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Perspectiva

Mientras se acrecienta el militarismo

Encuesta muestra que setenta y seis por ciento de estadounidenses teme una gran guerra

El creciente abismo que separa a los grupos de decisión de Estados Unidos, incluyendo sus dos grandes partidos y medios de comunicación corporativos, de las masas obreras en el país se está viendo reflejado de forma particularmente aguda en la amenaza de guerra.

Una encuesta de NBC publicada el martes encontró que el 76 por ciento de la población de EE. UU. teme que el país será arrastrado a una guerra importante dentro de los próximos cuatro años. Los datos indicaron que el porcentaje de estadounidenses que están preocupados por el creciente peligro de guerra ha aumentado un 10 por ciento desde febrero.

Estos temores están bien fundados. Desde febrero, la población estadounidense ha sido sometida a una implacable campaña de histeria antirrusa centrada en la supuesta colusión del grupo de campaña de Trump con la supuesta injerencia de Moscú en las elecciones de Estados Unidos. La fuerza motriz de esta campaña política y mediática es la determinación dentro de los aparatos militares y de inteligencia de continuar las escaladas de confrontación militar de Estados Unidos con Rusia, la segunda potencia nuclear. El Pentágono y la CIA ven a Rusia como un obstáculo que interfiere en que el imperialismo norteamericano pueda reafirmar su hegemonía en Oriente Medio, Europa del Este y el resto del mundo.

Simultáneamente, el Pentágono ha participado en provocación tras provocación contra China, incluyendo violaciones de buques de guerra estadounidenses que han entrado en territorios reclamados por China en el mar de China Meridional, la incitación de una disputa fronteriza entre India y China y el apoyo a las expansiones militares en Japón y Taiwán.

Mientras tanto, el gobierno de Trump ha amenazado en repetidas ocasiones con llevar a cabo una acción militar contra Corea del Norte, más recientemente, en respuesta a la prueba de un supuesto misil balístico intercontinental.

El fuerte aumento desde febrero de aquellos que temen el estallido de una guerra de grandes proporciones ha sido sin duda impulsado por otra serie de eventos, como los ataques de misil de Estados Unidos contra Siria en abril, el posterior derribo de un avión de caza sirio por parte de un avión de combate estadounidense y la bomba llamada MOAB lanzada en Afganistán, la mayor arma empleada por el ejército estadounidense desde las bombas atómicas de Hiroshima y Nagasaki en 1945.

Mientras que la codiciosa prensa corporativa se lo oculta en gran parte al público estadounidense, Estados Unidos pasa involucrado constantemente en crímenes de guerra en todo el planeta. A lo largo de la última semana, se ha venido destapando la escala de la matanza de civiles a raíz del asedio encabezado por EE. UU. de la ciudad iraquí de Mosul, con al menos 7000 personas que se cree que están enterradas entre los escombros.

En Afganistán, el número de civiles muertos del primer semestre del 2017 alcanzó un récord para la guerra que EE. UU. ha librado por 16 años. Hubo 1662 bajas civiles en tan sólo seis meses. El número de muertes entre las mujeres aumentó 23 por ciento y, entre los niños, un 9 por ciento en comparación con el mismo período el año pasado, conforme se incrementó el número de ataques aéreos estadounidenses al nivel que prevalecía cuando Obama envió 100 000 tropas al país.

Al mismo tiempo, Washington ha intensificado su apoyo a la guerra que lideran los saudíes y que ha alcanzado niveles casi genocidas contra Yemen, donde los intensivos bombardeos han matado a más de 12 000 personas y destruido la infraestructura básica, creando así condiciones de hambruna y una epidemia de cólera extensa.

La reciente encuesta expuso que se están desarrollando dos procesos diametralmente opuestos dentro de Estados Unidos. Por un lado, la gran mayoría de la población estadounidense se siente cada vez más temerosa y opuesta a las guerras. Pero, por otro lado, el gobierno y la oligarquía que lo rige se encuentran cada vez más empeñados en provocar una confrontación militar importante.

