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Perspectiva

Las elecciones en Venezuela y el callejón sin salida del "giro a la izquierda" en América Latina

La aplastante derrota sufrida por el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), el partido gobernante del presidente Nicolás Maduro, en las elecciones legislativas del domingo pasado es parte de una creciente crisis que afecta a los gobiernos burgueses de "izquierda" de toda América Latina.

Los resultados de la encuesta han dado a la coalición de la oposición de derecha, conocida como la MUD (Mesa Redonda de la Unidad Democrática), dos tercios de los escaños en la legislatura, que habían sido controlados de forma segura por el partido gobernante de Maduro y el fallecido Hugo Chávez durante los pasados 16 años.

Esta súper mayoría faculta al poder legislativo revocar leyes e incluso convocar una elección de destitución o aprobar una enmienda constitucional para destituir a Maduro antes que se cumpla su mandato. Tiene el potencial de hacer cumplir por medios ostensiblemente constitucionales el objetivo del cambio de régimen perseguido por Washington, y sus aliados venezolanos financiados por Estados Unidos, con métodos que van desde el fallido golpe de estado de 2002, fomentado por la agencia central de espionaje (CIA) estadounidense, a la ola de violencia callejera desatada a raíz de la estrecha victoria Maduro en las elecciones de 2013.

La derrota de los chavistas en Venezuela sigue a la expulsión de los peronistas del poder en la Argentina con la victoria del candidato de la derecha, Mauricio Macri, quien fue juramentado como presidente el 10 de diciembre. La victoria de Macri pone fin a una docena de años de gobierno de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner y su difunto esposo, Néstor Kirchner, quien se posicionó como una variante de "izquierda" del peronismo.

Mientras tanto, en Brasil la presidenta Dilma Rousseff del Partido de los Trabajadores (PT) ha visto su índice de aprobación desplomarse a un solo dígito cuando ella se enfrenta a un juicio político en el Congreso y su gobierno sigue enredado en un escándalo de corrupción multimillonaria entorno a la gigante petrolera estatal Petrobras, la corporación más grande de América Latina.

Si bien no hay duda de que hay diferencias significativas en los orígenes históricos y trayectorias políticas de estos tres gobiernos, comparten algunas características esenciales. Todos ellos eran parte del fenómeno llamado "giro a la izquierda" de América Latina, que se produjo a principios de este siglo.

Detrás de este giro estaban una serie de acontecimientos. La política de libre empresa de la década de 1990, bajo el tal "Consenso de Washington" que consta de una ola inmensa de privatizaciones y la demolición de todas las barreras a la penetración capitalista extranjera, habían creado condiciones de intensa polarización social y empobrecimiento masivo que amenazaban el orden social.

Al mismo tiempo, el auge de la economía china y el aumento constante de los precios de las materias primas y productos básicos, que son la piedra angular de las economías de los tres países, crearon las condiciones económicas en las que una parte del aumento de los ingresos de exportación podría utilizarse para financiar los programas de asistencia social. Al mismo tiempo, permitieron que los gobiernos latinoamericanos hicieran valer un mayor grado de independencia del imperialismo estadounidense y su menguante hegemonía hemisférica, mientras adoptaban una postura izquierda nacionalista.

Detrás de la crisis actual de los gobiernos resultando de este "giro a la izquierda" se produce un cambio monumental en las condiciones económicas producidas por la profundización de la crisis del capitalismo mundial, la desaceleración del crecimiento de China y una rápida caída de los precios de las materias primas.

Venezuela ha experimentado el desplome del precio del petróleo, que representa el 90 por ciento de sus ingresos de exportación, de niveles de 100 dólares por barril a un mínimo de siete años de 30 dólares por barril. La tasa de inflación, la más alta del mundo, se aproxima al 200 por ciento esta año y el pueblo encara la escasez generalizada de alimentos y otras necesidades.

