Mientras el gobierno de Trump pretende poner su ofensiva contra Corea del Norte y China en el centro del G20, la cumbre de dos días de líderes mundiales que comenzó el viernes en Hamburgo, Alemania, los conflictos comerciales están muy presentes.
El tema más explosivo es si EE.UU. toma medidas bajo la legislación de 1962, que permite al presidente limitar las importaciones de acero por motivos de “seguridad nacional”. Se ha descrito a esto como la “opción nuclear” en el comercio.
El gobierno de EE.UU. ha considerado un informe ordenado por Trump en abril sobre el impacto de importaciones de acero. Inicialmente se pensó que el presidente haría un anuncio sobre la posibilidad de invocar la legislación antes de la reunión del G20, pero se postergó la decisión hasta después de la cumbre.
Si bien las importaciones chinas son el principal objetivo, cualquier medida afectará también a los productores europeos de acero, en medio de advertencias de que tal acción provocaría una represalia de parte de la Unión Europea. Hablando en condición de anonimato, un funcionario francés dijo a periodistas en una reunión informativa sobre la cumbre que si las medidas son dirigidas contra las exportaciones europeas, “obviamente reaccionaríamos muy rápido y nos estamos preparando”.
Las medidas amenazadas del gobierno de Trump sobre el acero, parte de su agenda “Estados Unidos primero”, son impulsadas por las grandes corporaciones metalúrgicas de EE.UU., con el apoyo de la burocracia sindical de la industria siderúrgica.
Hablando con Bloomberg, John Ferriola, el director ejecutivo de Nucor, el mayor productor de acero de EE.UU., dijo que para que las empresas siderúrgicas estadounidenses obtengan el retorno de capital necesario, tenían que operar al 85–87 por ciento de su capacidad. Esto significa que las importaciones deberían ocupar el 10–15 por ciento del mercado. Actualmente, las importaciones representan alrededor del 26 por ciento del mercado de EE.UU.
Además de China, los países más afectados serían Brasil, Canadá, Corea del Sur y miembros de la Unión Europea. China mantiene que gran parte de sus importaciones a EE.UU. Es acero de baja calidad, que las empresas estadounidenses no quieren producir.
El tema del acero es solo la expresión más aguda, en este punto, de un conflicto mucho más amplio que tiene que ver con la naturaleza misma de las relaciones comerciales entre las grandes potencias.
Este conflicto subyacente salió a la luz en la reunión del G20 de ministros de economía en marzo, cuando el secretario del Tesoro de EE.UU., Steven Mnuchin, vetó la redacción de un comunicado que hablaba de la necesidad de “resistir el proteccionismo”.
Desde entonces, se ha usado una formulación retórica en otras reuniones económicas de alto nivel, incluyendo la cumbre del G7 a fines de mayo, para encubrir el incumplimiento haciendo referencia al libre comercio como algo que es “justo y mutuamente beneficioso”. Es probable que se adopte alguna variante de esta redacción en Hamburgo.
Mientras los redactores del comunicado del G20 discuten sobre el texto, empero, las diferencias se amplían, como demuestra el retiro de EE.UU. del Acuerdo de París sobre cambio climático. Luego de la cumbre del G7 en mayo, la canciller alemana Angela Merkel declaró que los días en que Europa podía confiar en “otros” habían “terminado hasta cierto punto” y que “los europeos debemos tomar nuestro destino en nuestras manos”.
Desde entonces, las diferencias con EE.UU. se han vuelto aún más explícitas.
La semana pasada, Merkel predijo conversaciones “muy difíciles” sobre comercio y cambio climático en la reunión del G20 y habló de desacuerdos “obvios” con EE.UU. “Quien crea que los problemas de este mundo se pueden resolver con aislacionismo y proteccionismo está cometiendo un error tremendo”, dijo al parlamento alemán.
En una entrevista con Die Zeit, publicada el miércoles, Merkel elaboró en mayor detalle. “Mientras nosotros estudiamos las posibilidades de cooperación para beneficiar a todos, el gobierno estadounidense ve la globalización como un proceso que es más sobre ganadores y perdedores que como una situación en la que ganan todas las partes”, dijo.
El gobierno de Trump está apuntando particularmente a Alemania, China y, hasta cierto punto, Japón —los países con el mayor superávit comercial con EE.UU.— insistiendo en que el actual orden comercial mundial funciona para su beneficio a expensas de EE.UU.
En el lado europeo, en el período previo a las elecciones alemanas de setiembre, Merkel está bajo la presión de los socialdemócratas de la oposición, que piden una postura más agresiva contra EE.UU. El miércoles, el líder parlamentario del SPD, Thomas Oppermann, instó a Merkel a aislar a Trump en Hamburgo, y dijo que el “apaciguamiento” conduciría “a la erosión de valores occidentales”.
Las tensiones crecientes entre EE.UU. y Europa fueron subrayadas el miércoles cuando la Unión Europea y Japón anunciaron un acuerdo general sobre un convenio comercial. Ambas partes acordaron el marco general de un pacto, con muchos detalles aún por resolver.
El momento del anuncio, en la víspera de la cumbre, fue altamente significativo. Las negociaciones se han desarrollado durante más de cuatro años y muchos temas todavía no se han solucionado. Se hizo el anuncio con el fin de enviar un mensaje claro a EE.UU.
Claudia Schmucker, responsable del programa sobre globalización del Consejo alemán de Relaciones Exteriores, dijo: “En mi opinión, será 19 contra uno en el G20, y la Unión Europea intentará asumir el rol de EE.UU. respecto al comercio. Es una respuesta directa a lo que defiende Trump”.
Las conversaciones entre la UE y Japón quedaron efectivamente en suspenso mientras Japón negociaba el Acuerdo Transpacífico con el gobierno de Obama. Pero la decisión de Trump de desechar el TPP, en uno de sus primeros actos presidenciales, y la ruptura de las negociaciones entre la UE y EE.UU. sobre un acuerdo de comercio e inversión, claramente condujeron a decisiones en Tokio y Bruselas para seguir adelante.
El Fondo Monetario Internacional (FMI) ha tratado de trazar una línea delgada entre los intereses en conflicto de EE.UU., Europa y otras grandes potencias. En una nota informativa a la cumbre, Christine Lagarde, directora del FMI, dijo que si bien las perspectivas de crecimiento para la economía mundial se estaban fortaleciendo, podrían estar en peligro sin una cooperación mayor.
En comentarios dirigidos a EE.UU., dijo que “ningún país es una isla” y solicitó al G20 “fortalecer el sistema de comercio mundial y reafirmar nuestro compromiso hacia las normas bien implementadas”.
Por otro lado, reflejando la crítica del gobierno de Trump al superávit comercial persistente de Alemania, Lagarde pidió a Alemania que emprendiera un mayor gasto público. Una “postura fiscal más expansiva en Alemania” aumentaría la producción potencial y tendría “efectos secundarios positivos para otras economías de la zona del euro donde todavía hay debilidad cíclica”.
Estas recomendaciones de un mayor equilibrio de la economía mundial serán recibidas con oídos sordos. El gobierno de Trump ignorará las peticiones para revertir su agenda “Estados Unidos primero”, así como Alemania no aliviará sus restricciones sobre el gasto público y el mantenimiento del superávit presupuestario, que considera como la base de su fortaleza económica y financiera.
El G20 se convirtió en el principal foro económico mundial tras la crisis financiera de 2008, con promesas de promover una colaboración mayor. Casi una década después, se ha convertido en un campo de batalla para la afirmación de los intereses económicos de cada uno contra todos.