Cuando el cónclave anual de banqueros centrales se puso en marcha en Jackson Hole, Wyoming el viernes 26 de agosto, el enfoque principal de los mercados financieros fue el discurso de la presidenta de la Reserva Federal, Janet Yellen. El mercado buscaba indicios sobre si y cuándo el Fed podría comenzar a subir las tasas de interés.
En diciembre, el Fed aumentó por primera vez en diez años su tasa base –la tasa de interés de fondos federales, Federal Funds Rate — subiéndola unos 0,25 puntos porcentuales. Indicó que un nuevo aumento ocurriría en el 2016, pero desde entonces éste se ha mantenido en espera. Sin embargo, la semana pasada el vicepresidente de el Fed, Stanley Fischer, hizo nota de cambios en el mercado laboral y en la inflación, diciendo que el Fed podría estarse acercando a su objetivo en esos dos índices. Sus comentarios fueron interpretados como anunciando una subida en la tasa de fondos federales.
Sin embargo, la impresión en los círculos gobernantes de que la flexibilización cuantitativa (quantitative easing, QE) —la cual ha inyectado miles de millones de dólares en el sistema financiero— ha fracasado, eclipsa totalmente la conjetura acerca del efecto de decisiones monetarias a corto plazo. Lo que es peor, se cree que se están creando las condiciones de una nueva crisis.
En un artículo anterior a esta reunión, el periódico británico derechista Daily Telegraph dijo que habían tres preguntas difíciles que los bancos centrales deben preguntarse: si de verdad está funcionando la flexibilización cuantitativa; si la propagación de las tasas de interés negativas han roto el sistema bancario; y si es hora de actualizar un modelo económico que "ya no nos dice mucho sobre el mundo real."
La justificación para el QE —que rescató a los bancos e instituciones financieras responsables por la crisis del 2008 y fomenta la especulación— fue que tener las tasas más bajas estimularía al capital financiero a invertir en la economía real. Esto no ha sucedido.
Ocho años después, la inversión global está muy por debajo de donde estaba antes del 2008 y no hay indicios de ningún estímulo. La reducción de gastos en bienes de inversión provoca un descenso en la tasa de crecimiento de la productividad de la economía, ya que los fondos acumulados por las grandes corporaciones son canalizados hacia actividades especulativas como la recompra de acciones y las fusiones. La disminución en la productividad estadounidense ha sido tan brusca que hasta puede estar en territorio negativo.
El efecto principal de la flexibilización cuantitativa ha sido el aumento de los precios de los activos financieros. El valor de las acciones estadounidenses está en o cerca de los máximos históricos en condiciones en las cuales la recuperación económica se lleva a cabo al ritmo más lento que en cualquier período desde la Segunda Guerra Mundial. En las ciudades principales en todo el mundo, el dinero barato ha alimentado un auge inmobiliario.
El impacto más significativo del QE ha ocurrido en el mercado de bonos. Se ha creado una situación en la cual unos 13 de billones de dólares en bonos públicos se compran y venden con rendimientos negativos. Es decir, el precio del bono es tan alto, y el rendimiento es tan bajo (los dos se mueven en relación inversa), que si un inversor compra un bono recibiría un retorno negativo de quedarse con éste hasta su vencimiento. Los bonos, sin embargo, siguen siendo comprados con la esperanza de que su precio se elevará aún más, lo cual llevaría a ganancias de capital. Sin embargo, tal ha sido la escalada de los precios que los comerciantes de fondos de cobertura y de bonos han hecho una serie de advertencias de que una burbuja masiva se dirige hacia el desplome, más pronto que tarde.
Pero incluso cuando se hacen estas advertencias, la locura financiera continúa. Esta semana, el Wall Street Journal, en un artículo titulado "Los mercados de crédito: los esfuerzos de estímulo se vuelven más extraños” (Credit Markets: Stimulus Efforts Get Weirder) reportó que como parte de su programa de flexibilización cuantitativa, el Banco Central Europeo está induciendo a los bancos de inversión y a empresas a crear nuevas formas de deuda.
