole revocar las sanciones sin el consentimiento del Congreso”. La “inexplicable afinidad” de Trump hacia Rusia, indica el periódico, ha puesto en duda la intervención rusa en la campaña electoral estadounidense.
“Para la comunidad de inteligencia estadounidense”, continúa el Post, “no existe tal duda… El rechazo del señor Trump a aceptar estas conclusiones y la posibilidad de que revoque las sanciones sobre Rusia por dicha interferencia y por su invasión militar de Ucrania ha generado un consenso extraordinario en un Congreso por lo demás polarizado”.
Ninguna de estas afirmaciones del Post sobre una interferencia Rusia en las elecciones puede ser probada, mientras que las declaraciones de “la comunidad de inteligencia estadounidense” son tan poco creíbles como las acusaciones hechas antes de la invasión de Irak en el 2003, de que el gobierno de Sadam Huseín tenía “armas de destrucción masiva”. Incluso si uno aceptara sus conclusiones, no cabe duda de que Clinton trabajó con toda clase de gobiernos para avanzar su campaña electoral.
La cuestión no son los “ciberataques” rusos, sino los intereses geoestratégicos del imperialismo estadounidense. Como lo deja claro el Post, su preocupación principal es que Rusia se ha vuelto un obstáculo para las operaciones del aparato militar y de inteligencia de EE. UU. en Ucrania y Siria. La supuesta “invasión militar de Ucrania” se refiere a su anexión de Crimea y la guerra civil que ocurrieron después del cambio de régimen orquestado por EE. UU. en el 2014, el cual depuso a un gobierno prorruso y estuvo encabezado por organizaciones de tendencia fascista
El artículo editorial se queja de que las acciones de Trump le están permitiendo a Rusia obtener “concesiones importantes por nada a cambio”, incluyendo “la retirada del apoyo estadounidense a las fuerzas rebeldes en Siria”. Esto se refiere a la decisión de Trump de poner fin a la asistencia de la CIA a las fuerzas de oposición en Siria dominadas por Al Qaeda que han librado una guerra civil con el respaldo estadounidense para derrocar al presidente sirio Bashar al Asad.
El Post reconoce que el proyecto de ley “podría tener consecuencias no deseadas”, como afectar “la coordinación entre Estados Unidos y Europa sobre Rusia”. Al mismo tiempo, “es esencial”, continúa el diario, porque “no se puede confiar en Trump para proteger los intereses vitales de EE. UU. en contra de una agresión rusa persistente”.
¿Cuáles son estos “intereses vitales de EE. UU.”? No involucran los ataques del gobierno de Trump contra el acceso a la salud, contra los inmigrantes o su agenda militarista; en cambio, implican los intereses de la clase gobernante de dominar Oriente Medio junto con sus vastos recursos energéticos y expandir el poder de EE. UU. en Europa del Este. Más allá, para las secciones de la burguesía por las que habla el Post, es esencial que persista una agresión estadounidense contra Rusia para someter a los países europeos y embarcarse en una ofensiva mayor contra China.
Este nuevo proyecto de ley entrará en vigor contra un trasfondo de explosivas tensiones geopolíticas que podrían convertirse rápidamente en un conflicto militar directo entre potencias nucleares. En sólo las 24 horas anteriores a su aprobación en la Cámara de Representantes, EE. UU. disparó varios tiros de advertencia hacia una nave iraní, las fuerzas armadas chinas interceptaron un avión de combate estadounidense, el diario Wall Street Journal informó que China ya está haciendo preparativos para una guerra estadounidense contra Corea del Norte, y China y Rusia completaron ejercicios militares conjuntos en el mar Báltico.
Los distintos países afectados por las sanciones las tomarán como una señal de que EE. UU. tiene la intención de confrontarse económica y militarmente contra ellos. Un cable de la Unión Europea que fue interceptado y filtrado incluye una declaración del presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, de que la UE “tiene que estar lista para actuar dentro de pocos días” tras la aprobación de dicho proyecto de ley y que las sanciones “podrían impactar potencialmente a muchas compañías europeas que tienen negocios legítimos bajo las políticas de la UE con entidades rusas”.
El cada vez más aislado y asediado gobierno de Trump podría llegar a la conclusión de que la forma de encarar esta crisis interna es a través de una guerra, puede que contra Irán o Corea del Norte. Pero, si los opositores de Trump logran obligarlo a cambiar su política exterior o derrocarlo, esto significaría un giro a una política aun más agresiva en Oriente Medio y, particularmente, contra Rusia.
Independientemente de lo feroces que sean las divisiones dentro del Estado, la clase gobernante estadounidense está siendo impulsada por una lógica implacable. El colapso de la Unión Soviética en 1991 no trajo consigo “el fin de la historia”, sino un cuarto de siglo de guerras interminables y cada vez más amplias, a través de las cuales la burguesía ha buscado revertir el declive del capitalismo estadounidense y mantener su posición económica global mediante el uso de su poderío militar. Tan imprudente y maniática política ha empujado a todo el mundo al precipicio de una Tercera Guerra Mundial.