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Perspectiva

Antes de la cumbre del G-20

EE.UU. aprovecha prueba de misil norcoreana para amenazar con una guerra y aislar a China

Washington está utilizando el ensayo de Corea del Norte de un supuesto misil balístico intercontinental (ICBM, por sus siglas en inglés) el 4 de julio para intentar enfocar la cumbre del G-20 en Alemania en condenas contra el apoyo de China al régimen de Pyongyang.

Se esperaba que la cumbre fuese dominada por un reacercamiento de las principales potencias europeas con China en respuesta a la política proteccionista de “EE.UU. ante todo” del gobierno de Trump. La han precedido conversaciones entre Rusia y China, el compromiso de la Unión Europea y Japón a entrar en un acuerdo de libre comercio y reuniones del más alto nivel entre funcionarios alemanes y chinos para estrechar sus lazos.

Washington tiene la intención de empujar estos desarrollos a un segundo plano exigiendo que las naciones del G-20 se alineen detrás de su campaña militar contra Corea del Norte, con el objetivo de obligar a Alemania y la Unión Europea a consentir a sus planes para aislar a China y Rusia.

La reunión de emergencia del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas del miércoles fue utilizada por Washington para responsabilizar a Beijing por lo que la embajadora estadounidense ante la ONU, Nikki Haley, describió como una amenaza directa de Corea del Norte “de atacar ciudades en EE.UU., Corea del Sur y Japón con armas nucleares”.

Los expertos no tienen claro aún si el misil norcoreano que fue puesto a prueba es capaz de cargar una ojiva nuclear, ni mucho menos llegar con precisión a un objetivo. No obstante, la Casa Blanca, el Pentágono y la mayoría de los medios de comunicación estadounidenses han declarado que esta prueba fue un evento transformador que requiere una respuesta inmediata y belicosa.

Una vez más, Haley amenazó con un posible ataque unilateral estadounidense y una guerra catastrófica en el este de Asia, indicando que EE.UU. está dispuesto a emplear “nuestras considerables fuerzas militares” contra Corea del Norte. Subrayó que Washington pretende exigir que todo el mundo, sobre todo China, colaboraren con un bloqueo económico total del empobrecido y atrasado país.

“Gran parte de la carga de las sanciones de la ONU recaerá sobre China”, aseguró. “Noventa por ciento del comercio con Corea del Norte es con China”. Haley ya anunció que presentará una nueva resolución en los próximos días con una serie de nuevas sanciones, que afectarían los enlaces aéreos y marítimos, las transacciones de divisas y la exportación de petróleo a Corea del Norte.

En una evidente amenaza de represalias económicas si Beijing se niega a apoyar tales acciones, Haley declaró: “Hay países que están permitiendo, incluso alentando el comercio con Corea del Norte en violación con las resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU.... Esos países desean al mismo tiempo continuar sus acuerdos comerciales con EE.UU. Eso no va a suceder. Nuestra actitud sobre el comercio cambia cuando los países no toman seriamente las amenazas a la seguridad internacional”.

Sus declaraciones hicieron eco a tuits publicados por Trump un par de horas antes, en los que adopta un tono hostil hacia Beijing. En el primero, se refirió a los acuerdos comerciales: “¿Por qué deberíamos continuar estos acuerdos con países que no nos ayudan?” En el segundo, más explícitamente, afirmó: “El comercio entre China y Corea del Norte creció casi 40 por ciento en el primer trimestre. Ya valió que China trabajara con nosotros, pero teníamos que intentarlo”.

Los representantes chinos y rusos de la ONU se opusieron abiertamente al ultimátum de EE.UU.

China y Rusia todavía ven a Corea del Norte como una barrera estratégica entre sus propias fronteras y Corea del Sur, la cual alberga considerables fuerzas militares norteamericanas. El colapso político y económico norcoreano desestabilizaría la región entera, incluyendo a Corea del Sur. Por décadas, Beijing ha insistido en que, ultimadamente, las tensiones en la península coreana, que se remontan a la Guerra de Corea de 1950-53, sólo se pueden resolver con la retirada de Estados Unidos del este de Asia.

El embajador chino ante la ONU de China, Liu Jieyi, declaró que, “los medios militares no deberían ser una opción” y contrapuso a las demandas de EE.UU. el comunicado conjunto de China y Rusia en el que proponen una solución diplomática. Beijing y Moscú le pidieron a Corea del Norte suspender sus programas nucleares y de misiles a cambio de que EE.UU. finalice sus ejercicios militares en la región y desista en su instalación del sistema de defensa antimisiles THAAD en Corea del Sur, pasos que serían seguidos por negociaciones a largo plazo.