Después de haber puesto patas arriba al sistema de préstamos con tasas negativas de interés, el artículo señala que los bancos centrales ahora " hacen todo lo que pueden para inducir a agentes particulares a inventar mecanismos para seguir inyectando dinero en el sistema financiero." Mientras que el Banco Central Europeo llegó tarde al QE, ahora “frenéticamente le da la bienvenida a la compra de bonos."
Cuando la Reserva Federal estadounidense inició su programa de flexibilización cuantitativa, el entonces presidente, Ben Bernanke, pronosticó que sus acciones resolverían la situación y aumentarían la inflación, lo cual ayudaría a que la economía capitalista regresara a su previa trayectoria de crecimiento. "Tenemos una tecnología llamada la imprenta", dijo en un discurso sobre la deflación en el 2002.
Las contradicciones del sistema capitalista, sin embargo, han demostrado ser más potentes que incluso el banco central más poderoso.
A pesar del QE, la inflación está por debajo de los estándares históricos en los EE.UU. y el Reino Unido y cerca de cero en Japón y la zona euro. Lejos de superar la crisis, la QE la ha exacerbado.
Las tasas de interés ultra bajas e incluso negativas han impactado directamente a uno de los pilares del sistema financiero global. Los fondos de pensiones y compañías de seguros ahora encaran una situación en la cual los rendimientos de los activos seguros, principalmente los bonos del estado, son tan bajos que peligra la totalidad de su modelo de financiación.
La ex ministra de pensiones del Reino Unido, la Baronesa Altmann, dijo que todo el sistema se encuentra en un "punto de crisis," culpando las políticas del Banco de Inglaterra por haber disminuido los rendimientos, mientras que el Financial Times esta semana reportó sobre la creciente crisis que encaran los fondos de pensiones, los cuales dependen sobre los rendimientos constantes de las inversiones seguras en la deuda gubernamental. Señaló que a los fondos de pensiones gestionados por las empresas en el índice S&P 500 tenían un déficit de $ 562 mil millones a finales del mes pasado, $160 mil millones más que hace siete meses, debido al bajo rendimiento de los bonos.
Además de los indicios sobre los movimientos futuros en la tasas de interés, uno de los temas que serán más estudiados en los comentarios de Yellen será lo que tuvo que decir acerca de la llamada tasa neutral de interés. Esta es la tasa en la cual se juzga que la economía está en equilibrio —con la tasa de interés ni demasiado baja, lo cual llevaría a altos niveles de inflación, ni muy alta, lo cual resultaría en recesión y el desempleo.
Se teme que esta tasa es ahora tan baja, en gran parte debido a una desaceleración en el crecimiento económico de Estados Unidos, que las tasas de interés no se pueden levantarse mucho más. Esto es motivo de preocupación, ya que sin un incremento en los intereses, el Fed no tiene margen de maniobra para bajarlos en caso de otra recesión.
Aparte existe la preocupación de que los mercados de bonos han sido inflados tanto que cualquier incremento en las tasas de crecimiento real ejercerá una presión hacia arriba sobre la tasa de interés, lo cual llevaría a un descenso en los precios inflados de los bonos. Esto resultaría en pérdidas importantes para los inversores y especuladores que han comprado en el mercado a niveles muy elevados, esperando que los precios subirán aún más. La agencia de calificación Fitch calcula que incluso un retorno a las condiciones que existían en el mercado en el 2011, cuando las tasas de interés ya estaban en niveles muy bajos, resultaría en pérdidas de unos 3.8 billones de dólares. En otras palabras, incluso un pequeño "éxito" en la dirección hacia condiciones "normales" podría tener el efecto de desencadenar una crisis financiera.
Los bancos centrales y las autoridades financieras que se reunieron en Jackson Hole no tienen una respuesta económica a la crisis del sistema de ganancias sobre el que presiden. Su única "solución" son ataques cada vez más profundos contra la clase obrera junto con la evolución de formas más autoritarias de gobierno destinadas para suprimir las luchas sociales que producen.