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Perspectiva

Trump intimida a su “aliado” Australia

La amenazante llamada telefónica del presidente estadounidense, Donald Trump, al primer ministro australiano, Malcolm Turnbull, la semana pasada, la cual se filtró a los medios de comunicación, ha expuesto aún más el carácter agresivo e intimidatorio del nuevo gobierno y el rostro brutal del imperialismo estadounidense.

Durante la llamada, que estaba prevista para una hora, Trump regañó a Turnbull sobre un acuerdo para intercambiar refugiados que había negociado con Obama y luego le colgó abruptamente después de 25 minutos.

El propósito fue evidentemente dejar en claro que “hacer a EE.UU. grande otra vez” significa que Washington va a imponer sus normas frente sus aliados y enemigos por igual.

Antes de colgar, Trump le dijo a Turnbull, quien encabeza el gobierno de uno de los socios militares más cercanos de Washington, que la conversación telefónica fue la “peor por mucho” de las cinco que tuvo ese día con otros líderes, incluyendo el presidente ruso, Vladimir Putin.

En tan sólo dos semanas en la Casa Blanca, Trump ha provocado sismos políticos en todo el mundo con su agresivo programa económico y militar de “EE.UU. ante todo.” Además de haber amenazado y mandado provocaciones a Europa, México, Irán y China, ha puesto deliberadamente en cuestión varias alianzas claves como la OTAN y la Unión Europea, y con Japón, Corea del Sur y ahora Australia en la región de Asia-Pacífico.

Trump ha declarado que el “pivote” estratégico y militar para confrontar a China, el cual fue iniciado por su predecesor, Barack Obama, junto con la entonces secretaria de Estado, Hillary Clinton, ha fracasado en detener el ascenso de China.

Por su ubicación estratégica, Australia se ha convertido en un componente clave de este “pivote,” funcionando como una plataforma para los planes militares de Washington. Actualmente, alberga varias bases importantes, así como la estación de seguimiento por satélite Pine Gap, en Australia central, y el puerto norteño de Darwin, donde se estacionan más marines estadounidenses cada año.

Trump y su secretario de Estado, Rex Tillerson, han amenazado con bloquearle a China el acceso a los islotes que controla en el mar de China Meridional. Esto constituiría un acto de guerra. Dicho conflicto sería desastroso para los intereses empresariales y financieros de Australia y podría desencadenar una guerra nuclear con rapidez.

Durante el último cuarto de siglo, Washington ha puesto en marcha una serie de guerras interminables para intentar contrarrestar por medios militares el declive económico de EE.UU. El gobierno de Trump representa una nueva etapa, un cambio cualitativo en este mismo proceso. Su carga contra Turnbull fue para restallar su látigo y hacerle entender a Canberra que el gobierno estadounidense no va a tolerar ningún obstáculo en sus preparativos para irse a la guerra contra su principal objetivo, China.

A mediados del 2010, después de sugerirle a Washington que le cediera campo al crecimiento económico y mayor influencia de China, el ex primer ministro de Australia, Kevin Rudd, fue destituido en un golpe interno dentro del Partido Laborista, orquestado por elementos cercanos a la embajada norteamericana como el líder laborista actual, Bill Shorten. En noviembre del año pasado, Obama hizo público su reproche personal hacia Turnbull por no haber consultado con Washington la firma de un contrato con una empresa China, concediéndole la administración del estratégico puerto de Darwin por 99 años.

Trump y sus asesores están conscientes de las objeciones que Turnbull ha expresado sobre el “pivote” y sus implicaciones para las relaciones con China, el principal socio comercial de Australia. Mientras que EE.UU. ha enviado buques de guerra y aviones a las zonas alrededor de los islotes chinos en el mar de China meridional, supuestamente en nombre de “la libertad de navegación,” el gobierno de Turnbull ha logrado evitar seguirle el juego a Washington mientras se mantiene cautelosamente dentro de las actividades generales del “pivote.”

Desde el 2010, cada gobierno australiano ha estado consciente de que podría terminar siendo desestabilizado y derrocado rápidamente por Washington. El reproche de Trump hacia Turnbull ha alarmado a las élites políticas en Australia y el resto del mundo.

El editorial del sábado pasado en el diario empresarial Australian Financial Review comienza de esta manera: “Donald Trump es la cara fea del distanciamiento mundial del globalismo y su reemplazo con un nuevo y estrecho nacionalismo. Con dos semanas en su trabajo, el nuevo presidente de Estados Unidos no ha perdido el tiempo en iniciar una guerra contra el sistema de tratados comerciales y alianzas militares multilaterales que han formado la base de la prosperidad con paz y seguridad de Australia desde la Segunda Guerra Mundial.”

Dentro de la misma cúpula política y militar estadounidense, algunos elementos como el excandidato presidencial del Partido Republicano, el senador John McCain, han criticado la hostilidad de Trump hacia Turnbull y han intentado reasegurarle al gobierno australiano que siguen siendo una parte esencial de la red estratégica y militar del imperialismo norteamericano. Incluso algunos de los miembros del gabinete de Trump tuvieron que intervenir para reparar algo del daño ocasionado.

De esta manera, el secretario de Defensa, el exgeneral James Mattis declaró que Australia continúa “teniendo una voz en Washington.” Trump por su parte tuiteó el viernes que negaba haber maltratado a Turnbull, agradeciéndole por “decir la verdad sobre nuestra muy civil conversación acerca de la que mintieron los noticieros falsos.”

Estas maniobras se han convertido en parte del modus operandi del mafioso gobierno de Trump. Independientemente de las divisiones que surjan dentro de los círculos gobernantes, el curso en marcha es cada vez más claro: Washington se alista para la guerra.

En Australia, como en Europa, los comentaristas prominentes de la prensa, junto con los partidarios de los partidos verdes y los de seudoizquierda, están intentando canalizar la amplia hostilidad hacia las políticas de Trump en una dirección nacionalista, de “Australia ante todo”. El editor político de Fairfax Media, Peter Hartcher, quien ha sido un ávido defensor de confrontar a China, llamó el sábado por una política exterior más “independiente”, declarando “¡Despierta Australia!”

Este tipo de llamados, siempre vinculados a propuestas para aumentar el gasto militar, sólo sirven para subordinar a los trabajadores y jóvenes australianos a los intereses capitalistas y preparativos para la guerra de la burguesía nacional y antagonizarlos contra las clases obreras en los otros países.

Los trabajadores en Australia, EE.UU., China y el resto del mundo necesitan unir sus luchas internacionalmente para darle fin a la fuente de las guerras—el sistema de producción capitalista. Todos los trabajadores del mundo enfrentan la misma amenaza de la guerra, la cual viene acompañada por ataques inexorables contra sus puestos de trabajo, condiciones sociales y derechos democráticos, y sólo pueden hacerle frente con un movimiento antibélico basado en un programa internacionalista, anticapitalista y socialista.

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