Apenas cuatro días antes de que NBC publicara la encuesta, la Cámara de Representantes estadounidense aprobó un presupuesto de casi $700 millones para el Pentágono, contando con una abrumadora mayoría de ambos partidos, un monto mayor al solicitado por la Casa Blanca de Trump para financiar las guerras en marcha de Estados Unidos y prepararse para las nuevas.

Un estudio reciente preparado por el Instituto para Estudios Estratégicos de la Escuela de Guerra del Ejército estadounidense sobre “la evaluación de riesgo en un mundo posprimacía” permite dar un vistazo al pensamiento de los que dirigen la actual escalada militarista. Ahí, se mencionan dos “realidades adversas que enfrentan EE. UU.” y su ejército: “La primera es la creciente vulnerabilidad, la erosión y, en algunos casos, la pérdida de una ventaja militar que EE. UU. asumió en muchos de sus más consecuentes retos pertinentes a su defensa. La segunda se refiere la reestructuración volátil e incierta de los asuntos de seguridad internacional de forma que parecen ser cada vez más hostiles a un liderazgo indiscutido de Estados Unidos”.

El estudio militar define objetivos estratégicos de Washington durante un período de “posprimacía estadounidense” para garantizar el acceso de EE. UU. a “regiones, mercados y recursos estratégicos” y extender “la ventaja militar y las opciones de EE. UU.”. En otras palabras, la disminución relativa del dominio mundial del imperialismo estadounidense debe contrarrestarse por medio de la fuerza militar.

Esta estrategia, admite el documento, “expondrá la substancial capacidad militar de Estados Unidos a enfrentar series de ‘pruebas de capacidad’ que fracasarán o resultarán en considerables pérdidas o costos”. En otras palabras, las guerras que vienen preparando resultarán en bajas estadounidenses en no vistas desde el final de la Segunda Guerra Mundial.

Además, reconoce implícitamente la necesidad de contrarrestar la abrumadora hostilidad popular a la guerra. “Al mismo tiempo”, afirma, “la patria estadounidense, ciudadanos individuales estadounidenses y la opinión y percepción públicas se convertirán cada vez más en campos de batalla”.

Hasta ahora, esta batalla ha sido en gran parte unilateral. La marcha hacia otra guerra goza del abrumador apoyo del Partido Demócrata y el Republicano, mientras que la prensa ha sido reducida a un brazo propagandístico del Pentágono y la CIA.

En esta batalla, ha desempeñado un papel clave la nueva base de apoyo para las guerras imperialistas conformada por una capa de organizaciones políticas y publicaciones que se reivindican de “izquierda” y que en otro periodo trabajaron para canalizar los sentimientos antibélicos de la población detrás del Partido Demócrata. Hoy día, estos elementos no son sólo hostiles a toda forma de protesta contra los crímenes de las fuerzas estadounidenses, sino que se han convertido en agitadores a favor de las operaciones del imperialismo norteamericano para cambiar regímenes en Libia, Siria, Ucrania y más allá.

Estos grupos, como la Organización Internacional Socialista de EE. UU., el Nuevo Partido Anticapitalista de Francia y Die Linke (La Izquierda) de Alemania, están ayudando a sentar las bases para la erupción de conflictos mucho más sangrientos por venir. Se han dedicado a denunciar obsesivamente a Rusia, China e Irán como “imperialistas”, incluso mientras justifican los crímenes del imperialismo estadounidense bajo la desacreditada bandera de los “derechos humanos” y apoyan las operaciones de desestabilización de la CIA en Siria y en otros lugares calificándolas de “revoluciones”.

Su política está firmemente enraizada en los intereses de los sectores más acaudalados de la clase media, cuyas fortunas personales han aumentado junto con los precios de las acciones y bienes inmobiliarios, ambos factores suscritos a la erupción global del militarismo estadounidense.

La amplia y profundamente arraigada hostilidad popular hacia la guerra en EE. UU. y alrededor del mundo no puede encontrar ninguna expresión dentro de la configuración política actual. El Partido Socialista por la Igualdad y el Comité Internacional de la Cuarta Internacional están luchando para darle a este sentimiento una forma consciente y organizada a través de la construcción de un movimiento de masas contra la guerra, basado en la clase obrera y guiado por una perspectiva internacionalista y socialista.

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