Hace setenta y cinco años, el 20 de agosto de 1940, León Trotsky, colíder de la Revolución Rusa y fundador de la Cuarta Internacional, fue atacado mortalmente con piolet por el agente estalinista Ramón Mercader. El ataque tomó lugar en la villa de Trotsky en Coyoacán, México, su lugar final de exilio. El gran revolucionario murió de sus heridas al día siguiente a la edad de 60.
El asesinato de Trotsky ocurrió cuando la reacción política internacional alcanzaba su punto más alto con la victoria del fascismo en Alemania en 1933, la derrota de la Revolución Española de 1936-39, los juicios de Moscú y el Gran Terror de 1936-38 y el estallido de la Segunda Guerra Mundial. El asesinato de Trotsky fue la respuesta de la burocracia estalinista –la cual, como Trotsky explicó, era una agencia política del imperialismo— al peligro planteado por los principios marxistas por los que él luchaba. Mientras Trotsky vivía, Stalin tuvo que lidiar con su oponente más implacable.
Sin embargo, Trotsky, contra desventajas increíbles, había conseguido formar la Cuarta Internacional, la cual sobrevivió a los asesinos que acabaron con él. Setenta y cinco años después, la posición única de Trotsky en la historia del socialismo internacional es innegable. Emerge cada vez más como una figura histórica de gran influencia sobre el curso del siglo veinte y cuyos escritos e ideas siguen siendo aún una guía esencial para orientar a la clase trabajadora cuando entra en un nuevo período de luchas revolucionarias.
La vida y el destino de Trotsky estuvieron inextricablemente ligados a los grandes eventos de la primera mitad del siglo veinte. Trotsky y Lenin fueron los principales líderes de la Revolución Rusa, el pináculo de un enorme surgimiento de luchas internacionales obreras contra las depredaciones del capitalismo y la horrible matanza de la Primera Guerra Mundial. La teoría política de la misma revolución fue otorgada por la Teoría de la Revolución Permanente de Trotsky, forjada en medio de la Revolución Rusa de 1905, que afirma que las tareas democráticas en países subdesarrollados como Rusia sólo podían ser completadas por la clase trabajadora en una toma de poder como parte de una revolución socialista mundial.
Durante seis años, Trotsky jugó un rol indispensable en la organización y defensa del estado obrero que se estableció después de los eventos de octubre de 1917; esto incluyó ser el primer comisario para asuntos extranjeros de la Rusia Soviética y el fundador y comandante del Ejército Rojo.
Por su rol en la Revolución Rusa, que ocurrió cuando cumplió 38 años, Trotsky se habría asegurado un lugar en la historia como uno de los más grandes líderes de la clase trabajadora y el movimiento socialista. Sin embargo, Trotsky escribiría luego que fue su lucha contra la degeneración estalinista de la Unión Soviética, que culminó con la fundación de la Cuarta Internacional, lo que hizo su contribución político más significativa y duradera.
El conflicto que emergió entre Stalin y Trotsky no fue una lucha subjetiva entre dos individuos por poder personal, sino una batalla fundamental ejercida entre dos programas políticos irreconciliables. La consolidación del poder por Stalin, y la dictadura burocrática que él personificó, no fue el resultado inevitable de la Revolución Rusa. En vez de ello, todo esto se desarrolló a partir de las condiciones específicas de un estado obrero económicamente atrasado, aislado por las derrotas de la revolución mundial. Siete años de guerra y guerra civil ejercida por el imperialismo había dejado un enorme daño a la clase trabajadora, la base social de la revolución. El ascenso del poder de Stalin fue facilitado por la enfermedad y muerte de Lenin, quién en su último año de vida emitió un llamado a Trotsky para una acción conjunta que combatiese la degeneración burocrática de la Unión Soviética.
Stalin articulaba los intereses de un aparato conservador que usurpó el poder de la clase trabajadora y repudió el vínculo esencial entre la revolución en Rusia y la clase trabajadora internacional. El programa del "socialismo en un sólo país", primero elaborado en 1924, estaba basado en la afirmación falsa y antimarxista de que el socialismo podía ser logrado en la Unión Soviética independientemente de cualquier revolución más allá de las fronteras de Rusia. Esto validaba la subordinación de la clase trabajadora internacional a los intereses nacionales de la burocracia soviética y servía para justificar políticas que produjeron la derrota de la Huelga General Británica de 1926 y el aplastamiento de la Revolución China de 1925-27. Trotsky luego recordó en su autobiografía: "El sentimiento 'No siempre y todo por la revolución, sino algo para uno mismo también' fue traducido como 'Abajo con la revolución permanente'".