El embajador adjunto de Rusia, Vladimir Safronkov fue incluso más directo en rechazar la declaración de Haley. Afirmó que una “solución militar” es “inadmisible” y que “los intentos para estrangular económicamente a Corea del Norte son igual de inaceptables, con millones de personas en gran necesidad humanitaria”.

Una indicación de la tóxica atmósfera que prevalecerá en el G-20, Haley respondió acusando a Rusia de “sostener la mano de [el líder norcoreano] Kim Jong-un”. Si China y/o Rusia no apoyan una escalada en sanciones, añadió, “tendremos que tomar nuestro propio camino” y emprender acciones punitivas contra ambos países. Presumiblemente, la Casa Blanca también demandará que las potencias europeas hagan lo mismo a través de esfuerzos encabezados por Alemania, de forma que socave el distanciamiento alemán a una postura más independiente de la de EE.UU.

En gran medida, el gobierno de Trump está volviendo a su postura belicista anti-China que caracterizó su campaña presidencial, cuando amenazó con calificar a Beijing de “manipulador de divisas” e imponerles aranceles a una vasta gama de productos chinos.

En los últimos meses, la política oficial estadounidense ha sido dominada por la presunta trama rusa en las elecciones estadounidenses, mientras que la cuestión de una guerra comercial con China no ha tomado el centro del escenario. En cambio, Trump acogió y aplaudió sus conversaciones con el presidente chino, Xi Jinping, y los esfuerzos de Beijing para frenar las pruebas de misiles norcoreanas.

En las últimas semanas, Washington ha puesto de lado este lenguaje y lo ha sustituido con provocaciones calculadas contra China, incluyendo dos violaciones militares del territorio que reclama China en el mar de China Meridional, atizar una disputa fronteriza entre India y China, ventas de armas a Taiwán y menciones de que Japón comprará armas ofensivas que técnicamente están prohibidas por su Constitución.

Al mismo tiempo, la Casa Blanca ha buscado llevarle la corriente a la campaña antirrusa en Washington. Le ha impuesto nuevas sanciones bajo el pretexto de Ucrania y ha intensificado su retórica contra las intervenciones militares de Moscú en Siria.

El día a día de agitación y giros en la geopolítica obedece a procesos más fundamentales que fluyen del colapso de los mecanismos de orden económico y político que se produjeron tras la Segunda Guerra Mundial.

Desde el colapso de la Unión Soviética en 1991, el imperialismo norteamericano ha tenido como objetivo central evitar que aparezca alguna potencia o un grupo de poderes que puedan desafiar el dominio de Estados Unidos alrededor del mundo. Los estrategas estadounidenses han llegado a identificar la posibilidad de que China consolide una alianza con Rusia y forje relaciones con Alemania y otras potencias imperialistas europeas que buscan distanciarse de Washington como el mayor peligro para sus intereses globales.

Como lo subrayó el Comité Internacional de la Cuarta Internacional en su declaración del 18 de febrero del 2016, “Socialismo y la lucha contra la guerra”:

“Conforme ha crecido su peso global, Beijing ha promovido alternativas a los sistemas de inversión y comercio actualmente dominados por Estados Unidos y buscado el apoyo internacional, incluyendo el de los aliados europeos y asiáticos de Washington. Estados Unidos teme que acontecimientos tales como la formación del Banco Asiático de Inversión en Infraestructura y las iniciativas chinas en la "Ruta de la Seda" en Eurasia, socavarán significativamente su posición en la economía mundial”.

Luego, advirtió: “La clase dominante estadounidense ya ha llegado a la conclusión de que los estados nucleares en Beijing y Moscú deben ser puestos de rodillas, mejor temprano que tarde. Los objetivos de Washington son reducir a China y a Rusia a un estatus de Estados clientelares semicoloniales, controlar el heartland [Eurasia] y dominar el mundo”.

En su persecución de esta agenda estratégica, el imperialismo estadounidense planea utilizar todos sus medios disponibles para desestabilizar y enervar a sus rivales, ya sean supuestos aliados como Alemania o adversarios como Rusia. Tales acciones imprudentes e incendiarias de Washington inevitablemente desencadenarán reacciones en su contra. Al igual que en los años previos a 1914, están brotando fallas políticas entre los bloques de poder y, con ellas, el peligro de otra guerra mundial.

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