Brasil enfrenta a su peor crisis económica desde la gran depresión de la década de 1930. Sufrió una contracción económica del 4,5 por ciento respecto al año pasado, una inflación de más del 10 por ciento y despidos de trabajadores de más de 1,5 millones. Argentina, de manera similar, sufre la contracción económica y 30 por ciento de inflación.

La crisis ya ha producido resultados sorprendentes en todo el hemisferio. Según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, la desigualdad en la región ha comenzado a aumentar drásticamente una vez más; el10 por ciento más rico de la población gana 9 veces más que el 10 por ciento más pobre. El 1 por ciento más rico de América Latina ahora posee el 41 por ciento de la riqueza de la región y se proyecta que para el 2022 contará con más riqueza que el 99 por ciento restante. Venezuela y Brasil confrontan los aumentos más pronunciados de desigualdad.

La elección de Venezuela, como la de la Argentina y los indicios de un amplio apoyo para que la legislatura destituya a Rousseff en Brasil, no representan un giro a la derecha por la población, sino más bien una protesta popular contra estos ataques sociales y los gobiernos actuales en condiciones en las que no existen partidos de masas de la clase obrera en cualquiera de estos países.

A pesar de la retórica sobre la "revolución bolivariana" y "socialismo del siglo 21", los gobiernos de Chávez y Maduro han defendido el capitalismo venezolano y mantenido intactas las instituciones esenciales del Estado capitalista, por encima de todo a las fuerzas armadas, que constituyen un pilar fundamental de su gobierno.

La oligarquía gobernante del país se ha mantenido firmemente en el control de las manijas de la economía, el 71 por ciento de la cual permanece en manos privadas, una proporción mayor que antes de que Chávez llegara a la presidencia.

Los que están en la parte superior de la sociedad están acumulando riqueza sin precedentes –las ganancias bancarias se dispararon en un 72 por ciento en el primer trimestre de este año– mientras que año tras año, la clase obrera se hace más pobre. Entre los que se enriquecen está toda una sarta de dirigentes políticos del partido gubernamental, contratistas particulares y especuladores financieros, ligados al gobierno, una nueva capa social apodada la “boliburguesía”.

El gobierno de Maduro viene defendiendo los beneficios de esta capa, garantizando a Wall Street el pago puntual de $ 11 mil millones de la deuda externa del país este año. Para lograrlo, se han impuesto políticas que han eviscerado salarios reales con nuevos recortes a programas de asistencia social. Los trabajadores que han resistido con huelgas y protestas vienen siendo denunciados por Maduro de "criminales laborales" y reprimidos.

Organizaciones de seudoizquierda, tanto en América Latina como internacionalmente, siguen fomentando la "revolución bolivariana" de Chávez como un nuevo camino hacia el socialismo. La atracción al chavismo de tales elementos políticos, cuyas perspectivas reflejan los intereses de las capas más privilegiadas de la clase media, precisamente se debe a que éste nunca representó el movimiento independiente de la clase obrera desde abajo, sino más bien un movimiento burgués que subordina los trabajadores a un carismático "comandante ", cuya política estaba orientada a la mediación de la explosiva lucha de clases en Venezuela.

Estas tendencias políticas, que antes promovían ilusiones similares en el Partido de los Trabajadores de Brasil, el representante político del capitalismo brasileño en los últimos doce años, cargan con la responsabilidad de desarmar políticamente a la clase obrera latinoamericana a los ataques en su contra por supuestos "gobiernos de izquierda", así como a las graves nuevas amenazas planteadas por victorias políticas de la derecha.

Las amargas lecciones de toda esta experiencia política se pueden resumir en la necesidad ardiente de forjar la independencia política de la clase obrera en absoluta oposición a todos estos partidos (de los gobiernos burgueses y sus partidarios en la seudoizquierda). Alcemos partidos revolucionarios deben construirse en toda América Latina –secciones del Comité Internacional de la Cuarta Internacional— para unir a la clase obrera en la lucha por el poder obrero y el socialismo.

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