En su crítica del estalinismo, Trotsky desarrolló una teoría de la revolución socialista mundial que demostró ser muchísimo más penetrante que las maniobras pragmáticas de los burócratas estalinistas. Basados en la Teoría de la Revolución Permanente, la Oposición de Izquierda, que él fundo en 1923, insistió que el progreso hacia el socialismo dentro de la Unión Soviética dependía del desarrollo de la revolución socialista mundial. En un pasaje escrito en 1930 cuyo valor tiene más vigor ahora, Trotsky explicó:
"El triunfo de la revolución socialista es inconcebible dentro de las fronteras nacionales de un país. Una de las causas fundamentales de la crisis de la sociedad burguesa consiste en que las fuerzas productivas creadas por ella no pueden conciliarse ya con los límites del estado nacional. De aquí se originan las guerras imperialistas, por una parte, y la utopía burguesa de los Estados Unidos de Europa, por la otra. La revolución socialista empieza en la palestra nacional, se desarrolla en la internacional y llega a su término y remate en la mundial. Por lo tanto, la revolución socialista se convierte en permanente en un sentido nuevo y más amplio de la palabra: en el sentido de que sólo se consuma con la victoria definitiva de la nueva sociedad en todo el planeta."
El repudio del internacionalismo socialista por parte de la burocracia estalinista precisó de una campaña de falsificación histórica que tenía como objetivo destruir la influencia política de Trotsky y negar la conexión entre la perspectiva por la que él luchó y aquella que guió a la propia Revolución Rusa. A ello se sumó una campaña cada vez más directa y violenta contra Trotsky y sus seguidores.
En noviembre de 1927, Trotsky fue expulsado del Partido Comunista Ruso, a lo que siguió un mes después la expulsión de todos los partidarios de la Oposición de Izquierda. En enero de 1928 fue exiliado a Alma Ata, en las montañas de lo que es hoy en día Kazajstán. Un año después, en febrero de 1929, Trotsky fue expulsado de la Unión Soviética y tomó residencia temporaria en Prinkipo, Turquía. Frente a lo que más tarde llamó "un planeta sin visado", debido a la hostilidad combinada de los estalinistas, socialdemócratas y las potencias imperialistas, Trotsky se vio obligado a pasar de Turquía a Francia en 1933, a Noruega en 1935 y, por último, a México en 1937.
En los ocho años que pasaron entre la expulsión de Trotsky de la Unión Soviética y su llegada a México, la clase trabajadora atravesó por una serie de derrotas resultadas de la perfidia de las burocracias estalinistas y social demócratas. La victoria del fascismo en Alemania en 1933 fue seguida por la estrangulación de los levantamientos revolucionarios en Francia y España, lugares en que la clase trabajadora fue subordinada al dominio político de la clase capitalista bajo la bandera del "Frente Popular".
Después del ascenso de Hitler al poder –una catástrofe monumental para la clase trabajadora alemana e internacional que fue hecha posible por las políticas desastrosas de la Internacional Comunista— Trotsky hizo un llamado para la formación de una nueva Cuarta Internacional. Advirtió que las ganancias de la Revolución Rusa sólo podían ser defendidas por medio de una revolución política que derrocase a la burocracia nacionalista.
Aterrado ante la amenaza que representaban Trotsky y la Cuarta Internacional, Stalin recurrió cada vez más a violencia y represión brutal dentro de la Unión Soviética y en el exterior. Si bien el blanco de los juicios de Moscú de 1936-38 era toda la oposición política al régimen estalinista, sus objetivos principales eran los partidarios de Trotsky. Cientos de miles de socialistas –el producto de una inmensa tradición de cultura revolucionaria en Rusia— fueron masacrados en un genocidio político.
La masiva violencia requerida para defender al régimen constituía prueba irrefutable de que el gobierno de Stalin no era una continuación de la Revolución Rusa, sino su sepulturero. El estalinismo y el verdadero marxismo, Trotsky escribió en 1937, estaban separados "no simplemente por una línea sino por un completo río de sangre".
Trotsky libró una valiente campaña para desenmascarar los juicios falsos y los crímenes políticos del estalinismo. Como respuesta, el estalinista GPU (policía secreta del estado) trabajó sistemáticamente para liquidar físicamente a sus más cercanos seguidores y correligionarios de Trotsky. Entre los asesinados por agentes estalinistas están Erwin Wolf, uno de los secretarios políticos de Trotsky, en julio de 1937; Ignace Reiss, que había desertado de la GPU y declaró su apoyo a Trotsky, en septiembre de 1937; su hijo y estrecho colaborador León Sedov, en febrero de 1938; y Rudolf Klement, secretario de la Cuarta Internacional, que fue secuestrado y asesinado en julio de 1938.
Sin embargo, siempre y cuando Trotsky viviese, el régimen estalinista no podía descansar. Víctor Serge escribió en 1937: "No existe otra explicación para las proscripciones dementes que están destruyendo la estructura del régimen excepto el odio y el temor... El equipo sustituto ha sido eliminado como precaución. Sólo el Viejo permanece... pero siempre y cuando el Viejo viva, no habrá seguridad para la triunfante burocracia".
A pesar de circunstancias extremadamente difíciles –incluyendo el asesinato de Klement tan sólo dos meses antes— ocurrió el Congreso de Fundación de la Cuarta Internacional en septiembre 1938. El documento de fundación, escrito por Trotsky, advertía: "Las charlatanerías de toda especie según la cual las condiciones históricas no estarían todavía 'maduras' para el socialismo no son sino el producto o de la ignorancia o de un engaño consciente. Las condiciones objetivas de la revolución proletaria no sólo están maduras sino que han empezado a descomponerse. Sin revolución social en un próximo período histórico, la civilización humana está bajo amenaza de ser arrasada por una catástrofe. Todo depende del proletariado, es decir, de su vanguardia revolucionaria. La crisis histórica de la humanidad se reduce a la dirección revolucionaria".
La campaña de guerra del imperialismo amenazaba con encender una vez más una ola de levantamientos revolucionarios. Precisamente por esta razón el imperialismo mundial, por medio de sus agentes estalinistas, buscó decapitar el liderazgo de la Cuarta Internacional. En un ensayo escrito en Octubre de 1938, Trotsky estableció la conexión entre la inminente guerra y la violencia contra el movimiento trotskista:
"A comienzos de la última guerra, Jean Jaurès fue asesinado, y al final de la guerra, Karl Liebknecht y Rosa Luxemburg... El trabajo de exterminar a los internacionalistas ya ha comenzado en una escala mundial previa al estallido de la guerra. El imperialismo ya no depende de un 'accidente feliz'. Ya cuenta con una agencia internacional lista para la sistemática exterminación de los revolucionarios, en la mafia estalinista. Por medio de sus gángsters estalinistas, el imperialismo indica por anticipación de dónde vendría el peligro mortal para ellos en tiempos de guerra. Los imperialistas no se equivocan".
El régimen estalinista vio, como una oportunidad para escalar la campaña para asesinar a Trotsky, el estallido de la Segunda Guerra Mundial en septiembre de 1939, aprovechando que la opinión pública estaba concentrada en la catástrofe en Europa. Un primer atentado a su vida fue hecho el 24 de Mayo de 1940 por un equipo encabezado por el pintor estalinista David Alfonso Siqueiros.
Trotsky y su esposa Natalia sobrevivieron el ataque, pero Trotsky sabía que no sería el último intento. "Vivo en esta tierra no de acuerdo a la regla sino como excepción a ella", Trotsky escribió con extraordinaria objetividad dos semanas después. "En una época reaccionaria como la nuestra, un revolucionario es obligado a nadar contra la corriente. Hago esto con lo mejor de mi habilidad. La presión de la reacción mundial se ha expresado quizás de manera más implacable en mi destino personal y el destino de todos aquellos cercanos a mí. No veo esto como ningún mérito mío: esto es el resultado del entrecruzamiento de las circunstancias históricas".
Entonces, el 20 de agosto de 1940, Trotsky cayó ante Mercader, un agente estalinista que posaba como seguidor del movimiento trotskista.
En 1975, el Comité Internacional de la Cuarta Internacional lanzó una investigación a las circunstancias detrás del asesinato de Trotsky que expuso la infiltración del la agencia de espionaje de Stalin, la GPU, en el movimiento trotskista. La investigación documentó el rol que jugaron agentes de Stalin como Marc Zborowski, Sylvia Callen (secretaria de James Cannon, el secretario nacional del Partido Socialista de los Trabajadores (PST), entonces el movimiento trotskista en EE.UU.); Robert Sheldon Harte (quién estaba en guardia la noche del primer intento de asesinato); y Joseph Hansen (el secretario de Trotsky y guardia en el momento de su asesinato y futuro líder del PST durante el período de su degeneración política).
La investigación "Seguridad y la Cuarta Internacional" fue denunciada y opuesta por el PST y los renegados políticos del movimiento trotskista. Sin embargo, material posterior publicado desde los archivos de la Unión Soviética ha confirmado muchas de las conclusiones establecidas por el Comité Internacional de la Cuarta Internacional sobre los individuos cómplices, que ayudaron a preparar e implementar uno de los más grandes crímenes políticos.
En el momento de su muerte, Trotsky ya era el más grande representante de una tradición de marxismo clásico que emergió del levantamiento revolucionario de las primeras décadas del siglo veinte. Su asesinato asestó un inmenso golpe al movimiento socialista internacional. Sin embargo, dejó un legado teórico y político que estableció una firme fundación para el desarrollo de la Cuarta Internacional. Efectivamente, en los últimos años de su vida Trotsky se concentró en las cuestiones claves que luego emergerían como los temas políticos centrales que confrontaría el movimiento socialista después de la Segunda Guerra Mundial.
Al fundar la Cuarta Internacional, Trotsky no sólo tuvo que combatir a estalinistas e imperialistas, sino a un completo estrato de intelectuales pequeño burgueses quienes, partiendo de las derrotas de los treinta, extrajeron la conclusión de que la clase trabajadora era incapaz de llevar a cabo la revolución socialista. Para justificar su abandono de la lucha por el socialismo, ellos pusieron sobre la clase trabajadora la responsabilidad de la traición de su liderazgo. "Si acordamos como cierto", escribió Trotsky, "que la causa de las derrotas está enraizada en las cualidades sociales del mismo proletariado, entonces tendríamos que reconocer a la posición de la sociedad moderna como una sin esperanzas".
El repudio desmoralizado del socialismo y el rechazo del papel revolucionario de la clase trabajadora emergería repetidamente en las décadas que siguieron a la Segunda Guerra Mundial. Dentro de la Cuarta Internacional encontraron expresión en la forma del pablismo, que era una adaptación a las burocracias social demócratas y a los movimientos nacionalistas burgueses.
En medio de la intensificación del conflicto de clases, estas fuerzas están virando rápidamente hacia la derecha, buscando cada vez más asumir directamente el rol de poder estatal, como lo han hecho en Grecia. Uno sólo puede imaginar cómo Trotsky hubiese utilizado su talento literario y gran sentido del humor para excoriar a los egoístas y obsesionados consigo mismos estratos de clase media alta.
¡Cómo hubiera expuesto Trotsky las podridas políticas de Syriza y Podemos! ¡Cómo hubiera hecho trizas a charlatanes intelectuales y celebridades de pseudo-izquierda como Slavoj Žižek!
Lo que Trotsky comprendió y expresó con una claridad sin igual fue el rol decisivo del liderazgo. La lección esencial que extrajo del logro positivo de la Revolución Rusa y las derrotas que le siguieron fue que la victoria de la revolución socialista y, por lo tanto, la supervivencia de la humanidad, requería una implacable lucha para resolver la crisis del liderazgo revolucionario. Esta verdad fundamental fue demostrada una y otra vez en las décadas que siguieron a su muerte.
La centralidad de la crisis del liderazgo revolucionario significaba que la lucha política era la tarea más importante. Trotsky no tenía nada más que desprecio para todos aquellos que evadían sus responsabilidades políticas bajo la bandera de la libertad personal. "Que los filisteos busquen su propia individualidad en espacios vacíos", declaró en el discurso de fundación de la Cuarta Internacional. "Sí, nuestro partido nos envuelve. A cambio de ello nos da a cada uno de nosotros la más alta felicidad: la conciencia de que participamos en la construcción de un mejor futuro, de que cada uno de nosotros lleva en sus espaldas una partícula del destino de la humanidad, y que la vida de cada uno de nosotros no habrá sido vivida en vano".
El significado duradero de Trotsky está reflejado en el implacable asalto a su reputación histórica. Sin embargo, aquellos que hoy en día intentan menospreciar a Trotsky no lo lograrán. La historia ha vindicado el análisis de Trotsky sobre la agonía de muerte del capitalismo. El poder de sus ideas y la tradición histórica que representa han pasado la prueba del tiempo. El movimiento que fundó ha probado ser la única tendencia revolucionaria verdadera y viable.
Ante todo, la tarea básica por la que luchó Trotsky sigue siendo el problema central que confronta la clase trabajadora hoy en día: la construcción de un liderazgo revolucionario.
Estos principios viven en el Comité Internacional de la Cuarta Internacional. El movimiento trotskista mundial. El aniversario de su asesinato no sólo debe ser una ocasión para rendir tributo a su memoria, como apropiado que sea, sino el de honrar esta memoria mediante una intensificación de la lucha para seguir construyendo el Comité Internacional como el Partido Mundial de la Revolución Socialista.